Dinero público, megalomanía y políticos corruptos: ‘pormishuevismo’, la historia de los pelotazos urbanísticos de España
Erik Harley (1993) es graduado en Bellas Artes, experto en estudios urbanos, amante de las rotondas y el creador del falso movimiento constructivo del pormishuevismo. Se inspiró en la película de Bigas Luna Huevos de oro, que centra su trama en la construcción de un rascacielos en la ciudad de Benidorm, para denunciar de una forma muy gráfica la actitud que propició aquellos proyectos especulativos, gentrificadores y corruptos que se diseminaron por todo el territorio español desde finales de los años 60 y hasta principios del 2000. Con su voz grave y profunda, delicada esbeltez, outfit extravagante de clubbing berlinés, casco de obra y un carisma y una capacidad comunicativa desbordantes, @preferiria.periferia se ha dedicado a investigar y explicar el contexto que dio lugar a los grandes hitos arquitectónicos que arruinaron las arcas públicas de diferentes ciudades y pueblos del país y que siempre tienen como denominador común un político corrupto, un empresario de dudosa moral y un arquitecto megalómano que demasiado a menudo se llama Santiago y se apellida Calatrava.
Recientemente, Harley ha publicado con Blackie Books Pormishuevismo, un movimiento artístico. Se trata de un libro jocoso e incisivo donde el autor no solo recoge un compendio de arquitecturas y promociones inmobiliarias fallidas y fraudulentas, sino que retrata la España torrentesca del sector del ladrillo en una época donde, tanto en política como en economía, “más era poco”. La edición mezcla perfectamente toda la documentación periodística que hay detrás de la investigación de Harley a través de textos cargados de sorna, cinismo e irreverencia con la visualidad y la estética tan particular del contenido que genera para las redes y la televisión.
Empecemos por el pormishuevismo, ¿por qué este movimiento ha gozado de tantos momentos gloriosos en España a diferencia de otros países?
Porque aquí tenemos muy poca vergüenza. Obviamente el pormishuevismo no se limita solo al territorio español, pero sí que aquí tenemos un talante pormishuevista muy arraigado en la forma de hacer las cosas. No nos escondemos de confesar que muchas cosas las hemos hecho simplemente porque nos salía de los huevos. En las rutas que hago a veces explico que la historia de España, por desgracia, no se ha escrito por necesidad socioeconómica sino porque a algún señor, de repente en un despacho, le dio por dar un pollazo sobre la mesa. Véanse las Olimpiadas del 92, la Expo de Sevilla, la Expo de Zaragoza y tantos otros ejemplos en los que se ha gastado una cantidad ingente de dinero público. Se trata de una historia definida por personalismo y egos, no por movimientos o conciencias colectivas. Y si queremos referirnos a otros países… pienso que allí donde haya trabajado Calatrava seguro que también encontraremos pormishuevismo.
En el mundo de la arquitectura se ha reformulado varias veces el famoso eslogan de Mies Van der Rohe del “menos es más”. Es el caso de Bjarke Ingels con el “yes is more” o de Pier Vittorio Aureli con el “menos es suficiente”. El pormishuevismo se basa en el “más es poco”.
Es una broma que creo que sólo entendéis los arquitectos… Efectivamente, los artistas pormishuevistas defienden que si se puede hacer más grande es que se está haciendo mal. Los proyectos que este movimiento aglutina se defienden siempre por la cantidad y no la calidad. Para un promishuevista, evidentemente, Mies no conocía el significado exacto de la palabra “abundancia”, sino todo lo contrario. Desarrollan proyectos que no responden a mejorar nada, sino simplemente a hacerlo lo más grande posible para así llevarse un margen económico también más grande. Es decir, hay una voluntad expresa de aumentar al máximo la superficie para que repercuta en el coste. Cuanto más grande, ¡mejor! Cuanto más terreno público ocupado, ¡mejor! Cuanto más ecocidio se haga, ¡mejor!
Las Olimpiadas del 92, la Expo de Sevilla, la Expo de Zaragoza y tantos otros ejemplos en los que se ha gastado una cantidad ingente de dinero público. Se trata de una historia definida por personalismo y egos, no por movimientos o conciencias colectivas
¿Ecocidio? Entiendo que el pormishuevismo no atiende a conceptos tan en boga hoy en día como la sostenibilidad, el decrecimiento, la descarbonización o la recuperación del territorio. Cuando oyes a políticos que hablan de aumentar aeropuertos, construir complejos como el del Hard Rock, Eurovegas o parques temáticos en medio del desierto, ¿qué está ocurriendo? ¿Es una nueva suerte de terraplanismo?
No sé si es de terraplanismo, de no estar ubicado en la actualidad o de no haberse leído un puto libro en la vida. Nuestras instituciones están llenas de gente que no está a la altura de las necesidades y del contexto social y económico que vivimos. Nos llenamos la boca con el reciclaje, la reutilización y la rehabilitación, y luego ves que se aprueban proyectos que van en una línea totalmente contraria. Lo que pasa es que en los renders que nos venden se ponen muchos árboles y pagan para que les den etiquetas ecológicas. Pienso por ejemplo en una querida pormishuevista como Isabel Díaz Ayuso que proponía arrancar árboles para ponerlos en los balcones de los conciudadanos y así luchar contra la crisis climática. O en la provincia de Alicante, en la Nucía, un pequeño pueblo donde, a juzgar por lo que están construyendo, parece que tengan que albergar de aquí a poco unas olimpiadas y han arrasado los bosques de pinos.
Siguiendo con este tipo de ejemplos, en unas semanas voy a ir a grabar a Vigo. Vivimos en un país donde las energías renovables aún no están tan presentes como sería necesario y, sin embargo, hay un alcalde que, porque le ha salido de los cojones, ha decidido que la Navidad empieza en su ciudad y que la va a tener obscenamente iluminada durante tres meses.
¿Hay alguien que se tome en serio lo de la sostenibilidad?
En este país no mucho e incluso se ha utilizado para enmascarar más atrocidades. Con la excusa de promover proyectos eco se han justificado nuevos campos de golf o la destrucción del último kilómetro virgen que quedaba de una playa. Aunque hablo siempre de todo con cierta ironía yo ya he perdido las ganas de reírme de esto. En España el 75% del territorio está en riesgo de desertificación y un 20% ya no tiene solución. En lugar de decir “¡paren las rotativas!”, llevamos tres meses hablando de Puigdemont.
Nos vamos a acabar extinguiendo en cien años como mucho y, hasta entonces, habremos seguido construyendo urbanizaciones de casas adosadas o manteniendo hoteles ilegales en primera línea de la costa que tienen doce sentencias de demolición como el del Algarrobico en Almería. Tenemos que hacer un esfuerzo para que el urbanismo y la arquitectura formen parte del debate público porque es la forma más rápida de mejorar nuestro contexto más inmediato. Nuestro entorno construido y la naturaleza que hay a su alrededor es la escenografía de nuestra vida. Hasta las tesis más neoliberales defienden que hay que cuidar el medioambiente que nos rodea o no habrá forma de seguir viviendo de él.
Desarrollan proyectos que no responden a mejorar nada, sino a hacerlo lo más grande posible para así llevarse un margen económico también más grande. Hay una voluntad expresa de aumentar al máximo la superficie para que repercuta en el coste
En todos estos escándalos y en los que destacas a lo largo del libro, obviamente no quedan en buen lugar los arquitectos, urbanistas y constructores que los perpetraron. Sin embargo, detrás siempre hay un político que les pagó la fiesta con dinero público. ¿Qué porcentaje en distribución de culpabilidad le atribuyes a cada uno?
Yo siempre intento defender en cierto modo el papel de los arquitectos. Al fin y al cabo, se trata de profesionales, con una moral u otra, que ejercen su trabajo por unos honorarios. En el caso del político, en cambio, su trabajo principal consiste en mejorar la calidad de vida de la mayoría de la ciudadanía, le haya votado o no. Por lo tanto, el porcentaje más elevado de culpa se la llevan ellos, sin duda. Los arquitectos, urbanistas o ingenieros de nuestro país pueden ser más o menos buenos, pero detrás tienen que tener administraciones públicas que fiscalicen y controlen lo que hacen y que, por lo tanto, contraten solo a aquellos que contribuyan a mejorar nuestras ciudades.
Fijándonos por ejemplo en tu fenómeno favorito, ¿por qué le siguen encargando edificios y puentes a Santiago Calatrava, que tiene querellas y demandas en infinidad de sitios en los que ha construido?
Es una buena pregunta… ¿Es culpa de Santi? Pues igual no. Al final, podemos discutir si es mejor o peor persona, pero detrás siempre hay algún político que muerde el anzuelo. Justo ahora estamos preparando unos vídeos sobre las Canarias y vamos a tratar el caso del Auditorio de Tenerife. Originalmente estaba encargado a un equipo de arquitectos en un emplazamiento concreto y, de repente, Calatrava se enteró del proyecto, viajó a Santa Cruz de Tenerife y le vendió al concejal de urbanismo que les podía hacer una nueva opera de Sídney si se lo daban a él. Así lo hicieron. Calatrava cambió su ubicación y levantó un edificio que costó 74 millones de euros, muy por encima de los 27 por los que estaba presupuestado el primer proyecto.
Nos llenamos la boca con el reciclaje, la reutilización y la rehabilitación, y luego se aprueban proyectos que van en una línea totalmente contraria. En los renders que nos venden se ponen muchos árboles y pagan para que les den etiquetas ecológicas
Cuando ves estas cantidades de euros despilfarrados por representantes públicos irresponsables es inevitable preguntarse cómo podemos llegar a ser tan indulgentes como sociedad.
Esta apatía que tenemos como sociedad tiene que ver con que estamos ya tan acostumbrados a recibir este tipo de información basada en desfalcos de millones de euros que lo hemos normalizado. Creemos que la picaresca forma parte de nuestro ADN y que no podemos hacer nada para solucionarlo. Tenemos muy poca conciencia del valor del dinero público. Recientemente, he visto la nueva campaña de Hacienda que dice “no es magia, son tus impuestos”. Hay que saber que vivimos en un país que tiene un estado del bienestar que es maravilloso y que es así porque lo financiamos entre todos. Lo que pasa es que en España cuando ganas un poco de dinero todo esto se olvida muy rápido y si tienes un estudio, por ejemplo, intentas pagarle el mínimo a tus trabajadores y contratas a becarios. Yo, con mis circunstancias actuales, podría haberme comprado dos casas y en lugar de ello tengo a gente trabajando conmigo y cobrando de puta madre.
En el libro relatas la trayectoria delirante de varios tótems del pormishuevismo como Ruiz Mateos, Gil y Gil, Consuelo Císcar o Jesús Ger. Realmente, cuesta creer que no se trata de una novela de ficción…
España está muy bien guionizada, es como una película de Berlanga constante. En general, este perfil de pormishuevista es gente que domina muy bien la relación que existe entre los cargos de poder y los medios de comunicación. Saben sacarle su propio beneficio económico y publicitario a la cobertura periodística. En ese sentido, tenemos que preguntarnos qué culpa tiene de todo esto los mass media y también qué culpa tenemos nosotros como espectadores. Nos gusta demasiado el morbo y el chisme. Si el primer día se hubiese sentenciado que Jesús Gil era un sinvergüenza, pues seguramente no habría dado tanto de sí el personaje. Yo siempre digo en el Intermedio que, desde La Sexta, hemos contribuido a encumbrar aún más la figura de Díaz Ayuso con tanta exposición de minutos de tele y con tantos titulares.
Aprovechando que vuelves a citar a la política a la que le gusta la fruta, ¿puedes nombrar cual sería el podio actual del pormishuevismo español?
Obviamente Isabel Díaz Ayuso está en el podio. Otro personaje que merece un puesto sería Florentino Pérez, por eso de moverse como nadie entre el sector del fútbol y el de la construcción. Y para no repetirme y decir de nuevo Calatrava… voy a elegir a Joan Roig.
Veo que realmente tienes una especie de guilty pleasure con la figura de Calatrava. Has llegado a afirmar, no obstante, que es tu artista favorito.
Calatrava es el mejor escultor que ha dado nuestro país en las últimas décadas. Tiene un dominio de la luz y de las formas que es impresionante. Consigue transmitir ligereza con elementos y estructuras inmensas y muy pesadas. El tema es que se debería haber limitado a las esculturas en vez de hacer obras de ingeniería civil y arquitectura. De ese modo, su legado hubiese sido solamente celebrado y no tendría tantos artículos dedicados en El Mundo Today. Sus edificios son tan icónicos como poco funcionales. Pero eso durante muchos años dio igual, lo importante era que quedaran bien en la foto el día de la inauguración. Es innegable su talento. Edificios aparte, tiene una tesis doctoral en ingeniería plegable que es fantástica. Calatrava es un genio creador, claro que… ya no estamos en el Renacimiento.
En España el 75% del territorio está en riesgo de desertificación y un 20% ya no tiene solución. En lugar de decir «¡paren las rotativas!», llevamos tres meses hablando de Puigdemont
Como arquitecto, a veces me parece un poco reduccionista la lectura que haces de nuestra profesión. ¿Conoces ejemplos de arquitectura que sea el antónimo del pormishuevismo?
Sin duda, ¡la arquitectura que no se construye! (riendo). Ahora en serio… le debo una disculpa al gremio de la construcción porque obviamente la gran mayoría de profesionales que lo conforman no son corruptos. España, de hecho, es uno de los países que mejor forma a sus arquitectos y luego son los que mejor trabajan, sobre todo en equipo. Defiendo también la labor que están haciendo las nuevas generaciones que fueron conscientes desde el principio de que su tarea principal no iba a ser construir sino renovar, reutilizar y reconceptualizar todo lo que ya estaba construido. En España, hay que recordar que se construía el equivalente a ocho campos de fútbol cada día. Se construía más que en Italia y Francia juntos.
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Tenemos que hacer un esfuerzo para que el urbanismo y la arquitectura formen parte del debate público (…) Hasta las tesis más neoliberales defienden que hay que cuidar el medioambiente o no habrá forma de seguir viviendo de él
Has publicado tres libros este año, sigues con las rutas turísticas cada vez por más ciudades, participas semanalmente en programas de radio y televisión… ¿Cuánto tiempo podrás sostener esta actividad frenética y con tanta exposición pública?
Creo que estoy en un momento excepcional de mi vida. El otro día en la radio me dieron el mejor consejo del mundo: “ten en cuenta que cuando bajas te encuentras a la misma gente a la que has ido saludando cuando estabas subiendo”. Yo soy de clase humilde, aunque ahora tenga dinero. Y por suerte, no me estoy haciendo famoso en mi vida privada, es decir, yo no soy una figura pública. Yo soy una persona que señala y la gente se decida a mirar el lugar que señala mi dedo, que es muy diferente. No hablo de mi vida, no enseño mi casa, no explico los lugares a los que voy… Las redes sociales son una auténtica herramienta de doble filo. Ahora mismo estoy utilizando todas las herramientas económicas y energéticas que tengo para crear una estructura organizativa que me permita retirarme de la primera línea de la vida pública para poder seguir con nuestro trabajo con todo el equipo de Oficina Periferia. La idea es ir creciendo y poco a poco empezar a tocar los cojones, pero bien. No en un sentido político, sino de forma propositiva, denunciando y aportando soluciones.