NEUROPOLÍTICA. HACIA LA MANIPULACIÓN TOTAL DEL CEREBRO

Neuropolítica.

Hacia la manipulación total del cerebro.

Por Miguel Ángel Ruiz

Igual que hubo una carrera espacial por llegar a la luna, ahora las potencias se disputan otra carrera. Esta vez el objetivo, no es poner una banderita en la luna, sino algo mucho más ambicioso: La carrera cerebral. Actualmente existe una encarnizada lucha por conseguir el modelo completo del funcionamiento de cerebro humano. Un logro que revolucionará la sociedad… y la política.

 

Hace años que estamos siendo testigos del ascenso y desarrollo de las neurociencias. Disciplinas como la medicina, la psicología, el arte o la economía, que podríamos denominar como clásicas y que tienen su foco de estudio en el ser humano, están experimentando profundas transformaciones al aumentar el conocimiento de la actividad cerebral y del funcionamiento interno del cerebro.

El cerebro es todavía un gran desconocido, y su forma de operar ofrece muchas incógnitas, sin embargo, este desconocimiento es mucho menos profundo hoy de lo que lo era hace dos décadas, por ejemplo. Existe una gran interés y una intensa labor de investigación en todo el mundo por comprender el cerebro, porque en el residen las grandes respuestas del comportamiento humano. Allí residen las incógnitas de lo que somos, de cómo sentimos y de cómo actuamos y percibimos, nuestra esencia.

Este tan codiciado saber ha generado una suerte de carrera “armamentística” entre alianzas de empresas y gobiernos para obtener un modelo completo del funcionamiento del cerebro. Este modelo, por ahora, no es completo pero constituye la piedra filosofal de todas las neurociencias. Participando en esta carrera por la conquista del cerebro encontramos por un lado a la Unión Europea, que ha creado el proyecto Human Brain Project con 1.100 millones de euros de  inversión, 150 laboratorios de investigación implicados y 6 plataformas con funcionalidades diferentes, lo que constituye todo un arsenal científico. El proyecto se ha separado en 6 grandes módulos. Por ejemplo, existe una plataforma  informática médica que comprenderá datos clínicos de todo el mundo, una plataforma de simulación del cerebro, otra de computación neuromórfica para crear hardware donde probar los “datos cerebrales” producidos y otra plataforma de neurorobótica que permitirá experimentar con robots virtuales controlados por modelos cerebrales desarrollados en el proyecto. El objetivo es harto ambicioso y permitiría tener un modelo informático totalmente funcional del cerebro humano que fuese al menos teóricamente trasladable a un hardware o robot virtual.

Al otro lado de la carrera por la conquista cerebral se encuentra EE.UU. invirtiendo 110.000 millones de dólares al año para un proyecto análogo llamado Brain Initiative (Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies) o también “proyecto de mapeo de la actividad cerebral”. Fue anunciada por Barack Obama en Abril de 2013 y está inspirado en el proyecto del genoma humano. Uno de sus principales financiadores es la temida agencia gubernamental de defensa DARPA aunque no la única.

Ambos proyectos esperan concluir con éxito en aproximadamente una década y aunque compiten directamente, cada proyecto trata de abordar el funcionamiento del cerebro con enfoques muy diferentes. Se trata de procesos sumamente ambiciosos, quizás, los más complejos que haya acometido la humanidad hasta ahora. En realidad estamos asistiendo a la construcción de un superordenador que emule al cerebro el cual es la máquina de computación más compleja que conocemos. No existe ningún sistema en el mundo que se le acerque en potencia de cálculo y además sorprendentemente consuma tan poco: apenas tanto como una bombilla.

Neurociencia, un mundo lleno de nuevas posibilidades.

La carrera cerebral está más que justificada, conocer cómo funciona el cerebro abre la puerta a todo un mundo de posibilidades, buenas y malas. Se podrán curar enfermedades como el alzheimer, el parkinson o la esquizofrenia. Las aplicaciones de la neurociencia son casi infinitas, y realizará aportaciones a todas aquellas ciencias en las que el elemento humano juegue un papel importante. Así, ya vemos como las bases de todas las ciencias sociales ya se están viendo afectadas. Neuroeconomía, neuromarketing, neuroeducación… todo lo humano es cerebral y por tanto se puede readaptar cualquier la disciplina explotando el conocimiento profundo del cerebro.

Expertos como Francisco J. Rubia Vila, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, van un paso más allá y afirman que la neurociencia va a cambiar la imagen que tenemos de nosotros mismos. Según Rubia Vila, el «Yo» es una creación cerebral que, no puede ser localizado en un lugar concreto del cerebro. Y que en realidad tenemos varios «yoes», y que la realidad exterior es también otra creación cerebral, por lo que puede decirse que el observador crea la realidad.

Por otra parte y no menos importante, es que la obtención de modelos informáticos del cerebro van a permitir que lo biológico y lo informático inicien un inexorable camino de convergencia. La informática conquistará el cerebro propiciando la unión del ser humano y la máquina. Cada vez más, lo humano se podrá entender en términos de computación informática y lo informático podrá conectarse e interactuar con lo neurológico y cerebral. En este sentido el cerebro es la gran «CPU» que hay que descifrar como si fuera simplemente el procesador de un complejo diseño informático.

Este conocimiento abre la puerta a unas posibilidades de manipulación de la experiencia humana sin precedentes. Por ejemplo,  un estudio coordinado por Charles S. Zuker, profesor de bioquímica y biofísica molecular y de neurociencia en el Centro Médico de la Universidad de Columbia, afirma que la sensación de dulce y amargo pueden manipularse en el cerebro. El estudio se realizó con ratones y demostró que existe un conjunto único de células en el cerebro que detecta cada sabor y aunque los receptores gustativos estén en la lengua, es el cerebro el que construye la experiencia, y por lo tanto, se puede manipular el cerebro para modificar el sabor de un alimento. Tan sólo es necesario conocer el mapa de cualidades gustativas del cerebro. ¿Se imaginan ustedes disfrutar del sabor de una tarta de chocolate gracias a un dispositivo cerebral sin ingerir ni una sola caloría?

Estas aplicaciones son tan avanzadas que prácticamente se podría hablar de «hackear» el ser humano, si utilizamos la jerga informática. Manipular el cerebro es como tocar el código de un programa: puedes hacerlo todo. En realidad quien oye, ve, huele, gusta y siente es el cerebro. Los órganos de los sentidos simplemente son «interfaces» al más puro estilo informático, que se los puede considerar «elementos pasivos», a diferencia del cerebro que es el que construye la experiencia.

El reto es como comunicarse y actuar sobre el cerebro de una forma no invasiva para influir en su funcionamiento interno, o al menos, en la manera que produce experiencia. Así, igual que en el símil informático existen dos procesos, muy parecidos a lo que se hace con la memoria de un ordenador: «leer» y «escribir».

Si bien el segundo proceso es infinitamente más complejo, en el primero, ya se han dado grandes pasos. Así por ejemplo, ya se pueden leer palabras en el cerebro simplemente escaneando su actividad, e incluso, se está trabajando (con cierto éxito) en la «telepatía» cerebral, es decir, la comunicación directa entre dos cerebros mediante internet. Un estudio publicado en Plos ONE en 2014, mostró que usando un interfaz cerebro ordenador (BCI por sus siglas en inglés), que es una especie de gorro con múltiples sensores, fue posible transmitir información de un cerebro a otro, concretamente desde Francia a la India. Lo novedoso del estudio es la posibilidad de conectar el cerebro con un ordenador y leer sus patrones de actividad y traducirlo en información efectiva, el resto del proceso, es decir, la transmisión de la información obtenida directamente del cerebro, se realizaba por internet mediante emails.

Estos dispositivos BCI, permiten también controlar una prótesis con la mente ofreciendo una solución tecnológica a personas para o tetrapléjicos con la médula dañada pero con el cerebro intacto.

En resumen, el conocimiento del cerebro ofrece un mundo de fascinantes e infinitas posibilidades para la humanidad. Pero también, abre la puerta a un mundo que puede ser terrorífico y que los neurocientíficos admiten, preocupados, pero a puerta cerrada. La neurociencia puede facilitar el inicio de una nueva era de manipulación social. En este sentido, hay una ciencia incipiente, que apenas está naciendo ahora y que transformará las luchas sociales: la neuropolítica.

Neuromarketing político

La neuropolítica surge de la aplicación de las neurociencias al ámbito político y es la disciplina que estudia los fundamentos cerebrales de la conducta humana en lo en lo político, es decir, trata de comprender el funcionamiento de cerebro en nuestra condición de ciudadanos, electores o activistas.

Hasta ahora, muchas fenómenos políticos y que son de sobra conocidos, se han explicado aludiendo a la «cultura política» de un país o región. Con el debido conocimiento, es posible que la neurociencia pueda explicarlo prácticamente todo, incluso rasgos de género, que se dan por sentado pero que no existía una explicación concreta a ello. Por ejemplo, siempre se ha sabido que las mujeres son más empáticas que los hombres, pero es gracias a la neurociencia que sabemos que las amígdalas de las mujeres funcionan de manera diferente.

Por el momento, la neuropolítica aún no ha revolucionado el mundo de la política, el estado actual de las investigación se basa más en ofrecer explicaciones cerebrales a fenómenos que conocemos que construir aplicaciones nuevas. Sin embargo este hecho, no debe restar importancia a las investigaciones. La neuropolítica trata de resolver preguntas que son fundamentales para la transformación política de nuestra sociedad. ¿Por qué un electorado prefiere votar partidos corruptos a partidos nuevos sin experiencia pero con historiales limpios? ¿Votamos más a un partido o al candidato? ¿funciona realmente la estrategia de los políticos de inaugurar (a veces sin acabar) obras poco antes de las elecciones? ¿por qué un político jamás pide perdón o reconoce un error? ¿por qué acaba resultando una buena estrategia traicionar a tus votantes, recortarles derechos y luego y pedir el voto? Existen otras muchas preguntas que son importantes para predecir la evolución política de los países y que hasta ahora no tienen una respuesta neurocientífica.

En realidad, ahora, lo que sí se usa y mucho, es el neuromarketing político. Ya hablamos de neuromarketing en AÑOCERO/283, disciplina que ha demostrado que las decisiones de compra se deciden antes en el cerebro de lo que nosotros llegamos a ser conscientes de ellas. Para acceder a las decisiones de compras en el cerebro y que, en muchas ocasiones, difieren con las opiniones conscientes de los consumidores, se usan diversas técnicas, tales como seguimiento ocular, galvanización de la piel, electromiografía y por supuesto escáneres cerebrales de Imagen por Resonancia Magnética funcional (IRMf).

El neuromarketing político utiliza estas técnicas para medir el impacto de los discursos y la imagen de los candidatos en el cerebro de los votantes. Es una política científica. Actualmente se gastan millones de dólares en diseñar «el político perfecto» que encandile al electorado y arrase en las urnas.

Tiene especial relevancia la imagen del político. La importancia de la imagen se reveló estratégica el 26 de Septiembre de 1963, fue durante el debate de los candidatos a la presidencia del EE.UU., Richard Nixon y Robert Kennedy. En aquel debate sucedió un hecho curioso que cambió la forma de hacer política para siempre. Los ciudadanos que siguieron el debate por la radio, opinaban que había habido un claro ganador: Richard Nixon. Sin embargo, la gente que siguió el debate por televisión estaban convencidos de lo contario, el claro ganador era Kennedy. Algo raro había pasado para que se produjeran estas opiniones encontradas, puesto que además eran millones de personas en cada grupo.

La respuesta es que Nixon, convencido de su mayor experiencia política, fue al debate sin cuidar su imagen, por el contrario, Kennedy, iba impecablemente vestido, asesorado de como se vería su imagen en las televisiones en blanco y negro de la época y luciendo un bronceado que le hacía ver más saludable que a Nixon, que además sudaba por los focos del plató de televisión haciéndole parecer más nervioso. El resultado es que electoralmente, Kennedy ganó el debate porque fue más gente la que lo vio por televisión. La política jamás olvidó la lección: en un debate la imagen es más importante que lo que se dice.

Así nació la telegenia, es decir, la cualidad de lucir bien en televisión, y actualmente  está tan sofisticada, que han cambiado la cultura política hasta el punto que el politólogo francés Bernard Manin habla de la Democracia de Audiencias. En esta forma de hacer política, los candidatos a presidencia no serían elegidos por su ideología, peso político o experiencia en el partido (que es importante sin duda alguna) sino por su desempeño en medios de comunicación. Así, la imagen, belleza, el ser un buen comunicador o la seguridad ante las cámaras serían los nuevos factores para escoger un candidato a presidencia. Eso explica que actualmente 3 de los 4 candidatos de las pasadas elecciones tuvieran en gran parte esos atributos: Rivera (C’s) y Pedro Sanchez (PSOE) son percibidos como hombres atractivos. Pablo Iglesia (Podemos) tiene una innegable formación y experiencia en medios de comunicación, especialmente en debates de televisión. Hasta el punto que la visión de Rajoy (PP) en una televisión de plasma supone una visión negativa del candidato.

Es posible que en la época actual, políticos de raza como Santiago Carrillo o Manuel Fraga, hubieran dado menos de si junto a los nuevos candidatos de la política de la imagen.

Manipulación lingüística y cognitiva

El reto de la neuropolítica es adaptar la política al funcionamiento del cerebro de los votantes. Ya no hay interés en convencerles racionalmente. La neurociencia ha demostrado que no somos seres racionales, más al contrario, seres emocionales y muy manipulables. Los nuevos asesores políticos saben que quien gana las elecciones no es quien más tiene que ofrecer al pueblo, sino quién más le manipula. Decía el filósofo neerlandés Spinoza que «los Hombres se creen libres porque ellos son conscientes de sus voluntades y deseos, pero son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al deseo y a la esperanza.” Frase que resume perfectamente los intentos de la política por manipular al electorado. El gran propósito consiste en anular la racionalidad, y eso se puede hacer, entre otras, de dos formas concretas que son dignas de estudio: la lingüística y la ciencia cognitiva.

Una forma de anular la racionalidad consiste en ofrecer información contradictoria al público. Esto se puede hacer de una forma burda y directa o mas sutilmente, creando un nuevo lenguaje. Ya en 1948, el novelista británico George Orwell, definía el término «neolengua» en su conocida obra «1984». Para Orwell, la neoglengua tiene el propósito de reducir la complejidad del lenguaje con objeto de simplificar el mundo conceptual de los votantes logrando así, que sean menos críticos. La degradación política del lenguaje que propone Orwell, hace que las palabras pierdan su significado y lo reemplacen por el de sus contrarios. Así: «La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza». La realidad es que la neolengua ha saltado de la ficción literaria para convertirse en realidad. Por ejemplo, el prestigioso lingüista y activista político, Noam Chomsky, ha asegurado en que en ocasiones, el lenguaje utilizado por el gobierno de EE.UU. persigue los mismos objetivos que la neolengua de Orwell, provocando que sea imposible exponer puntos de vista opuestos a la política estadounidense.

Este interés por de la retórica lingüística por la neolengua, ha alcanzado los ámbitos académicos. En España, se puede encontrar un libro muy interesante, publicado por José Manuel Martín Corvillo, doctor en Teoría de los Lenguajes por la Universidad de Valencia, que se titula: «Cronología de la neolengua española». El libro recopila términos de neolengua aparecidos en prensa española entre 2008 y febrero de 2015, analizando los impactos psicológicos de términos como austeridad, flexibilizar el mercado laboral, minijob, desaceleración, copago, externalización, tecnócrata, banco malo y vivir por encima de nuestras posibilidades. Estos usos constituyen, según los especialistas, toda una perversión del lenguaje pensada para significar cosas diferentes de los términos originales. Esta forma lingüística de manipulación hace que los ciudadanos acojan de buena forma, hechos o actos que son lesivos para sus intereses.

Otra forma de manipulación, en este caso cognitiva, viene de la mano de Geoge Lakoff,  investigador americano de lingüística cognitiva. Lakoff cobró popularidad tras un libro emblemático llamado «No piense usted en un elefante» (en referencia al símbolo del partido republicano). En este libro Lakoff explica y denuncia como el partido republicano, manipula a la opinión pública americana mediante los marcos cognitivos que son por otra parte, una forma sofisticada de manipulación y que en gran medida no ha salido del ámbito académico.

Para entender el proceso debemos explicar que es un marco cognitivo. Sería un modelo conceptual que nuestra mente usa o referencia en un momento concreto. Realmente, siempre estamos usando marcos, es más, pensamos usando marcos. Los seres humanos no manejamos todos los conceptos de nuestro cerebro a la vez, podríamos decir que cognitivamente, compartibilizamos esquemas de pensamiento. Por ejemplo, mientras jugamos al ajedrez, estamos en el marco ajedrez y sólo usamos los conceptos asociados a este: «jaque mate, peón, alfil», etc. Más tarde si, emprendemos una tarea de bricolaje, cambiamos de marco y por tanto de mundo conceptual. «Martillo, sierra, madera». Podríamos decir que nuestro cerebro usa un horizonte limitado de conceptos a la vez.

Lakoff se ha dado cuenta que el lenguaje puede suscitar marcos cognitivos y así interesadamente, se puede limitar los conceptos con los que piensa el electorado. De hecho, el título del libro es un juego de marco cognitivo. Al decir «no pienses en un elefante», automáticamente el lector pensará en dos grandes orejas, una larga trompa y un gran animal de color gris. No se puede escapar al marco. Es una forma de inducir la dirección de pensamiento.

La gran aportación de Lakoff, es que analizó los discursos de la política americana y se dio cuenta que los republicanos, una y otra vez recurrían al marco del «padre estricto». En palabras de Lakoff un padre estricto «cree en la necesidad y el valor de la autoridad, que es capaz de enseñar a sus hijos a disciplinarse y a luchar en un mundo competitivo en el que triunfarán si son fuertes, afirmativos y disciplinados”. Y resultó que esa idea del padre estricto que mira por el bien de sus hijos y sabe lo es mejor para ellos, funcionó de maravilla sobre el electorado estadounidense. Pero era un engaño, una artimaña para imponer medidas de otra forma impopulares. El padre estricto no quería lo mejor para sus hijos, sino invadir Irak, establecer una precariedad laboral, bajar los impuestos y destruir el estado del bienestar. Lakoff propone una forma de escapar a estas nuevas formas de manipulación sutiles: «Puesto que el lenguaje activa los marcos, los nuevos requieren un nuevo lenguaje. El cambio de marco, es cambio social”.

Aparte, existe un amplio abanico de otras formas de manipular al electorado y que la incipiente neuropolítica está estudiando. Por ejemplo, técnicas de vincular la identidad del individuo a la identidad del partido para que se sienta atacado si atacan al partido, es decir, construir una identidad gregaria. Pero no nos quedemos en el presente, tratemos de anticipar que posibilidades tiene la neuropolítica y cómo será la manipulación política del futuro.

El futuro de la neuropolítica: Cercenar la ultima libertad del ser humano.

Una de los grandes cambios de paradigma que está trayendo la neurociencia reside en que la pretendida libertad humana es un mito. La neurociencia está indagando en los procesos de toma de decisiones del cerebro y la perspectiva no son esperanzadoras: no somos libres, sino esclavos de nuestro cerebro y de los factores que nos llevan a decidir una cosa u otra. Conociendo estos factores, se pueden influir sobre las decisiones humanas, y eso destruye el espejismo de la libertad.

En realidad, la neurociencia ha diseccionado el comportamiento cerebral llegando a entender los resortes que nos hacen tomar decisiones. Así, se sabe que una persona compra, vota o elige sólo aquellos elementos que consiguen activar nuestro sistema de recompensa cerebral. De una manera muy simplificada, puesto que el proceso completo es ciertamente complejo, se podría decir que si el cerebro responde a un estímulo liberando dopamina que es un neurotransmisor que se suele asociar con el placer y que suministra sentimientos de  gozo y refuerzo, entonces se realizan actividades y a tomar decisiones en positivo. Compramos un producto o votamos a un candidato, si estos consiguen la liberación de dopamina en el cerebro.

Aún cuando los procesos neuroquímicos son complejos, la lógica cerebral es sencilla, si el cerebro activa sus resortes de placer, la persona decide en positivo, lo cual redibuja todas las estrategias de la neuropolítica. Ya no queremos convencer votantes, ni realizar encuestas, el nuevo foco es provocar la actividad cerebral. Esta sería la estrategia estándar de conseguir votos que está derivada directamente de los procesos de decisión de compra heredados del neuromarketing.

En cambio, el conocimiento futuro del cerebro puede tener otras aplicaciones más siniestras. Actualmente se están realizando diversos estudios que aplicados para el control del ser humano, y entendidos como estrategias masivas, podrían dominar amplios sectores de la sociedad. Veamos algunos.

Un estudio de la Universidad de Granada han demostrado a través de una serie de experimentos que es posible inducir decisiones mediante señales subliminales enviadas al cerebro.  En palabras de una de las autoras del estudio: «existe amplia evidencia proveniente del campo de la Psicología Experimental y la Neurociencia Cognitiva que muestra cómo información de la que no somos conscientes influye en nuestro comportamiento”. ¿Recuerdan efecto «Cocacola» de publicidad de los años 50? Esto sería una evolución del mismo, pero vinculado no, a la psicología experimental sino a la actividad cerebral.

Otro estudio de la École polytechnique fédérale de Lausanne (EFPL) en Suiza, concluye que la ansiedad puede reducir la capacidad de competir en sociedad y hacer que aumente su capacidad de subordinarse socialmente a otros. La utilidad del estudio para una élite hegemónica es evidente: puede ser interesante o productivo generar ansiedad sobre clases proletarias y dominadas. Otro problema es encontrar los mecanismos de reproducir esa ansiedad (¿medios de comunicación alarmistas?), pero teniendo claros los objetivos, el proceso de diseño de la dominación se simplifica.

Así, muchos más estudios se encadenan ofreciendo posibilidades de subyugar a la sociedad. Por ejemplo, el estudio cerebral de la apatía nos ofrece nuevas pistas. ¿Interesa una sociedad apática? En qué se diferencia un cerebro de una persona apática de una que no lo es. Y así, interesadamente o por prueba y error, se puede diseñar todo  un diccionario de prácticas que manipulen y condicionen al ser humano.

Otro estudio realizado en la universidad de Vanderbilt en Tennessee (EE.UU.) por René Marois, ha demostrado que el castigo y la culpa residen en lugares diferentes del cerebro y que en un experimento en el que los participantes tenían que decidir si un acusado era culpable o inocente y elegir un castigo para él, se reveló que si se estimulaba una determinada zona concreta del cerebro de los participantes, entonces estos elegían penas y castigos significativamente más bajos que los elegidos por el grupo de control. Esto es como haber encontrado el resorte para el indulto y la reducción de penas en el cerebro. ¿Le pueden encontrar alguna utilidad? ¿Se imaginan técnicas de amnistía o indulto inducidos? Falta la forma efectiva y sutil de aplicarlo, pero la tecnología ya existe. Ciertamente, aún, todo es un poco de ciencia ficción, pero es indudable que se están sentando nuevas bases de manipulación humana.

Otro estudio de realizado por el instituto Karoliska en Suecia concluye que puede crearse dolor aprendido mediante imágenes subliminales dirigidas a sujetos. Es decir, se puede forzar a una persona para que sienta dolor al ver una determinada imagen, produciendo malestar cuando la ve repetidas veces, aunque no sea consciente de ello. El estudio es curioso porque alude a un proceso de condicionamiento al estilo de Pavlov pero inconsciente. Las posibilidades de manipulación en prensa y televisión son evidentes. Aún cuando no se pueda inducir dolor físico al ver una imagen, se puede construir el rechazo por un candidato que no interese al poder o a los medios de comunicación. Las personas no sabrán que es, pero ese candidato, simplemente «tendrá algo que no les gusta». Y eso, en neuropolítica, es una derrota electoral.

Neuroética

Entre los profesionales de las neurociencias, empieza a haber cierta alarma por las posibilidades de control social y subyugamiento de la sociedad que están dibujando las emergentes disciplinas neurocientíficas. Ya se habla de neuroética que sería la moral aplicada al dominio del cerebro y se postula ya como una rama de la filosofía moral y la ética.

Según, Carlos Belmonte del Instituto de Neurociencias de Alicante y experto en los mecanismos del dolor y del funcionamiento del cerebro, en el futuro “leeremos y manipularemos el cerebro como queramos”. Y es que las posibles aplicaciones son tantas que la neurociencia requiere ya urgentemente una regulación. Aunque no debemos confundirnos: Incluso en el caso en el que se regule el uso de la neurociencia y haya prácticas que sean constitutivas de delito, eso no hará desaparecer los abusos y la utilización negativa de sus posibilidades, de la misma manera que actualmente está prohibido circular a más de 120 Km/h y sin embargo constituye una práctica habitual. La prohibición no protegerá de los peligros de la neurociencia y lo único que puede frenar el impacto negativo sobre la ciudadanía, es que está sepa, conozca y sea consciente de las técnicas de manipulación existentes.

En cualquier caso, el futuro es incierto. Por ejemplo, ahora se estudia la formación de recuerdos, incluso existen modelos matemáticos que explican el proceso. La memoria tiene una importante participación en el aprendizaje. Se puede resumir que el almacenamiento de un recuerdo (o de un aprendizaje) se concreta al fortalecerse conexiones neuronales que antes no existían. El modelo, si bien aún no es comprendido del todo, abre la puerta a manipular los recuerdos de una persona o a intentar que una persona no forme recuerdos bajo ciertas circunstancias. Impedir que una persona forme recuerdos puede ser sinónimo a robar parcelas de su vida y a cometer todo tipo de prácticas abusivas. Sin duda, un codiciado secreto para servicios secretos. ¿Recuerdan la luz roja de la película «Men in Black»?

También se teoriza que si la personalidad reside en el cerebro, ¿sería posible manipularla o influirla mediante electroestimulación? Evidentemente esto aún es ciencia ficción, antes haría falta un modelo completo de cerebro, que sin embargo y como decía, abre la puerta a muchos interrogantes y posibilidades inquietantes. Como todo, la neurociencia es una herramienta, que puede ser usada para el bien o para la dominación social. La respuesta, aún está por escribir.

Miguel Ángel Ruiz

¿Lo sabías?

Es sabido que nos cuesta reconocer los propios errores y que somos mucho más críticos con los errores de los demás. La neurociencia, ha demostrado que las personas que se creen «superiores» a la media, lo hacen porque tienen una mayor actividad en las zonas de su cerebro que se denominan «córtex orbitofrontal» y «dorsal anterior córtex cingulado». Poco a poco, la neurociencia, va construyendo las bases científicas la personalidad.

 

¿Porque somos de izquierdas o de derechas?

Gracias el estudio neurocientífico de la política, se sabe que la tendencia ideológica es fruto del la constitución del cerebro. Así, según un estudio del University College de Londres medido en un grupo amplio de jóvenes, se detecta que la gente de derechas tiene mayor grosor en los tejidos de la amígdala cerebral y la gente de izquierdas presenta, en cambio, un córtex cingulado anterior de mayor tamaño.

Según la neurofisiología cerebral, la amígdala cerebral está relacionada con la capacidad de reconocer amenazas, que en las personas conservadoras parece estar más desarrollada que en las progresistas. Así, los conservadores son más sensibles cuando se enfrentan a situaciones de incertidumbre o nuevas, lo que podría explicar que elementos como la homosexualidad, la inmigración o cambiar la estructura de la sociedad les genere más rechazo que a los progresistas.

Por el contrario, el córtex cingulado anterior, está relacionado con la capacidad para decidir y resolver informaciones contradictorias. Y haría que estructuras clásicas como las religiones doctrinales, la monarquía sean más rechazadas por los progresistas que por los conservadores. Además, los progresistas, debido a su amígdala cerebral menor, serían más propensos a aceptar retos y riesgos o a incorporar novedades a sus vidas que los conservadores.

En cualquier caso, concluye el estudio, que todavía no es posible predecir la inclinación política de una persona viendo únicamente las imágenes de un escáner cerebral porque también influyen factores ambientales.

 

Efecto bandwagon y underdog en política.

 

Aunque la neurociencia carece de un modelo completo de funcionamiento cerebral, la neuropolítica, está buscando justificaciones a efectos conocidos en política clásica y que sabe que funcionan, aunque no se sepa porqué exactamente a nivel cerebral. Un ejemplo de esto, son los efectos bandwagon y underdog. El primero está relacionado con el efecto de «arrastre» que hace que la gente opte por hacer algo votar un partido, comprarse un coche o ver una serie solo al recibir la información de que «mucha gente ya lo ha hecho». Este efecto se usa mucho en publicidad y en marketing político. Les suena la frase: «Miles de personas ya lo han hecho». Este efecto explica que mucha gente vote a los grandes partidos políticos o que prefiera a los grandes equipos de fútbol.

Por otro lado, el efecto underdog, sería un efecto psicológico opuesto al primero y hace que la gente tome partido por aquellas opciones que no son apoyadas de forma masiva por otras personas. Por ejemplo, existen grupos de música que a veces, toman la simpatía y son seguidos por personas pero que dejan de seguirlos una vez que llegan a tener cierto éxito y pasan a ser conocidos. En política este efecto, hace que el convencimiento de una derrota segura provoque un repunte de resultados por el «voto de simpatía». Sea cuales sean las causas neurológicas de estos comportamientos, lo cierto es que ambos efectos se utilizan como estrategias de relaciones públicas.

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