EL ANTIFASCISMO QUE NACIÓ PARA COMBATIR A LA NUEVA ULTRADERECHA

El antifascismo que nació para combatir a la nueva ultraderecha

A finales de los años 80, grupos neonazis muy violentos campaban a sus anchas por barrios y pueblos de todo el Estado. Las nuevas generaciones de activistas de izquierdas se organizaron para hacerles frente. Esta es la historia de varios de estos colectivos, algunos todavía activos treinta años después.

El historiador Carles Viñas publicaba en este mismo especial de La Marea un análisis del antifascismo con perspectiva histórica, tratando de explicar su diversidad y su vigencia a lo largo del tiempo. En su texto, Viñas afirmaba que el antifascismo “continúa erigiéndose como un movimiento poliédrico y mayoritariamente reactivo que no se circunscribe ni limita a unas características homogéneas”. La extrema derecha, por su parte, también ha sido muy diversa a lo largo de este último siglo, sabiéndose adaptar a los contextos y sobrevivir a lo que se presumió como su derrota tras el final de la II Guerra Mundial.

En España, la sombra del franquismo que todavía hoy perdura, mantuvo durante unos años a la extrema derecha muy vinculada a su nostalgia. Mientras, en el resto de Europa, nuevos grupos ultraderechistas llevaban ya años jugando en otra liga.

Hemos querido hablar con algunos de los colectivos antifascistas que existen o han existido en el Estado español y repasar la trayectoria de este movimiento a lo largo de estos últimos treinta años, cuando las nuevas extremas derechas empezaron a aterrizar en España. Conscientes de la gran variedad y número de organizaciones y plataformas antifascistas que han estado activas durante todos estos años, hemos seleccionado tan solo una pequeña muestra. Por una cuestión de espacio y tiempo, y para terminar nuestro especial #LMAntifascista que, a lo largo de este mes de junio y parte de julio, ha tratado de dar voz a diferentes expertos sobre todos aquellos temas que atraviesan un movimiento tan plural y transversal como es el antifascismo.

Hoy, sin embargo, cerramos esta sección con aquellos y aquellas que, desde el principio, y a pesar de todo, mantuvieron viva la reivindicación antifascista en las calles de todo el Estado.

 

Antifascismo como autodefensa 

El eco de toda la contracultura neofascista no llegaría al Estado español hasta finales de los ’80, cuando surgieron los primeros grupos neonazis callejeros, alejados ya de la seriedad que pretendían infundir organizaciones como CEDADE y del olor a rancio que empezaban a desprender ya los nostálgicos del franquismo. Organizaciones neonazis como Bases Autónomas en Madrid, Acción Radical en València o Vanguardia Nacional Revolucionaria en Barcelona empezaron a copiar a sus homólogos europeos tanto en estética como en estrategia, usurpando la cultura skinhead (originariamente antirracista), ocupando las gradas de los campos de futbol y saliendo de caza.

Las nuevas generaciones de izquierdistas, que, como estos nuevos nazis, no habían vivido la dictadura ni la sangrienta Transición en la que los postfranquistas se desenvolvían con absoluta impunidad, decidieron organizarse también para combatir a estas bandas violentas en la calle. Así surgirían diversas coordinadoras y organizaciones que rescataron por primera vez, desde hacía años, la palabra ‘antifascista’ para asumirla como movimiento social con carácter autodefensivo.

A lo largo de todo el Estado se multiplicarían los colectivos autónomos, heterogéneos y muy activos, que se dedicarían tanto a monitorizar las actividades y a los militantes nazis y fascistas de su zona, así como a neutralizar su propaganda y parar sus agresiones. Así es como tanto los medios de comunicación como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado empezaron a fabricar el relato de ‘los dos extremos’, e incluso a enmarcarlos en las tribus urbanas, tratando de difuminar las reivindicaciones políticas evidentes y retratar la lucha contra la violencia de la extrema derecha como peleas de bandas o episodios de violencia juvenil.

La Coordinadora Antifascista de Madrid (CAM) es la plataforma más antigua y duradera de todo el Estado, con 31 años de existencia. Una de sus militantes explica a La Marea cuándo nació, a raíz de múltiples ataques neonazis alrededor de la simbólica fecha del 20 de Noviembre (aniversario de la muerte de Franco), en 1988: “En Argüelles y Malasaña marcaron a la gente cruces gamadas y las iniciales GAL con navajas. Asaltaron un garito gay en Chueca, y asaltaron los puestos de las organizaciones de izquierdas del rastro”. Estos hechos y las reiteradas agresiones de la extrema derecha que venían sucediéndose y que quedaban casi siempre impunes, motivaron la creación de la Coordinadora.

Manifestación por el asesinato de Carlos Palomino/COORDINADORA ANTIFASCISTA DE MADRID

 

Desde entonces, la CAM ha sido un referente para muchas otras coordinadoras, tanto por su por su trabajo incesante como por su permanencia en el tiempo. Uno de los momentos de inflexión y de mayor actividad de la CAM fue lo que siguió al asesinato del joven antifascista vallecano Carlos Palomino por un militar neonazi en el metro de Madrid, el año 2007. El caso se internacionalizó y fue uno de los impulsos para la reactivación de muchas otras plataformas en el resto del Estado, donde además la extrema derecha vivía unos años de gran actividad y de una notable presencia en las calles.

Desde sus orígenes, la CAM ha realizado numerosas campañas, jornadas de formación, conciertos y debates que han sabido reunir a personas de muy distintos ambitos de la izquierda radical bajo la misma bandera. Y ha servido también, como muchas otras plataformas, como catalizador de nuevos proyectos que traspasaban los márgenes de la izquierda más revolucionaria, como Barrios Sin Odio o Madrid Para Todas, donde también participan junto a muchos otros colectivos.

 

Trabajando por y para el barrio  

El antifascismo es un movimiento donde confluyen activistas de diversos ámbitos y de otras luchas, que se activa sobretodo ante la presencia y la actividad de la extrema derecha. Muchas plataformas y coordinadoras suelen estar en constante reconversión, adaptándose a los contextos de cada momento y participando en otras luchas que consideran importantes.

Madrid, como otras ciudades grandes, tiene además otras plataformas y colectivos que operan por barrios, como la Asamblea Antifascista de Carabanchel, que se activa en 2015 ante la presencia del grupo neonazi Hogar Social Madrid en el barrio. Se convocaron reuniones de muchos colectivos diferentes del barrio para explorar vías para combatir el discurso de odio y las campañas xenófobas de los neonazis, y desde entonces han organizado numerosas actividades de concienciación, como festivales de rap contra el racismo o jornadas interculturales para visibilizar y reivindicar la diversidad del popular barrio madrileño. En la actualidad, uno de sus activistas quiere destacar a La Marea la participación de esta coordinadora en otras luchas actuales, como las relacionadas con la defensa de la vivienda o contra las casas de apuestas.

En este sentido, destaca también el centro social L’Obrera de Sabadell, un espacio okupado y autogestionado desde 2015 que realiza multitud de actividades y que tiene como una de sus marcas de identidad el antifascismo. Actualmente, es uno de los principales centros de dinamización política, social y cultural de la ciudad, donde acuden personas de muy diversos perfiles. L’Obrera ofrece clases de idiomas, de baile y hasta un espacio para niños. En su interior, un enorme recinto alberga un ring de artes marciales, y justo detrás, en los muros, luce un enorme logotipo antifascista y un grafiti con la imagen de Muhammad Ali. Además, el gimnasio lleva el nombre de Rukeli, un boxeador alemán gitano que fue represaliado por los nazis durante la II Guerra Mundial. Los deportes de contacto y el resto de actividades se ofrecen a un precio simbólico, cuya recaudación se dedica íntegramente a los gastos de acondicionamiento del espacio.

También existen en Vallecas (Madrid) dos proyectos similares que mezclan el deporte con el antifascismoLa Fabrika de Vallekas es una escuela de boxeo que empezó en un centro social okupado de Villaba. Hoy es ya un gimnasio con numerosas actividades, pero siempre con la marca del antifascismo. Como la Escuela Deportiva La Atalaya, también en Vallecas, que organiza talleres de autodefensa feminista o el torneo Antifa Warriors, en marcha desde 2016 y en el que participan numerosos colectivos similares y amantes de este deporte de todo el Estado español.

En Granada, la extrema derecha tenía también algunas citas clave que reunían a militantes cada año, como la Toma de Granada cada 2 de enero. Allí es donde se visibiliza cada año la presencia de ultraderechistas y la respuesta antifascista, todo bajo un estrecho cerco de las FCSE. Más recientemente, los activistas granadinos destacan la importancia que tuvo el 15M y las luchas que se desarrollaron paralelamente, en la que estuvieron implicados sin dejar de lado la reivindicación antifascista, algo que sucedería también en otras partes del Estado. Muchos de los militantes antifascistas de Granada han sido muy activos también en Stop represión y Stop Desahucios, donde consideran que también se hace labor antifascista.

Esta importancia de la diversificación de las luchas y de reivindicar el carácter antifascista de estos colectivos también lo reivindican militantes antifascistas de otras ciudades con los que hemos hablado.

“El derecho a la vivienda y la lucha contra la especulación es imprescindible para afianzar las relaciones de confianza entre vecinos. Los antifascistas hemos estado parando desahucios sin necesidad de llevar la bandera antifa, simplemente por coherencia. Entonces te das cuenta de la vacuna que supone esta lucha contra el racismo y contra las mentiras de la extrema derecha, que siempre está del lado de los poderosos. Cuando ves a tantos vecinos colaborando entre ellos sin importarle su origen, su religión ni su color de piel, te das cuenta de la importancia de estar siempre en todos los frentes”, comenta una activista antifascista valenciana.

 

La represión contra el antifascismo y la legislación de delitos de odio que protege a neonazis 

En Catalunya existen numerosos colectivos y plataformas antifascistas, casi una por cada ciudad o comarca. En Barcelona, ya desde finales de los años 80 existen numerosos ejemplos de luchas antifascistas contra las bandas neonazis o los locales de la extrema derecha, que han tenido siempre una importante presencia. Barcelona es muy a menudo la ciudad elegida por grupos de extrema derecha para reivindicar la españolidad de Catalunya, y eventos como el 12 de Octubre son ya una tradicional exhibición de estos grupos. Sin embargo, siempre ha existido una respuesta masiva a cada convocatoria antifascista. El 12 de Octubre de 1999 supuso un punto de inflexión, cuando la Policía cargó duramente contra la marcha antifascista y detuvo a más de una veintena de activistas, para los que posteriormente se pidieron varios años de prisión.

También en esta misma efeméride, catorce años más tarde, un enfrentamiento entre neonazis y antifascistas terminaría con el encarcelamiento de algunos de los segundos, y con una operación policial contra el movimiento, que terminaría con un polémico juicio en el que se acusó a los antifascistas de delito de odio contra los neonazis y se les pedía hasta 17 años de prisión. El documental 12 d’Octubre: cultura de l’odi i legítima defensa (Metromunster, 2017) entrevistaría a varios de los activistas encausados, a expertos en derecho y movimientos sociales, y plantearía la controversia de esta legislación, que había empezado ya a utilizarse contra los movimientos sociales antifascistas y para proteger a la extrema derecha.

 

 

La Plataforma Antifascista de Zaragoza (PAZ), por su parte, empezó su andadura en 1993. “Se repasaba el mapa de agresiones y se denunciaban públicamente, con ayuda de gente de todos los barrios”, explica un militante del colectivo. La plataforma contó siempre con la complicidad de prácticamente la totalidad del tejido asociativo de la ciudad, hasta el punto de organizar sus reuniones en el local de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza (FABZ). Zaragoza fue también durante años una ciudad donde la extrema derecha tuvo cierta presencia, incluso como sitio elegido para organizar varios conciertos neonazis clandestinos. “Era una época en la que la policía no los controlaba. Más bien andaban de la mano, llegando a darse más de una batalla campal de nazis y policía de un lado, contra antifascistas por el otro”, explica este militante.

Tras conseguir que los neonazis abandonaran progresivamente las actividades públicas y limitaran su exhibición en las calles, hacia el año 2001, la PAZ se reconvirtió en la Coordinadora Antifascista de Zaragoza (CAZ), que tomó el relevo de la anterior plataforma. Tras disolverse esta, volvió a ponerse en marcha la PAZ, sobre todo a raíz del aterrizaje de los neonazis de Hogar Social. Una de las protestas contra este grupo neonazi terminaría con la detención de diez activistas antifascistas.

Algunas personas que militaban en movimientos antifascistas en Málaga hace cerca de 15 años explican a La Marea la dureza de aquellos tiempos, cuando la presencia de grupos neonazis era habitual “e incluso peligrosa”. En Andalucía, Málaga fue la ciudad donde más se notaba en las calles la actividad y la presencia ultraderechista. La Coordinadora Antifascista de Málaga, que aglutinaba desde 2005 a varias asociaciones, sindicatos e incluso partidos, tenía como objetivo crear conciencia y generar tejido social para hacerles frente. También denunciaron numerosas agresiones de la extrema derecha. En 2009, 16 activistas fueron detenidos y acusados de asociación ilícita, para los que pidieron hasta 154 años de prisión. Finalmente resultarían absueltos.

En el caso de València, las primeras asambleas antifascistas nacieron y se articularon desde los centros sociales a principios de los ’90, ante la constante violencia de grupos neonazis como Acción Radical o los grupos de la ultraderecha regionalista, muy violenta, muy activa e impune desde la transición. Tras el asesinato del joven antifascista Guillem Agulló en 1993 y de Davide, dos de los destacados miembros de la asamblea antifascista, los activistas combinaron la autodefensa contra los grupúsculos nazis y fascistas que seguían activos y muy violentos, con la denuncia pública de la impunidad y de la criminalización de la que fueron objeto por parte de la policía y de algunos medios de comunicación.

Más tarde, las plataformas surgidas adoptaron diferentes nombres y se activaron a remolque de las actividades de los grupos de extrema derecha que existían en la ciudad, muy activos y muy bien relacionados tanto con el gobierno del PP como con las FCSE. A finales de los ’90 y durante los primeros años de este siglo, la dura represión contra el movimiento okupa salpicó también al antifascismo, que tuvo que dedicarse, además de a defenderse de los neonazis, a realizar campañas para afrontar los numerosos juicios contra decenas de activistas, algo que también se ha vivido en muchas otras ciudades donde ambas luchas han estado muy relacionadas.

Más tarde, de nuevo, el antifascismo volvería a tomar forma de manera mucho más organizada y a lo largo de todo el País Valenciano, articulando la acción de varios colectivos que conformaron la Coordinador Antifeixista Intercomarcal (CAI), la web Antifeixistes.org o en plataformas locales como València Entre Totes, Alacant Antifa o más recientemente Acció Antifeixista València.

El 9 de octubre de 2018, tras las violentas agresiones de grupos de extrema derecha a la tradicional manifestación de la izquierda valencianista del año anterior, todos los colectivos antifascistas del territorio valenciano se coordinaron y se organizaron para acudir ese año a la manifestación, logrando reunir a más de 15.000 personas en València, una de las convocatorias antifascistas más numerosas de estos últimos 30 años.

 

Manifestación en València el 9 de octubre de 2018/ACAMPADA VALÈNCIA

 

Destaca también la labor de colectivos como La Cosa Nostra (LCN) de Castelló de la Plana, una de las formaciones más activas y más contundentes del Estado. A lo largo de sus 12 años de existencia, y tras otras plataformas similares que estuvieron antes activas en la ciudad, LCN ha conseguido borrar prácticamente cualquier propaganda ultraderechista de la ciudad, así como mantener a los grupúsculos neonazis que sobreviven, con un perfil muy bajo, temerosos siempre de tener una respuesta antifascista en cualquiera de sus actos. LCN participa, como tantos otros colectivos antifascistas, de numerosos proyectos sociales de la ciudad, a pesar de ser constantemente controlados y boicoteados tanto por las autoridades como por las FCSE. Esta pasada semana, por ejemplo, cocinaron una gran paella para dar la bienvenida a los tripulantes del Sea Watch, del Open Arms y del Alan Kurdi, tres barcos de rescate que patrullan el mediterráneo y que atracaron en el puerto de Borriana.

 

Diferentes escenarios y nuevas estrategias

En Euskadi, sin embargo, a pesar de la casi nula presencia de activismo ultraderechista en las calles, “desde los años 80 hasta hoy, la forma en la que los grupos nazi-fascistas se han organizado y se han dejado notar ha sido muy variado, en busca de hacerse un hueco”, explica Amaia Nikolas, portavoz de Sare Antifaxista. “Todo muy supeditado al contexto político que tenemos aquí, el conflicto vasco:  se mezclan grupos ultras, con parapoliciales, terrorismo estado, con organizaciones de raíz franquista y las actuales más nacionalsocialistas”. Sare Antifaxista colabora desde su fundación, hace 15 años, con muchos otros colectivos sociales, trabajando tanto la denuncia política y social como la memoria histórica.

En Catalunya, el colectivo Som Antifeixistes nacería en 2018 fruto de la reflexión de varios colectivos autónomos antifascistas a raíz de un incremento de las agresiones de extrema derecha, así como la ofensiva de grupos españolistas de extrema derecha muy activos y prácticamente impunes tras el referéndum de 2017. Esta red antifascista, entre otras cosas, se dedica a investigar y desvelar la identidad de los principales líderes y activistas neonazis en redes sociales, a través de la que se conoce como Nazipedia.

Esta es una práctica habitual en otros países como EEUU o Alemania, donde los antifascistas realizan un intenso monitoreo de los neonazis más peligrosos y los exponen públicamente. Y es que los colectivos antifascistas suelen ser los que más información tienen y más conocen a la extrema derecha y a sus militantes, no solo en el Estado español. Y mucho más que cualquier académico, que cualquier Brigada de Información de la Policía o que cualquier periodista.

Las coordinadoras y plataformas antifascistas también se nutren de activistas de muchos otros ámbitos, a veces más plurales y otras veces más marcadamente revolucionarias. Uno de los proyectos más transversales y duraderos hasta hoy ha sido la experiencia de Unitat Contra el Racisme i el Feixisme (UCRF) en Catalunya, que reúne a todo tipo de colectivos, partidos y sindicatos comprometidos en la lucha contra la extrema derecha. Formada en 2010, sobretodo ante el auge del partido ultraderechista de Plataforma per Catalunya (PxC) que consiguió 67 concejales sólo en Catalunya en 2011.

El modelo de lucha unitaria UCRF viene de Inglaterra, de experiencias muy anteriores como la Anti Nazi League o Unite Against Fascism o Stand Up To Racism. Actualmente, existen proyectos similares en varios países del mundo, coordinados a través de A World Witouth Racism o United For Intercultural Action de las que participan varios colectivos antifascistas del Estado. Hoy existen plataformas similares en varios países, y también en el Estado español. UCRF ha realizado numerosas campañas de concienciación en varias localidades catalanas contra locales de la extrema derecha y durante las elecciones, alertando sobre los partidos ultraderechistas que presentaban candidaturas. Un dato que David Karvala, activista de esta organización, quiere destacar, es que el movimiento está formado mayoritariamente por mujeres, muchas de ellas de origen migrante.

El modelo de UCRF se extenderá bajo diversos nombres y de distintas formas a varias localidades del Estado, como Andalucía o Madrid. También en el País Valencià, desde AlcoiElda-Petrer o Carcaixent, hasta València ciudad hace justo un año, con Crida Contra el Racisme. Vecinos y vecinas que se organizan para borrar pintadas nazis, para realizar campañas contra el racismo, la homofobia o las agresiones machistas, o que realizan actividades culturales con el cada vez más habitual sello del antifascismo.

Estas nuevas plataformas unitarias conviven y actúan casi siempre coordinadas con otros colectivos antifascistas, que, aunque cambien de nombre, estén un tiempo inactivos para volver después, o afronten numerosos debates internos, siempre están. Mientras siga habiendo fascismo, no solo existirán e insistirán, sino que serán imprescindibles.

La Marea

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