LA LIBERTAD ANARQUISTA. UNA CONDICIÓN COMPARTIDA Y SOLIDARIA

LA LIBERTAD ANARQUISTA. UNA CONDICIÓN COMPATIDA Y SOLIDARIA

La palabra anarquía tiene una dimensión polémica porque evoca una condición en la que no hay autoridad, jerarquía ni orden social vertical. Esta idea “política” no es nueva ni moderna. Aristóteles, cuando habla en su Política de la democracia ateniense, dice que “no quisiera tener ningún gobierno” porque es propio del hombre libre “vivir como quiera” (VI, 13176). “Arjé” en griego significa dominio; es un término utilizado, por ejemplo, por Tucídides, que en la “Guerra del Peloponeso” lo define como la relación de dominio que Atenas establece con los componentes de la Liga de Delos.

Gobierno basado en el consenso o en la fuerza

Los atenienses y su líder, el gran Pericles, eran conscientes de ejercer una suerte de dominio, ese “arjé” que los traductores llaman a menudo imperialismo, aunque el de Atenas era un imperialismo exclusivamente marítimo. Jenofonte relata un diálogo entre un joven Alcibíades y Pericles sobre el tema del consenso. La diferencia entre tiranía y democracia consiste en el hecho de que la segunda se basa en el consenso de todos los ciudadanos, mientras que la tiranía se rige por la fuerza. A su vez, sostiene Alcibíades, el consenso se fundamenta en la persuasión, es decir, en la libre adhesión. Alcibíades pregunta a Pericles si la democracia, cuando no consigue persuadir a todos los ciudadanos, es decir, lograr un consenso pleno, puede llegar a ser y definirse como una tiranía.

La reflexión de los griegos se fija en algunos puntos importantes, que encontraremos también en el debate político moderno: la primacía basada en ola fuerza genera jerarquía y dominio, que se convierten en sinónimos. El dominio se impone, no s basa en el consenso, genera contrastes entre quienes no han sido “persuadidos”, es decir, no comparten las líneas de un gobierno que ven como extraño y hostil. Dominio y autoridad, por tanto, no son sinónimos: el primero evoca la fuerza y la constricción; la segunda el consenso y la adhesión libre. La propia autoridad no se impone, pero existe y se tiene una autoridad solo cuando es reconocida.

El no gobierno, condición del hombre libre

Aristóteles identifica el gobierno político con una forma de esclavitud y el no gobierno con la condición del hombre libre, que lo es, precisamente, porque no tiene un amo. La anarquía se puede definir también como la teoría política que expresa la crítica más radical y condena el dominio del hombre sobre el hombre y, en consecuencia, toda forma de poder jerárquico basado en el no consenso, el no compartir y la no aceptación por parte de quien es gobernado.

Podría parecer una frontera neta e insuperable, pero en realidad estamos todavía en el terreno  de la afirmación de principios, que corren el peligro de derretirse como nieve al sol si pensamos, por ejemplo, que regímenes tiránicos y criminales como el nacionalsocialismo tuvieron un consenso masivo, de casi cien millones de alemanes. El consenso tiene valor solo si es expresado por un hombre libre, no adoctrinado ni manipulado, por un hombre cultivado, con un pensamiento crítico, con la capacidad de asumir una postura personal, no homologada. Un sistema político y de vida fundado en la libertad debe necesariamente calar en este tipo de persona; un sujeto cosmopolita, inconformista, volitivo, capaz de desarrollar y experimentar una personalidad libre. Esta condición  no debe ser solo de uno o de algunos, de una parte de la sociedad, sino que debe poder extenderse a todos: una sociedad de libres que estimule y ayude a cada individuo a desarrollar sus potencialidades y a forjarse una personalidad libre. Una sociedad política sin gobierno centralizado, jerárquico y permanente. Una sociedad libertaria, como la de la democracia griega, se basaba, para Aristóteles, en el principio y la praxis de “gobernar y ser gobernado por turnos”; es decir, en la democracia directa que preveía un continuo intercambio en los papeles de gobierno.

La igualdad como libertad compartida

El hombre libre, por tanto, es libre de cualquiera forma de gobierno que se configure como dominio, sea ejercido por un dios o por el mejor de los hombres. Esta forma de libertad no se puede configurar solo como una dimensión pasiva, privada, únicamente como una forma de liberación; ser libre de esto y de lo otro debe de significar también ser libre de estos y de los otros, ser capaces de autogobernarse, de ser dueños de la propia vida. Este tipo de opción enlaza con un hombre capaz, cooperante, participativo, solidario. Bajo esta perspectiva, la libertad tiene sentido solo si es compartida, si se conjuga con la igualdad. La forma mas elevada de igualdad para un libertario consiste en compartir la libertad.

Sostener que el anarquismo tiene “una idea exagerada de libertad” es solo una frase, en algunos aspectos incluso desorientadora porque no implica la verdadera cuestión, no define por qué la libertad debe considerarse un valor y no un límite.

Toda teoría anárquica de la vida considera la libertad como un valor fundamental porque tiene una visión positiva del ser humano, de sus capacidades de autogobierno sobre bases cooperativas y solidarias. El anarquismo se caracteriza por eso que yo defino como un “optimismo antropológico”, por la idea de que el hombre es un “zoón politikón”, un animal sociable que tiene como destino natural la vida en sociedad. El anarquismo se toma en serio esta visión y atribuye a todos los seres humanos tal prerrogativa, más allá del propio Aristóteles que, de manera contradictoria, justifica la esclavitud. Más allá de las propias democracias que, como la griega, reconocen igualdad y libertad solo al “club de los ciudadanos”.

Los críticos de la libertad en nombre de la seguridad

Solo si estamos convencidos del hecho de que todos los humanos son sujetos sociables, al menos en potencia capaces de autogobernarse a través de lo que Kropotkin define como apoyo mutuo, la libertad asume un valor positivo. Se convierte en el instrumento natural, la expresión adecuada de la sociabilidad, que si es libre para expresarse, partiendo de presupuestos y fines solidarios y cooperativos, crea relaciones libres y una sociedad en la que la salvaguarda del individuo y la funcionalidad de la sociedad combinan bien. Por el contrario, muchos sostienen que el pueblo, la “masa” está compuesta en gran parte por gente borrica, ignorante e irracional, desprovista de técnica política. Esta teoría es típica de la ideología aristocrática o elitista, que querría una minoría en el gobierno, la de “los mejores”.

También tenemos la tesis de pensadores como Hobbes, que sostiene que el hombre es un animal agresivo, similar a un lobo, y que si no se disciplina rígidamente la libertad producirá solo agresividad y guerra. Para él sería deseable no la libertad sino el poder absoluto, que mantiene a la fuerza la convivencia pacífica. La libertad, según estos dos planteamientos, es peligrosa si se generaliza, porque produciría confusión y desorden, “anarquía”, o incluso una conflictividad  permanente entre los hombres, que por naturaleza son todos agresivos, todos lobos.

La libertad anarquista como condición compartida y solidaria

Desde la perspectiva anarquista, la libertad individual encuentra el natural corolar4io en la libertad de todos porque, como recuerda Bakunin en un fragmento recientemente retornado de manera puntual pro Natale Musarra, yo soy libre sólo si los demás son libres. La libertad de los demás no es un límite sino una condición esencial de mi libertad por la naturaleza relacional y social que el anarquismo atribuye a la sociedad humana.

Para el anarquismo es importante la centralidad de las relaciones y su tutela junto a la salvaguarda de las partes individuales, no un ejercicio “exagerado” de la libertad, que fácilmente puede arrojar a la lógica de la potencia, para la que el más libre solo es el más potente y viceversa. Es esta la visión de un cierto libertarianismo de matriz anglosajona, o del autodenominado anarcocapitalismo que groseramente entiende los presupuestos anarquistas como ausencia de vínculos y de tutela, reconociendo como única igualdad la de la selva, en la que el león y el antílope están colocados en el mismo plano, “libres” de interactuar.

La libertad anarquista es la condición generalizada y solidaria típica de individuos capaces  de interactuar sin fundirse, de socializar sin renunciar a la propia originalidad específica.

Enrico Ferri(“Sicilia Libertaria”)

(Artículo publicado en la revista “Tierra y Libertad” nº386 marzo 2022)

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