BILL GATES (X)
Sobredimensión
Muchos de los problemas de la Fundación Gates tienen que ver con su tamaño. Por ejemplo, la capacidad que posee de monopolizar campos enteros de investigación o ámbitos de las políticas públicas. Esa escala exagerada es mala hasta para el propio organismo. El ensanchamiento de su misión ha atrofiado el dinamismo de la entidad, el control excesivo en la gestión ha dañado de gravedad numerosos proyectos humanitarios, sus interminables bandazos estratégicos han generado un caos interno y perjudicado la moral de los empleados, y su despilfarro en sedes faraónicas y sueldos millonarios ha distanciado cada vez más a la fundación de sus beneficiarios, las personas que viven con unos pocos dólares al día.
El problema es que sobre la faz de la tierra no se ve la manera de corregir ese rumbo. Bill gates se ha rodeado de un grupo de seguidores y aduladores y ha creado una cultura corporativa que se niega a aceptar las críticas.
Ciencia
La Fundación gates llega años apoyándose en el Copenhagen, que le ayuda a reclutar expertos y a acumular datos y cifras que parecen respaldar la visión del mundo propia de Bill Gates.
Este tipo de colaboración define en muchos sentidos el compromiso de la fundación con centros académicos, un ámbito en el que Gates se ha convertido en uno de los donantes privados más relevantes del mundo. La fundación ha entregado más de 12.000 millones de dólares a universidades y ha contribuido a financiar más de 30.000 artículos de revistas científicas. Esa actividad filantrópica da a la Fundación el poder de configurar campos enteros de la investigación y asegurarse un asombroso nivel de poder epistémico, influyendo de esta manera en lo que sabemos sobre el organismo de Seattle y en lo que opinamos sobre él. No hay ni una sola institución que trabaje en el campo de la salud mundial que no se encuentre relacionada de algún modo-casi seguro financieramente- con la Fundación Gates. Y, por supuesto, esto constituye un gran problema, porque nos hace preguntarnos quién está marcando la agenda en cuanto a lo que se investiga y lo que no.
Similar catálogo de relaciones puede ser visto tambíen en el campo de las publicaciones académicas, donde la Fundación Gates actúa como financiadora, autora, editora de revistas y asesora, También ha creado una amplia red de influencia a través de lazos financieros con los mejores investigadores universitarios y editores de revistas.
Hay una voluntad de la Fundación Gates de condicionar la investigación con el ánimo de promover sus objetivos. En ciencia, la respuesta que se obtiene depende de la pregunta que se formule, de las suposiciones que se hagan y de los datos y métodos que se utilicen. Y aquí es donde el sesgo de un investigador, o de un patrocinador, puede cambiar los resultados. La Fundación gates “microgestionó” y “dictó” los procedimientos, lo cual obligó a la investigación a seguir un camino en dirección a los resultados y conclusiones deseadas por Gates.
Ese patrocinio al utilizar más su dinero para que se oigan más las voces de los científicos afines, quizá se están marginando otras perspectivas.
Muchos científicos son reacios a morder la mano que les da de comer, o que puede que algún día les de de comer, un fenómeno que los investigadores universitarios llaman “el supositorio de Bill”.
La intromisión del magnate en los proyectos científicos es de manera que coincidan con la agenda de la institución.
Semejante comportamiento pone de manifiesto la forma en que los intereses económicos buscan influir de forma sibilina en la ciencia del mismo modo que pasa con la política. Garantizar un estudio laborable hace avanzar los resultados, obtiene la aprobación de los organismos reguladores, presiona a los legisladores para que adopten políticas “basadas en la ciencia” favorables a la industria e inspira una cobertura mediática proclive. Cuando hay poderosos donantes involucrados en la investigación científica, las conclusiones y los resultados apoyan de forma sistemática la agenda del patrocinador. Este sesgo bien documentado, denominado efecto de financiación, aparece en muy diversos campos de investigación.
La fundación, al igual que las grandes farmaceúticas y las grandes tabacaleras, tiene enormes intereses creados en las investigaciones que financia, a las que exige resultados favorables.
En gran medida, lo que sabemos sobre la Fundación Gates proviene de la propia Fundación Gates.
Miles de millones de dólares en programas-de los ministerios de sanidad, oficinas de cooperación internacional o filántropos- ejercen su peso en la balanza de las métricas sanitarias. Inflar o desinflar la prevalencia o incidencia de distintas enfermedades puede afectar a las decisiones de financiación. Del mismo modo, cuando las mediciones sanitarias demuestran que una determinada iniciativa funciona-cuando vemos que las cifras de infección o de mortalidad descienden-, eso suele llevar a cambios en las políticas públicas. Por eso son tan importantes la transparencia, la rendición de cuentas y la independencia. Sus investigaciones llevaron al millonario a comprender no solo donde priorizar su gasto, sino también la importancia de las métricas sanitarias en general. Si iba a gastar miles de millones de dólares, necesitaba mediar y evaluar los efectos de su gasto.
Es una especie de monopolio de la producción de conocimientos, de cómo conocer las tendencias globales de la salud mundial. Y eso genera una concentración de poder epistémico que debería incomodar a cualquiera.
Esa hegemonía implicaba superar a la OMS como principal proveedor de datos sobre salud. Al controlar los datos, o las estimaciones, que definen la carga de morbilidad a nivel mundial, Bill Gates se hace con el control también de la narrativa entera en lo que respecta a la salud a escala planetaria.
Lo que empieza a resultar problemático es cuando esas cifras están imbuidas de dogmatismo. En muchos sentidos, esas estimaciones condicionan lo que se puede y no se puede hacer. Hay un importante conflicto de intereses entre que la Fundación Gates sea mecenas clave de iniciativas sanitarias internacionales y, al mismo tiempo, controle los medios por los que juzgamos si tienen éxito o no.
La entidad logra así un “imperialismo de los datos”. Crea una ilusión de conocimiento. Le está diciendo a la gente de muchos países pobres que no saben lo que saben de sí mismos. Que lo que crees que sabes, non lo sabes. Esa es la experiencia colonial.
Sus complejas estimaciones no siempre eran especialmente fiables o precisas. En ocasiones, incluso, podían estar afectando de forma negativa a la salud pública.
La competencia de la Fundación Gates en materia de contratación, nombramientos en los consejos, evaluaciones y comunicados de prensa, es preocupante, en el sentido de que pueden cambiar toda la misión de la universidad para servir solo a sus intereses(los de los donantes privados). Las instituciones públicas de enseñanza superior son algo así como el respaldo de la democracia. Resultan trascendentales para la función democrática de criticar, exigir transparencia y buscar la verdad y el conocimiento.
Todo se reduce a la influencia indebida de los donantes y a la voluntad de la universidad de vender la autonomía académica al mejor postor.
Lo que representa la entidad para el común de la comunidad científica es un sistema de ciencia roto que da prioridad a la riqueza y el poder por encima de la independencia y la integridad.