Armagedón

entro de las visiones del Fin del Mundo de la mitología judeocristiana e incluso islámica, Armagedón es la gran batalla final entre las fuerzas del bien representadas por un Dios Todopoderoso y las del mal representadas por Satán. Dado que según diversas fuentes,  semejante mogollón bélico se producirá en un principio de milenio, algunos reputados escatólogos andan estos días prediciendo la inminencia del susodicho Armagedón.

Por su parte, un grupo notable de esforzados economistas andan comparando -desde que empezó la fase aguda de esta estafa global, allá por el 2008- la actual situación económica y social con el crack de Wall Street del año 29 y la subsiguiente
Gran Depresión y recordando que, tras diez años de penurias sin cuento, sólo se salió de ella tras -o “gracias a” se atreven a decir algunos- la catástrofe de la 2ª Guerra Mundial.

Con la insistencia en semejantes comparaciones, en gran medida gratuitas, tal parece que quieran decirnos que en el momento actual, sólo una gran conflagración planetaria, apocalíptica y armagedónica podría sacarnos del  atolladero.

Pues bien, que no se esfuercen. La maldita 3ª Guerra Mundial hace tiempo que empezó. La diferencia respecto a la 2ª es que mientras en aquella los conflictos
sociales estaban enmascarados por una guerra entre Estados, en ésta, se trata de
manera descarnada y sin ningún tipo de tapujos de una Guerra Social entre poseedores y desposeídos, entre explotadores y explotados. Mientras en África o Asia se maquinan cada día nuevos “conflictos” para que la industria militar pueda negociar la venta de sus stocks y los países del Norte puedan enviar sus “misiones de
paz”, en los países emergentes y “emergidos” se libra una guerra social sin cuartel.

Por ceñirnos al Estado español que es lo que más cerca nos pilla, el crecimiento descontrolado de la tasa de pobreza nos ha colocado en el tercer lugar de Europa, sólo superada por Rumanía y Letonia, y con el mayor ritmo de incremento de la desigualdad de todos los países de la UE (duplica el de Francia y triplica el de Alemania).

Durante el ciclo alcista (1994–2007) el PIB se incrementó en un 70%, el patrimonio empresarial en un 469%, el patrimonio  inmobiliario en un 284%, losactivos financieros un 210%… mientras el salario medio creció un 1’9% y la prestación media por desempleo disminuyó en un 16’7%. Si esto ocurrió en los años  de vacas gordas, podemos imaginar lo sucedido en los últimos cinco años. Del 2008 al 2010, el 25% de hogares más pobres vio disminuir su renta en un 7% mientras la  del 25% de los más ricos se incrementó en un 20% -¡viva la crisis!- marcando una tendencia de crecimiento exponencial de la desigualdad y echando por tierra esa estupidez interesada con la que nos sermonean:

“esta crisis nos afecta a todos por igual.

Todos tenemos que remar a la vez, porque vamos en el mismo barco…”. (¿Qué hay que remar qué… que vamos dónde…?) ¡Anda shááá!

Este crecimiento exponencial de la desigualdad, con las situaciones de máxima
precariedad y gravísimas carencias que genera, no puede tener otra salida que el conflicto social permanente mientras no se encuentre una salida digna a la  situación.

Por mucho que determinadas fuerzas sociales y sindicales pretendan ralentizar el proceso creyendo defender sus propios intereses, no podrán poner puertas al campo.

Ya estamos en plena batalla final, en pleno Armagedón, pero este combate no es metafísico, no se libra entre dioses y demonios sino entre una minoría que pretende disfrutar sus privilegios a costa de la indigencia de los demás y una mayoría que pretende vivir con dignidad una vida que sabemos irrepetible.

El enfrentamiento es insoslayable.  Cuando se tiene todo perdido, todo queda por ganar.

RAFA RIUS

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