GUERRA Y CAOS CLIMÁTICO. EL MUNDO DEBE REACCIONAR

Guerra y caos climático. El mundo debe reaccionar

 

La semana pasada se presentó, en la Feria Internacional de Energía y Medio Ambiente (Genera), celebrada en Madrid, el Informe sobre la Situación Global de las Energías Renovables 2022, redactado por REN 21, una red internacional de expertos, ONGs, agencias de las Naciones Unidas y patronales de las empresas de energía renovable. Las conclusiones del Informe son enormemente claras: pese al aumento récord en el despliegue de las energías verdes operado en los últimos años, el porcentaje global del consumo de energía que cubren las renovables está estancado, habiendo subido tan sólo del 10,6 % en 2009, al 12,6 % en 2020.

El resumen ejecutivo del informe afirma textualmente que “el lento progreso en las tecnologías de conservación de la energía, la eficiencia energética y las energías renovables impide la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles, necesaria para satisfacer la demanda mundial de energía y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Un cambio estructural en el sistema energético es cada vez más urgente. Una economía basada en la eficiencia energética y las energías renovables es un factor de cambio hacia un futuro energético más seguro, resiliente, de bajo costo, y sostenible.”

El informe hace hincapié en la difícil transición hacia las energías renovables en el sector del transporte, que representa cerca de un tercio del consumo mundial de energía. La utilización de renovables en el sector pasó del 2,4 % en 2009, a tan sólo el 3,7% en 2019. Para REN 21 “los países con objetivos de energía renovable en el transporte no cumplieron con estos objetivos, en gran parte porque carecen marcos de políticas de apoyo que fomenten una transición energética en el transporte, o porque los marcos aprobados son ineficaces o no se aplican”. Gran parte de estas dificultades tienen un origen claro: las renovables que están desarrollándose a gran escala tienen como objetivo la producción de electricidad, y lo cierto es que el transporte, en gran medida no está, o no puede estar, con las tecnologías actuales, electrificado.

Así, los gobiernos han seguido incentivando con subsidios, nos dice el Informe, la producción y el consumo de combustibles fósiles, a pesar de los compromisos de acción climática suscritos internacionalmente, lo que ha llevado, en 2021, a un aumento de las emisiones globales de CO2 de más de 2000 millones de toneladas.

Por supuesto, el Informe de REN 21 está basado en datos relativos al año 2021 y, por tanto, no tiene en cuenta la situación de subordinación de las políticas de transición ecológica a las dinámicas de confrontación geoestratégica entre potencias desplegadas en toda su crudeza tras el inicio de las actividades bélicas en Ucrania. La guerra ha sido el gran disparadero de los beneficios de la industria del petróleo y la urgencia por sustituir el suministro de gas ruso por otras fuentes energéticas ha impulsado a la Unión Europea a soslayar las políticas de transición verde, y subordinarlas a la obtención inmediata de suministros fósiles.

Así, por ejemplo, la crisis energética desatada por la guerra de Ucrania en el continente europeo ha disparado las exportaciones de gas y petróleo de otros países como Noruega. El gigante empresarial Equinor, en el que el Estado noruego tiene un 67 % del capital social, ha autorizado un aumento de la producción de gas de al menos 1,4 bcm en dos de sus principales yacimientos, Oseberg y Heidrun. Equinor ha pasado de tener enormes pérdidas en 2020 a magnos beneficios en 2021, por la sostenida subida de los precios de la energía en Europa y, junto a otros socios, ha anunciado la puesta en marcha de un gran proyecto de producción de gas, llamado Halten East, en el que se van a invertir 935 millones de dólares. El Estado noruego podría recibir en 2022 cerca de 117.000 millones de dólares por la venta de gas y petróleo. El año pasado preveía ganar este año tan sólo 27.000 millones.

Bernard Looney, consejero delegado de BP (el segundo mayor grupo energético europeo), en una reciente entrevista en el diario El País nos indica una de las claves de las enormes dificultades que está encontrando Europa para realizar la transición ecológica en un contexto de guerra: “A veces la gente olvida que más del 50 % de las necesidades energéticas actuales todavía se cubren con petróleo y gas. Y eso es algo que no podemos cambiar de la noche a la mañana. Las inversiones actuales en hidrocarburos son coherentes con el objetivo (climático) que queremos todos, pero la demanda no lo es”.

La situación es endiablada, si se quiere realmente cumplir con los objetivos de descarbonización comprometidos para 2050. La expansión de las energías renovables se está topando con todo tipo de límites tecnológicos y sociales, como la dificultad para implantar la movilidad eléctrica, que no sólo se basa, con la tecnología actual, en toda suerte de materias primas escasas, sino que apenas se ha proyectado en subsectores decisivos como el del transporte aéreo, o la maquinaria pesada. Además, la demanda no ha parado de acelerarse, con la incipiente recuperación tras la pandemia y la evidente falta de proyectos de masas para limitar el consumo sin provocar agudas contradicciones de clase. Y el contexto global empuja a un aumento adicional de la demanda y a una urgencia en el suministro que favorecen el sostenimiento de los modelos de negocio de las empresas energéticas basadas en los combustibles fósiles y dificultan y ralentizan su conversión en empresas multienergía, centradas tendencialmente en las renovables.

La guerra no sólo dificulta la acción internacional concertada contra el cambio climático, sino que, además, empuja a Europa a una remodelación energética urgente que implica dejar de lado el proceso de transición energética proyectado y subordinarlo a los cálculos geopolíticos. Desglobalización más guerra, representan la ecuación que da pie la multiplicación de los beneficios de las petroleras y gasísticas cuando creían que ya no les quedaba otra que trasladarse al negocio verde con generosas ayudas públicas.

El Informe de REN 21 indica que “las preocupaciones relacionadas con el aumento de los precios de la energía y la seguridad del suministro están aumentando el interés de los formuladores de políticas en incluir a las renovables en los planes de desarrollo económico. Varios países han utilizado los planes de recuperación post-COVID como oportunidades para apoyar el cambio hacia las energías renovables y han aplicado estrategias para formar a la mano de obra necesaria para el futuro y volver a capacitar a los trabajadores existentes.” También afirma que los países que cuentan con una mayor proporción de renovables dentro de su mix energético gozan ya (no en el futuro) de una mayor independencia y seguridad. Nos dice, por otro lado, que cerca de 1100 ciudades, es decir, el 30 % de la población urbana global, están implementando ya medidas para la descarbonización. En un mundo en el que, según el mismo Informe, tres cuartas partes del consumo global de energía se localiza en las ciudades, estos datos parecen un magro consuelo y una beatífica presentación de un problema de muy difícil solución sin implementar cambios sociales y productivos sustantivos.

Así pues, los que quieren detener el desastre climático no pueden ser ajenos al despliegue del desorden geopolítico. La guerra global entre las potencias declinantes (Estados Unidos y la Europa que se ha abrazado a ellos) y las potencias emergentes (China y Rusia) puede durar décadas, en una sucesión cada vez más caótica de conflictos “calientes” y “fríos”. Unas décadas decisivas para la implementación de la necesaria política de descarbonización global. La guerra puede ser el mayor enemigo de la acción climática en los años venideros, igual que es el mayor enemigo de las condiciones de vida y de trabajo de las poblaciones concernidas. Si parar el desastre climático y parar el proceso sin fin de acumulación del Capital ya eran cosas que se implicaban mutuamente antes de 2022, parar al mismo tiempo la guerra, reconociendo pacíficamente las necesidades y libertades colectivas de las poblaciones del Sur global, es algo imprescindible.

Caos climático, guerra por la hegemonía, mercantilización de la vida. Tres epifenómenos del mismo proceso sustancial. Tres frentes necesarios para el combate por la ternura, la justicia y la libertad.

 

José Luis Carretero Miramar para Kaosenlared

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