LAS MEDIDAS DE AHORRO ENERGÉTICO EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA

Las medidas de ahorro energético en el contexto de la guerra

 

El gobierno ha aprobado, el martes 2 de agosto, un paquete de medidas para impulsar el ahorro energético ante la hipotética situación de colapso del mercado del gas tras un posible corte del suministro por parte de Rusia en otoño.

Las medidas entrarán vigor siete días después de su publicación en el Boletín Oficial del Estado. Incluyen límites a las temperaturas de calefacciones y aires acondicionados, medidas de control de la climatización y alumbrado de los comercios, empresas y edificios oficiales, la obligación de revisar calderas e instalaciones térmicas y otras herramientas destinadas a limitar el consumo de electricidad y gas.

Las medidas se justifican, en algunos medios de comunicación, como un paquete destinado a hacer frente a la crisis ecológica, limitando el consumo de energía y facilitando la transición a las fuentes renovables. Nada más lejano a la realidad.

Nos encontramos frente a una iniciativa legislativa que no tiene otro objeto que facilitar la transición a una economía de guerra. El gobierno tiene conciencia de que las sanciones impuestas a Rusia por la invasión de Ucrania pueden tener enormes consecuencias para la economía global, y, también, pueden generar una situación de crisis energética en la Unión Europea este invierno. Rusia responde a los golpes recibidos con las armas que tiene en sus manos, y la principal de ellas es el gas.

La inflación desatada por los problemas en las cadenas de suministro globales tras el reinicio de la economía, al darse por terminada la pandemia de Covid 19, se ha desbocado tras el inicio de las hostilidades en Ucrania. El alza incontrolada de los precios ha llevado a los Bancos Centrales a terminar con las suaves medidas keynesianas tomadas durante los dos últimos años, y a iniciar decididas subidas de los tipos de interés. La subida del precio del dinero, a su vez, empieza a estrangular a la economía real, encareciendo los préstamos a las empresas y derivando los flujos financieros hacia los mercados de deuda. Estados Unidos ha encadenado ya dos trimestres de reducción de la actividad económica, que aún no han sido considerados una recesión desde el punto de vista técnico porque otros indicadores de la economía norteamericana aún se sostienen.

La actividad manufacturera en Europa empieza a decrecer. En julio, el índice PMI industrial español cae por debajo de los 50 puntos (la cantidad que indica que la actividad es creciente respecto al mes anterior). El indicador, medido por S&P Global, registró el mes pasado los 48,7 puntos, su nivel más bajo desde mayo de 2020, en pleno confinamiento. El PMI industrial del conjunto de la Unión Europea, que estaba en los 52,1 puntos en el mes anterior, se sitúa ahora en los 49,8 puntos. Francia, Italia y Alemania también caen por debajo de los 50 puntos. Por primera vez en muchos años, y pese a la fuerte recuperación del turismo este verano, el número de desempleados sube en España en un mes de julio.

En estas circunstancias, el corte total del suministro de gas ruso a la Unión Europea puede crear problemas graves de desabastecimiento en muchos países, que se verán empujados al racionamiento, así como un alza generalizada de los precios de la energía en los mercados globales que tendrá un fuerte impacto en las clases populares de toda Europa, incluso en los países que, como España, dependen menos de la energía del Este. La Comisión Europea ya ha remarcado que el racionamiento tendrá que generalizarse, y que, aún en medida variable según las situaciones nacionales, las limitaciones al consumo deberán implementarse en todo el continente.

La poderosa industria alemana está en juego. Y la industria alemana es el corazón de la prosperidad de Europa. Son los excedentes de la actividad industrial alemana los que alimentan las transferencias de fondos de la Unión Europea que permiten (interesadamente) que las economías dependientes y de servicios de los países periféricos puedan sobrevivir sin un desmantelamiento caótico de la Eurozona. La industria alemana no puede ser competitiva globalmente con precios del gas desorbitados y depende brutalmente del suministro ruso, que Gazprom está limitando pausada pero continuadamente.

Las medidas de ahorro del gobierno están destinadas a paliar esta situación en lo posible. No tienen nada que ver con un intento de hacer frente a la crisis ecológica. Lo cierto es que el proceso de Transición Ecológica (el famoso Green New Deal europeo) ha quedado en gran medida suspendido tras el inicio de las hostilidades en Ucrania. Tan es así que la Comisión y el Parlamento europeos ha procedido a incluir el gas y las nucleares en su llamada “taxonomía verde” para favorecer la inversión en fuentes de energía independientes de Moscú, sean cuales sean. En Alemania, la discusión sobre detener el proceso de apagado de las centrales nucleares está de plena actualidad. Y las minas de carbón están volviendo a abrirse en toda Europa.

Lo sorprendente de todo esto es que el gobierno, la clase política y los medios de comunicación nos advierten una y otra vez que tenemos que aceptar medidas de austeridad energética porque “estamos en guerra”. Pero en ningún momento España ha declarado oficialmente la guerra a ningún otro país. El artículo 63.3 de la Constitución Española establece el procedimiento formal de declaración de guerra, y los artículos 15 y 169 anudan determinadas consecuencias jurídico-constitucionales al estado de guerra. El artículo 63.3 indica, explícitamente “Al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz”. Es decir, que la declaración de guerra precisa de una previa votación de las Cortes Generales, en las que diputados y senadores se retraten públicamente sobre sus veleidades guerreras y su compromiso real con lo que están aprobando. Esta votación, a día de hoy, no se ha llevado a cabo.

Las guerras, siempre, las pagan las clases populares, ya sean en sangre, en frío o en miseria. Europa ha fantaseado durante mucho tiempo con la posibilidad de hacer la guerra sin sufrir ningún daño. La guerra se hacía lejos y los enemigos eran extremadamente débiles. Pero ahora la guerra que ha comenzado es un conflicto global con las nuevas potencias emergentes, que, probablemente, tardará décadas en saldarse y se verá cuajado de escenarios de conflicto abierto y larvado. Kosovo, Taiwán…muchos pueden ser los próximos escenarios de esta conflagración por la hegemonía global que puede llevar a la Humanidad a dinámicas de destrucción total y de miseria expandida.

La guerra ha empezado. Si no la detenemos, su vórtice de muerte, decreto tras decreto, batalla tras batalla, se tragará todo lo que de valor ha construido la Humanidad en los últimos siglos. La guerra entre los poderosos es el infierno de los trabajadores. Sólo nos queda luchar contra la guerra.

               

José Luis Carretero Miramar para Kaosenlared

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