La Revelación(Cuento de Alfredo Velasco)

LA REVELACIÓN

Mis amigos aborrecieron mi poesía, pues desnudaba mi alma a la lluvia de espejos que fue la vida que me devoraron. Tan íntimos fueron mis sentimientos puestos en común que, su ojeada, corrompía el ser humano que era por un monumento de arena mientras subía la marea. Deconstruí la historia de mi amistad y, los recuerdos incompletos, la soledad habitada, borraron el querer con ellos desintegrando sus hitos.

Y, buscando el límite, cayó un ángel del Séptimo Cielo. Su caída, tan suave, con temor y temblor suficiente para augurar la delicadeza de su misión me edificó el planeta hundido bajo las aguas. Pero la ciencia construyó una antena que asaltó la luna como un puente entre el planeta azul y la luz deshabitada. Y la antena grande atacó los espacios galácticos para posar la huella del mal como especie maldita que había arruinado la casa común antes que buscar otras. Pero era un futuro falso, un engendro del no ser, del mal, del pecado colectivo de soberbia. Sólo la aniquilación total del ser nos esperaba. Así, que vuelto a la esperanza, el ángel hizo quedar la elección del Plan de Salvación del Dios Padre del Tercer Cielo. O me sumaba o me desintegraba. El anatema del ser anunciado que no podía concebir, pues pensaba que el pasado lleno era también tiempo que pintaba el espacio, me hizo dar el paso al frente de mi propia salvación. Empecé la espera de nuevas conexiones que desvelaran los pasos que guiarían mi existir hacia la gloria.

¿Salvarnos, de qué? De nosotros mismos. De la extinción, de la aniquilación. ¿Para qué? Para ser testigos, vivir para ver. ¿Por qué? Por ser, por vivir bien, por hacer lo correcto, por arrastrarnos por el tiempo rozando el espacio y llenando de nuestro espíritu el Universo. Vivir para amar a Dios. Dar testimonio de Él entre nosotros. Usar la cuchara para sorber la sopa. Y volar sin desprender los pies del suelo. Y soñar despiertos en otros mundos que tengan al nuestro en el centro. Y besar la patria, el solar originario, el umbral de la eternidad. Trenzar la cuerda con perlas de cuentas de acontecimientos, atravesando fronteras,viajando al sol, palpándonos el vestido de fiesta, brindando por salud, multiplicando las voces infantiles, laborando el planeta y los cielos, siendo agua y teniendo siempre sed, cambiando para ser los mismos, perdiendo lo viejo para conquistar lo nuevo. Y la magia será la labor de nuestro sudor, y el encanto la sangre de nuestro mundo, y la maravilla el sello de nuestro mensaje, recordando las sombras, la ignorancia, la pérdida, la insensibilidad. Hasta el fin de los tiempos se produce un descubrimiento, una revelación, unos apuros, unos sobresaltos que pecharán nuestra existencia hacia el infierno o la gloria.

Alfredo Velasco (4-1-2022)

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