GRAVES IMPLICACIONES

Graves implicaciones

Nota de Briega: En el marco del club de lectura del libro “El Amanecer de Todo” organizado conjuntamente por la Vorágine y el Ateneo Popular de Camargo, y como contribución al debate, reproducimos este texto del pensador marxista Gilles Dauvé, traducido por por ahuehuete.org:

https://ahuehuete.substack.com/p/dauve-graeber-wengrow

 

Desacreditando la ❝narrativa estándar❞

La sabiduría convencional sostiene que la humanidad sufrió primero una lucha constante por la supervivencia, viviendo de la mano a la boca, en una simplicidad infantil; luego, el campesinado trabajó de sol a sol; más tarde, gracias a la combinación de la razón y la tecnología, hemos recorrido un largo camino, pero el progreso sólo ha avanzado con la inevitable desigualdad, la coerción y la guerra. Una interpretación que, obviamente, tiene “nefastas implicaciones políticas”. (Página 3: todos los números de página se referirán a El Amanecer de Todo).

Wengrow y Graeber (en adelante “W. & G.”) contraatacan a esta mentalidad con una amplia gama de contextos históricos: “burocracias que funcionan a escala comunitaria; ciudades gobernadas por consejos vecinales; sistemas de gobierno en los que las mujeres ocupan una preponderancia de cargos formales; o formas de administración territorial basadas en los cuidados más que en la propiedad y la extracción” (p. 523).

Desde Abya Yala hasta Turquía, incluyendo la civilización del Indo, los casos de gobierno no estatal, autogestión y cooperación se remontan a épocas más antiguas de lo que suele creerse, y estas “excepciones” son tan numerosas que no pueden calificarse de anomalías.

Los autores reconocen que no son las primeras personas en desacreditar un relato que ya no es unánime ni “estándar”. Hace mucho tiempo que se empezó a poner en tela de juicio. Por ejemplo, por Peter Kropotkin. Y más recientemente, por Pierre Clastres, Marshall Sahlins y James C. Scott (los tres, escritores que inspiraron a W. & G.), por citar sólo algunos. (Todas las referencias al final del texto.) Ahora, con el «giro feminista» de la ecología evolutiva,

❝ las estrategias de las hembras han pasado a ocupar un lugar central en los modelos de los orígenes humanos. Olvídense del ‘hombre cazador’.
(Nancy Lindisfarne)

Una serie de especialistas en la materia — algunas con un punto de vista crítico o anarquista similar al de W. & G.— expresan su desacuerdo con aspectos menores o mayores del libro, o incluso reprochan a sus autores la selección de datos que apoyan su punto de vista. Como la mayoría de sus lectores, no podemos pretender ser especialistas, y damos por sentado que muchos de los datos recopilados en este libro son fidedignos. Lo que nos preocupa es el método, el sustento político y las conclusiones.

W. y G. nos ofrecen un caudal de sólidos aportes. Pero toda comprensión del pasado es una reconstrucción con una premisa, y ésta suele implicar una intencionalidad política. W. y G. no son una excepción. ¿En qué se basa su análisis?

 

Juego y Periodicidad

La última página de W. & G. (p. 610) resume su tesis principal: en “[m]uchas de las sociedades en las que nos hemos centrado en este libro […] el poder estaba disperso o distribuido de forma flexible entre diferentes elementos de la sociedad, o a diferentes escalas de integración, o incluso a través de las épocas del año dentro de la misma sociedad”.

Este hilo rojo se extiende por todo el libro, y los autores lo confirman tantas veces y en lugares tan diversos que El Amanecer de Todo se siente justificado para descartar la pregunta «¿Por qué? ¿Por qué se marginalizó a esta numerosa población carente de gobierno?».«¿Cómo nos estancaron? ¿Cómo acabamos en una modalidad uniforme?» (p. 115): “[S]i las sociedades sin Estado se organizaron regularmente de tal manera que sus jefes carecen de poder coercitivo, ¿entonces cómo llegaron al mundo, para empezar, las formas de organización jerárquica?” (p. 520).

La mejor respuesta que sugieren W. y G. es una hipótesis propuesta por Franz Steiner (1902-1952): los cuidados, el refugio y la caridad pasaron a dar poder — y luego poder coercitivo— a las personas que ejercían el mando. Læs protectores se convirtieron en dominadores. Es posible. Pero esto lleva a la pregunta: ¿por qué los cuidados y el abrigo dejaron de estar organizados y controlados colectivamente para convertirse en el monopolio de una minoría?

De hecho, W. & G. sólo plantean la pregunta “¿por qué?” para descartarla por irrelevante: “El Estado no tiene origen” (afirmación lo suficientemente importante como para servir de título a un capítulo).

Para W. y G., el Estado no sólo no tiene origen, sino que su autoridad es constantemente cuestionada: coexiste con un grado de fuerza popular que contrarresta su poder. W. y G. describen extensamente a los señores y reyes “temporales” o “estacionales“. Recuerdan cómo, en fecha tan tardía como “la década de 1940, en [Brasil] el pueblo indígena Nambikwara vivía en lo que eran efectivamente dos sociedades muy diferentes” (p. 99), dependiendo de la época del año (estación de lluvias en comparación con el resto del año). El pueblo olmeca en Mesoamérica mezclaba la rivalidad política y el deporte: en sus “estados teatrales […] el poder organizado sólo se materializaba periódicamente; en espectáculos grandiosos pero fugaces” (p. 386). En algunas sociedades norteamericanas, lo que podría llamarse una fuerza policial sólo funcionaba tres meses al año, “a veces reclutada entre las filas de bufones ceremoniales” (p. 503), por lo que era “en cierto sentido, una fuerza policial de a mentiritas“. Incluso era posible tener “un ‘imperio’ construido sobre imágenes” en el Perú de 1000 a 200 a.C., donde no se encuentran pruebas arqueológicas de fortificaciones militares o dependencias administrativas.

Se trata de un relato que invita a la reflexión, pero como las palabras ritual y estacional aparecen una y otra vez, W. & G. extienden este “carácter estacional” del poder sociopolítico hasta el punto de que supuestamente explica gran parte o la mayor parte de nuestro pasado — y presente: el dominio del Estado es real, pero viene acompañado de una oposición que debe su existencia en mucho menor medida a la forma en que la gente se gana la vida que al ritual y al juego (volveremos al enfoque deliberadamente no materialista de W. & G.). Graeber cree en “el principio del juego en la naturaleza”. Esencialmente, somos seres lúdicos, y el nivel más básico del ser es el juego, por encima de la economía (entrevista en The Guardian, 2015). Por lo tanto, cualquiera que sea la confrontación que pueda haber entre grupos opuestos por intereses divergentes, procede en segundo lugar en el curso de la historia, pues la coexistencia de roles rige: cada persona desempeña un papel ahorita, y luego otro. Hoy, de ciudadana obediente ante la ley, mañana de revoltosa, y depende de sí misma intercambiar los papeles. W. y G. no distinguen realmente entre resistir a un sistema y combatirlo (o derrocarlo). (Por consiguiente, como veremos, tampoco entre reforma y revolución).

❝Graeber cree en el principio del juego en la naturaleza humana” Esencialmente, en que somos seres lúdicos, y el nivel más básico del ser es el juego, por encima de la economía❞ — (entrevista en The Guardian, 2015).

 

Los cimientos sobre los que se consolida la sociabilidad humana

Lo que está en juego aquí no es la existencia (o la importancia) de una historia continua de resistencia, sino su naturaleza.

¿Qué quieren decir W. y G. cuando escriben que “[…] si los seres humanos realmente han pasado la mayor parte de los últimos 40.000 años aproximadamente yendo y viniendo entre diferentes formas de organización social, construyendo jerarquías, y luego desmantelándolas, las implicaciones son profundas”? (p. 112). ¿Qué implicaciones?

W. y G. sostienen que la decencia humana y la búsqueda de la libertad no pertenecen a épocas pasadas: siempre han existido y persisten en la actualidad: “un cierto comunismo mínimo, ‘de base’, que se observa en todas las sociedades” es “el fundamento mismo de la sociabilidad humana”. Por ejemplo, cuando hacemos todo lo posible para salvar a alguien de ahogarse. “Lo que varía es hasta dónde se estima que debe llegar ese comunismo elemental”. Las personas que pertenecían a las comunidades iroquesas o haudenosaunee no se rehusaban a una petición de ayuda alimentaria. En cambio, læs franceses del siglo XVII que vivían en Norteamérica se habrían negado, porque “su alcance del comunismo de base parecía restringido y no se extendía a la comida y el refugio”. (pp. 47-48) Para W. & G., esto es precisamente la base de cualquier sociedad — y sobre esto podemos construir un mundo radicalmente mejor. En su opinión, el curso de la historia no depende de las relaciones entre grupos sociales (en la mayoría de las sociedades, grupos sociales opuestos), sino de cómo podemos conseguir que nuestra tendencia humana innata se amplíe y derrote sus limitaciones.

“Desde la época paleolítica en adelante […] muchas personas — tal vez incluso la mayoría — no se limitaban a imaginar o poner en práctica diferentes formas de vida social en diferentes épocas del año, sino que vivían en ellas durante largos periodos de tiempo. […] Al parecer, nuestræs antepasadæs lejanæs […] iban y venían con regularidad entre ‘sus condiciones de vida’ y ‘un orden económico o social alternativo’. Pero todo se estropeó ‘cuando la gente empezó a perder su libertad de imaginar y promulgar otras formas de existencia social’. (p. 502)

Si las palabras tienen significado, promulgar es poner en práctica, realizar, llevar a cabo. Para W. y G., esta capacidad de lograr una forma alternativa de existencia ha estado siempre presente, y hoy puede prevalecer a una escala mucho mayor. Basta con que el trasfondo comunista latente se manifieste, y aparezca a plena luz del día. Siempre hay dos posibilidades dentro de la misma sociedad, y el cambio general llegará cuando el lado que no oprime tome finalmente el control.

❝El argumento político que esgrimen Graeber y Wengrow es que la gente — desde el principio de los tiempos — siempre ha podido elegir entre la dominación y la libertad. La recompensa de esta posición es que les permite argumentar que, con voluntad política, podemos tener una revolución y una sociedad dirigida por asambleas populares que operen a través del consenso.❞ (Nancy Lindisfarne y Jonathan Neale)

Nancy y Jonathan tienen razón, excepto en una palabra. Si todo lo que necesitamos es manifestar nuestra disposición subyacente y atrevernos a ejercer nuestra libertad intrínseca, y si el potencial liberador es universal y omnipresente, la transformación radical bien podría ser el resultado de una suma multitudinaria de acciones parciales graduales. En pocas palabras, W. y G. han borrado la diferencia entre “reforma” y “revolución” como ruptura histórica decisiva.

Esto explica por qué no les sirven las explicaciones históricas: disponer de un amplio despliegue de formas de vida no coercitivas debería bastar para demostrar que podemos ser libres cuando nos lo proponemos. “Lo que importa”, dijo Wengrow en una entrevista, “es la disminución de la imaginación política, la libertad para repensar el orden social”. Tenemos que “dejar que nuestra imaginación vuelva a ser una fuerza material en la historia humana”. (Graeber, Coches Voladores…).

 

Con la producción en la mira

W. & G. han leído todo, como demuestran las 146 páginas de notas y bibliografía de un volumen de 692 páginas. Impresionante. Pero sólo echan un vistazo superficial a lo que desean ignorar.

Marx, en particular, es rechazado como otro gran relato defectuoso.

En la década de 1840, læs comunistas querían basar su argumento no en deseos, en la miseria creciente entre la población o incluso en una sucesión de luchas sociales, sino en una base material histórica. Con el fin de establecer que las insurrecciones en curso presagiaban la revolución, trazaron una línea directa entre el desarrollo industrial y la culminación del proceso de emancipación: sólo el proletariado moderno poseía la universalidad histórica que le permitiría hacer lo que læs explotadæs y oprimidæs del pasado habían sido incapaces de lograr. Esto no significa que læs primeræs comunistas estuvieran todæs deslumbrados por las maravillas de la máquina de vapor y el sistema de producción industrial. Algunæs lo estaban. Incluso Marx y Engels a veces. (Pero tengamos cuidado con las citas: cualquiera puede demostrar cualquier cosa con un par de líneas). Variæs anarquistas de los siglos XIX y XX también compartían esta fascinación por la tecnología. En su Humanisphère de 1858, Joseph Déjacques (1822-1865: supuestamente acuñó la palabra “libertaire”) cantó una oda a sus poderes liberadores.

Más tarde, para explicar una serie de fracasos proletarios, la teoría comunista cayó en la tentación de convertir las determinaciones en determinismo, en una especie de historia unidireccional que partía de la Edad de Piedra al comunismo.

W. y G. no tienen tiempo para los predicamentos del pensamiento revolucionario. Su premisa básica es anti-“materialista” y punto.

De manera reveladora, cuando apuntan a los conceptos de producción y clase, no se molestan en refutar a Marx: simplemente se limitan a esquivarlo.

En el otro, e igualmente popular libro, Debt: The First 5,000 Years (2011), Graeber comenzaba su análisis con el dinero, desde la perspectiva de la deuda, porque para Graeber la deuda precede al dinero y, sobre todo, porque enfatiza la circulación por encima de la producción, un concepto según él, irrelevante:

“La producción es una fantasía masculina de nacimiento: producir significa expulsar. [La teoría laboral del valor […] se basaba en la noción de producción que tiene un prejuicio patriarcal. Una persona marxista diría: ‘Hay un vaso. ¿Cuánto tiempo de trabajo y cuántos recursos son necesarios para producirlo?’ Pero la verdadera pregunta es: ‘si sólo se produce un vaso una vez, ¿cuántas veces hay que lavarlo?’ El marxismo pasa por alto el hecho de que la mayor parte del trabajo se desvanece cuando sólo hablamos de producción y, por supuesto, el hecho de que este trabajo suele ser realizado por mujeres, a veces no remunerado en lo absoluto”. (David Graeber en Capitalism Best Kept Secret, entrevista de 2019. Hasta ahorita, esto resume la refutación de Graeber de la teoría del valor de Marx).

Marx y Engels pensaban en términos de etapas, interpretando la historia como una sucesión de modos de producción, tipificando las sociedades por modos de existencia material y utilizando el análisis de clases para comprender los tiempos modernos. Para W. y G., esto era ya demasiado burdo para el siglo XIX, habiendo sido demostrado claramente como erróneo en el transcurso de los años.

Su descalificación del concepto de “modo de producción” (pp. 186-191) se basa principalmente en lo que consideran irrelevante en relación con la esclavitud. En su opinión, hablar de un “modo de producción esclavista” es una extensión ultrajante de lo que existía en la Roma y la Grecia clásicas. La “antigua Mesopotamia” no era un lugar de “sociedades esclavistas” (n.50, p. 575). Además, el sistema esclavista difería inmensamente entre los pueblos sudamericanos que tenían formas similares de producir su sustento. Así: “clasificar a estos grupos en función de cuánto cultivaban, pescaban o cazaban nos dice poco de sus historias reales. Lo que realmente importaba en términos de flujo y reflujo de poder y recursos, era el uso de la violencia organizada para ‘alimentarse’ de otras poblaciones.” (p. 188) Por lo tanto, “la idea de clasificar a las sociedades humanas por ‘modos de subsistencia’ parece decididamente ingenua” (pp. 188-189), porque algunas recolectoras “consumen cantidades de cultivos domésticos, exigidos como tributo a las poblaciones agrícolas colindantes”. (p. 189) W. & G. analizan las modalidades enormemente contrastadas en que se esclavizaba y el trato que se daba a los esclavos, una amplia gama de condiciones que van desde la explotación pura y simple hasta la adopción, “desde el cuidado a la mascota hasta la familia” (191). “La esclavitud […] se hizo común en la costa [norteamericana] del Noroeste porque una aristocracia ambiciosa se vio incapaz de reducir a sus súbditos libres a una mano de obra fiable”. (207)

Esto plantea una cuestión esencial. ¿Por qué existían dos grupos sociales diferentes y totalmente opuestos?

W. y G. insisten en que las sociedades no están determinadas por las relaciones de producción (es decir, por la forma en que las personas reproducen sus condiciones de existencia): importa más “la diferenciación cultural“. “La jerarquía y la propiedad quizás se deriven de nociones de lo sagrado, pero las formas más brutales de explotación tienen su origen en la más íntima de las relaciones sociales: la perversión de la naturaleza, del amor y de los cuidados”. (p.208) Ya hemos visto cómo W. & G. magnifican la importancia de la imaginación. Engels puede haber sido simplista, pero ¿quién está siendo “decididamente ingenuo” ahora?

 

Clases sociales, en la mira

En general, una persona (incluyéndonos a nosotræs) tiene pocos conocimientos sobre la cultura sumeria de Uruk o la azteca. Puede que esté mejor informada sobre la política inglesa del siglo XIX, cuando los whigs representaban a las clases comerciales e industriales y los tories a los terratenientes. No tan rápido, nos advierten W. & G. página 363: la propiedad “territorial” o cualquier forma de propiedad es más que material, es también jurídica, basada en el monopolio de la violencia. Sigue una especie de divagación, desde el poder del Estado a través de ejemplos históricos (lejos de la Inglaterra del siglo XIX) hasta las burocracias mundiales contemporáneas, hasta que seis páginas más tarde cualquier comprensión de los intereses de la clase mercantil frente a la clase terrateniente se ha perdido, disuelta en la acumulación de datos.

Si queremos averiguar qué ocurrió hace miles de años, preferimos autores que también consideren la historia desde un punto de vista anarquista, pero con un enfoque distinto al de W. & G:

❝[L]a invención de la agricultura no condujo automáticamente a la desigualdad de clases o al Estado. Pero hizo posibles esos cambios. [..] La transformación de la tecnología y del medio ambiente sirvió de base para la lucha de clases. Y el resultado de esa lucha de clases determinó si triunfaba la igualdad o la desigualdad. Graeber y Wengrow ignoran este punto crucial. En lugar de eso, arremeten constantemente contra la burda formulación de la teoría de las “fases” que considera tales cambios como inmediatos e inevitables.❞ (N. Lindisfarne)

Un modo de producción, insisten W. y G., no viene con una política predeterminada. No podríamos estar más de acuerdo: en los años treinta, en tres grandes países industriales, el mismo modo de producción coincidió con la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin y el New Deal de Roosevelt. La actual sociedad de consumo en China es compatible con el régimen de un único partido, y la Suiza capitalista difiere enormemente de la Arabia Saudí capitalista. ¿Prueba esto la falsedad del capitalismo en su calidad de sistema de producción a escala mundial? Y si definimos a la clase burguesa como aquellos que poseen los medios de producción y tienen el poder de contratar mano de obra para trabajar a su servicio, ¿debemos considerar que el concepto no es válido porque agrupa a Elon Musk y al propietario de un restaurante que tiene a su servicio a unæ cocineræ y dæs meseræs?

Cómo tratar un concepto incómodo en el discurso político y/o académico: 1) recopilar suficientes excepciones para sugerir que el concepto es inexacto; 2) argumentar a favor de su complejidad; 3) recortar la parte compleja, hasta que encaje con tu propia explicación de las cosas.

 

❝El secreto más resguardado del capitalismo…

…es que ya no existe. El sistema actual “no es capitalista”. (Graeber, Bullshit Jobs).

El capitalismo, declaró Graeber, se basaba en la acumulación de valor mediante la producción en masa: lo que tenemos ahora es una estructura financiera parasitaria que se sostiene a sí misma.

[C]uando la extracción del excedente se produce a través de medios políticos directos, no se llama capitalismo, sino feudalismo. Eso es lo que tenemos hoy: una fusión de burocracias públicas y privadas, cuyo propósito es crear más y más deuda, que luego será objeto de diversas formas de especulación. […] En la teoría marxista clásica, el papel del Estado es garantizar las relaciones de propiedad, que luego permiten la extracción, mediante el trabajo asalariado. Pero ahora, el aparato estatal desempeña un papel más activo en este proceso. […] Vivimos en la era del capitalismo depredador. (Entrevista Ouishare, 2016)

“Cuando pensamos en empresas capitalistas, asumimos que estamos hablando de pequeñas o medianas empresas que compiten entre sí en un entorno de mercado. […] Si estas empresas no siguen las reglas de funcionamiento eficiente acordadas por el capitalismo, ¿en qué sistema vivimos, entonces? Podría interpretarse como una especie de feudalismo. […] En el capitalismo, los beneficios se obtienen contratando a gente para fabricar cosas y luego venderlas, mientras que el feudalismo es apropiación directa” (El Secreto Mejor Guardado del Capitalismo, 2019).

La “apropiación” ocurre, pero sólo te apropias de lo que se ha producido antes: depende del objeto tomado. No está de más repetir que vivimos en un mundo en el que las empresas (tanto las grandes como las pequeñas) obtienen beneficios “contratando gente para fabricar cosas y luego venderlas“, cada empresa intentando “seguir las reglas de eficiencia del capitalismo”, logrando el menor coste de producción para competir con sus rivales en el mercado. Esta realidad es tan estructural ahora como lo era en tiempos de Marx, y explica el continuo avance acelerado del sistema, su capacidad para fabricar y comercializar periódicamente nuevos productos industriales, para readaptarse, superar sus crisis y expandirse.

 

❝El comunismo ya está aquí❞

Para Graeber, el capitalismo contemporáneo es igual a la actividad de un animal depredador en la naturaleza. O en otras palabras: es robo a gran escala. En este capitalismo-feudal o feudalismo-capitalista, si estamos dominadæs por ladrones, la solución para nosotræs, el pueblo, es recuperar lo que es nuestro.

Y recuperar este control colectivo será tan fácil, pues ya estamos encaminadæs hacia un cambio global:

❝Sólo cuando el trabajo se estandariza y se vuelve aburrido — como en el caso de la producción en masa — que es posible imponer formas de comunismo más autoritarias, incluso fascistas. Pero el hecho es que incluso las empresas privadas están, internamente, organizadas de forma comunista.

El comunismo, pues, ya es una realidad. La cuestión es cómo democratizarlo en mayor medida. El capitalismo, a su vez, es sólo una forma posible de gestionar el comunismo — y, cada vez está más claro, una forma bastante desastrosa…❞

(Graeber, Hope in Common, 2008).

Graeber sin duda sabía que su computadora había sido fabricada en cadenas de producción, y que la mayoría de los trabajos siguen siendo rutinarios y aburridos en el siglo XXI. Para él, la cadena de producción al estilo Ford coincidía con el fascismo. Afortunadamente, cuando la economía del conocimiento y la era inmaterial de la información se imponen a la fabricación al estilo manufactura, una organización horizontal ‘comunista’ en el mundo laboral se torna por fin factible — racional, necesaria.

El principio fundamental de El Amanecer de Todo es, como ya hemos visto, que en toda sociedad existe siempre una dualidad, una combinación de control desde arriba y de autonomía desde abajo, por lo que la lucha por la libertad consiste en que la segunda se imponga a la primera. Tal como lo definen W. & G., al igual que en las sociedades del pasado, el ‘capitalismo’ (si es que la palabra sigue siendo vigente) es una combinación de varias modalidades: dejemos que prevalezcan las positivas y tendremos el equivalente del cambio ‘revolucionario’ sin la desagradable (aunque afortunadamente obsoleta) irrupción violenta llamada revolución.

 

❝Parece haber captado el estado de ánimo reinante❞

Los medios de comunicación que suelen mostrarse antagonistas a las inclinaciones anarquistas tienen mucho interés en reseñar — y recomendar — los libros de David Graeber, porque, aunque estas obras apoyan el pensamiento anarquista (e incluso el ‘comunismo’), lo presentan como una opción viable, pero no antagónica a esta sociedad, sino ya activa dentro de ella.

Varias empresas emancipadas o libres de este modo de producción se enorgullecen de ser colaborativas, horizontales, ‘desde abajo hacia arriba’, ‘empoderadoras’, con equipos de trabajo dotados de cierta autonomía: a sus jefes no les importará leer que están ‘organizadas internamente de forma comunista’, así que ¿por qué no ‘democratizar aún más’ una tendencia ya existente y lucrativa?

Además, con el deterioro del sueño liberal y la crisis ecológica inminente, liberales o conservadores ya están dispuestæs a admitir que las sociedades de antaño o de épocas remotas gozaron (o aún gozan en rincones remotos del planeta) de libertad y de gobiernos autónomos sin líderes, pero eso no significa que se pongan en tela de juicio los actuales poseedores del poder económico y político. Ese mismo mundo que envía cohetes para explorar a Marte adora idealizar la prehistoria, las sociedades ‘primitivas’ o a los pueblos originarios actuales, siempre y cuando esto no afecte en nada al sistema actual. No hace daño tener una historia contra-hegemónica bastante inofensiva.

Ese mismo mundo, el que envía cohetes para explorar a Marte, adora idealizar la prehistoria, las sociedades ‘primitivas’ o a los pueblos originarios actuales, siempre y cuando esto no afecte en nada al sistema actual. No hace daño tener una historia contra-hegemónica bastante inofensiva.

Del otro lado el espectro político, The Dawn of Everything ha sido recibido bastante bien en ciertos círculos radicales, precisamente por la razón contraria: el libro ha sido leído, discutido e interpretado como una valiosa contribución a la teoría anti-capitalista, y su praxis.

Es cierto: W. & G. tienen el mérito de la simplicidad. El cambio se avecina, porque ya ha comenzado. De hecho, la libertad siempre ha estado presente: sólo faltaba que nos diéramos cuenta.

“[H]istóricamente hablando, la jerarquía y la igualdad tienden a surgir al mismo tiempo, como complementos mutuos”. (p. 208) Entre ambas se produce un permanente ejercicio de equilibrio, en el que una de las partes consigue inclinar regularmente la balanza. Nuestro problema es hacer que la tendencia emancipadora predomine sobre la coercitiva, lo positivo sobre lo negativo, lo bueno sobre lo malo. Para W. & G. nuestra tarea consiste en convertir la antigua “democracia primitiva” en una democracia contemporánea que lo englobe todo. Dado que siempre existe un margen abierto hacia la libertad, hacia una comunidad auto-gestionada, hacia un cierto grado de “experimentación social con conciencia de sí misma” (p. 326), debemos buscar espacios de autonomía, ampliarlos y transformar las grietas sociales de hoy en los cimientos de mañana.

W. y G. explican que la verdadera explicación de la historia no son los factores materiales, sino la libertad de elección de las personas. Insisten en que la evolución (con sus innovaciones cruciales como los cultivos de primera necesidad, la cerámica, la minería…) es gradual, a menudo no causada por intereses materiales, sino por rituales, el juego o la religión. Lógicamente, si la evolución es gradual, se infiere que lo más probable es que los cambios radicales también lo sean. De nuevo, en este caso, el camino fácil hacia la emancipación no necesita una revolución violenta. La multiplicidad de solidaridades y comunidades elementales que componen el “comunismo fundamental”, hasta ahora marginales y clandestinas, podrían así surgir y afirmarse. A condición, claro está, de que nosotræs tomemos conciencia de lo que realmente somos en el fondo, y dejemos que el elixir de la libertad salga a flote.

¿A qué se refieren W. y G., cuando mencionan ‘‘nosotræs’? Si, como se afirma en Debt: The First 5,000 Years, el capitalismo se ha convertido ahora en “una gigantesca máquina de endeudamiento”, la división decisiva sitúa, entonces, frente a frente a acreedores y deudores. Y ¿no somos todæs deudores, de una forma u otra? Bastantes propietariæs de viviendas de la clase media estadounidense sufren embargos hipotecarios. Incluso muchæs ricos viven a crédito. Así, los usureros y los banqueros no pueden ser más del 1% de la población. “Somos el 99%”, se nos recuerda, por lo que la victoria está destinada a manifestarse de nuestro lado.

Lamentablemente, y no es de extrañar, algunæs radicales, especialmente si han renunciado al concepto de clase social (sobre todo a la supuestamente anticuada clase trabajadora), prestan oídos gustosos a este tipo de planteamientos. La narrativa maestra de W. & G. — indudablemente informativa y cautivadora — resuena con lo que podría ser el mayor mínimo-común-denominador entre los distintos retazos que componen las cortinas de los círculos radicales en resistencia: la creencia de que el “cambio social global puede provenir del uso colectivo, y la extensión de lo que [se presenta] como potencialmente común: por ejemplo, el sistema de campo abierto en las sociedades tradicionales aún existentes, o el acceso libre al software en las más modernas. […] Se supone que los ‘bienes comunes creativos’ permitirán el paso gradual y pacífico a una comunidad humana […] La riqueza común está aquí, todo lo que tenemos que hacer es reclamarla entre todæs…” (De la crisis a la comunización).

Cuando el reformismo desde arriba (ejercido por los sindicatos y los partidos socialistas) está en franca decadencia, el reformismo ‘de base’ desde abajo viene a intentar sustituirlo — con muchos menos resultados, hay que añadir.

* * *

El Amanecer de Todo se opone a la visión Hobbesiana, aún dominante, en la que los seres humanos están condenados a una “guerra de todæs contra todæs” a menos que se sometan a dictadores benévolos. El amplio recorrido histórico de W. & G. nos informa sobre una gran variedad de situaciones de cooperación y autogobierno a lo largo del espacio y del tiempo. Pero este efecto vigorizante viene con su lado negativo: un punto de vista que hace caso omiso de la realidad del sistema de clases y del capitalismo, e ignora la problemática de la revolución.

Wengrow y Graeber escriben que Yuval Harari es popular en todo el mundo porque “parece haber captado el estado de ánimo imperante en la sociedad” (p. 504). Muy cierto. A diferencia de Harari, los autores se presentan como anarquistas, desde luego no se relacionan con jefes de Estado, y David Graeber fue un dedicado activista en las calles. Pero por agudo y mordaz que sea El Amanecer de Todo, su crítica está en sintonía con las limitaciones de los movimientos sociales actuales, que el libro expresa sin contribuir a comprenderlas y superarlas. Más bien, las refuerza. Graves implicaciones políticas, sin duda.

G. D. (Febrero del 2023)

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1 Traducido e ilustrado por el taller ahuehuete [ahuehuete.org] en solidaridad.
Agradecemos al compa Esteban Gatica por su ayuda durante la revisión, y al abuelito Zapatista por amenazarnos — es decir, ¿dijimos alentarnos, verdad? Alentarnos, sí.

Anexamos la bibliografía como aparece en la versión en inglés:

Bibliografía
David Graeber and David Wengrow:
The Dawn of Everything. A New History of Humanity, 2021. Penguin, 2022. PDF en docdrop.org
Wengrow, entrevista sobre e libro para The Guardian, Junio 12, 2022.
Graeber:
Hope in Common, 2008: theanarchistlibrary.org
Debt, The First 5,000 Years, Melville House, 2011. PDF on theanarchistlibrary.org
Of Flying Cars & the Declining Rate of Profit, 2014: thebaffler.com
Entrevista, The Guardian, Marzo 12, 2015.
The Era of Predatory Bureaucratization, artículo en ouishare.net, 2016.
Bullshit Jobs. A Theory, Allen Lane, 2018.
On the Phenomenon of Bullshit Jobs, libcom.org
David Graeber on Capitalism’s Best Kept Secret, entrevista en philonomist.net, 2019.

Peter Kropotkin, Mutual Aid. A Factor of Evolution, 1902. PDF en theanarchistlibrary.org

Marshall Sahlins, Stone Age Economics, Aldine-Atherton, 1972. PDF en libcom.org

Pierre Clastres, Society Against the State. Essays in Political Anthropology (edición francesa, 1974). PDF en theanarchistlibrary.org

Por muy desafiante que siga siendo la investigación de Clastres, tiene algo de determinismo a la inversa, sintetizado en el título. Cuando los Guayaki (Aché en la actualidad, porque consideran peyorativo el nombre de “Guayaki”) consiguieron prescindir de las estructuras dirigentes, ¿actuaron ‘contra el Estado’ tal y como lo conocemos, conscientes de lo que podría haberles ocurrido? Sólo en la actualidad, habitantes que vivimos ahora en sociedades gobernadas por el Estado, podemos afirmar a posteriori que el pueblo Aché hizo todo lo posible por evitar una etapa histórica a la que llegó la mayor parte del resto del mundo.

James C. Scott:
Domination & the Arts of Resistance. Hidden Transcripts, Yale U.P., 1990. PDF en libcom.org

Zomia. The Art of Not Being Governed. An Anarchist History of Upland South Asia, Yale U.P., 2009. PDF en libcom.org

Everyday Forms of Resistance, en libcom.org

Against The Grain. A Deep Vision of the Earliest States, Yale U.P., 2017. PDF en wordpress

“Infrapolitics & Mobilizations”, Revue française d’études américaines, 2012/1, n. 131. Disponibe en cairn.info

Como demuestran los títulos anteriores, Scott escribe desde un punto de vista anarquista. En efecto, el autor hace todo lo posible por evaluar el alcance — y las contradicciones — de cada sujeto y objeto de su estudio, y subraya tanto los límites como los vínculos entre resistir a un sistema y derrocarlo. Citemos la primera frase de la conclusión de Zomia: “El mundo que he intentado describir y comprender aquí está desapareciendo rápidamente”.

Joseph Déjacques, The Humanisphere, Anarchist Utopia, 1858. PDF en theanarchistlibrary.org

Christ Knight, Nancy Lindisfarne, Jonathan Neale, The ‘Dawn of Everything’ Gets Human History Wrong. Publicado por primera vez en Climate & Capitalism, 17 de diciembre de 2021. Estimulante investigación (no marxista). De particular interés es la sección “El Adviento de la Agricultura”.

Entre otras cosas, reprochan a El amanecer de todo que tenga poco o nada en cuenta los factores del entorno y el medio ambiente, lo cual es lógico. El punto de vista de Graeber y Wengrow no toma en cuenta las causas materiales. Puede leerse en MRonline (sitio de Monthly Review).

Kevin B. Anderson, Marx at the Margins. On Nationalism, Ethnicity, & Non-Western Societies, Chicago U.P., 2010. PDF en libcom.org

Kwame Anthony Appiah, “Digging for Utopia”, New York Review of Books, Diciembre 16, 2021.

Marx, German Ideology, Parte I, A, § 5: “Development of the Productive Forces as a Material Premise of Communism”.

Ethnological Notebooks of Karl Marx, Editado por Lawrence Krader, en el International Institute for Social History, 1974. Disponible en marxists.org

G. Dauvé, From Crisis to Communisation, PM Press, 2019, capítulos. 6, § 4: “Abundance vs. Scarcity ?”.

Aufheben, 5,000 Years of Debt ?, una crítica del libro de Graeber. Disponible en libcom.org

Sólo en francés: G. Dauvé, a critique of Bullshit Jobs: Quelle critique du travail ? David Graeber & les “jobs à la con”, 2019, on ddt21.noblogs.org

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