EUSKADI 2020-2022: DOS EJEMPLOS DE MOVIMIENTOS SOCIALES VASCOS

EUSKADI 2020-2022: DOS EJEMPLOS DE MOVIMIENTOS SOCIALES VASCOS

Sin entrar en apología o derribo de las razones esgrimidas por sus promotores, el caso de la plataforma “Bizitza” es paradigmático de cómo se puede llegar a construir un movimiento social, si se atiende a las características que ha de adquirir para ser considerado como tal y que a su vez implican su potencial de éxito movilizatorio incluso en peiodos y contextos de extrema dureza.

Así “Bizitza”, comenzó a trenzar diversas plataformas activistas que se habían propuesto ponerle cara y hacer frente a las diversas medidas sociosanitarias impulsadas por las diferentes administraciones. En un primer momento, con el verano de 2020 y el final de los confinamientos dociciliarios, las diversas iniciativas locales lucharon por hacerse visibles, por lo que se impulsaron las concentraciones en lugares públicos de las diferentes disidencias, tanto para hacer patente su existencia como para ser punto de encuentro de quienes no comulgaban con las medidas profilácticas impuestas. Las características de cada grupo local eran propias, aunque por lo general aunaban a veteranos militantes de pasadas luchas sociales, con personas de mediana edad cercanas a las terapias alternativas, así como individuos que se acercaban a estos grupos por infinitos motivos personales y que carecían de experiencia(y de apariencia) militante.

Junto a la creciente visibilidad de estos pequeños grupos y a un paralelo resquebrajamiento en la credibilidad del discurso totalitario esgrimido por las autoridades sanitarias como principal consecuencia de la falta de lógica interna de las medidas sociosanitarias, en el primer semestre de 2021 se profundizó la campaña política y mediática que pasaba de aquel primer ninguneo contra el que se articularon las concentraciones, a una ridiculización de la disidencia y de sus propuestas, ligándolos indefectiblemente con los análisis más extravagantes, que las comunicaciones en Red posibilitan y promueven, y que también estaban presentes en aquella desacostumbrada agregación.

Frente a ello, la estrategia de respuesta interna consistió en dar consistencia teórica a aquel magma disidente, promoviendo las exposiciones de espertos alternativos. Aquellas exposiciones con pretendidos visos de respetabilidad técnica, tenían en común su visión disidente aunque sus análisis seguían siendo muy diversos. El uso progresivo también por entonces de un nombre común como paraguas político(“Osasuna eta Askatasuna”) y que remitía a los utilizados por los grupos disociados de la galaxia izquierda abertzale, fue otra de las estrategias para añadir visibilidad y respetabilidad movilizatoria a aquellos grupos locales, que se enfrentaban también a la incomprensión desde los ámbitos mayoritarios de la izquierda social, desconcertados por la novedad de aquella agregación activista y muchas veces por la incongruencia de muchos de aquellos análisis.

La práctica de divulgación alternativa en calles y plazas, posibilitó y potenció la coordinación paulatina de estos grupos, que ya utilizando el nombre público “Bizitza”, iniciaron una campaña de charlas en pueblos y ciudades vascas para los primeros meses del verano de 2021 que culminó en la marcha de Donostia a finales de julio de 2021. La etiqueta de “negacionista”, que había caracterizado la campaña político mediática de ridiculización que había durado casi un año, iba cambiando junto a esta primera demostración de capacidad de movilización en “antivacunas”: el tratamiento pasaba ahora a una violenta criminalización, como ocurría en toda Europa. Sin embargo, los elevadísimos índices de vacunación entre la población vasca, vaciaba de hipotética razón todavía más la pertinencia de imponer la inoculación a los segmentos poblacionales que la rechazaban.

Tras una marcha exitosa el 27 de noviembre de 2021, esta vez en Bilbao, vigorizando y engrosando la comunidad conseguida durante las movilizaciones del pasado semestre, Bizitza conseguía constituirse progresivamente como movimiento social. Durante aquel mes, el descontento social que se ampliaba con nuevas incongruencias de las políticas sociosanitarias, se acrecentó con la imposición del llamado “pasaporte covid” tras vadear éste varias sentencias judiciales que limitaban su requerimiento, no ya en los viajes internacionales u otras situaciones excepcionales, sino para muchos de los actos cotidianos. Frente a la movilización de noviembre en la que todavía se desplegaba un discurso algo caótico por su complejidad y alusión a demasiadas aristas del acontecimiento Covid19, la siguiente manifestación del 22 de enero de 2022 enfocada prioritariamente contra el “pasaporte”, consiguió aunar exitosamente en ella los diversos colectivos y a las personas en disidencia, beneficiándose de la simpatía social que generaba el malestar generalizado por la imposición del uso cotidiano del pasaporte covid.

De este modo, articulandola potencia movilizatoria alrededor de una movilización concreta con evidente rechazo social(“pasaporte covid”) y bajo una única marca(“Bizitza”), finalmente se consiguió visibilizar aquel magma disidente como un movimiento social: esto es, un movimiento protagonizado por diversos sectores sociales aunados por un objetivo concreto común, en cuya lucha confluyen y que son amparados por un parguas social más amplio que no participa pero sí comprende y comparte en parte su pretensión final.

Con el tiempo, el desplazamiento de la centralidad de las políticas públicas frente a la pandemia, también ha desplazado el peso relativo de este movimiento, que intentó repetir su hito movilizatorio, focalizados esta vez contra el uso de las mascarillas especialmente en el ámbito escolar en Gasteiz en marzo del 22 con menor capacidad de convocatoria e impacto. No obstante, el éxitode este fugaz movimiento social en un contexto tan sumamente hostil es lección de que hasta en momentos aparentemente estériles, las expresiones de rechazo colectivo pueden florecer y madurar, si estas se articulan con inteligencia movilizatoria.

Como ejemplo inverso, podemos analizar también la práctica desaparición del joven movimiento contra el cambio climático y de los activos que éste había conseguido acumular en los años inmediatamente previos al confinamiento de 2020.

Dispersados unos contingentes juveniles que lograron su máxima expresión con las manifestaciones alrededor de la huelga climática de septiembre de 2019 y que se proyectaban en ascendencia con el parón de 2020, la actividad de renuncia había recomenzado con la humildad de los nuevos inicios durante 2021, protagonizados esta vez por otra nueva y jovencísima generación militante, nacida al abrigo de aquellas movilizaciones pre-pandemia, que repetía el repertorio reivindicativo, retomando las concentraciones de los viernes frente a ayuntamientos, y similares.

Sin embargo, la celebración de la COP 26, la conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en la escocesa Glasgow a finales de octubre de 2021, que congregaría a las inanes elites políticas y económicas, despertó las rutinas movilizatorias creadas durante el ciclo de la antiglobalización, y cuyas consecuencias cuando la COP 25 de Madrid de diciembre de 2019, el joven movimiento a duras penas había conseguido resistir.

De este modo, la vieja izquierda anclada en sus anquilosados colectivos sectoriales, se arrogó el protagonismo de encarar el discurso contra el cambio climático, organizando diversas movilizaciones locales contra la Cumbre de Glasgow, desplazando con el despliegue de su maquinaria organizativa a los pequeños grupos juveniles que constituían la nueva savia del futuro movimiento.

Pese a las ambiciones de la vieja izquierda social, las movilizaciones vascas contra la COP 26 de Glasgow de noviembre de 2021 no llegaron siquiera a cubrir las expectativas que sus enemigos les otrogaban. Si estos pretendían convertir la protesta contra el cambio climático en un oportuno “lavado verde”, que diera empaque al “Green New Deal” europeo para lo que se desplegara una importante cobertura mediática, la falta de convicción de los propios organizadores de las protestas y de su exigua y envejecida comunidad que fuera la que desfilara en ellas pacientemente, dejó patente la carencia de ambición última y de objetivos tácticos de aquellas movilizaciones.

Convertida así la protesta contra el cambio climático en una rutina más de los desnortados colectivos de la vieja izquierda, esta expulsó de facto de su seno a un contingente juvenil que nada tiene en común con restos encuadrados en envejecidos chiringuitos. Para que lo nuevo nazca, lo viejo no ha de morir, pero sí al menos, apartarse.

Pese a todo, las protestas contra el COP 26 han dejado claro que será el camino de la desobediencia y mayormente el de la acción directa no-violenta, el que marcará la tendencia activista contra el cambio climático. Y que el movimiento finalmente puede que no nazca de las capas más jóvenes de la sociedad, pero ´si que puede florecer de las canteras activistas impelidas no solo por la amenaza a la continuidad de la propia vida planetaria por el calentamiento global, sino que también de las escaldadas de la impotencia e inutilidad de las rutinas organizativas de la vieja izquierda.

(Extracto del artículo titulado “Ehk 2022 Bailar el caos con la propia armonía” de Juantxo Estebaranz publicado en el número 48 de 2022 de la revista libertaria “Ekintza Zuzena”)

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