PAZ A LOS HOMBRES, GUERRA A LAS INSTITUCIONES

PAZ A LOS HOMBRES, GUERRA A LAS INSTITUCIONES

La estructura de poder del “Estado profundo” está “tan fuertemente entrenada, tan bien protegida por la vigilancia, la potencia de fuego, el dinero y su capacidad para cooptar la resistencia que es casi impermeable al cambio” Mike Lofgren en “Anatomía del Estado Profundo”

 

El lema revolucionario anarquista del título hacía referencia a que si el fin de la revolución es el de lograr la transformación del amor entre los seres humanos, no había de caerse en el error de personalizar en los opresores la lucha, en el gran teatro social desgraciados actores, sino combatir las instituciones que constituían la opresión, y así eliminar de raíz la lucha de todos contra todos, inaugurando la obra de teatro de la igualdad, la libertad y la fraternidad humanas. Por ejemplo, ¿de que sirve matar a Hitler si iba a continuar el hitlerismo encontrando un mero sustituto que acaudillara el Tercer Reich? Como dice la obra de teatro clásica “La Celestina”, la muerte de un hombre, a unos acrecienta la hacienda y a otros da la libertad, es un mero vaciado de posición social, una transmisión de propiedad.  Lo que venía a decir el refranero con lo de “A rey muerto, rey puesto”. Lo revolucionario es “desnazificar”. ´Ultima cuestión concreta e histórica que se ha hecho mal. Por ello, y porque la impotencia política actual se desvía hacia la renazificación evitando la lucha contra los verdaderos poderes ocultos de nuestra terminal Civilización, reflexionemos en que ahora no tropezamos por segunda vez con la misma piedra sino con el abismo.

Los procesos de expresión de la indignación y el malestar por las condiciones sociales de una manera políticamente efectiva tienen un peligro. Es el peligro de que se vuelvan políticamente ineficaces al no centrarse en los aspectos estructurales, sino solo “en los de arriba”, es decir, en los aspectos personales. Cuando se trata de cuestiones políticas y sociales, la perspectiva de limitar la visión a “los de arriba” e indignarse por la forma en que nos engañan, defraudan y explotan está muy extendida: “los de arriba” son moralmente degenerados, mentirosos y destacadamente preocupados por su propio beneficio, ellos son los autores: nosotros, en cambio, sólo somos sus víctimas.

Obviamente, esta atribución de culpas es comprensible y totalmente justificable. Pero, al ser compartida por la mayoría de la población de una u otra manera, sin que esto se refleje en los resultados de las elecciones democráticas de una forma correlativa, deberíamos reflexionar sobre si la eficacia política de dicha perspectiva  no es muy limitada. El que no llora no mama, pero a una madre , no a cualquiera que le lleva en brazos.

Quejarse sobre “los de arriba” solo pasa por alto la naturaleza del verdadero problema en cuestión, es decir, las causas estructurales  e institucionales del Capitaloceno y su destructividad e inhumanidad.

Por tanto, desde el punto de vista de las élites gobernantes, incluso se desea que la población se entusiasme con la avaricia de los banqueros, la mediocridad de los políticos, la corrupción intelectual de los periodistas o la crueldad y el sadismo de los torturadores- osea, con características de las personas que son precisamente el producto de condiciones estructurales más profundas y en cuyo contexto representan rasgos calificativos-, y, con ello, se pierden de vista las causas estructurales e institucionales y, por lo tanto, los verdaderos centros de poder. Por lo tanto, nuestra tarea urgente es comprender estas condiciones estructurales.

Por tanto, hay que asimilar y comprender la naturaleza y los objetivos reales del Sistema. Pero también debemos observarnos a nosotros mismos y preguntarnos por qué no reaccionamos ante un sistema de pensamiento totalitario de consecuencias tan destructivas con la justa indignación moral y las correspondientes consecuencias de acción directa a nuestro alcance. Mientras las élites mandantes tengan mucho más conocimiento de nosotros, de nuestras determinismos naturales, de nuestras inclinaciones y de nuestra vulnerabilidad a la manipulación que nosotros, podrán ejercer una forma de dominación invisible contra la que difícilmente podremos defendernos. Mirarnos a nosotros mismos significa al mismo tiempo reconocer que somos nosotros los responsables de nuestras acciones e inacciones y de la sociedad en la que vivimos.

Si no queremos que se acabe la Historia- ahí nos lleva la realpolitik del Capitaloceno- debemos asumirnos como seres históricos, con una responsabilidad histórica, autónoma y radical. Si no eres tu, ¿quién?; si no es ahora, ¿cuándo? Menos mirar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Menos delegar y más ganarse la vida y tener un futuro.

Alfredo Velasco

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