Algunas notas sobre la problemática agrícola

 

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA PROBLEMÁTICA AGRÍCOLA

 

En los años 50, al inicio de la “revolución verde”, que prometía un incremento de la productividad agraria, se perdían el 30 % de las cosechas por causas de las plagas y enfermedades. En el momento actual, se siguen perdiendo del 30 al 45 % de las cosechas, con las causas añadidas de la sobreproducción, los accidentes climáticos o las decisiones de los mercados. Pero eso sí, la industria agroquímica extrae del sector en torno a 150.000 millones de dólares más.

 

La industria agroquímica y la mecanización fueron los puntales de la revolución verde… para llegar al mismo punto de partida, pero dando lugar a un suculento negocio que no existía. Los agricultores se resisten a las prohibiciones reglamentarias. Han sido convencidos de que sin la química, pierden las cosechas. La normativa de calidad coadyuba a esa percepción. Sin embargo, en las aduanas solo se rechazan –para cubrir el expediente- productos contaminados con residuos que no sean de sus propias multinacionales químicas…

 

En el camino, se han roto múltiples equilibrios ambientales, contaminando aguas y suelos, exterminando o casi la biodiversidad, insectos , anfibios, aves, y el propio medio interno humano: en nuestra sangre y grasas se encuentran hasta 50 contaminantes químicos. En las frutas y verduras de nuestros mercados, podemos encontrar un centenar de residuos químicos, treinta de ellos prohibidos, de efectos poco estudiados. Por debajo de la cantidad letal producen efectos perjudiciales. Se les conoce como “disruptores endocrinos”. Los principales perjudicados son los propios agricultores; la intoxicación por pesticidas es la primera causa de muerte entre los trabajadores del sector agrario. Y de las poblaciones junto a cultivos industriales.

 

Ya no se habla de reforma agraria, aquella idea ácrata -pero menos- de la tierra para quien la trabaja. Contrarios a la propiedad privada de lo esencial (la tierra lo es), si acaso deberíamos reivindicar la propiedad colectiva de las tierras. El conflicto actual ya no es entre pequeños-grandes propietarios y jornaleros o agricultores sin tierras. Unos y otros explotan mano de obra precaria, extranjera y sin papeles en muchas ocasiones, que padecen condiciones infrahumanas, por las que tampoco parecen preocuparse los sindicatos ni los revolucionarios. Hemos asistido a una reforma silenciosa donde más del 30 % de las explotaciones agrarias son de empresas dedicadas al agronegocio. Y va en aumento.

 

Una de las estrategias de las multinacionales y especuladores financieros es el acaparamiento de tierras. Son un valor estratégico de futuro. La FAO sigue advirtiendo de las pérdidas de tierras fértiles… mientras aumenta la superficie de tierras cultivadas. Pura estrategia para aumentar el beneficio de las inversiones en tierras… Aunque sea cierto que se pierden centenares de hectáreas por contaminación, salinización, desertificación… No deforestan los “garimpeiros” en el Amazonas, sino la banca: conceden créditos que no pueden ser retornados, y se quedan con las tierras deforestadas tras los embargos, para producir cultivos industriales. Un dato poco conocido: el principal terrateniente en el Amazonas es la familia real inglesa y los Rockefeller a través de WWF_ (World Wildlife Fund), una de las más grandes, una fundación con apariencia conservacionista y ecologista y en realidad una multinacional del agronegocio.

 

Por otra parte, no hay hambre en el mundo por falta de producción: se producen alimentos suficientes para 12.000 millones de personas. El problema es de distribución y de poder adquisitivo. La ingeniería genética se revela como una estupidez más de la tecnociencia al servicio de la acumulación del capital con su parafernalia de semillas inviables de una a otra generación, resistentes a sus propios herbicidas y otras lindezas que aumentan la dependencia de los agricultores del agronegocio.

 

Y, por si faltaba algo, llegaron los biocombustibles: millones de hectáreas de las mejores tierras africanas dedicadas a producir Materia vegetal susceptible de ser convertida en etanol combustible para que puedas acallar tuy conciencia, si la tienes, frente a los retos ambientales. O a producir cacao o café para la exportación, sin que puedas encontrar ninguna industria cafetera o chocolatera en esos países, donde la hambruna afecta a la mitad de la población, desplazada de sus territorios si se tercia, trabajando en condiciones de semiesclavitud, trabajo infantil incluido.

 

Y por aquí nos olvidamos que ser agricultor es un oficio, que no se puede repentizar. Que supone un aprendizaje y una adaptación a unos ritmos naturales que los urbanitas ni imaginamos. Predicamos prácticas alternativas, más alternativas cuanto más exóticas. Cualquiera puede ser agricultor, en su terraza, en los huertos urbanos de los solares abandonados, contaminados de plomo y todo tipo de residuos, pero eso sí, más ecológicos que nadie. Nos inventamos lo de la soberanía alimentaria, como si fuera posible prescindir de lo producido en otros entornos. Reivindicamos la vuelta al campo, pero sin bajarnos sin coche. O de las redes internaúticas.

 

¿Volver al campo? Estaría bien que empezáramos por dignificar uno de los oficios más antiguos de la humanidad, de los imprescindibles, como nos demostró la pandemia, y encontráramos fórmulas que aseguraran una vida digna para los trabajadores del campo, independientemente de la producción, la propiedad y el estatus. Trabajar la tierra no es una cuestión de ocio, de entretenimiento, opción que han descubierto los que se han subido al carro de lo ecológico y alternativo; es más rentable alquilar las tierras parceladas a urbanitas concienciados por un módico precio en parcelas diminutas que ponerlas en producción… REivindicar el saber hacer, es tanto o más importante que el saber que nos imponen el culturalismo, el academicismo, la ideología dominante de la pequeña burguesía bienpensante. Cambiar los hábitos de consumo. Cambiarlo todo. Romper las corazas de las certezas.

 

Porque otro mundo no es posible en éste.

 

Editorial de la publicación de debate libertario “Al Margen” Verano 2024 nº130

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