IR AL CAMPO, ABANDONAR LA CIUDAD Y MATAR MIGRANTES

Ir al campo, abandonar la ciudad y matar migrantes

Ir al campo, abandonar la ciudad y matar migrantes


De entre el cada vez más amplio glosario que la ultraderecha pretende emular con los
movimientos antisistema con el fin de captar a ciertos sectores disidentes, es interesante
resaltar algunas nociones que secuestran y llevan a su árido terreno donde los tuercen,
envenenan y transmiten orgullosos. Allí, en su territorio defendido con concertinas,
cámaras de vigilancia, guardias civiles y militares, se alza una supuesta libertad. Sin
embargo, es una libertad cimentada sobre millones de cadáveres, es una libertad que
tortura, que se compra y se vende, que es individual y que busca ser superior a otras
libertades.

Esta libertad atraviesa nociones hoy peligrosamente romantizadas como pueden ser la
autogestión, la autosuficiencia, la vida rural, las redes de personas o la relación de estas
con la naturaleza, entre otras. Ante estos paradigmas el capitalismo aprovecha todos
aquellos márgenes de compatibilidad que encuentra con los mismos, y los usa para
resignificarlos hasta reducirlos a mercancías perfectamente compatibles con él,
convirtiéndolos en alternativas disidentes controladas, enlatadas y con número de serie.
Este sutil y por lo tanto confuso mecanismo de acción en donde temas como, por
ejemplo, la ecología, la naturaleza o la agricultura son defendidos por el capitalismo en
forma de fascismo ya ha sido visto antes entre, por ejemplo, el nazismo y Mussolini. La
creciente ola de temor ante un posible colapso (en el primer mundo, pues sus manifestaciones se encuentran presentes de forma constante desde hace varios años ya
en el tercer mundo) saca a la superficie estas temáticas y, sumado al también creciente
fortalecimiento de la ultraderecha, hace necesario el análisis crítico de las reflexiones
que al respecto se van desarrollando, y entre las que forma y fondo guardan matices en
ocasiones difíciles de detectar, pero fundamentales al momento de actuar.

Así pues, actualmente existen proyectos de comunidades que rompen con la ciudad y se
desarrollan en el ámbito rural, y en donde se apuesta por la autosuficiencia y por lo
tanto se trabaja en la producción de alimentos para autoconsumo, en la generación de
energías limpias, en la creación de redes de colaboración pero que buscan huir de la
“contaminación racial”, por lo que son habitadas únicamente por personas blancas que
sostienen, entre otras cosas, que la migración es un fenómeno provocado que pretende
exterminarlos. El hombre blanco nuevamente incapaz de ver más allá de su ombligo.
A finales del 2020, los Mossos d’Esquadra detuvieron (con todo el dolor que para ellos
implica llevar a los colegas a la cárcel) a un par de supremacistas blancos que impulsaban la creación de comunidades blancas en entornos rurales y su abastecimiento de armas para una “guerra racial” que pretenden incitar. Dicho acontecimiento destapó a toda una red de personas involucradas a lo largo de toda la península y que comparten un ideario basado en tres aspectos básicos: la supremacía de la raza blanca sobre otras, una postura antisistema con especial crítica a la clase política, y el uso de la violencia contra colectivos no blancos y, específicamente, contra inmigrantes.

Existen también proyectos “alternativos”, “desobedientes” que buscan anticiparse al
colapso” generando medios de supervivencia y en cuyo caso el desarrollo de sus
proyectos en el entorno rural encuentra justificación dentro de una lógica de ventaja
bélica, más que por lo que la relación con lo rural entraña. En estos casos los medios son simplemente un vehículo de una finalidad cimentada en valores acordes al capitalismo. Buscan generar islas de conservación de privilegios. Al respecto, habría que hacer un análisis detallado de aquellos principios de base que sirven como punta de lanza del capitalismo para penetrar en estos proyectos, puesprobablemente sea allí donde los matices que marcan diferencias entre la naturaleza de estos se hagan más evidentes ya que, como se ha visto, etiquetas como “rural”, “comunidad”, “autosuficiencia”, entre otras, incluyen hoy una serie de proyectos de un amplio espectro y no son, ni mucho menos, sinónimo de alternativas al capitalismo, e incluso pueden llegar a constituir herramientas acordes al fortalecimiento del fascismo.

Para arrojar luz sobre esta escabrosa situación, la noción de ecofascismo que ha venido
siendo desarrollada en estos años puede resultar una herramienta útil. Dentro de este
paradigma se ha reflexionado sobre la estrecha relación que históricamente ha habido
entre aspectos como la defensa de la tierra, los recursos naturales, la reforestación o la
ruralización con otros enfoques nacionalistas, racistas, supremacistas, antinmigración, a
favor del control de la natalidad y del número de población en general, y más recientemente con el colapso. La lógica dentro del ecofascismo suele pasar por medidas autoritarias como mecanismo de acción contra los problemas medioambientales. Se propone, por ejemplo, el control de la natalidad en países tercermundistas, pero no se atisba ni un esbozo de crítica en contra de la explotación de la naturaleza propia del capitalismo.

Los ecofascistas sostienen, entre otras cosas, que la raíz del problema de esta crisis
climática radica en sobrantes de población mundial, y que su exterminación permitiría
controlar el consumo de recursos naturales y el calentamiento global. Para ellos esos
sobrantes de población se encuentran, lógicamente, al sur global, y es importante frenar
su llegada a Europa para no enfrentarse a problemas de sobreexplotación de sus recursos. Para ellos, la defensa del planeta Tierra implica defender la tierra, reducida así a una porción mercantil de propiedad privada, nacional, y con derecho de uso reservado sólo para unos cuantos. Janet Biehl y Peter Staudenmaier en su libro titulado “Ecofascismo” citan la siguiente declaración proveniente no de una ecoaldea como bien podría parecer en algún punto, sino de un grupo supremacista blanco (Pagan Liberation League):

El PLL se opone firmemente a todas las formas de explotación capitalista del medioambiente y vemos cualquier ataque o intrusión contra la Madre Naturaleza como un ataque contra
nosotros mismos. Presentaremos batalla a muerte contra el Estado Corporativo para preservar la belleza natural de la tierra y sus especies y razas varias, y especialmente de nuestras propias especies, las especies arias… defendemos que nuestro Pueblo aprenda a vivir de manera autosuficiente respecto al Sistema, tanto como sea posible de manera realista. El estudio de la cría de animales, la agricultura orgánica y la medicina natural son caminos al futuro.

El individualismo, la competencia, el liberalismo y el darwinismo social han remontado
y, silenciosamente, han recuperado terreno perdido. Se encuentran, como si de factores
encubiertos se tratara, en los márgenes menos visibles de aspectos como la libertad, la
vida rural, la autosuficiencia y la agricultura. Las experiencias rurales sin puentes de
cooperación hacia fuera de sí mismas, sin compromiso con la acción social emancipatoria, sin desmercantilizar y despatriarcalizar su cotidianidad, sin una apuesta por una libertad de todxs sin dioses, patrones o amos, ya pueden revisarse las espaldas pues probablemente se encuentren con el totalitarismo propio del fascismo respirando
en sus nucas.

Artículo publicado en el boletín Briega en papel nº44 del mes de junio 2023

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