LA GUERRA COMO SOLUCIÓN FINAL

La guerra como solución final
02 jun 2022
No a la guerra.
Ni Rusia, ni la OTAN: SOLO LA GUERRA DE CLASES
LA GUERRA COMO SOLUCIÓN FINAL

No a la guerra. Ni Rusia, ni la OTAN. Ni Putin, ni Borrell. No a la guerra significa no tomar bando por ninguno de los adversarios enfrentados. Al ciudadano de ayer, hoy indigente porque le han destruido la casa, asesinado a sus familiares y dejado sin papeles, ni trabajo, ni ciudad, le da igual que el verdugo haya sido pro ruso o pro ucraniano. No a la guerra.
No hay guerras justas o injustas. No hay guerras de agresión o defensivas. Sólo hay guerras irracionales de destrucción masiva. E1 1 % de la población mundial concentra la mitad de la riqueza total producida en el planeta. La desigualdad no para de crecer. Esa guerra social por la igualdad y el reparto equitativo de los recursos es la guerra de clases.
El capitalismo se ha convertido en un sistema OBSOLETO. El capitalismo ha entrado en una fase de decadencia, y la actual crisis tiene un carácter estructural. No estamos ante una clásica crisis de sobreproducción. Se da, hoy, una crisis del proceso de valorización del capital y, por lo tanto, de las relaciones de producción capitalistas, que no garantizan ya la reproducción de la fuerza de trabajo. Aparece un enorme ejército industrial de reserva (global) a causa de la insuficiente absorción de la fuerza de trabajo en el proceso de producción capitalista. La tasa de plusvalía es cada vez menor y tiende a decrecer.
La economía real es sustituida por una economía virtual, fruto de una enorme especulación financiera descontrolada y desregularizada, que provoca un abismo insalvable con la economía productiva, con el consiguiente riesgo de crisis financieras y depresión económica.
Irrumpen las guerras imperialistas por el control de los mercados, de las fuentes de energía, de las materias primas y unos recursos naturales limitados. La guerra emerge como solución económica inmediata a la crisis de la demanda, esto es, la guerra entre potencias como única solución a las crisis internas de todos los protagonistas enfrentados. La tasa de plusvalía es el motor del sistema capitalista; un motor que se ha averiado.
La masiva destrucción de mercancías, fábricas, ciudades, países y población suponen un reinicio o “reset” del sistema capitalista, que en la posguerra ve cómo se ha restablecido la tasa de plusvalía. El motor del sistema vuelve a funcionar.
Sólo hay dos salidas: guerra o revolución. La guerra como solución final del capital y la revolución como solución del proletariado.
Las élites capitalistas, tanto en Rusia como en Estados Unidos y Europa, ya tienen la solución preparada. No se trata de ninguna novedad, pues el capitalismo ha resuelto sus últimas grandes crisis con un recurso infalible: la guerra mundial.
En los años treinta las tesis sobre el derrumbe (automático) del capitalismo mostraron su incapacidad para entender la realidad. La Segunda guerrea mundial con su infinita capacidad de destrucción masiva de capital fijo, de mercancías y de población, planteada ideológicamente como un enfrentamiento entre fascismo y antifascismo, supo superar la depresión económica de los años treinta. Al terrible precio de sesenta millones de muertos y desaparecidos y una Europa en ruinas. El colapso del capitalismo nunca será automático o mecánico, fruto único de las contradicciones del sistema: es necesaria la intervención decisiva del proletariado revolucionario para evitar una nueva fase de barbarie y destrucción masiva de capital y de población.
La crisis de 1875 se resolvió con la Primera Guerra Mundial, la crisis de 1929 se solventó con la Segunda Guerra Mundial, y la de 1973 lo hizo con una auténtica guerra social, una ofensiva neoliberal, jalonada por dictaduras militares en Chile, Argentina y un largo etcétera, complementada por la ofensiva militar y política que llevó al colapso del bloque socialista y encendió definitivamente el polvorín de Oriente Medio.
La Tercera Guerra mundial se fragmentó en una miríada de conflictos bélicos menores de carácter local: Palestina, Israel, Corea, Vietnam, Indonesia, Congo, Ruanda y Burundi, Etiopía, Somalia, Sudán, Afganistán, Irak, Siria, Yemen… sólo entre las más conocidas.
De todas estas grandes crisis, el capital supo salir airoso porque la guerra no solo supone un descomunal negocio en sí misma, sino que las reconstrucciones posteriores a esas destrucciones masivas de capital y de personas auguran una especie de «reinicio» del sistema de enorme rentabilidad. La Cuarta guerra mundial se está fraguando, hoy, en Irak, Siria y Ucrania.
Estados Unidos, primera potencia militar mundial, es el estado más endeudado del mundo, la Unión Europea agoniza y el colapso económico global tampoco respeta a potencias emergentes y muy militarizadas como Rusia o China.
Desde que empezó la crisis bancaria en 2008 el mundo se ha gastado unos diez billones de dólares en armamento, lo que supone un gasto de unos 1,5 billones de dólares al año. Un gigantesco negocio en tiempos de paz, que puede incrementarse si el sistema decide reiniciarse mediante la guerra como solución final a una crisis que ya no es solo económica, sino social y, sobre todo, energética y ecológica.
Para las élites. una gran guerra global no sería ningún problema, sino la única solución a una crisis económica mundial sin otra salida. Una solución que pone a la humanidad en peligro de extinción, a causa del riesgo de desencadenar una guerra atómica mundial, con numerosos protagonistas….
Se dibuja un siniestro horizonte que apunta a un enfrentamiento definitivo y total entre los dos antagonistas esenciales: China y Estados Unidos.
Comunismo libertario o barbarie. No a la guerra: ni Rusia, ni la OTAN. La OTAN no es mejor que Rusia o China, todos son beligerantes que representan el omnipresente poder de las élites estatales y/o de las corporaciones multinacionales.
Los soldados rusos han de girar sus fusiles contra sus oficiales y su élite gobernante. Los ciudadanos ucranianos no deben ser obligados a tomar las armas porque les cierran las fronteras Los trabajadores europeos han de luchar contra las políticas de sacrificio y austeridad que todos y cada uno de los Estados europeos han declarado contra cada uno de sus pueblos.
La guerra de clases ha de mejorar la sanidad y educación mediante inversiones ilimitadas. El bienestar social ha de imponerse contra esos presupuestos de una guerra permanente e infinita, como la descrita por Orwell en 1984.
La insurrección de los soldados rusos contra sus oficiales y la insurrección de los pueblos europeos contra sus Estados forman parte de la misma guerra de clases. Hay un hilo directo, que relaciona la actualidad de las ciudades bombardeadas en Ucrania con la inminente gestión estatal del caos, la miseria y el hambre en los pueblos europeos.
El objetivo no puede ser otro que la destrucción de todas las estructuras estatales, la desaparición de todas las fronteras, la supresión del trabajo asalariado y la plusvalía. Hay que destruir todos los ejércitos y todas las policías en todas partes. No a la guerra.
A la guerra mundial como solución capitalista, los trabajadores deben oponer la Guerra de clases: SUPRESIÓN DE TODAS LAS FRONTERAS Y EJÉRCITOS
No a la guerra. Ni Rusia, ni la OTAN. Ni el tirano Putin, ni el payaso Zelenski o el burócrata Borrell. No a la guerra significa no tomar bando por ninguno de los adversarios enfrentados. Guerra al alza de precios; guerra a la disminución de los presupuestos en educación, servicios sociales, pensiones y sanidad.
Supresión de las colas en la atención sanitaria. Sueldos dignos para el personal sanitario y educativo. Guerra al constante aumento de precios en los productos básicos. Vivienda digna al alcance de todos. Puestos de trabajo no precarios que permitan a los jóvenes un proyecto de vida. Menos bombas y más pan, menos cañones y más inversiones en investigación. Menos soldados y más médicos y maestros. Menos nacionalismos y más jardines de Epicuro. Disolución de los ejércitos y la policía. Supresión de las fronteras.
Cortemos el hilo que une la guerra en Ucrania con nuestra creciente precariedad y nuestra futura miseria.

NO A LA GUERRA. Ni Rusia ni la OTAN

Balance. Cuadernos de historia

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