BIODESIGUALDAD: LA DESIGUALDAD FINAL

 

BIODESIGUALDAD: LA DESIGUALDAD FINAL

Escrito por Condolezza Rice

Al albur de los recientes descubrimientos y avances de la Ciencia se están proponiendo como realistas y posibles nuevas técnicas que redefinen el envejecimiento de los seres humanos como un proceso patológico conceptuando el veterano anhelo de inmortalidad en parámetros biológicos.

La posibilidad de saltos cualitativos en el hallazgo de nuevas terapias que permitan sobrevivir a los procesos de caducidad de las entidades biológicas simples y prolongar considerablemente la vida de los organismos de que forman parte ha generado diversos debates sobre cómo resolver problemáticas sociales que dichas aplicaciones plantean. Uno de ellos, carísimo para las sensibilidades igualitarias en conflicto con las actuales tendencias privatizadoras de bienes relevantes como la salud pública o el bienestar colectivo incompatible con la indignidad de la pobreza, reside en la accesibilidad selectiva o más progresivamente universal de las nuevas terapias. Así, se pone sobre la mesa una nueva estratificación y polarización social de ciencia ficción, la más poderosa que jamás haya existido.

Las nuevas tecnologías de trasplante y clonación de órganos, la edición genética humana, la investigación con células madre, los mecanismos de fecundación extra sexuales y otras vías de investigación biológica poseen la característica inicial de su exorbitante coste, lo que descarta, a medio plazo, su aplicación universal. Este efecto estratificador en el acceso a vidas más provectas se extremaría ante la posibilidad de su extensión ilimitada. Sólo los más idóneos, cierta categoría de individuos, podrían conservarse, abrogando la tradicional colectivización de la supervivencia de la especie, y ahondando la desigualdad en el acceso a la vida mejor, actualmente y en la práctica, atributo de ciertas individualidades por méritos o herencia altamente valorados económicamente. Los ricos no solo existen y viven mejor, sino que podrían perpetuarse negando de facto las anteriores posibilidades al resto de sus congéneres. La autoafirmación individual que supondría la inmortalidad prestada por la Ciencia opondría dramáticamente a poderosos y desvalidos de todas las categorías de desigualdad vigentes aboliendo la calidad igualadora de la propia naturaleza y desarrollo vital constituidos por la reproducción, maduración y muerte del ciclo humano. La biodesigualdad en que las luchas de clases hallarían su última justificación constituirían la culminación del sistema de dominación que se ha ido perfeccionando a través de la Historia y la Historia enseña la cualidad de todos los criterios temporales de desigualdad como arbitrarios y al servicio de sucesivos individuos carentes de sensibilidad social y dominados por una voluntad autoafirmadora antisocialmente narcisista.

Frente a la inmortalidad como privilegio de los poderosos más narcisistas aparece la pobreza como sinónimo de muerte. La conciencia de que la desigualdad es criminal se manifiesta actualmente de forma estadística y no como el argumento de ciencia ficción anterior en un futuro aún incierto. Conceptos vigentes hoy en día como la esperanza de vida o la calidad de vida, en general, son índices mejorables para la mayoría de la Humanidad con la única condición de recortar privilegios excéntricos insultantes a la conciencia fraternal humana y un cambio de política científica y técnica. Se baraja una política de la igualdad que propondría la asignación de recursos no a la industria de dominación sino a la de salud y desarrollo pues tan importante como el avance de la Ciencia es la democratización de sus aplicaciones. Frente a la biopolítica de dominación que perpetúa la coexistencia del privilegio y la barbarie como dos caras de la misma moneda, un mundo dividido entre poderosos y desvalidos, es posible la ecología humana que fomenta la solidaridad y la fraterna convivencia con la exigencia del desarrollo humano que hace real y posible una Ciencia no encaminada a la dominación. De momento la Ciencia sirve más a designios autodestructivos de dominación y biodesigualdad que a los referidos de fraternidad universal y desarrollo humano de las mayorías embrutecidas y alienadas, pero nuevas posibilidades de emancipación empiezan a ser.

Este siglo XXI, hay desatada una brutal guerra de clases en que los ricos están ganando por goleada pues la tendencia de las clases populares es a perder poder y seguridad. Decía la frase del Western crepuscular que cuando te matan te quitan todo lo que tienes y todo lo que puedes tener. Pero, cuando te aniquilan, destruyen todo lo que eres y todo lo que puedes ser. Eliminado el sexo natural y la capacidad generadora de humanos autónoma de la Ciencia, y ésta en manos económicas, e individualizada la supervivencia de la especie, los ricos eliminarán, profundizando la necro política actual, a los menos afortunados. Ahora se elimina a los inútiles para el Sistema (ancianos, enfermos, discapacitados). La eugenesia darwinista social de los ricos conscientes afirma que hay que eliminar piadosamente a los débiles sociales que por vejez, enfermedad o inmoralidad son parásitos de la sociedad. Así, los remanentes serán más vitales, sanos y dignos a la vez que funcionales al sistema. Las mayorías sociales engañadas, entretenidas y hechas adictas al sistema verán reducido su pan y circo hasta un número sostenible con la necesidad de los ricos. Los ricos son el resultado de la violencia eficaz(dominación) que conlleva un aprovechamiento de los dominados (explotación del trabajo o riqueza económica) y, a ciertos niveles, compra la inmunidad legal y, ahora, la inmortalidad del ser (la posthistoria). El coste de la vida de un rico que se alarga por la edad sumada de la existencia de varios pobres y por su trabajo de varios multiplicantes más implica este antagonismo ontológico entre los ricos y los pobres. Por eso los ricos saben que han de reprimir violentamente a los pobres que intuitiva o conscientemente estén al día de los exactos términos del estado y guerra de la cuestión social. Y el arma de los pobres resistentes será, a su vez, la violencia. Un mundo sin muertos naturales no es un mundo sin asesinos que mueran matando antes que morirse engañados.

Por eso, el Cambio Climático, es una excusa tomada al vuelo de las viejas teorías eugenésicas de los sumamente acaudalados que odian naturalmente a la chusma que consideran un gasto inútil salvo si les enriquece. Los magnates preguntan a sus gurús conferenciantes quién les protegerá con lealtad a toda prueba cuando llegue el “evento”. Cuando caiga el sistema capitalista mundial quién protegerá sus vidas. Pues el Sistema económico mundial va a caer, ya está previsto. Pues entre ricos y pobres, hay una extensa zona gris de mercenarios que ejercen la violencia que no están dispuestos a ejercer los ricos en su propia defensa por implicar arriesgar su preciada vida. Los pretorianos verán llegado su momento. La única posibilidad de los ricos es constituirse en líderes de sectas que con un reclamo excelso y humanista totalmente falso, religioso, político, de salud, etc consiga adeptos mercenarios fanáticos que den la vida por ellos. Desde nacional-socialistas, tele-evangelistas, médicos milagrosos, feministas, etc. Porque los que van a morir lo harán matando cada vez más y derrumbado el orden político, económico y social los ricos temen encontrarse a merced de las turbas violentas.

En mi opinión y salvo la posibilidad de algún enclave de conscientes que resuelva el problema de la supervivencia la cuestión social tiene un marcado carácter delincuencial. La única alternativa viable al Sistema político y económico son las organizaciones criminales. La guerra de guerrillas por sobrevivir de los delincuentes pobres con su sociedad paralela. Por supuesto, no es mi opción. Pero la disidencia legitimadora del Sistema ya no va a ser necesaria y una alternativa real sistémica muy difícil. Roma no paga a traidores, pero la Cueva de Alí Baba tampoco. Espero equivocarme felizmente.

 

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