LA LUCHA RURAL

 

TEodhor Chaning presentó al campesinado como una clase incómoda: por la dificultad que presenta su definición y las polémicas que desata. También por las molestias que ha generado. A quienes incomodaba, por supuesto, era a quienes vivían a expensas del fruto de su trabajo, su hambre y su sufrimiento. Antes de la emergencia del proletariado industrial eran los mas oprimidos y pedían igualdad social, luego se la repartirían. Eran el hermano del buey, la gente baja. Su vida era sin valor, su muerte carecía de interés. Eran sacrificados en masa en interés de la nación. Desde la crisis de la patata en Irlanda a la hambruna estaliniana de Ucrania. Cuantas veces se levantaron fueron destrozados, desde Müntzer al Capitán Swing. Eran carne de cañón para los ejércitos. Carne de hoguera para los inquisidores. La tradición del campesinado es la de los oprimidos. La que nos enseña que el estado de excepción en el que vivimos es la regla. Somos los descendientes del campesinado, en sentido figurado y literal. Los hijos y los nieto de los últimos campesinos. También nosotros nos lamentaremos por ello. Provenimos de un mundo que desconocemos y serán otros quienes nos lo cuenten cómo eran. Los campesinos no pueden hacerlo. Han desaparecido y su historia hay que purgarla de sus difamadores y de sus falsos aduladores.

El campesino es un término reciente, una palabra de uso académico. Es la gente que trabajaba la tierra en el mundo rural preindustrial. Hoy es ganadero o agricultor. El mundo campesino salvo algunos elementos (palabras, gestos, etc) ha desaparecido en Europa. Hoy en el medio rural no hay campesinos (salvo, quizás, los agroecólogos). No es un término reivindicable en bienestar de vida aunque algunas de sus capacidades son reactualizables agroecológicamente.

Los campesinos nunca han escrito su historia. A través de otros que han hablado de ellos desde el conocimiento culto y las ciudades vemos los prejuicios peyorativos sobre el campo. Tenían la ideología del progreso y los campesinos rechazaban el cambio, eran ignorantes, reaccionarios (se aliaron con el antiguo Régimen contra el liberalismo), conservadores… Kropotkin, sin embargo, en sus instituciones, veía un anarquismo primitivo. El populismo ruso puso de moda el medio rural entre los jóvenes rebeldes rusos de clase media.

Resultado de imagen de LA LUCHA RURAL españa        En el mundo agroecológico sus teóricos sociales universitarios derivaron de la “corriente de los estudios campesinos” y el autor Chayánov (ruso de loa años veinte). Este autor explicaba la lógica interna y propia que seguían los campesinos para tomar sus decisiones. Económicamente los campesinos no dividían lo productivo y lo reproductivo, el trabajo y el hogar. Sus tesis opuestas (horizontales y descentralizados) a la lógica soviética le dio cierta supervivencia a este autor.

Las clases populares del medio rural, con las derrotas de siglos, acabaron desarrollando resistencias a medio camino entre la insurrección y la obediencia. Se valían del engaño, de la doblez, tirar la piedra y esconder la mano, etc. Conscientes de la disparidad de fuerzas los campesinos huían el enfrentamiento directo y desarrollaron estrategias directamente ligadas a su forma de supervivencia (furtivismo, evasión de impuestos, escaqueo, mínimo esfuerzo, picardía cotidiana, etc). Esto nunca ha sido reconocido como una práctica política por la ortodoxia marxista. Pero las armas de los débiles están condicionadas en lo cotidiano salvo ciertos momentos. El factor determinante del paso de esta resistencia cotidiana a la insurrección es cuando la supervivencia de la comunidad campesina se ve amenazada. Mientras la opresión no implique una amenaza a la supervivencia del grupo no hay insurrección. Los tópicos sumisos y reaccionarios del campesinado, por tanto, no son ciertos. Hubo numerosos levantamientos.

Todo el acervo de conocimientos desarrollados por las sociedades campesinas es útil para enfrentar el actual desastre científico-industrial desde la agroecología. El manejo del territorio por los campesinos fue interpretado y modelado por ellos sin amenazar sus bases ecológicas. Sus únicas fuentes energéticas eran del sol y con la desigualdad social sus condiciones de vida eran duras y variables (trabajo, sufrimiento, etc). Pero supieron encontrar producir de la tierra sin destruirla.

En las sociedades campesinas había una división sexual de las tareas, pero esto variaba de una región a otra o de una casa a otra. La invisibilizada mujer campesina (la doble carga de ocuparse de la familia y trabajar el campo sin ser titular de la propiedad) han persistido una desigualdad que algunos hoy negaban en el campo. Pero no hay documentación sobre quién tomaba las decisiones.

La emergencia del estado basaría la progresiva desaparición del mundo campesino, que se aceleró en el siglo XVIII y XIX y definitivamente con la Segunda Guerra Mundial. En España el mundo campesino desaparece en la posguerra civil con punto y final en 1986 con la entrada de España en la Unión Europea. Uno de los precios que se exige a España para entrar en Europa era que hundiera ciertos sectores agrarios (leche, etc). Después todo está condicionado por la política agraria comunitaria y cómo la reparte el gobierno español. Esto supuso un mazazo para las pequeñas explotaciones campesinas.

Lo urbano ha colonizado absolutamente el medio rural, por otra parte. El medio rural ya no es autónomo y depende de flujos de mercancías y servicios internacionalizados. La memoria colectiva rural ha sido acallada por el presente perpetuo de las nuevas tecnologías. La escisión entre la casa y el trabajo se ha roto. El medio rural ocupa a una parte rural activa muy pequeña (menos de la mitad en las zonas más agrícolas). Esta pérdida del sector primario hace que en el medio rural también hay gente ajena al campo.

Las generalización del modelo agroindustrial ha seguido dos tendencias, simplificando un poco: 1) Los territorios que no han sabido mantenerse en la competitividad de mas inversión y recursos, situados generalmente en las montañas o zonas lejanas de las ciudades, mas secas, la agricultura está desapareciendo; 2) Los territorios competitivos que cada vez son menos agricultura y mas industria. La agricultura industrial es una fase de transición entre el campesinado y la industria (intensificación y artificialización). La vitalidad de nuestros cuerpos depende de la fotosíntesis de la agricultura pero consume más energía de la que produce; y la agricultura era el principal vínculo de conciencia ecológica con el territorio al pasar a la industria, que es igual en todas partes, el campo pierde su carácter; los alimentos también mantienen la salud pero salvo la ingesta de tóxicos (alcohol) hoy los alimentos llevan tóxicos y crean trastornos de salud; la agricultura así, deja de darse. Aparte que la agricultura deja de darse en Europa por otros continentes.

En el ámbito de ocupación rural o neorural ha habido sucesivas oleadas de gente desde el desalojo de octubre de 1997 en la localidad de Sasé. Desde entonces la gente nueva tiene más contacto con entornos agroecológicos y están menos aislados en la montaña. Unos proyectos de largo recorrido ya no están boyantes pero hay nuevos. Sigue llegando gente joven pero cada generación descubre el fenómeno y apenas lo mantiene.

La lógica del conocimiento campesino como crítica de la deriva del pensamiento de loa racionalidad científica y su agricultura industrial es una crítica radical rural muy interesante. A nivel práctico, los conocimientos campesinos recuperados son muy útiles para el enfrentamiento (variedad de semillas, etc).  El ingenio de los pobres del campo que reconstruyen todo con lo que disponen, es muy ecológico (anticonsumismo compulsivo de arreglarlo todo). La práctica política de la resistencia cotidiana e incluso la práctica de la guerrilla campesina dan herramientas para luchar. La práctica comunal campesina se ha reaprendido generacionalmente para funcionar en espacios colectivos y es interesante conocer como era en el pasado para perfeccionarlo. El conocimiento del territorio campesino es otra arma de lucha y no perder la memoria campesina que nos dice que el presente impuesto es fruto de una derrota y no inexorable.

El turista rural comparte la mirada con aquellos pintores de paisajes que eran poetas de lo campestre. Una mirada que ignora mas allá de la imagen inocente y agradable que contempla. Es la contradicción que subyace al turismo. La necesidad de ver más allá de la superficie cuando nada se encuentra tras de ésta. Era necesario que transcurriera un tiempo prudencial antes de que el campo pudiera recrearse como un lugar exótico. Nadie criado en un pueblo de posguerra podía hacer un giro tan drástico. Tenía que ser la generación que sólo conoció el pueblo en un perpetuo verano, en el que aprendió a andar en bicicleta y otras cosas menos confesables. Ellos nos han inventado las huertas urbanas pero sin las connotaciones que ahora se asocian a estas. El mundo rural evoca en nosotros una idea de autenticidad que no aplicamos a la ciudad, por más que sea ésta la auténtica realidad donde vivimos, o precisamente por esto; la dación de autenticidad siempre se ha aplicado a otras vidas, no a la nuestra. El pueblo es el  lugar de la tranquilidad, del aire libre y la charla amistosa. El lugar donde no llegan nuestros tormentos. Envidiamos a los que los domingos no tienen que regresar. A los viejos que se paran a contarnos cualquier anécdota sin importancia. Durante siglos el aire de la ciudad emancipaba. Ahora, el aire del campo abuena a la gente. Pura ilusión sustentada en el desconocimiento. Solo algo vacío puede rebosar de posibilidades y el campo rebosa de posibilidades. Cuando el campo se llena de este repertorio de nuevos significados, renuncia a definirse por sí mismo. Se integra en el decorado que iguala de equivalencia que el resto de lugares. La distancia ha sido eliminada de un mundo empequeñecido en el que se ha eliminado cualquier tipo de proximidad. Y en este proceso el campo ha sido eliminado. Sólo quedan sus ruinas, que nos interpelan con su lenguaje perenne y su mágica grandeza.

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