LA JUVENTUD TRABAJADORA BUSCA UNIR LOS MOVIMIENTOS CLIMÁTICOS Y SINDICALISTAS

La juventud trabajadora busca unir los movimientos climáticos y sindicalistas

En Estados Unidos, las nuevas generaciones involucradas en el movimiento obrero son cada vez más conscientes de la importancia del sindicalismo para luchar contra la crisis climática, y viceversa.
Manifestación climática durante el Día de la Tierra de este año. Foto: Mark Dixon/Flickr.

 

Este artículo se publicó originalmente, en inglés, en Truthout. Publicamos este texto gracias a Covering Climate Now, una alianza internacional de medios para reforzar la información climática.

El movimiento obrero en América del Norte está recibiendo un nuevo y vigoroso impulso por parte del mismo grupo de edad que —al margen de su afiliación política y la brecha entre el mundo urbano y rural— ha expresado un apoyo mayoritario, cuando no abrumador, a una reforma a fondo de la política climática sin perder de vista la justicia social.

Tras experimentar un leve repunte en 2020, la tasa de afiliación sindical en Estados Unidos retrocedió en 2021 a las cifras en las que viene manteniéndose desde hace unos años. Sin embargo, pese al estancamiento experimentado por otros grupos de edad, la afiliación sindical entre los trabajadores de 25 a 34 años fue en aumento durante ese período, pasando del 8,8% en 2019 a un todavía tímido 9,4% en 2021. Este incremento no explica el alud de campañas sindicales vivido en los últimos ocho meses —incluido el momento en que se redacta este artículo—, muchas de ellas lideradas por trabajadores jóvenes.

Los jóvenes se han criado en un ambiente sumamente adverso al sindicalismo y se incorporaron al mercado laboral tras décadas de desmantelamiento del movimiento obrero. En 1981, el expresidente Ronald Reagan aplastó una huelga de controladores aéreos despidiendo a once mil trabajadores en lo que fue el preludio de una era de represión sindical. Hasta ese año, se convocaban entre doscientas y cuatrocientas grandes huelgas anuales en Estados Unidos, pero esa cifra cayó en picado durante los dos mandatos consecutivos de Reagan. En 2017, sólo había siete grandes huelgas al año, según The Intercept.

En los últimos años, sin embargo, los jóvenes han revitalizado la estrategia de la huelga echando mano de la creatividad. Así, jóvenes de todo el mundo han liderado un gran número de huelgas escolares en defensa del clima, y los integrantes del movimiento Black Lives Matter organizaron una huelga por los derechos de la población negra.

Muchos de esos jóvenes activistas que luchan contra el racismo y en defensa del clima se han integrado ahora en el movimiento obrero, según declaraciones a Truthout de Joshua Dedmond, secretario de juventud de la Red Sindical por la Sostenibilidad (LNS, por sus siglas en inglés): «Creo que hay un deseo sincero por parte de los jóvenes trabajadores de salvar el abismo que separa el movimiento obrero y el de justicia climática», afirma. Dedmond y otros integrantes del Proyecto de Escucha de Jóvenes Trabajadores liderado por la LNS están analizando cuatrocientas encuestas y setenta entrevistas en profundidad a trabajadores jóvenes con el fin de elaborar un informe que verá la luz este otoño y en el que se resumirán las experiencias de los jóvenes ante el impacto del cambio climático en el entorno laboral, así como el convencimiento de que los movimientos sindical y climático podrían fortalecerse mutualmente. Son muchos los jóvenes activistas que declaran haberse enfrentado al síndrome de burnout o desgaste profesional, lo que les ha llevado a plantearse qué características debe tener un entorno laboral sostenible y cómo asegurar a largo plazo las condiciones de trabajo, cuestiones que tienen mucho en común con la organización sindical. El movimiento obrero ofrece un espacio para tender puentes entre distintos movimientos sociales, afirma Dedmond, «lo que pasa por derribar los muros que los mantienen aislados».

Al mismo tiempo, según las conclusiones preliminares de la encuesta llevada a cabo por la LNS, salta a la vista que los jóvenes involucrados en el movimiento obrero quieren incluir cláusulas de lucha climática en la negociación sindical. Aunque no ha sido fácil convencer a algunos de los trabajadores más veteranos para que se unan a la lucha contra el cambio climático, los jóvenes perciben con claridad la interdependencia de las crisis a las que se enfrentan. Según Dedmond, «los trabajadores jóvenes aportan una perspectiva refrescante al señalar que no hay que sacrificar buenos puestos de trabajo en aras de la defensa medioambiental ni viceversa, sino que es posible aunar ambas voluntades».

Mientras los gobiernos de todo el mundo aprueban partidas de billones de euros para implantar soluciones al cambio climático, la puesta en marcha de proyectos como parques eólicos marinos que potencian la biodiversidad o la instalación masiva de paneles solares en los tejados generará casi diez millones de puestos de trabajo sólo en Estados Unidos a lo largo de la próxima década, según las previsiones del Instituto de Investigación de Economía Política de la Universidad de Massachusetts. En opinión de los expertos, la capacidad de quienes hacen posible la transición energética para ampliar su margen de negociación frente al oportunismo empresarial será un factor decisivo a la hora de determinar si esta reorganización del mundo laboral vendrá acompañada de una mayor justicia social o si, por el contrario, se verá reducida a un mero un intercambio de cromos, de las grandes petroleras por los grandes fabricantes de baterías, las grandes eólicas y las grandes solares.

Aunque todavía están muy por debajo de las tasas de sindicalización de sectores como el carbón, el gas natural o la energía nuclear, los trabajadores de las energías renovables se afilian cada vez más a los sindicatos. Según un informe del departamento de Energía y Empleo de Estados Unidos hecho público en 2021, casi el 10% de los trabajadores de la energía solar están sindicadosmás del doble que el año anterior.

Este incremento se debe en parte a cuestiones relacionadas con la seguridad laboral. Al igual que los empleos asociados a la economía y los sistemas energéticos dependientes de los combustibles fósiles, algunos de los nuevos puestos de trabajo que ha traído consigo la transición energética –como la instalación de parques eólicos en alta mar– conllevan determinados riesgos. En Texas, donde la tasa de afiliación sindical —de apenas un 3,8%— es de las más bajas de Estados Unidos, sólo por detrás de Carolina del Sur, Carolina del Norte y Utah, los trabajadores de la construcción rara vez cuentan con un seguro médico u otros beneficios de los que sí disfrutan los trabajadores sindicados en otros lugares, según el grupo Texas Climate Jobs Project. Por tanto, si un operario sufre un accidente en el desempeño de su trabajo, el empresario no está obligado a indemnizarlo. Salvo que se amplíen las prestaciones sociales a las que tienen derecho estos trabajadores, como suele suceder en el marco de una negociación colectiva, es posible que veamos levantar grandes parques eólicos en alta mar a costa de las personas que los construyen.

El impulso al empoderamiento colectivo de los trabajadores en medio de una transición energética también pasa por salvaguardar e incrementar los derechos ya conquistados. El movimiento obrero está detrás de instituciones que a menudo damos por sentadas, como los días festivos, el sistema de seguridad social o la existencia misma de la clase media. Sin embargo, el reciente desmantelamiento de otros pilares básicos de toda sociedad democrática —el derecho al aborto y la autoridad del gobierno federal para regular las emisiones de gases contaminantes de las centrales eléctricas, por mencionar sólo dos ejemplos— pone de manifiesto que, de la mano de la derecha política, los poderosos intereses empresariales tienen la capacidad de echar por tierra años de conquistas sociales.

Sharon Griffith es auxiliar administrativa y delegada sindical del Sindicato de Funcionarios Públicos de Estados Unidos (Utility Workers Union of America, UWUA por sus siglas en inglés), con sede en Nueva York, y además forma parte de la Comisión de Iniciativas de Jóvenes Trabajadores de dicho sindicato. En su opinión, los grupos de trabajadores jóvenes están en una posición ideal para revertir décadas de retórica antisindical. «Podemos ofrecer [a los jóvenes trabajadores] nuestra versión de la historia antes de que la implacable propaganda empresarial [les inculque la idea de que] deberían considerarse afortunados por tener un trabajo», afirmó Griffith en 2015, en un acto de la Convención anual del UWUA. «Es más, podemos transmitirles la noción de que, en realidad, son las empresas, los patrones, los que deberían considerarse afortunados por tenernos a sueldo».

A juicio de la activista climática Alexandria Fisher, el movimiento obrero ha demostrado ser un marco más eficaz para las intervenciones centradas en el cambio climático que otros entornos más convencionales en los que ha participado, como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP), que año tras año ha fracasado a la hora de cumplir sus propósitos.

En 2017, Fisher aceptó un puesto en el Ministerio de Energía de la provincia canadiense de Alberta. Allí se afilió al Alberta Union of Provincial Employees —el sindicato del sector público más importante del oeste de Canadá, que congrega a cerca de cien mil funcionarios— y fue elegida para presidir su comisión medioambiental. En colaboración con un grupo de mujeres que, como ella, rondaban la treintena, ayudó a aprobar una resolución por la que el sindicato se comprometía a descarbonizar los planes de pensiones de sus afiliados. En última instancia, lograron «convencer a los habitantes de una región que vive del petróleo a luchar contra el cambio climático». Fisher no dudó en elogiar a los veteranos del sindicato por su apoyo y la voluntad de ceder el testigo, lo que ha permitido crear un espacio de liderazgo para las nuevas generaciones y sus distintos puntos de vista.

En junio, la AFL-CIO, la mayor confederación sindical de Estados Unidos, anunció el lanzamiento de una iniciativa dirigida a los jóvenes trabajadores, concebida como un programa de empoderamiento que les garantizaba el acceso a la infraestructura sindical existente a través de las federaciones estatales y la red de centrales sindicales. «Los trabajadores jóvenes se están organizando desde la base, liderando campañas con mucha visibilidad a lo largo y ancho del país y logrando sus objetivos», aseguró a Truthout Liz Shuler, presidenta de AFL-CIO, a propósito de la decisión de la federación de relanzar un proyecto que data de 2009. «Los trabajadores jóvenes se dan cuenta de que el statu quo económico va en contra de sus intereses y, cuando miran alrededor en busca de respuestas, ven en la lucha colectiva, canalizada a través de las organizaciones sindicales, la solución a sus problemas», afirmó Shuler. Además de formar y movilizar a nuevos líderes sindicales, la iniciativa secundará los esfuerzos legislativos por aligerar la deuda de los estudiantes, defender el derecho de los deportistas universitarios a afiliarse y promover la educación en materia de negociación colectiva en la enseñanza secundaria.

Esta inyección de recursos podría fortalecer en gran medida los proyectos actualmente en curso, al tiempo que contribuiría a la salvación del propio movimiento obrero, según expuso en The Prospect John Hiatt, antiguo jefe de gabinete del presidente de la AFL-CIO. Desde luego, son muchas las campañas sindicales lideradas por jóvenes y las comisiones de jóvenes trabajadores que se beneficiarían de ese apoyo. La Red Laboral para la Sostenibilidad planea una Convergencia Climática de Jóvenes Trabajadores en Los Ángeles, en colaboración con la Hermandad Internacional de Trabajadores de la Electricidad. Allí, en septiembre, congregarán a profesionales de todos los ámbitos unidos por la ambición de que el sindicalismo lidere la lucha contra el cambio climático. El Sindicato de Trabajadores del Transporte (TWU por sus siglas en inglés) ha creado en su división aérea un programa de jóvenes trabajadores bautizado como Comité Organizador de Futuros Líderes (FLOC por sus siglas en inglés) cuyos integrantes se han duplicado desde que se fundó en 2019, según Heather Laverty, de la TWU. En septiembre, el grupo planea ampliar el programa a las otras dos divisiones de TWU: transporte por carretera y ferrocarril.

«Los sindicatos son un gran nivelador social», declaró a Truthout Anthony Hernández, trabajador de una compañía aérea y líder de FLOC cuando se le preguntó por la importancia de que los trabajadores jóvenes se afilien a los sindicatos en medio de las actuales crisis económica, climática, de justicia racial y sanidad pública. «Estar afiliado a un sindicato me hizo comprender que […] no somos piezas de maquinaria prescindibles».

La historia demuestra que el impulso desde dentro —y en los márgenes— del movimiento obrero tradicional posee un enorme potencial para transformar el paisaje social, según Timothy Minchin, catedrático de Historia norteamericana en la Universidad La Trobe (Victoria, Australia) y autor de Labor Under Fire. Entre 1933 y 1945, la tasa de afiliación sindical en Estados Unidos pasó del 9,5% al 33,4%, lo que permitió mantener a raya los ingresos del 10% más rico de la población durante esos años.

Minchin afirma que los trabajadores jóvenes son especialmente susceptibles al ejemplo de otros, y así lo demuestran las recientes campañas sindicales de empresas como Amazon, Starbucks o Trader Joe’s. «Cuando la gente se da cuenta de que otros han logrado organizarse, se siente con fuerzas para hacer lo mismo», afirmó Minchin. «De hecho, las cosas pueden cambiar bastante deprisa, lo que resulta alentador».

En vista del estancamiento de las políticas climáticas a nivel gubernamental, la actual expansión del movimiento obrero podría tener una enorme influencia a la hora de atajar la crisis climática y mejorar la calidad de vida de quienes ya la están sufriendo de lleno.

Traducción de Rita da Costa.

 

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