HACIA LA IMPLANTACIÓN DEL DECRECIMIENTO EN NUESTRA SOCIEDAD

Hacia la implantación del decrecimiento en nuestra sociedad

@Blackspartak

Pero los sacrificios que tuvieron que hacer las comunas en las luchas por la libertad eran, sin embargo, muy duros, y la lucha sostenida por las comunas introdujo fuentes profundas de disensiones en su vida interior misma. Muy pocas ciudades consiguieron, gracias al concurso de circunstancias favorables, alcanzar la libertad inmediatamente, y en la mayoría de los casos la perdieron con la misma facilidad. La enorme mayoría de las ciudades hubo de luchar durante cincuenta y cien años, y a veces más, para alcanzar el primer reconocimiento de sus derechos a una vida libre, y otro siglo más antes de que consiguieran afirmar su libertad sobre una base sólida; las Cartas del siglo XII fueron solamente los primeros pasos hacia la libertad. En realidad, la ciudad medieval era un oasis fortificado en un país hundido en la sumisión feudal, y tuvo que afirmar con la fuerza de las armas su derecho a la vida.

Piotr Kropotkin. El Apoyo Mutuo. Un factor de la evolución. p. 105

El controvertido economista Santiago Niño Becerra dijo el otro día en una entrevista de la SER que este año tendríamos el último verano. Su afirmación fue la noticia más visitada del sitio, alcanzando más de 3 millones de visitas. Esto es bastante significativo de lo que intuye una parte importante de la sociedad, que es el fin de una era de crecimiento – o mejor dicho, de recuperación económica después de la crisis de 2008 – que comportará un cambio de vida como nunca antes se nos había planteado. Este cambio tiene que ver con el decrecimiento.

Ahora bien, estando el planeta como está, y ahora padecemos la ola de calor de mediados de junio, es evidente que nuestro estilo de vida acabará con el mundo. No son solo los ricos, ese 1% que malgasta los recursos a manos llenas, que también. Es el estilo de vida de lo que se conoce como la “clase media”, que creció a hombros del crédito sin límites al consumismo, que creció aquí ante la deslocalización industrial a Asia y la terciarización de la economía, que fue potenciada con la intención de hacer superfluas las ideologías del siglo XX y casi lo consiguió. En definitiva, hemos llegado a un punto de no retorno en ciertos cambios estructurales del clima y de los ecosistemas.

Por tanto, es incluso positivo constatar que nos estamos quedando sin gasolina. O para ser preciso, sin diesel, sin queroseno, ya que se nos agota el petróleo, el gas, el uranio y, detrás de ellos, también el carbón, el litio, el cobre, el agua dulce y hasta la arena. Nuestra sociedad avanzada ha sido capaz de construir ciudades futuristas en pleno desierto, pero no será capaz de mantenerlas para siempre. Simplemente, en un planeta finito no puede haber un crecimiento infinito. Nada que no sepamos ya.

La guerra de Ucrania ha supuesto un gran golpe económico contra Occidente. Las sanciones han puesto de espaldas al gigante ruso y se han vuelto contra los intereses mismos occidentales. Este fallo de cálculo nos golpea de lleno ya con las altas facturas energéticas. Hasta tendremos problemas de suministros en breve, y quizás más pronto de lo que pensamos.

Ante todos estos problemas, que se van superponiendo unos con otros, que van confluyendo retroalimentándose (por ejemplo, el cierre de los puertos chinos por causa del repunte del COVID o porque la sequía hará que los embalses produzcan una fracción de la energía habitual), pilotar el descenso energético es altamente complejo. Puede que no consigas los materiales que necesitas hoy para implementar algunas políticas esenciales para hacer la transición a un escenario post-petróleo-abundante.

Este cambio de modelo implica liquidar el turismo. Es probable que el mismo coste de los vuelos low-cost o la desaparición de algunas aerolíneas lo haga inviable. Con la caída del turismo, el país recibirá el palo económico más grande de su historia y nos veremos abocados a cambios estructurales de gran calibre. Y esto además vendrá acompañado de una crisis industrial sin precedentes, dada la dificultad de acceso a los suministros, o dada la previsible caída de las ventas de automóviles (que como sabemos es la parte más simbólica de la industria). Y si echamos una ojeada al sector primario, las cosas tampoco van a ir bien, dada su dependencia del diésel para la maquinaria y el transporte. Vuelvo a preguntarme qué gobierno del mundo puede pilotar esto.

Como medidas de emergencia rápidas, cualquier vistazo a como está funcionando la sociedad nos podría situar ante decisiones como implantar nuevos marcos legales ecológicos mucho más estrictos. Uno de los aspectos clave será el transporte, hoy dependiente del diesel, cada día más caro. Es obvio que esto traerá huelgas de transportistas, incapaces de seguir asumiendo costes. Lo que puede ocurrir también es una transición desde un modelo de transporte privado al colectivo, asumiéndose desde redes o cooperativas de consumo, o incluso desde el sector público. Pero para fomentarlo tal vez sea necesario hacer que el mismo transporte público urbano sea mucho más asequible y que las empresas se encarguen por ley de asumir los costos de transporte de sus plantillas. La movilidad de las personas se puede reducir aún más implantando definitivamente el teletrabajo o reduciendo la semana laboral a 4 días o incluso la propia jornada laboral o prohibir las horas extra por ley. Incluso la relocalización industrial de empresas que producen bienes esenciales y estratégicos sería aportar para esta transición. Es obvio que se necesita un sector I+D muy desarrollado y enfocado a encontrar nuevas formas de hacer frente a estos retos. Las mejores cabezas pensantes del país tienen que concentrarse en las soluciones, antes que en “hacer dinero”.

Que sobre tanta gente en el mercado laboral, puede sonar a muy mala noticia. Evidentemente, si se le sigue negando la realidad y no se habla claro, habrá serios problemas sociales y mucha rabia que puede explotar en oleadas de insatisfacción como hemos visto en otras ocasiones. Entiendo que el Estado puede ampliar la cobertura del desempleo o implantar una renta básica de emergencia. Sin embargo, lo deseable no es vivir de subsidios sino tener algo que hacer, una función en la sociedad. Así que se necesita fomentar otro tipo de empleos útiles socialmente más relacionados con la comunidad y lo local que con el gran mercado. El sector público puede ampliarse también asumiendo funciones que antes hacía la empresa privada, municipalizando o nacionalizando sectores estratégicos enteros.

Hasta aquí hablo de lo que podría hacer un gobierno fuerte y determinado. Sin embargo, pongo en duda que existan estos unicornios. Esto lo podría hacer un gobierno que hoy en día calificaríamos sin dudarlo de autocrático y populista. Dada la correlación de fuerzas en Europa es altamente improbable que esto ocurra. Desde la derecha porque esto va contra sus convicciones más profundas, arraigadas desde el principio de su existencia, y desde la izquierda porque se centra en mantener el estado del bienestar y, si fueran bien las cosas, volver a la situación de comienzos de siglo y con ello al consumismo de masas, cosa que veo muy poco realista – y ni siquiera deseable.

A todas luces, se requiere una planificación económica del descenso de la energía. Nada que ver con el libre mercado, sino más bien con una participación más importante del sector público – a ser posible bajo control democrático y comunitario, con una ampliación de la economía social y solidaria, de las economías comunitarias y con la participación democrática de los sindicatos en ciertos aspectos importantes de la economía – por supuesto, de los sindicatos que apuesten por una economía al servicio de la sociedad. Es un nuevo pacto social, alejado de los habituales tejemanejes entre gobierno, patronal y “sindicatos” a los que nos tienen acostumbrados.

Se dé la transición de la forma que se dé, la resistencia a cualquier receta transformadora está garantizada. Veremos el ecofascismo en pleno apogeo. Se trata de una gran exclusión de una parte significativa de la población de los bienes y servicios que garantiza hoy en día una sociedad avanzada. Esto es meter la pobreza en millones de hogares. Y con la pobreza, crear una jerarquía de clases mucho más clara. Ante el descontento y la inseguridad, su propuesta será militarizar el espacio público. Y dado lo que hemos visto en estos años, envenenar la convivencia mediante las redes sociales, difundiendo constantemente discursos de odio. Nos quieren devolver a una distopía feudal. Incluso un gobierno socialdemócrata nos puede meter en este escenario, no lo olvidemos.

Es decir que tanto la transición como la confrontación a ese ecofascismo van a ser cosa de los movimientos sociales y de sus confluencias. La calle debe dirigir el proceso. Las comunidades deben florecer por todas partes. Si algunas instituciones deciden apoyar los procesos populares deben tenerse las cosas claras y blindar los espacios de decisión, que deben quedar bajo el control de la comunidad en todo momento, entendiendo que hoy te ayudan y que el año que viene es posible que te ataquen sin piedad porque haya cambiado la correlación de fuerzas dentro de la institución.

Nos metemos en una época de luchas a largo plazo. Desde los proyectos concretos (comunales, comunitarios, ESS o populares). Desde los movimientos confluyentes (ecologismo, feminismo, sindicalismo o movimiento vecinal). Construyendo un pueblo resiliente. Es ahora cuando podéis releer la cita que encabeza este artículo y asumir que nada será gratis, que todo es producto de la lucha. Y solo así podremos salir adelante.

 

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