Las redes malditas (IX)

 

LAS REDES MALDITAS(IX)

 

Muchos serían arrastrados por el algoritmo de You Tube hacia contenido extremista. Para que un usuario de You Tube que encontrase un video  contenido de extrema derecha solo hacían necesarios dos pasos. En el segundo, ya estás metido de lleno en la derecha alternativa.

 

Las recomendaciones casi nunca llevan a los usuarios de vuelta a noticias de medios convencionales o a contenido liberal o apolítico de cualquier tipo. Una vez que uno estaba entre extremistas, el algoritmo tendía a mantenerlo allí, como si esa hubiera sido la destinación desde el principio. “Ese es el objetivo de You Tube. Yo sigo viendo cosas en la plataforma, los anuncios cumplen su función. Y funciona”.

 

Incluso a los alemanes que buscaban noticias de extremismo en Google se les redirigía a conspiracionistas de You Tube. Las prácticas de You Tube no se limitan a You Tube; puesto que Google domina las búsquedas de internet, estas prácticas influyen en cómo casi todo el mundo que navega por la red encuentra noticias e información y accede a ese contenido.

 

En Sri Lanka, las redes sociales habían radicalizado a un grupo social del mundo real con una fuerte identidad, los cingaleses. En Alemania, por el contrario, los alborotadores de contenido extremista eran algo nuevo. Había, sin duda, neonazis curtidos entre la multitud, pero muchos no pertenecían a ningún grupo o causa concreta. You Tube, en lugar de activar una comunidad preexistente con una identidad preexistente, había creado una de la nada. Había construido la red con sus sistemas, la había entrelazado con una realidad y unas creencias compartidas y luego la había entregado al mundo, todo ello en cuestión de días.

 

Ese mismo proceso llevaba meses produciéndose en EEUU. Eso había acelerado el ascenso de una aterrorizadora nueva extrema derecha y la había mezclado con las tendencias más extremas y peligrosas de las redes sociales. You Tube estaba haciendo con la política estadounidense una inundación con una derecha desbocada de su propia creación algoritmica.

 

Los negacionistas del cambio climático alemanes eran muy pequeños y troceados. En realidad, el único lugar donde podían intercambiar sus pensamientos y fusionarse y encontrar aliados era internet. Esos grupos no reflejaban comunidades del mundo real de un tamaño significativo. Eran nativas de la red; y, por consiguiente, estaban moldeadas por los espacios digitales que los habían nutrido. Los escépticos climáticos se reunían sobretodo en las secciones de comentarios de periódicos y de blogs. Allí se juntaban contestatarios disparatados y conspiracionistas, personas sin ningún contexto personal compartido más allá del deseo de registrar su objeción a la cobertura periodística sobre el clima. Aquello creaba una sensación de objetivo común. Y la ubicación de los comentarios de los periódicos-justo debajo del artículo- les daba una visibilidad inusual: eso hacía que los lectores diarios tuvieran una falsa impresión sobre la popularidad de esas personas, con lo cual allí pescaban grandes cantidades de nuevos adeptos.

 

La extrema derecha llevaba décadas allí. Pero en internet, ahora aparecía entretejida con círculo de las redes sociales que poco tenían que ver con l apolítica y se fusionaba para formar algo más grande, algo nuevo.

 

La red presentaba una nítida serie de agrupaciones, organizadas una al lado de otra, como el mapa de un metro. Por que el hecho de que los sistemas de You Tube analizaran y clasificaran miles de millones de horas de video en tiempo real y luego dirigieran a miles de millones de usuarios por la red con ese nivel de precisión y uniformidad era un hito tecnológico increíble, que demostraba la sofisticación y la potencia del algoritmo.

 

Los videos sobre política estaban aún más concentrados. El sistema había creado una superagrupación a partir de varias comunidades. Medios de comunicación alternativos, comentarios de centroderecha, extremistas de ultraderecha, universitarios neorracistas y teóricos de la conspiración con sombreros de papel de aluminio estaban todos conectados.

 

Usuarios que empezaban comentando solo un subgrupo de videos terminaban escribiendo comentarios en otros canales de la superagrupación. “Con el tiempo la red se hacía más densa y compacta”. A medida que a los usuarios se les dirigía por medio del algoritmo entre comentaristas de la derecha mayoritaria, conspiracionistas estrafalarios y racistas de sótano, empezaban a tratar esas páginas, antes alejadas, como parte de una comunidad unificada. Su comunidad. You Tube había creado una nueva “identidad colectiva”.

 

En agosto de 2017, varios centenares de manifestantes se dieron cita en Charlottesville, en Virginia. En las redes sociales donde se organizaron, llamaron a su acto “Unir a la derecha”. Su alianza tenía algo de particular. Grupos radicales con poca o nula vinculación hasta entonces se habían unido de repente. Llegaron seguidores en unas cantidades antes inimaginables, como si hubiesen aparecido de la nada. Muchos no formaban parte de ningún grupo, eran agentes libres que participaban porque si.

 

Resultó que la concentración y el grupo que había detrás se habían constituido en las redes sociales.

 

La derecha alternativa digital, aún cercana a sus raíces del Gamergate, estaba centralizada en una abarrotada subsección de Reddit llamada The_Donald.

 

Pero fue en Facebook donde el evento pasó de un encuentro de miembros de Reddit a convertirse en la presentación en sociedad del extremismo transversal.

 

La integración de la extrema derecha, de la que formaba parte la concentración de Charlottesville, “no la habían hecho los usuarios”, por lo menos no del todo, sino que en parte “se había creado mediante el algoritmo de You Tube”.

 

Como a muchos las recomendaciones de You Tube lo habían llevado, decía, primero a voces ultraconservadoras. Luego a nacionalistas blancos, más adelante a neonazis supuestamente irónicos y, al final, a neonazis auténticos.

 

Pocas veces lo que atraía a la gente era el odio. Más bien era contenido que apelaba a sentimientos de alienación o falta de sentido: la anomia. La verdadera causa de la infelicidad de los jóvenes: la sociedad pretendía desbancar a los hombres blancos del lugar natural en lo alto de la jerarquía social.

 

En sus videos Jordan Peterson abordaba, en medio de una esotérica filosofía jungiana, el malestar de los hombres jóvenes. Ofrecía consejos de vida (limpia tu habitación, siéntate erguido) junto con llamamientos contra la igualdad racial y de género porque ponían en peligro “el espíritu masculino”.

 

Buscar en You Tube “depresión” o ciertas palabras clave relacionadas con la autoayuda a menudo conduce a Peterson. La inusual duración de sus vídeos, de sesenta minutos o más, va de la mano con el impulso del algoritmo a maximizar el tiempo de visualización. Como también su método, al estilo de los curriculums universitarios, de serializar sus argumentos a lo largo de semanas, lo cual requiere volver para la siguiente clase y la otra. pero, por encima de todo, Peterson apela a lo que el sociólogo llama “privilegio ofendido”. Durante generaciones, los hombres blancos esperaban y recibían un trato prioritario y gozaban de un estatus especial. A medida que la sociedad fue avanzando poco a poco hacia la igualdad, esas ventajas , aunque siguieron siendo sustanciales, disminuyeron. Algunos homb

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