LA MEDICINA OFICIAL (ALÓPATA) EN UN “CUL DE SAC”

LA MEDICINA OFICIAL (ALÓPATA) EN UN “CUL DE SAC”

Contrariamente a la creencia general, la verdad nunca sale a la luz. El error introducido en el medio público no  sale jamás. Las opiniones se transmiten hereditariamente, como la tierra: se construye sobre ella, se acaba haciendo una ciudad, y se finaliza haciendo la Historia. Rémy de Gourmont, Epilogues

Esta pandemia, bautizada como Covid 19, nos ha mostrado la cara oculta de la medicina alópata. Ha puesto de manifiesto, entre otras cosas, la realidad del sometimiento de una gran parte de los ciudadanos del Planeta a los designios de las multinacionales farmaceúticas, pero sobre todo este virus ha puesto de manifiesto tanto el estado de salud de la población en general, como el estado de salud de la propia medicina oficial. Mi propósito en este artículo es analizar el desarrollo de la medicina a partir de la segunda i8tad del siglo XIX, partiendo de las teorías de Anatoille Béchamp, por un lado y del otro de las teorías de Louise Pasteur.

Si el siglo XVIII fue caracter5izado como el siglo de las luces, el siglo XIX debería de ser caracterizado como el siglo de las sombras o de la oscuridad. Con el imparable ascenso de la burguesía en Francia a partir de la Revolución Francesa y su posterior extensión por toda Europa a través de los ejércitos napoleónicos, el siglo XIX consolidó tanto su dominio en términos económicos, instaurando el sistema capitalista y dando nacimiento a la revolución industrial, como en el político, estableciendo un sistema que sería la base de su poder: la democracia parlamentaria.

Tampoco la medicina escapó a esta sugestión de una civilización nacida con la revolución industrial y al fin aceptó adentrarse en las tupidas redes de la industria, elevando la salud a la categoría de negocio. Un negocio muy rentable, por cierto. La teoría mocrobiana, que pasteur desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX, tuvo inmediatas repercusiones en la medicina del momento-especialmente en lo referente a la pasteurización de la leche o sus derivados y a las vacunas  y en particular la vacuna contra la rabia(1)- consiguiéndose indudables éxitos en el tratamiento de diversas enfermedades. En un análisis superficial se podría pensar  que esa fue la razón de que las teorías de Béchamp, diametralmente opuestas a las de Pasteur(2), fueran ignoradas. Sin embargo, los motivos fueron mucho más prosaicos e inconfesables. Entre ambas teorías no había posibilidad de un punto intermedio y la fuerza del desarrollo industrial exigía “necesariamente” una teoría que le suministrase  la base necesaria para integrar en la misma al ser humano. Este era el último eslabón de una cadena  que sometía a la Humanidad a los logros de una producción masiva  de medicamentos que la librasen del secular peligro de la enfermedad.

Con esto se lograban dos objetivos: por un lado supeditar el ser humano a los avances en la investigación de los laboratorios farmaceúticos, con lo cual se lograba industrializar la enfermedad y por otro despojarle de su condición de ser autónomo, organismo vivo en relación con su entorno, para convertirlo en una máquina, en un organismo que al igual que cualquier otra máquina industrial podía ser desmontada y reparada por partes.

“La parcelación médica es , cuando menos, muy cómoda. El especialista que suprime tal lesión, transfiere el testigo al colega correspondiente en el momento en que otra afección sobreviene inmediatamente. De ese modo, todo conocimiento y responsabilidad se diluye en el curso de la transferencia”.

Por otro lado, mediante este proceso de industrialización, se convierte a la medicina- y a la ciencia en general- en una técnica y debe, por tanto someterse a los dictados de la misma.

“En este autocrecimiento la Técnica hace un llamamiento a la Técnica: en su desarrollo plantea problemas eminentemente técnicos, que por eso mismo no pueden ser resueltos más que por la técnica. El nivel actual incita a un nuevo progreso y este nuevo progreso aumenta, al mismo tiempo, los inconvenientes y los problemas técnicos, además de exigir también nuevos progresos.

O dicho de otro modo: “todo lo que esta medicina se esfuerza en sanar se agrava y tal aceleración exige la multiplicación de médicos, hospitales, industrias farmaceúticas y el presupuesto de las naciones. Estamos en presencia del descarrilamiento de una locomotora agotada, de la cual muchos prefieren ignorar quién la conduce.

El médico anarquista Isaac Puente, uno de los pensadores ácratas más brillantes-y no sólo en medicina- mediante la observación y la experimentación, nos proporciona un valioso método para analizar los trastornos del organismo vivo, intentando no caer en dogmatismos perniciosos. Me hubiera gustado llevar a cabo un estudio exhaustivo de sus aportaciones teóricas en el campo de la medicina, pero eso me hubiera apartado del objetivo que me indujo a escribir este artículo que es –ya lo he señalado- analizar los mecanismos que han hecho y hacen posible que determinados hechos, considerados por muchos verdaderas barbaridades, sean considerados verdades científicas incuestionables, aunque me centraré especialmente en dos de estos hechos: el envenenamiento masivo, ocurrido en España en el inicio de la década de los ochenta del siglo pasado, conocido como “síndrome tóxico” y el descubrimiento, algunos años más tarde, de lo que se ha dado en llamar “síndrome de inmunodeficiencia adquirida”, es decir, el SIDA.

No obstante, señalaré algunos de los aspectos del pensamiento de Isaac Puente en torno al problema de la enfermedad, porque sus análisis nos proporcionan elementos inestimables para tratar de entender el desarrollo de lo que hubiera podido ser un debate serio. Ante todo, Puente intentó en todo momento huir de apriorismos y prejuicios que dificultaban un análisis sereno de los fenómenos que le interesaba investigar. Fue sobre todo su mirada crítica  y sus experiencias clínicas lo que le condujo a modificar de modo radical sus convicciones basadas en la medicina oficial. En un interesante cruce de opiniones con el doctor Fontela de Montevideo afirma con respecto a la causa de las enfermedades: “ Por mi parte, no había llegado nunca a manifestarme contra el dogma microbiano; pero hace mucho tiempo que no me satisfacía. La clínica y la terapeútica me han proporcionado  muchos argumentos en contra, Haciéndome dudar de la ciencia de Pasteur. Las ideas del distinguido doctor Fontela, satisfacen plenamente mis dudas, y me proporcionan una convicción en el asunto que voy a tratar de exponer aquí”.

Su exposición concluye con estas significativas palabras: “Los gérmenes microbianos no deben ser mirados como causa, sino como efecto de la enfermedad. No es a ellos a quien hay que atacar, sino al desequilibrio orgánico, o a la impureza humoral  que les brinda condiciones para vegetar”.

Insistiendo en este tema, para el doctor Puente de vital importancia, advertía: “Tenemos que reaccionar médicos y público contra  este absurdo pánico que solo estragos ha producido hasta la fecha. Queriendo librarnos de los gérmenes nocivos, hemos artificializado más aún nuestro medio y nos hemos privado también de los gérmenes protectores(…) Hemos topado con dos estupideces: una, la de querer exterminarlos con desinfección y desinfectantes sin hacer nada por que el medio les fuera adverso, sino al contrario. Otra, la de librarnos de la infección, haciéndonos la ilusión de que nos apartábamos del microbio huyendo de los enfermos”.

Por ello no se cansaba de denunciar siempre que lo consideraba oportuno los errores de la medicina oficial: ”La Medicina se ha metido en una falsa ruta al pretender curar una enfermedad  combatiendo solamente al microbio, y sin tratar de reparar en el organismo atacado el trastorno bioquímico primordial. De aquí, la ineficacia de sus remedios, demostrada por el número infinito de los mismos. Pero se ha metido en una más falsa ruta, además, si orientar la Sanidad en el sentido ingenuo de destruir los gérmenes microbianos por medio de antisépticos. Ninguna especie animal es posible aniquilar  por tal procedimiento”.

Pero, ¿mediante qué mecanismos  puede la ciencia-y la medicina en particular- adentrarse por enrevesados vericuetos que la niegan? Isaac Puente nos ofrece algunas de sus reflexiones  en torno a tan espinoso asunto que es también lo que ha motivado este trabajo: El médico, si hemos de juzgar por el modo como hoy ejerce su profesión, no responde a su prestigio lírico, de espíritu comprensivo y hermano del que sufre. Predominan demasiado dos tipos de etismo rebajado: el médico-funcionario, que se adapta a cualquier actividad con tal que le asegure el condumio, y aunque hayan de sacrificar su independencia de criterio o la honradez de su conciencia, y el médico-mercader, que explora sus conocimientos con la misma disposición  del que vende garbanzos”. Y por lo que respecta  a la medicina, afirma: “La Medicina, ni como institución, ni como colectividad, cumple con su papel de prevenir la enfermedad, cultivar y hacer respetar la salud y laborar por el perfeccionamiento y el bienestar del ho0mbre. En la sociedad capitalista, existen muchas causas morbosas, y muchas enfermedades dependientes del régimen económico injusto. La Medicina las acepta, como si se tratase de hechos naturales, y lejos de protestar y rebelarse  se aplica a atemperarlas o a disminuir  la proporción y alcance de sus estragos. En lugar de propugnar la adaptación de la sociedad al bienestar del hombre, sacrifica al hombre en beneficio del orden social”.

Efectivamente no se solucionan los problemas, simplemente ignorándolos o tratando de paliar sus efectos negativos. Tal como sugiere el médico de Maeztu, la única salida posible seria la revolución de las ideas y devolver a la ciencia la independencia que nunca debió perder. Pero a ello se oponen, desde luego, tanto los convencionalismos sociales como una cierta adecuación al orden social establecido, el cual ha conseguido sobre todo que procuremos  ignorar aquello que sabemos, porque nos han convencido de lo inútil de cualquier esfuerzo para tratar de resolver problemas  que escapan a nuestra capacidad de iniciativa.

“La subversión ha de alcanzar a todo. No puede librarse de ella la Medicina, convertida hoy en ciencia dogmática  y en institución amparadora del orden establecido, al que defiende con el arma de su autoridad  científica a cambio de la “carta blanca” que proporciona el título y de la  consideración social de primer orden, que otorga el ejercicio, liso y llano de la profesión”.

Aunque, como señala Puente, en determinados círculos se hubiera admitido una estrecha relación entre ambos factores determinantes de la enfermedad: “Reaccionando algo contra la microbiomanía(que concedía una importancia exclusiva al microbio en las enfermedades), hoy se tiende a aceptar que el despertar, como la marcha de las enfermedades, depende de dos factores, del microbio y de nuestro organismo(…) Entre la Medicina social y el Naturismo hay siempre esta pugna interminable. La primera, trata de atribuir siempre el papel primordial al microbio. El segundo concede mayor importancia al organismo”, lo cierto es que la dicotomía siguió vigente. Al igual que en nuestros días sigue persistiendo, porque a pesar de que  parece bastante generalizada la tendencia a considerar el microbio como necesario, Pero no suficiente para causar una enfermedad, se sigue actuando como si éste fuera el único elemento causal.

Por desgracia el doctor Isaac Puente fue asesinado por los militares sublevados y su pensamiento-al igual que el de otros muchos-abortado.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la tendencia de la ciencia- y de la medicina, no olvidemos que lo que mejor funciona de ésta es el taller- a convertirse en una técnica se aceleró y consumó en muy poco tiempo. A partir de ese momento, los problemas planteados solo podrán ser resueltos técnicamente con todo lo que ello supone. Además, la producción de medicamentos se intensificó, especialmente a raíz del descubrimiento de la penicilina y ya pocas enfermedades escaparon al uso masivo de los mismos. Había por fin comenzado la definitiva guerra a muerte contra los microbios.

Aunque nada tenga que ver con ellos, lo ocurrido en España a inicios de la década  de los ochenta del siglo pasado y bautizado con el nombre oficial de “síndrome tóxico”, si tiene relación para calibrar y analizar el grado de dependencia de la medicina, tanto como de la ciencia, en este espinoso asunto que afectó a más de veinte mil personas. (3)

La confusión en la investigación de las causas que produjeron el envenenamiento masivo fue la tónica general en los primeros momentos, hasta que se logró encontrar el responsable idóneo del mismo-el aceite de colza desnaturalizado-, el cual no respondía a las preguntas básicas que se hicieron algunos investigadores que se mostraron contrarios a aceptar la tesis  oficial. Además de la abundante documentación generada, no hace muchos años apareció en España un libro que recogía con sumo rigor la evolución de las investigaciones, haciendo hincapié en la falsedad de la tesis oficial.  La aparición de este libro-traducido del francés- mereció un comentario de un tal A. F.-S en el suplemento de libros de “EL País”, que es en sí mismo suficientemente elocuente:

“El envenenamiento acaecido en  España entre 1981 y1982 fue producido, según las autoridades, por la adulteración de aceite vendido de forma ambulante. Pero esta explicación no aclara nada: ni por qué murió gente que con toda certeza  no probó nunca tal aceite ni cómo sobrevivieron todos los que sí lo consumieron. Se trataba así de camuflar  la responsabilidad de la fusión criminal de la industria, el Estado, la investigación y la medicina. Este libro no sólo desmonta una a una las justificaciones de los expertos estatales, sino que eleva la denuncia  a la totalidad de las condiciones existentes: intereses de la industria, abdicación de la crítica, servilismo de los media y la justicia, etcétera”.

Mucha mayor gravedad reviste el fenómeno que pocos añpos después iba a sumir aq unaq gran parte de la humanidad en la angustia y la desesperación. El denominado “Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida(SIDA)”, es la más ambiciosa operación de marketing que nunca se haya puesto en marcha, además de muchas otras cosas. Veamos algunas definiciones:

“El sida es uno de los actos de psicoterrorismo mejor planeados que se haya podido inventar el sistema económico científico occidental, ideado, en gran parte, por la industria farmaceútica, los estilos de vida modernos y la ceguera política y apoyado por los medios de comunicación que generan censura a investigadores que tienen otro enfoque acerca de la enfermedad”.

“Estudio el SIDA desde hace 16 años como científico y me he dado cuenta  que el SIDA no tiene que ver mucho con la ciencia, y ni siquiera es un problema específicamente médico. El SIDA es un fenómeno sociológico que se mantiene con ayuda del miedo. Este miedo causa una especie de Macartismo médico que ha transgredido y hecho estallar todas las reglas de la ciencia, y que sigue cebando al público vulnerable con una mezcla de superstición y pseudociencia”.

Nos encontramos ante otro caso muy similar al del “síndrome tóxico”, pero a gran escala, solo que aquí si interviene un  microorganismo bautizado con el nombre de virus de Inmunodeficiencia Humana(VIH) en el cual la ciencia y la medicina se supeditan de manera incondicional a la técnica, en este caso la de los laboratorios farmaceúticos. Pero lo más significativo de todo este entramado sociológico es la estructura  de las respuestas que se han dado a las tesis oficiales. Salvando las distancias, todo parece indicar que hemos vuelto a los tiempos más oscuros de la Edad Media, cuando el conocimiento tenía que refugiarse de la persecución oficial-en aquel caso de la Iglesia principalmente- en prácticas que fueron bautizadas con el nombre de brujería.

Los disidentes de la versión oficial-tanto si son científicos o médicos acreditados, como investigadores sociales- son perseguidos o condenados al ostracismo y desde luego, está excluido todo tipo de  debate que no acepte previamente dicha versión, etc. Sin embargo, lo más curioso es que una gran parte de la disidencia ha tenido que utilizar vehículos de expresión que están en las antípodas de lo que se considera como científico, ya que sus trabajos son recogidos por revistas esotéricas. Una de estas revistas no dejaba pasar la oportunidad de poner de manifiesto esta paradójica contradicción:

“muchas personas se extrañarán del hecho de que ciertos temas médicos estén siendo ampliamente tratados por una publicación como “Más allá de la Ciencia”, cuyo campo no es precisamente la medicina convencional. Pero lo verdaderamente anómalo no  es que “Más allá de la Ciencia” informe sobre este tema, sino que del mismo no se encuentre en los últimos años ni el menor rastro en publicaciones científico-médicas”.

Por otro lado, algunos médicos que han recorrido el camino de Damasco, se han visto derribados de su pedestal y la luz cegadora les ha hecho vislumbrar la verdad, sin embargo, por razones que se nos escapan, han tratado de explicar su conversión con un lenguaje casi esotérico., reapareciendo de nuevo la dicotomía Pasteur-Bechamp en su prístina pureza. Con todo, hay que reconocer que la doctora Ghislaine Lanctot no ha vacilado en exponerse a  que las iras de la medicina oficial caigan sobre ella por sus denuncias  de las instituciones que según ella perpetúan el asesinato médico, en especial la Organización Mundial de la Salud(OMS). ¿Es llegado el momento de que la única salvación posible del mundo sea la venida de un nuevo profeta? Sería triste, aunque no es menos cierto que uno de los factores principales de la perpetuación de este estado de cosas es la sumisión generalizada a las instituciones en general y a las sanitarias en particular.

Como no podía ser de otro modo, casi todas las revistas que se sitúan en la vanguardia de la crítica, dedican un espacio, más o menos extenso, a valorar algunos aspectos de la realidad médica que están sometidos a fuertes críticas, por ejemplo, el caso del sida. Si9n embargo, después de una o, a lo sumo, dos incursiones, dejan el asunto de lado y se dedican a criticar otros aspectos de la realidad que acaparan su atención sin importarles  ya un pepino qué es lo que sucede con su crítica anterior. Es el triste destino de una crítica fagocitada  por el mercado mundial que exige, para no verse superada por la velocidad de los hechos, pasar de un asunto a otro sin pérdida de tiempo.

Antes de entrar a analizar la actual crisis médica, señalaré algunos de los mecanismos sociales-ya los hemos insinuado a lo largo del trabajo- que hacen posible que hechos de tan grave trascendencia, en los cuales estamos todos involucrados, pueden tomar carta de naturaleza y decidir el destino de millones de personas.

Según mi opinión, una de las razones que les sirven de fundamento es la supeditación de la medicina-y la ciencia en general- a la técnica. No cabe duda que ello ha posibilitado la extensión de los conocimientos a todo el planeta, pero al mismo tiempo ha extendido  también la posibilidad de la manipulación  a gran escala gracias al desarrollo técnico, pero sobretodo ha supeditado a médicos y científicos a los dictados de la industria, la cual no admite-ni puede admitirlo- la más leve vacilación a la hora de  tomar una determinación, especialmente si ésta redunda en beneficio de la misma. Esta pérdida de independencia  obliga a cerrar los ojos ante hechos inadmisibles que de otro modo sería inconcebible que pudieran ser tomados en serio, porque de lo contrario se corre el peligro de perder los privilegios y ser condenado al anonimato.

Cómplices necesarios de todo este proceso son los Medios de Formación de Masas(MFM) cuyo servilismo podemos constatar nosotros mismos. Basta con que nos tomemos la molestia de analizar qué intereses defienden y cuál ha sido su posición estos últimos años respecto a los problemas que atañen a un amplio número de la población y en el cual están involucrados los intereses de las grandes compañías.

Y por último, un importante número de la población que ha hipotecado su autonomía a cambio de mendigar una cierta seguridad y exige respuestas absolutas de forma inmediata. Unas respuestas que sólo existen en su imaginación, pero que los poderes constituidos no dudan en proporcionárselas, aunque las mismas no sean más que absurdos sin sentido.

Todo ello conforma nuestra sociedad, basada en el terror, el miedo y la muerte y sus múltiples combinaciones, y de la cual ha desaparecido prácticamente el espíritu crítico que se ve obligado a refugiarse en las catacumbas para no acabar sucumbiendo bajo el peso de la estupidez. Cuando a finales de 2019 y principios de 2020 empezaron a detectarse casos de una especie de gripe muy virulenta, comenzaron a implementarse los mismos métodos que ya se habían puesto en funcionamiento en otras ocasiones. Se pusieron en marcha toda clase de mecanismos  para que la versión oficial de la pandemia se difundiera sin obstáculos, mientras que las voces críticas que surgían por doquier eran sistemáticamente silenciadas.

Como es lógico, las empresas farmaceúticas, oliendo el negocio, se pusieron a trabajar sin descanso para el diseño de una vacuna que nos inmunizara del terrible peligro y en un plazo increíble surgieron varias de ellas, que rápidamente se pusieron a la venta. Y aq partir de aquí, comenzaron las imposiciones para neutralizar a aquellos que se negaban a ponérselas, hasta el punto de chantajearlos ideando un pase de vacunación para poder viajar o entrar en un restaurante a comer, etc., mientras se insultaba a los que se sometían a ella, llamándolos rebaño, es decir, borregos.

Siimultáneamente, surgieron una serie de ensayos críticos con las medidas extremas que se estaban llevando a cabo. Uno de estos ensayos fue publicado en 2021 de la mano de tres autores. Paz Francés, José R. Loayssa y Ariel Petruccelli. Hablando del “bullying” a los científicos disidentes, afirman: “desde el principio de la pandemia, las voces críticas han sido silenciadas sistemáticamente. Se evitó la exposición de perspectivas críticas en los grandes medios, o se las expuso en una proporción insignificante. Incluso se recurrió a la censura abierta(abundan los casos en You Tube, Facebook, Researchgate) y a desacreditar a los críticos  cuestionando su falta de “experticia”( como sucedió con una carta pública aparecida en Uruguay que fue desestimada bajo el argumento reduccionista de que no eran médicos o epidemiólogos). Cuando el “disidente” tenía una considerable notoriedad e impecables credenciales científicas que volvían imposible la simple ocultación o la censura, los ataques han sido despiadados”.

Nada que no supiéramos ya. Como es lógico, este extraordinario libro-y supongo que muchos otros- ha sufrido también la censura: en la Feria del Libro Literal, que se celebra cada año en Barcelona, autodenominada “Fira d ´idees i llibres radicals”, la presentación de este libro fue suspendida pocas horas antes por presiones de sus patrocinadores. La publicación “El Salto”, también de ideas radicales y que busca la transformación social, prohibió una reseña de este libro, etc, etc. en esta crisis social, las actuaciones de la llamada izquierda ha sido patética.

Por mi parte, pregunto: ¿Se ha estudiado por qué hay personas que son inmunes a este virus? ¿Se han calibrado las consecuencias que podrían padecer estas personas inmunes, si se les suministra la vacuna?

Y por último: ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que en los años setenta del siglo pasado exigiéramos una sanidad realmente pública, es decir, autogestionada? En el reloj de mi corazón, siglos.

  • Sin entrar en valoraciones que no estoy acreditado para sostener, existen científicos que han negado la existencia de una enfermedad llamada rabia, por ejemplo el doctor Millicent Morden.
  • “Para Pasteur, todo microbio posee una identidad propia(dogma pasteriano de la forma única de los gérmenes vivos), nace de unos padres y permanece idéntico a ellos, siendo su forma estudiada, reconocida y consagrada  por los descubrimientos de los sabios. Además, cada “microbio patógeno  es el agente único de una determinada enfermedad”(Es uno de los principios enunciados por Koch sobre el origen de las enfermedades virulentas).¡Tan sólo ve un aspecto de las cosas! Béchamp, sin negar la posibilidad de la infección microbiana, prueba que el microbio no ha sido creado “ab origine” por un Dios malvado, sino que proviene de la misma enfermedad, por descomposición-o degeneración- de las células animales o vegetales. Esta es la diferencia que separa las concepciones de los dos sabios. Y ésta es esencial”.
  • Como ya señalé más arriba, no estoy acreditado para hacer afirmaciones categóricas respecto a la medicina, pero ello no es obstáculo para llevar a cabo un análisis de las opiniones vertidas sobre los que si lo están. En el caso del “síndrome tóxico”, como en el otro hecho que analizaremos después, había de dar una respuesta categórica que la ciencia no puede dar en ningún caso, ya que ésta se basa en la duda razonable, pero la técnica si puede darlas, ya que una de las características básicas de la misma es su afirmación incuestionable. Por ello se buscó dar una respuesta técnica  que estuviera en consonancia con los  intereses económicos que están en la base de nuestra sociedad.

GIMENO(Publicado en la Revista “Al Margen” Nº121 Primavera 2022)

Share