LAS RELACIONES DE DOMINACIÓN EN EL CAPITALISMO INFORMACIONAL

Las relaciones de dominación en el capitalismo informacional

Es por todos conocido que el modo capitalista de producción se asienta sobre la dominación de aquellos que poseen los medios de producción en desmedro de aquellos que no los poseen. Esa dominación no sólo obliga al trabajador y a la trabajadora a tener que vender su fuerza de trabajo al empleador a cambio de un salario, sino que también los obliga a someterse al modo de organización de la producción que quiera imponer el empleador. En los últimos tiempos se han experimentado profundos cambios en los modos en que el capital se aprovecha el trabajo ajeno, al punto tal de que resulta cada vez más difícil reconocer no sólo la existencia de una relación laboral, sino también a las tradicionales clases sociales que se vinculan a través de ella. Estas dificultades se deben a que las técnicas propias de la sociedad disciplinaria utilizadas por el fordismo, se les han sumado las nuevas técnicas de la llamada sociedad de control vinculadas a lo que muchos denominan “capitalismo informacional”.

El fordismo y la sociedad disciplinaria

El capitalismo no sólo trajo consigo una acumulación de capitales en pocas manos y el despojo de los mismos a quienes los poseían anteriormente, sino que también implicó una acumulación de personas en espacios cerrados. En la medida que los incipientes talleres y establecimientos industriales iban creciendo en número de trabajadores y trabajadoras, el capital necesitó recurrir a técnicas que le permitan hacer más productiva y aprovechable esa enorme masa de personas. Para ello necesitó recurrir a las técnicas propias del poder disciplinario. Al respecto, Foucault entendía que la forma arquitectónica propia del poder disciplinario es el panóptico, el cual consiste para aquél que ejerce el poder en la posibilidad de poder ver todo, todo el tiempo y, para el sometido, encontrarse siempre en la situación de ser observado. El poder constituye así un efecto óptico dirigido a ordenar multitudes encerradas espacial y temporalmente. El poder disciplinario se dirige hacia el cuerpo, sus gestos y actitudes, con vistas a reducir las “virtualidades del comportamiento” de la persona observada. Se lo estandariza, se lo normaliza y se borran todos aquellos gestos y aptitudes que no son deseados. Tanto el taylorismo como el fordismo son modos de organización de la producción que responden al sistema disciplinario y que ponen el eje en el factor tiempo-ejecución como forma de reducir los costos o aumentar la producción para así obtener mayores ganancias. El resultado de todo ello fueron grandes establecimientos industriales con elevado número de obreros a los cuales se les exige realizar una determinada tarea dentro de un determinado lapso de tiempo y debiendo cumplir con los reglamentos impuestos por la dirección. La fábrica es una gran institución de encierro para multitudes que se transforman en pequeños engranajes en donde cada uno debe funcionar en forma correcta y dentro del tiempo estipulado, tratando de reducirse al extremo cualquier iniciativa propia del trabajador y de la trabajadora.

El capitalismo informacional

Para entender la necesidad de la introducción de las técnicas de control como forma de dominación y mejor aprovechamiento del trabajo ajeno, tenemos que hacer un breve repaso de los cambios ocurridos en el seno del modo de producción capitalista en la actual etapa posfordista y las notas típicas de lo que muchos denominan capitalismo informacional. La crisis del sistema capitalista de los años 70´ fue considerada por muchos representantes del capital como provocada por el agotamiento del modelo fordista de producción, caracterizado por una producción concentrada en grandes centros industriales y destinado a incentivar al mercado mediante una producción en serie y a gran escala. La rigidez, estandarización y los altos niveles de productividad del sistema fordista debían ser reemplazadas por nuevas técnicas de producción más ajustadas a las necesidades del mercado y, por ende, más flexibles a los cambios en la demanda de bienes y servicios a los efectos de reducir los costos productivos. El toyotismo surgió como nuevo sustituto del modelo fordista y consiste en una producción orientada por la demanda que pasa a ser la que determina qué y cuánto producir, a diferencia del modelo fordista que planteaba que sea el mercado el que era incentivado por la producción en serie y a gran escala. Esto importa una producción variada y siempre cambiante según las necesidades del mercado, evitando los excedentes de producción y las pérdidas que ello importa.

La concentración y verticalidad productiva propia del sistema fordista deja lugar a la fragmentación productiva y aparente horizontalidad de la empresa en red del toyotismo. Los resultados de la empresa en red son las consecuencias propias de la tercerización laboral, la deslocalización de la producción y la fragmentación de los colectivos laborales, poniendo en crisis las formas tradicionales de organización sindical en beneficio de la reducción de costos laborales para las empresas principales. El advenimiento de una producción cada vez más flexible y cambiante ocasionó que el capital industrial, con grandes costos y difícil de adaptarse a los constantes cambios en la demanda, comenzara a sucumbir frente al capital financiero y comercial. Cada vez más la empresa que domina la red de empresas es quién concentra los saberes comerciales, los diseños, las fórmulas y, obviamente, los recursos financieros. Es el sector que decide qué producir, dónde, con quiénes, y crea así luego la red porque tiene los recursos financieros y los bienes informacionales para hacerlo.

Los bienes informacionales son medios productivos inmateriales que cada vez tienen un mayor valor relativo entre los diferentes medios de producción y determinan, dentro de la estructura de la empresa en red, qué empresa es la tercerizadora y cuáles las tercerizadas. Pero los bienes informacionales son también productos terminados que han adquirido una importancia destacada en el mercado de bienes y servicios a partir de los cambios en los patrones de consumo de la mayor parte de la población. Es exponencial el crecimiento del consumo de bienes informacionales primarios tales como programas de computadora (software), aplicaciones para dispositivos móviles (apps), redes sociales, audios, videos, imágenes, textos digitales, música, películas, programas y series de televisión, etc. Por otro lado, crece la necesidad para las empresas de recurrir a plataformas informacionales para publicitar sus productos o concretar la venta de los mismos. Las redes sociales, las plataformas para redes móviles (apps), los sitios web, las casillas de mails, etc., nos invaden de publicidades o de la posibilidad de adquirir por esos mismos medios distintos bienes y servicios. Sitios web de ventas (Mercado Libre, OLX, Booking, Trivago, etc.) o apps para contratar servicios desde los propios celulares (Uber, Glovo, Rappi, PedidosYa, etc.) son una realidad que se impone y modifica las condiciones de competencia entre las empresas.

Los bienes informacionales tienen la particularidad de que su consumo no implica el agotamiento, desgaste o destrucción del bien consumido como sucede con los restantes productos. Los bienes informacionales están siempre allí para ser consumidos sin que se produzca el agotamiento de los mismos. Por otro lado, los bienes informacionales son de fácil e ilimitada reproducción una vez que han sido producidos por primera vez. El mismo producto informacional no necesita ser nuevamente producido para su difusión, distribución o comercialización. Entonces, porqué se acrecienta cada vez más la producción de bienes informacionales si los mismos no se agotan con su consumo y son de fácil e ilimitada reproducción. Porqué hay que producir constantemente nuevos bienes informacionales. La respuesta es que, si bien los bienes informacionales no se destruyen o agotan con su consumo, lo que sí se agota es el flujo de atención y de deseo de los consumidores que exigen permanentemente nuevos y novedosos bienes informacionales. En el capitalismo informacional a lo que se apunta es a capturar son los flujos de atención y de deseo de los usuarios. Controlar el mercado significa capturar la atención del público con novedosos y atractivos productos informacionales que merezcan volcar nuestra atención y tiempo en ellos, y en su caso, pagar su precio por los mismos. Este fenómeno influye también en la producción de los bienes materiales tradicionales. Los diseños, los logos de las marcas y las imágenes publicitarias están como incrustados en el producto como una parte del mismo y son los que capturan la atención de los compradores en desmedro de los restantes bienes que se ofrecen en el mercado.

La organización del trabajo en las sociedades de control

El capitalismo informacional apunta a capturar los flujos de atención de los eventuales consumidores, motivo por el cual, necesita de una producción creativa conformadora de lo novedoso. El capital necesita apropiarse para sí de la capacidad de los trabajadores de realizar lo posible, lo variado, lo nuevo. Necesita apropiarse de la inventiva y de la creatividad. Para eso no es necesario encerrarlo en el espacio y en el tiempo, ni imponerle esquemas rígidos de trabajo, ni vigilar el cumplimiento de los mismos, tal como sucede en el sistema disciplinario. En las sociedades de control la apropiación del trabajo se realiza en espacios abiertos sin límites de espacio y tiempo. No hay cuerpos qué vigilar, no hay movimientos qué reproducir, no hay esquemas qué custodiar.

En la sociedad de control la fábrica como institución del encierro comienza a ser delegada por la idea de empresa en su dimensión espiritual de ejercicio del poder. No hay más adentro ni afuera, no hay más horario de trabajo ni horario de descanso. Los límites para el ejercicio del poder han desaparecido. La empresa es esa alma siempre presente y que en cualquier momento se puede hacer visible. He allí el crecimiento de nuevas relaciones de trabajo desprovistas de muros y horarios que las determinen: flexitrabajo, teletrabajo, trabajador autónomo, trabajo autogestivo, etc. Pero las nuevas tecnologías de acción a distancia y de comunicación instantánea relativizan el afuera como espacio-tiempo libre de los alcances del capital. Siempre puede llegar a toda hora y en cualquier lugar un mensaje, un pedido, una explicación, un encargo, un aviso, etc., incluso desde los lugares más remotos del planeta. La sociedad de control captura e impone un modo de vida.

Ahora bien: ¿cómo logra el capital ejercer su poder sobre éste trabajador supuestamente autónomo y que no necesita disciplinar?. En la sociedad de control no es necesario indicarle a otro cómo y cuándo hacer su trabajo. No es necesario hacerle sentir que sus movimientos están siendo vigilados para saber si cumple con el reglamento, el procedimiento o la forma. Pero en la sociedad de control lo que sí debe saber el trabajador es que sus ingresos, su posición y la continuidad del vínculo dependen del logro de los objetivos, las metas y los resultados. Al final el capital evaluará qué hizo con tanta libertad y si merece seguir siendo parte de ese mundo que es “la empresa”. El control lo calificará, lo medirá y lo clasificará, y de ello dependerá su subsistencia y su continuidad. Es el reino de la meritocracia, del emprendurismo y la autoexplotación disfrazados de independencia, autonomía y autogestión.

Lo interesante de todo esto es que el capital no sólo tiende a dominar a los trabajadores y las trabajadoras mediante las técnicas del control, sino que además son estas mismas técnicas las que les permite posicionarse y dominar los mercados. El control de la atención, de la memoria y de los flujos de deseos son los que se imponen en el capitalismo informacional. Las empresas informacionales son las que apuntan a capturar mediante lo virtual y los signos la atención y los deseos de la clientela. No son más las cualidades intrínsecas de los productos para satisfacer ciertas necesidades o la calidad en su fabricación lo relevante a la hora de poder imponer un determinado bien. No es el producto lo que importa, el mismo es algo accidental, lo importante es que se haya captado la atención y el deseo de las personas como objetivo de una nueva relación de poder. En la sociedad de control ese poder se ejerce mediante las tecnologías de acción a distancia de la imagen, del sonido y de los datos. Mediante estas tecnologías se modulan los cerebros y constituyen hábitos. De la misma forma en que el control logra que el trabajador se auto-explote y haga su trabajo sin tener que encerrarlo y darle órdenes, las técnicas del control logran que los clientes compren y consuman un nuevo modo de vida que ingresa y se renueva permanentemente.

El que controla los medios tecnológicos de acción a distancia contrala el trabajo ajeno y el mercado de bienes y servicios. Como venimos diciendo, en ese control cada vez tiene menos importancia la propiedad de los medios de producción. Este hecho lo podemos corroborar en el caso del sector informacional. La necesidad que tienen los trabajadores y las trabajadoras informacionales de vender su fuerza de trabajo en relaciones de trabajo formales, no pasa por carecer de la propiedad de los medios de producción. Lo mismo sucede en el caso de los trabajadores informacionales que se desempeñan en forma aparentemente autónoma y que deben auto-explotarse frente al dominio de sus empresas-clientes. Los medios de producción informacionales primarios (softwares) y secundarios (PC, notebook, etc.) son de relativa accesibilidad por parte de los trabajadores informacionales. En cambio, lo que todos estos trabajadores no pueden poseer y controlar en su totalidad son los canales, las redes, los medios a través de los cuales circulan y se venden los productos informacionales que ellos mismos producen. No controlan los medios tecnológicos de acción a distancia que son los que captan los flujos de atención y de deseo de los potenciales clientes y por los cuales se controla el mercado: redes sociales, plataformas móviles, medios de comunicación, empresas publicitarias, etc. El trabajador informacional aparentemente independiente debe por ello vender sus productos o servicios a terceras empresas-clientes que controlan su labor y lo obligan a auto-explotarse. La forma de ese control es muy simple: si el trabajador informacional no se esfuerza, no se actualiza, no es creativo u original, etc., las empresas-clientes no van a requerir sus servicios y el trabajador informacional no logrará asegurar su subsistencia. Nuevamente logra sus efectos la sociedad de control calificando, midiendo y modulando la labor de las personas que viven de su trabajo y haciendo depender de sus resultados la continuidad y subsistencia de las personas. Nuevamente la meritocracia, el emprendurismo y la autoexplotación disfrazados de independencia, autonomía y autogestión.

Los trabajadores y las trabajadoras de las Apps

Los denominados “trabajadores de las Apps” constituyen trabajadorxs cuyos servicios les son requeridos por los diferentes clientes a través de plataformas para dispositivos móviles (apps) cuya propiedad pertenece a una empresa que la administra (Uber, Rappi, Glovo, Pedidos Ya, etc.). Si bien la empresa propietaria de la plataforma puede imponer ciertas condiciones a lxs trabajadorxs como ser las características de los vehículos, utilización de los logos de la empresa y hasta puede llegar a suspenderlo o rescindir su contratación por no cumplir con las condiciones de los servicios, existen una infinidad de aspectos que diferencian esta forma de contratación a una típica relación laboral. En primer lugar, la empresa no es propietaria de los vehículos que utilizan los trabajadores para cumplir sus tareas pudiendo pertenecer a los propios trabajadores o a un tercero. También los propios trabajadores se deben hacer cargo de los gastos que generan sus vehículos como así también se hacen cargo de los riesgos por pérdida, robo o destrucción de los mismos. No existe un ejercicio del poder de dirección empresario tan manifiesto como en una típica relación laboral. Se tratan de vínculos en donde el ejercicio del poder disciplinario se reduce al mínimo. Parecería que los trabajadores de las apps son independientes y se desempeñan en forma autónoma, autoregulando la intensidad de la fuerza de trabajo que quieren poner a disposición de los eventuales clientes.

Si bien lxs trabajadorxs de las apps no son trabajadorxs informacionales por no producir bienes informacionales, los mismos cumplen con todas las características propias del capitalismo informacional que hemos analizado anteriormente. Sus labores están sometidas a técnicas de control de acción a distancia, y por ende, se encuentran inmersos en una relación de poder y de dependencia, en un contexto de la más absoluta desprotección laboral. Esto demuestra cómo las técnicas de control y los elementos tecnológicos que se emplean para ello pueden aplicarse para someter trabajadores que actividades tradicionales como el transporte de personas, la mensajería y el reparto de productos.

Como lo indicábamos anteriormente, en el capitalismo informacional son los bienes informacionales, los conocimientos acumulados, los bancos de datos y el control de las redes de consumidores los medios de producción más importantes en desmedro de los medios materiales. Las empresas titulares de las apps poseen los medios de producción más importantes y por los cuales someten tanto a su competencia como a los trabajadores que se incorporan a ésta modalidad de trabajo. Las empresas de las apps poseen el elemento tecnológico primordial por el cual controlan una amplia red de consumidores (la propia app). Las mismas se sirven de los bancos de datos de otras empresas informacionales (Instagram, Facebook, Twitter, E-mails, sitios web, otras aplicaciones, etc.) para publicitar su plataforma, sus logos e imágenes, y para que pueda ser descargada sin costos por los eventuales usuarios. Esto implica que las empresas titulares de las apps poseen además amplios recursos financieros para posicionarse en el mercado. De esta manera, los clientes ya tienen instalados en sus celulares estas plataformas listas para ser utilizadas para cuando lo necesiten, habiendo de esta manera la empresa titular de la app capturado la red de consumidores y los flujos de atención, deseo y memoria. Es por ello que el hecho de que los trabajadores de las apps sean los propietarios de los vehículos no descarta para nada la situación de dependencia económica en que se encuentran respecto de la empresa dueña de la plataforma.

La ausencia de ejercicio del poder de dirección por parte de la empresa titular de la app a la que hacíamos referencia, no descarta tampoco la existencia de una relación de poder ejercida mediante técnicas de control a distancia. La empresa titular de la app no necesita darle órdenes, reglamentar, fijar un horario de trabajo, vigilar el comportamiento o sancionar al trabajador, aunque ello pueda suceder en determinadas circunstancias. La empresa sabe que siempre habrá un trabajador que tomará el pedido de servicio y cumplirá con el mismo. Y eso es así porque los trabajadores carecen del medio de producción más importante: la red de consumidores, y si no toman los pedidos directamente no tendrán ingresos para subsistir ellos y sus familias. El capital en estos casos no captura y no encierra a un colectivo de trabajadores dentro de un determinado espacio físico y período de tiempo. El capital ha capturado un modo de vida. No hay adentro ni afuera. La empresa es omnipresente. Y el poder de dirección ha ingresado en la psiquis del trabajador, pasando a ser la explotación una autoexplotación resultante de la carencia del trabajador de los principales medios de producción.

Conclusiones

Los cambios operados en el modo capitalista han introducido modificaciones en la forma en que el capital somete, se aprovecha y obtiene ganancias de las labores que prestan las personas que viven de su trabajo. Los medios inmateriales como los informacionales se han impuesto y dominan las relaciones de producción, posibilitando la implementación de técnicas de control a distancia que muchas veces desplazan a las disciplinarias. La ausencia de encierro imposibilita diferenciar el adentro del afuera, el trabajo del no trabajo. La empresa capitalista como relación de dominación se ha desprovisto tanto del establecimiento que era su dimensión espacial, como así también de la ubicación temporal de la jornada de trabajo. Pero de ninguna manera ha dejado de contener en estos casos la empresa una relación de dominación que se ejerce para aprovecharse del trabajo ajeno. El discurso de quienes ven autonomía, independencia, autogestión y libertad en estas modalidades de trabajo, demuestra el grado de confusión conceptual que tienen o que quieren tener. Es un verdadero bastardeo y resignificación de esos conceptos para hacerlos compatibles con situaciones de dominación y dependencia como las que venimos comentando. En estas modalidades de trabajo se encuentran inmersos cuantiosos trabajadores y trabajadoras en situaciones de dependencia hacia el capital y desprovistos de toda protección laboral y sindical. La dependencia económica de las personas que viven de su trabajo se encuentra intacta y es incluso todavía mayor como consecuencia de la alta concentración de los principales recursos económicos: los tecnológicos, los informacionales y los financieros. Resulta fundamental comprender estos cambios de estrategia del gran capital para organizar la lucha y la resistencia contra el actual régimen de explotación y de dominación.

Leonardo Elgorriag
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