SOBRE LOS CONFLICTOS GRUPALES Y EL SABER ESTAR JUNTAS

Sobre los conflictos grupales y el saber estar juntas

SOBRE LOS CONFLICTOS GRUPALES Y SABER ESTAR JUNTAS

Los conflictos son situaciones inevitables que ocurren constantemente en los grupos militantes/activistas. Casi todo el mundo que comienza a organizarse en movimientos ha experimentado que no es tan común que un grupo finalice porque ha conseguido sus objetivos a corto plazo, porque ha obtenido una victoria en su lucha o por los daños de la intervención policial y represiva, sino simplemente por conflictos internos entre las personas que les componen.

Pero los conflictos, precisamente por ser parte inherente a las relaciones sociales, no son el problema, sino las consecuencias y los daños que acarrea el modo en que se abordan, que en pocos casos se suele hacer colectivamente. Ante ello, es fácil que las compañeras vayamos acumulando rencores, miedos, frustraciones, que seguirán aflorando en momentos difíciles en otros grupos, aunque no tengan nada que ver con los originarios del conflicto. Esto no se trata de un cálculo matemático, ni de un mantra divino, sino de un saber colectivo que nace de la teoría que los movimientos pretendidamente horizontales llevan haciendo durante décadas en base a sus experiencias prácticas en luchas sociales e iniciativas auto-organizadas.

 

En los ambientes antiautoritarios se dan distintas reacciones ante la diversidad de medios que existen para resolver conflictos. Por un lado, existe una reacción a la facilitación de procesos grupales, a los procesos de justicia transformativa, a la mediación y al dar espacio a la revisión de los privilegios que tenemos para entender mejor lo que está pasando y poder tomar acuerdos. Una de las causas es la identificación peyorativa de estas prácticas como medidas poco relacionadas con la acción directa y la no delegación, así como vinculadas con un pensamiento demócrata y con una filosofía pacifista, cuando se entiende este concepto como una ideología servil para mantener el status quo.

De la misma manera, también existe otro tipo de reacción que niega la posibilidad del ostracismo puntual, de la autodefensa corporal y de la materialización de la rabia desde las partes agredidas. Entre estos dos polos, que no necesariamente se encuentran encarnados totalmente por las personas, existen muchos grises. Por ello, para abordar los conflictos, sería interesante entrar en dichos grises y no dejarse llevar acríticamente por ningún tipo de cátedra, sea la que sea.

Por ejemplo. En «El pueblo gitano contra el sistema-mundo» de Pastora Filigrana, podemos ver un ejemplo de como la mediación no se circunscribe única ni necesariamente a las políticas de estado y a las lógicas institucionales de pacificación de la sociedad de clases, sino a prácticas no estatales como los modos de resolución de conflictos entre las comunidades gitanas, que contrariamente al imaginario mediático social impuesto, no se limita ni mucho menos a los actos de venganza.

 

Por otro lado, los procesos no violentos de resolución de conflictos pueden ser opresivos y autoritarios si no tienen en cuenta la posibilidad de la rabia, el anhelo de venganza ante el daño, el uso corporal y la no mediación.

En todo caso, lo cierto es que no hace falta irse a conflictos de gran envergadura para comprobar cómo nos vamos erosionando con el paso del tiempo en los grupos que formamos. Estos se queman, se escinden, se rompen o se abandonan silenciosamente, sin balances colectivos posteriores que consigan marcar puntos de inflexión para que las próximas generaciones militantes puedan tenerlo en cuenta.

Es por ello, que centrándonos en lo más básico, queríamos extraer un pequeño extracto de un trabajo titulado «Saber estar juntas» elaborado por un grupo de activistas que se hicieron algunas preguntas en el marco de los campamentos Pensant l’Autonomia de 2018.

 

«No, yo ya no voy a las asambleas», «uy…, hace tiempo que cerramos el colectivo, ya era insoportable», «me he cogido unos meses de distancia, ya no podía más», «allí se han quedado Pedro y sus amigos, es su chiringuito»…

 

Seguro que habéis oído más de una vez expresiones parecidas a estas, posiblemente vosotras mismas hayáis dejado algún colectivo por «problemas convivenciales». Vemos como personas con afinidad y proyectos comunes, con afecto e historia común, acabamos por no soportarnos, por no saber estar juntas.

 

Otras veces el no saber estar juntas se concreta en que damos más de lo que podemos y nos quemamos. Ya sea porque nos sentimos abandonadas, no cuidadas por el resto, porque nos frustramos por no conseguir objetivos o por no sentir que los otros hacen suficiente. La realidad es que aunque queramos, nos cuesta estar juntas, y en la mayoría de los intentos «fracasamos» en hacerlo, no sabemos hacerlo.

 

Conflicto

 

Vemos que los conflictos están y es necesario sacarlos, pero hay que ver en cada momento a qué nivel hay que abordar los conflictos, hasta dónde remover mierda para el bien de cada uno de los individuos y del grupo como tal, y sobre todo en qué espacios y marcos trabajar qué conflictos.

 

El conflicto suele estar relacionado con dolor, desgarro, ruptura, tensión, huida…, pero sobre todo nos suele generar miedo. No solemos relacionarnos bien con él y puede que por eso no lo conozcamos apenas, a pesar de que suele estar muy presente en nuestras vidas. Conozcámos un poco mejor….

El conflicto nos conduce a algo desconocido y como tal es una amenaza. Su energía es el miedo propio de lo incierto, aquello que no sé cómo puedo cambiar o aceptar, para lo que necesito una atención plena de la que brote la respuesta creativa. Muchas veces la falta de energía o el miedo nos impiden abordarlo y este va creciendo hasta que se convierte en irresoluble.

 

Delante de un conflicto encontramos 5 formas de responder a él:

Ignorarlo y reprimirlo: normalmente un patrón de evasión inconsciente.

Huir: por no afrontarlo irse del colectivo, de la comisión, de la comunidad,…

Abordarlo agresivamente: Surge de necesidades internas, pero puede provocar que las otras abandonen por no tolerar la forma de comunicarse/resolver el conflicto.

Cambiar el sentimiento hacia el conflicto: No se aborda el conflicto sino que se utiliza para el crecimiento personal del individuo.

Usar el conflicto para fortalecer la comunidad: abordarlo para generar más entendimiento, conexión y cambiar el comportamiento para mejorar el progreso de todas.

 

Una fuente de conflictos es la diversidad. Las diferencias significativas (aquellas que no puedo eludir o de las que no puedo escapar) nos suelen generar malestar. Las vivimos como si estuvieran atacando nuestro sistema de creencias. Como si atacaran a quien yo soy. Y respondemos, muchas veces, con todo el poder que tengamos, contra quien se proponga poner en duda nuestro sistema de creencias. El reto sería dejarlas de lado (sin olvidarlas, claro) para poder escuchar lo que nos cuentan desde otro lado, sin sentirnos agredidas. Esto nos ayudaría a ver con más claridad qué ocurre en el otro lado y aprender de ello (si es que queremos) o simplemente conocerlo. Sin dejar de ser quienes somos.

 

Aquí os dejamos con algunas fuentes de conflictos muy habituales en los colectivos:

 

Motivos de conflicto estructural

 

Diferencias en la visión y los valores.

Desequilibrios de poder estructurales.

Reuniones agotadoras, divididas o infructuosas.

Falta de información crucial.

Recordar de forma distinta los acuerdos verbales.

Estilos de comunicación o normas de comportamiento ampliamente diferentes entre los miembros.

No hacer lo que decimos que haremos.

Nuevos miembros que no comparten los valores y/o la visión.

Demasiados nuevos miembros a la vez.

Mucho movimiento: Un porcentaje demasiado alto de miembros está yendo y viniendo continuamente.

 

Diferencias en los estilos de trabajo y planificación

 

11. Procesadores vs. hacedores: los que quieren procesar las emociones y detenerse en ellas y los que quieren centrarse en los hechos, las estrategias y las cosas reales.

12. Planificadores vs hacedores.

13. Manifestación espiritual vs física.

14. Diferencias en cómo procesamos la información.

15. Diferencias en los estilos de comunicación.

 

Cuestiones de justicia

16. Desequilibrios de trabajo.

17. Cuestiones financieras.

18. Cuestiones de horarios.

19. Desequilibrios de género y cuestiones de abuso de poder.

Cuestiones de vecindario /convivencia

20. Normas de comportamiento.

21. Cuestiones de límites.

22. Cuestiones de cuidado y mantenimiento.

23. Cuestiones de limpieza y orden.

24. Cuestiones de estilos de vida.

 

Así pues nosotras «no decidimos» si tenemos o no un conflicto, pero sí podemos decidir qué función tiene para nosotras como persona/grupo. Según el enfoque que le demos nos romperá o nos hará evolucionar como persona o como grupo. No es nada fácil ver el conflicto como una tensión evolutiva cuando estamos dentro de él. Así pues armémonos de paciencia, cuidados y mucho amor para traspasar la puerta y ver qué nos puede enseñar. ¡¡Ánimo compas!!

 

* Intentaremos abordar estos temas y ampliar información en el futuro.

Artículo publicado en el Briega en papel n º33 de Julio de 2022

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