365 DÍAS DE DOLOR PARA MUCHOS, 365 DÍAS DE BENEFICIOS PARA POCOS

365 días de dolor para muchos, 365 días de beneficios para pocos

Un año del comienzo de una guerra, la OTAN contra Rusia, que muchos poderes querían, pero, seguro, que ningún muerto, ucraniano, del Donbass o ruso, ningún refugiado o exiliado, la pretendía.

Al cabo de un año, siguen las medias verdades, el falseamiento de los hechos. Cierto que, poco a poco, pese a las reticencias, van saliendo −y saldrán− las realidades de un conflicto que, como todos, está movido, torticeramente, por el beneficio, por las ganancias de unos pocos −en este caso, el beneficio es brutal y los beneficiarios muy pocos− y el sufrimiento, la muerte y el dolor de muchos (Del libro: “Ucrania, una verdad falseada”) .

Vuelvo a decirlo para acallar argumentos rastreros de aquellos rastreros que defienden, todavía, las medias verdades −que es como decir mentiras completas−. Informar de la verdad en esta guerra no significa jugar a buenos y malos, mucho menos apuntar que el bueno, aquí, sea Putin. En absoluto. El presidente ruso es megalómano, pan-nacionalista y ambicioso. Y ha empezado, al menos de manera aparente, las hostilidades.

Informar de la verdad, de las causas, de los motivos geo-estratégicos y económicos, de los 13.000 muertos civiles del Donbass por las brigadas nazis de Zelensky, del incumplimiento de los acuerdos de Minsk por parte de Zelensky, de los sentimientos rusos de un 35%, al menos, de los habitantes de Ucrania es periodismo objetivo y limpio. ¡Claro que los soldados rusos han cometido crímenes de guerra y hay que denunciarlos! Pero no menos, seguramente, que los crímenes cometidos por los soldados ucranianos en las regiones pro-rusas. Y silenciar estos, de manera concienzuda, significa emplear los inmensos medios informativos de Europa y de España de manera torticera, sesgadamente y mintiendo por omisión.

Casos como los sabotajes del Nord Stream por militares americanos, información que en Estados Unidos hace muchos meses que se da por buena, y en España, todavía, se oculta y se le carga ese tiro en el pie al ejército ruso. O el caso de los rehenes −no refugiados− civiles en Mariupol por parte de la Brigada Azov. O el de las torturas y muertos congelados en Kiev de ucranianos pro-rusos. O el bombardeo de un hospital usado, cínicamente, como centro militar por el ejército ucraniano…

Todo lo anterior no exime las barbaridades del bando ruso y que hay, también, que denunciar. Pero los medios informativos no pueden denunciar unas y silenciar otras. Eso se llama mentir a conciencia. Y eso, poco a poco, con dificultades quizá, saldrá a la luz poniendo a los mentirosos, a los que falsean de manera preconcebida, en el muladar de la Historia que les corresponde. Y aquí, estoy pensando en varios de nuestros más enardecidos políticos que, al parecer, equivocaron carrera −debieron decantarse por la militar más prusiana− como el señor Borrell, más parecido a ministro de la guerra que a ministro de exteriores europeo, o a la señora Robres a la que veo mucho mejor con hombreras de generala en vez de con toga.

Poco a poco, a cuentagotas, van saliendo los inmensos beneficios que Estados Unidos, más que el país, las grandes empresas gasísticas, están disfrutando con la guerra y con su deseo de retrasar la llegada de la paz. Doscientos mil millones de dólares al año están en juego. Además, ese gas que venden las empresas americanas y que el gobierno americano ampara, lo hace a Europa a un precio tres, cuatro veces más caro que el gas argelino o el ruso. Y no solo eso, ese gas proviene del “fracking”, método absolutamente insostenible y perjudicial para el cambio climático.

Poco a poco, a cuentagotas, va saliendo el abrumador beneficio de las empresas de armamentos, americanas muchas de ellas, vendiendo tanques, aviones, cañones, misiles, drones y lo que les pidan. Supongo que estarán poniendo velas a vírgenes y demonios de medio mundo para que el chollo de la guerra no se les acabe o, al menos, dure lo máximo posible. Medio billón de dólares es la cifra anual en juego. Medio BILLÓN que pasa a manos, mejor dicho, a los bolsillos de muy pocos: los dueños y accionistas de estas empresas. ¡Qué mas da que mueran unos pocos, o muchos, para conseguirlo! Como, además, no hay muertos americanos y todos son eslavos, miel sobre hojuelas.

365 días de dolor para muchos, 365 días de beneficios para pocos

Esto, señores informadores, señores y señoras tramposas, embusteros, boleros, fuleros o farsantes, también hay que decirlo en primera página para que toda la ciudadanía, todos los informados, tengan noticias objetivas y no, solo, las que provengan de su subjetividad, como marionetas de los poderes que recogen beneficios y que son, a la postre, los que les mandan.

Dentro de poco, a los desastres de la guerra les pondrán una cifra. Más o menos, ya va por el billón de dólares la cantidad necesaria para reconstruir Ucrania. Cuando esta cifra les parezca atractiva a los mismos que están alimentando la guerra −porque los imperios financieros que la reconstruirán serán semejantes a los que la están ayudando a destruir− pondrán esfuerzos para, entonces, avanzar en una mesa de paz y concluir en armisticio. Esto es una infame canallada y el exponente de la mayor hipocresía en tantos hombres y mujeres “de bien” que, de momento, están recogiendo beneficios con la mayor satisfacción y no lo dicen.

Los Van der Meyen, los Borrell, los Albares, los Stontelberg y compañía, lo que deberían estar haciendo es poner todos sus esfuerzos en obligar a Biden, a Putin, a sentarse para una paz necesaria y obligada. En vez de ser los cabos furrieles bomberos que alimentan la guerra con Leopard o con lo que les pida un Zelensky más cercano a los nazis que a cualquier otra ideología.

Porque, ¿qué se pretende alimentando una guerra que roza líneas rojas, al margen de conseguir esos inmensos beneficios en gas o armas?

Alimentar la guerra sin más, imbuyendo la idea de que Ucrania ha de ser la victoriosa es, o estúpido o pueril. Y, en todos los casos, propio de mentes criminales. Tanto como la mente de Putin. ¿Alguien puede afirmar que los muertos yemeníes, los palestinos, los saharauis, los de más de una veintena de conflictos con muertos que, aunque no son rubios ni europeos, mueren día a día, no existen? ¿Y que esas guerras tienen un origen que, en casi todas, la mano que mece la cuna tiene como bandera las barras y estrellas, la estrella de David o alguna de las potencias europeas? ¿Por qué de esas guerras, de esos muertos, no se habla o se habla muy poco?

Pretender por parte de la OTAN, de Estados Unidos, en definitiva −porque Europa, aquí, pinta menos que Pichorras en Pastriz−, que Ucrania gane la guerra es jugar, de manera criminal, con algo tan falso como peligroso. Hoy, Zelensky pide −y se le regala a cargo de erarios públicos de los países embarcados− tanques Leopard, misiles Patriot, drones. Hoy, está pidiendo aviones de última generación como los F-35. Aviones que están en suspenso. Mañana, ¿qué pedirá? ¿Misiles intercontinentales para bombardear Moscú? ¿Bombas nucleares tácticas?

¿Tan estúpidos, quizá avariciosos o criminales ex-equo, pueden ser para jugar de esta manera con el “y tú más” en la guerra, con la escalada? ¿Tan estúpidos nos creen? Si alguien tira balas en vez de piedras, el otro responderá con balas mayores. Si Ucrania pone F-35 en los cielos la escalada irá hacia un contendiente obligado a responder con algo más grande. Somos los ciudadanos los que debemos, primero exigir la verdad en el conflicto, y segundo, parar la guerra, Obligar a las dos partes a un acuerdo. Cualquier acuerdo de paz, estoy pensando en el armisticio de Corea, es mejor que una guerra en donde van muriendo civiles y soldados, rusos y ucranianos. Una guerra en la que el único beneficiado es la industria norteamericana y el gran perjudicado es Europa con una inflación galopante, con una economía a la que se le verán todas las costuras en poco tiempo, con una deuda que irá a más y con sus ciudadanos, paganos de los excesos de avaricia de unos pocos.

No se puede pretender que Ucrania gane la guerra porque es imposible. Tampoco que la pierda. La solución, como en todos los conflictos, es una mesa de paz cuanto antes. Desde luego, mucho antes de que se pase a más mayores.

Entre otros motivos de la guerra, falseados como los restantes por los medios que se llaman informativos, es la competencia chino-americana. Estratégicamente, la pelea en Ucrania entre Estados Unidos y Rusia es una forma de desgastar a la Federación Rusa con la ayuda de Europa y, sobre todo, de aminorar el crecimiento de China para retrasar el paso de esta a primera potencia económica mundial y su relevo como tal de Estados Unidos.

Cuando el conflicto ucraniano acabe, Estados Unidos encenderá una nueva mecha, en ese caso en Taiwán, para obligar a un enfrentamiento similar al ucraniano. Taiwán y China se enfrentarán, con el apoyo de la OTAN, de la Europa marioneta, de Estados Unidos, en definitiva, y así, seguir retrasando un sorpasso inevitable. Como todos los imperios que en la Historia han sido, uno cae y otro sube. Siempre, el que cae se ha revuelto.

Esta guerra y, sobre todo, su alargamiento y escalada, ha vuelto a poner sobre un tapete adormecido todos los males de algo que, pensábamos, aletargado. Otra nueva guerra fría, más incremento armamentístico, la política de bloques mucho más enconada, una Europa que continúa siendo un pelele de Estados Unidos. Esa Europa, enmascarada por la OTAN, junto a los Estados Unidos, Japón, Israel, Canadá y Australia enfrentada a la Federación Rusa, China, India, Irán, apoyados por la mayoría de países latinoamericanos, parte de los del sudeste asiático y por una buena parte de la sempiterna perdedora, África.

Mañana, en vez de 365 días de dolor para muchos y 365 días de beneficios para pocos, serán 366 días, y pasado mañana, 367 jornadas, salvo que los y las ciudadanas europeas rompamos el silencio, paremos esta sinrazón falseada.

Estoy seguro de que este artículo va a contracorriente. Deseo la paz y, para ello, deseo todos los esfuerzos posibles en conversaciones de paz. Una mayoría, no sé si será inmensa, al parecer prefiere la guerra, la victoria total, dejar la mesa de negociaciones para después de la victoria y, así, humillar más al vencido. Creo que eso no funciona, nunca ha funcionado en la Historia. Repásenla y aprendamos de ella. Ese es uno de los argumentos en los que me baso.

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