La corrosión del trabajo decente en España
Albino Prada, Consejo Científico de Attac. Publicado originalmente para infoLibre.
Desde hace cuatro décadas se han venido acelerando procesos de externalización y deslocalización de muchas actividades económicas, lo que ha hecho disminuir el empleo directo en las grandes empresas. Si a ello sumamos el galopante proceso de digitalización y automatización que se ha desarrollado en paralelo, no es extraño que se haya producido una notable metamorfosis del trabajo y de las relaciones laborales. Y no necesariamente positiva.
Al menos si reparamos en los mensajes de las patronales de los países más ricos del mundo: el mantra es que todo eso y más es necesario para competir con las economías emergentes asiáticas. Trabajar más, con menos derechos y cobrando lo mismo, o menos.
Que esta metamorfosis está siendo poco favorable para el trabajador explicaría que en el año 2015 la Organización Internacional del Trabajo tuviese que recordar el preámbulo de su Constitución en 1919 (¡de hace un siglo!) sobre el concepto de trabajo decente:
“… aquel que contempla una duración máxima de la jornada de trabajo, garantía de un salario vital adecuado, protección contra las enfermedades y accidentes laborales, pensiones de vejez e invalidez, protección de niños y adolescentes y de los intereses de los trabajadores migrantes, el principio de igual salario por un trabajo de igual valor, y la libertad sindical…” (OIT, 2015: 4)
Ya en ese reciente informe se detallaban algunos atributos del trabajo decente que paso a evaluar para la España previa a la pandemia. Pues me temo que a pesar de los excepcionales esfuerzos del actual Ministerio de Trabajo es más que posible que salgamos de la pandemia de 2020 —con suerte— con la misma vieja normalidad (y ya sería mucho y bueno). Veamos.
Atributos del trabajo decente
Uno de los síntomas del deterioro del trabajo decente según la OIT sería el incremento del trabajo que no es ni a tiempo completo ni permanente. Así, a escala mundial: “Entre los trabajadores asalariados en su conjunto están apareciendo nuevas dinámicas; menos del 45% de los trabajadores asalariados tienen un empleo a tiempo completo y permanente, y la tendencia parece ser hacia la baja” (OIT, 2015: 8).
Si para el año 2019 cuantificamos en España (con datos del INE y del SEPE) el empleo temporal, los ocupados a tiempo parcial y los desempleados sin prestación contributiva, llegamos a una cifra próxima a los ocho millones y medio de trabajadores: nada menos que un 42% de los trabajadores asalariados españoles no tendrían un trabajo decente. Los parados sin prestación contributiva informan de la regresión en la cobertura de las prestaciones de desempleo y su duración. Otro atributo del trabajo no decente (OIT, 2015: 27).
Buena parte de este trabajo no decente lo es sin percibir un ingreso suficiente: “en el mundo, el 60% de los jóvenes trabajan sin contratos estables y reciben menos del salario mínimo” (OIT, 2015: 12). En el caso de los jóvenes muchas veces sin contrato alguno. Siendo así que tal volumen de trabajo no decente estaría detrás de un riesgo de pobreza entre los trabajadores españoles que supera en muchos puntos la media europea (CES 2021: 539 y 541).
También las tasas de riesgo de pobreza son crecientes entre los ocupados españoles según pasamos de ser uno fijo, a temporal, a autónomo o a desempleado (OIT, 2015: 23-24). Sobra decir que este deterioro se agrava según el género y el origen del trabajador (OIT, 2015: 16-19 y CES 2021: 543).
Otro atributo clave, que se combina en buena medida con los anteriores para esta implosión del trabajo no decente (que casi siempre supone la evaporación del concepto de jornada laboral semanal), es el de la desalarización. Al respecto dice la OIT:
“En varias economías avanzadas se ha registrado una tendencia hacia la disminución de la proporción del empleo asalariado, que se aparta de la evolución histórica. En cambio, están creciendo el trabajo por cuenta propia y otras formas de empleo que quedan fuera del ámbito de los acuerdos suscritos tradicionalmente entre los empleadores y los trabajadores asalariados” (OIT, 2015: 8).
Para esta crucial mutación me limitaré a resumir lo sucedido en este último año en mi sucursal bancaria. De contar con tres trabajadores asalariados de la entidad se ha transformado en una agencia de la misma entidad pero ahora con cuatro empleados autónomos. Trabajadores por fuera del convenio laboral y con retribuciones y horarios mucho menos favorables. No dudo que la entidad ha ahorrado en costes laborales mientras así se engrosan las filas de continuos ajustes de plantilla del sistema financiero español.
Civilizar el capitalismo no es comunismo
Finalizo ya. La progresión del trabajo no decente en España previa al inicio de la pandemia en 2020 ya venía siendo más que preocupante. Sucede que la pandemia está siendo manejada por no pocos empresarios y directivos como una nueva oportunidad para profundizar en esa dirección (vía teletrabajo, falsos autónomos, economía irregular, devaluación salarial, precarización extrema, chantaje ante un riesgo agudo de desempleo por deslocalización, etc.).
La corrosión del trabajo decente consiste hoy en vender teletrabajo y trabajo a tiempo parcial como truculentas alternativas neoliberales a una necesaria y rotunda reducción de la jornada laboral (que se considera sacrílega).
El actual equipo del Ministerio de Trabajo no solo tiene que enfrentarse a una lamentable herencia histórica de corrosión del trabajo decente, sino también a quienes no ven problema alguno para continuar agravando esa herencia. Siempre en nombre, y con la coartada, de la productividad y la competitividad.
Las regulaciones del teletrabajo, de la contratación temporal o de los llamados falsos autónomos van en la buena dirección.
Porque es inmenso el deterioro acumulado que debemos superar para recuperar la senda del trabajo decente. Una senda que está muy lejos del comunismo y del socialismo, que es apenas civilizar el capitalismo, salvar el capitalismo de los capitalistas depredadores. Por tanto lo que otrora era socialdemocracia. Aunque hoy, cuando los otrora socialdemócratas han abrazado el centrismo neoliberal, los apóstoles de la corrosión de las relaciones laborales por el libre mercado confunden interesadamente el querer civilizar el capitalismo con el comunismo.