ANÁLISIS DE COYUNTURA

Análisis de coyuntura

A meses de la reactivación del conflicto ruso-ucraniano el mundo sigue sintiendo sus efectos. Por un lado, el crudo sigue al alza, así como también la carestía de algunos granos, lo cual ya se ha cobrado varias protestas, por ejemplo, en Medio Oriente y Sudamérica. Y el conflicto sigue lejos de acabar no obstante los miles de muertos, pues Rusia ya ha a postado a una guerra de desgaste, mientras Ucrania está recibiendo ingentes aportes por parte del bloque USA-Europa. Después de muchos debates en sectores de la izquierda radical, del viraje a derecha de diversas organizaciones al apoyo de uno u otro bando estatal en conflicto, el tiempo nos parece haber dado algo de claridad en el proceso hasta sostener una suerte de consigna que se resume en la siguiente frase: “guerra contra todos los estados y solidaridad entre los pueblos”.

En otro rincón del mundo, China sigue en su cruzada imperialista contra un Taiwán, que fuese antaño el bastión de la resistencia contra la revolución cultural. Pero USA, viendo que el desarrollo de China en un par de décadas va a socavar su hegemonía mundial, la cual al día de hoy ya está en declive, se apresura a incitar al conflicto de modo de evitar su decadencia  enviando a la presidenta de la cámara de representantes a Taiwán. Este acto busca socavar los cimientos de una China unificada, que es una de las prioridades de dicho Estado, poniendo en entredicho la soberanía territorial de China sobre la isla. Pese a que el conflicto escaló considerablemente, el desarrollo de este sigue aun en los márgenes de la política tradicional y no se vuelca aún a la política mediante otros cauces, como indicara antaño von Clausewitz (1977).

El calentamiento climático sigue dando cuenta de su desarrollo casi inexorable hasta el momento. De hecho, Europa y Asia han experimentado sequías extremas y olas de calor que se han cobrado miles de víctimas. Las condiciones de sequía han sido tan graves que miles de hectáreas de cultivos se han perdido, lo que vuelve a incidir una vez más sobre la carestía de la vida, por cuanto los precios de los alimentos siguen una presión alcista. Por otro lado, la sequía ha afectado la generación de energía hidroeléctrica debido a la reducción en los caudales, lo que afecta aún más la capacidad de maniobra de Europa para hacer frente a su dependencia energética de Rusia, dándole sostén económico al conflicto bélico en Europa.

Respecto a la pandemia suscitada por el COVID-19, pareciera que el mundo se acostumbró a lidiar con ella, asumiendo un umbral de muertos que fuese aceptable para el desenvolvimiento ordenado del capital. La evolución en diversas variantes del virus y la apuesta por vacunas que atenuaran la enfermedad han sido claves en este proceso. Sin embargo, países atrasados en la implementación de medidas como la vacunación, siguen teniendo políticas draconianas de contención. El ejemplo más evidente es China que, no apostando por la vacunación masiva, tiene que confinar a la población de comunas que presentan eventos de rebrote cada tanto, sumiendo asimismo a todo occidente en procesos de incertidumbre y estancamiento económico, por cuanto China es de los mayores importadores/exportadores de mercancías. Por ejemplo, las variaciones en el precio del cobre, motor de la economía chilena, están condicionados por los distintos eventos de rebrote en China que limita su importación.

En este periodo a lo largo de Sudamérica hemos vivido diferentes procesos que acusan una dificultad del capital para conducirse por los calmos cursos de hace algunas décadas. Por ejemplo, vemos como en Argentina la inflación está proyectada a escalar por sobre el 100 % anual acumulado, lo que repercute sobre la calidad de vida. Esto también ha ocurrido en otros países, desencadenando movilizaciones sectoriales, por ejemplo, en Ecuador, para frenar el alza en los hidrocarburos. Todo esto condiciona un convulso escenario de inestabilidad, mediado también por el conflicto Ruso-Ucraniano y el escenario postpandemia, que condujo a una menor producción de mercancías y un elevado gasto fiscal global, pudiendo catalizar nuevos procesos de luchas intersectoriales e interclasistas.

Sudamérica también está pasando por una rotación en la estructura del poder. Por ejemplo, Petro fue electo como presidente de Colombia tras casi un siglo seguido de gobiernos de derecha. Esto no solo estuvo condicionado por el fracaso de los socialismos reales, sino también por la asociación de guerrillas con el narcotráfico, que sientan tristes precedentes del desenvolvimiento de sectores de izquierda derivados del leninismo en Latinoamérica. Por su parte, en unos meses Brasil va a elegir a su próximo presidente, y todas las encuestas dan por triunfador por amplio margen a Lula Da Silva, acabando con el gobierno ultraderechista y reaccionario de Bolsonaro. Sin embargo, Sudamérica ya ha experimentado periodos de predominio de gobiernos de izquierda, en los cuales el desarrollo del capital ocurrió sin sobresaltos. Por ejemplo, bajo el gobierno de Evo Morales en Bolivia se firmaron importantes decretos que facilitaban la exploración de hidrocarburos en zonas protegidas y para ampliar la frontera agrícola, aumentando la deforestación. De hecho, en 2019 se registraron sendos incendios en Bolivia, que se sindican como responsabilidad de las políticas depredadoras al servicio del empresariado agrícola, sustentadas por los decretos mencionados, manifestando todo el carácter destructivo del capital. Paralelamente, el desarrollo de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) implica un enorme proyecto de agenciamiento del territorio y la naturaleza con el objeto de favorecer la integración y asimilación territorial al flujo de mercancías. Esta iniciativa busca desarrollar proyectos de inversión y expoliación de recursos a manos del capital a escala regional y viene a ser consensuado por los diversos gobiernos de la región, independiente de su color político.

No obstante el rol de las izquierdas en Latinoamérica, que durante décadas ha fomentado una dinámica de desarrollo capitalista sin sobresaltos, la ultraderecha mundial, con Vox (partido español) a la cabeza, se reunieron la segunda semana de Septiembre del presente año en Washington (USA) para “tratar de blindar/vulcanizar a diferentes sectores conservadores” en la región contra el “nuevo marxismo”, que gana terreno. Estos sectores conservadores parecieran demostrar que el imperialismo español está aún muy atento al desarrollo de sus colonias como para dejarlas tranquilas. No se cansaron de siglos de expoliación, queriendo perpetuar el dominio y saqueo hasta que ya nada corra a través de las venas abiertas de América Latina. Por supuesto, Vox cuenta con lacayos al auge en la región, quienes siguen atentos las tácticas de alienación en redes sociales. Estos crecen en base al pago de difusión de contenido, transmitiendo noticias incendiarias y fake news, ampliamente compartidas también por la izquierda. Esta estrategia le ha valido a nuestros tiempos ser caracterizados bajo el epíteto de la postverdad, donde la realidad ya ni siquiera importa, y ha sido ampliamente usada por la ultraderecha para las victorias electorales de Trump y Bolsonaro, pero también en las campañas de diversos de sus candidatos. Estas tácticas han sido empleadas en Argentina, que ha elegido como representante de parlamento Bonaerense a Milei y su compañera de formula, representantes del libertarianismo, con alrededor de un 17 % de los sufragios. En Chile, la ultraderecha conservadora, reunida en el partido Republicano, logró 13 cupos en la camara de diputados (de 155 escaños) y un senador. Asimismo, las encuestas en USA preveen una victoria de Trump en caso de que se presente a nuevas elecciones presidencias tras el mandato del liberal Biden, lo cual traería nuevos alientos a la ultraderecha a nivel global. Business as usual (negocios como siempre) nos dirá dicho sector, hasta que no quede vida alguna sobre la tierra para amasar las ganancias de un puñado de empresarios con evidentes rasgos sociopáticos.

En Chile la fiesta de la democracia, como ha sigo catalogada por diversos sectores, tuvo sus consecuencias. El rechazo en el plebiscito de salida por una nueva constitución se impuso holgadamente, manteniendo la constitución neoliberal hecha en dictadura, y modificada durante el gobierno Socialista de Ricardo Lagos. Este proceso, en palabras del sociólogo Alberto Mayol, es el triunfo del malestar en que habitamos1, y que fue -según él- uno de los motores que gatillaron la revuelta del 18O. La fiesta de la democracia parece olvidar que la democracia bajo el régimen del capital está sustentada en una falacia. Esto es, que la democracia se erige en principio en la medida en que los sujetos para ejercerla se encuentran en condiciones plenas de igualdad y libertad, o en otras palabras, que son autónomos para decidir respecto a los asuntos que les incumben. Pues bien, el capital es una relación condicionada por la esclavitud al trabajo asalariado y se sostiene bajo una desigualdad original que se traduce en que hay propietarios de los medios de producción y propietarios del trabajo vivo a ser transado como mercancía. Como existe semejante desigualdad, los sujetos no pueden ni ser libres ni autónomos, porque dependen materialmente de quienes compran su fuerza de trabajo. Luego, semejante asimetría, también condiciona el acceso a la información y la certidumbre respecto a las condiciones materiales para su subsistencia. No es de extrañar, en consecuencia, que el rechazo se impusiera en los sectores mas marginados con mayor holgura que en sectores más acomodados.

Por otro lado, el triunfo del rechazo en el plebiscito de salida por una nueva constitución en Chile manifiesta una desconexión abismal entre la socialdemocracia sipoapruebista/liberalismo progresista y la población. En primer lugar, la canalización institucional de las luchas escinde nuevamente a un sector de la sociedad en una convención constitucional sin ningún nexo real con las masas movilizadas, y se erige como poder separado con sus gustitos y rabietas. Este sector, con un fetiche formidable por el entramado jurídico, pareciera olvidar que constituciones y leyes no son sino el marco superestructural que descansa sobre bases económicas ya establecidas. Una constitución en este caso viene a rebarajar la estructura del poder, pero no modifica un ápice las relaciones económicas, y por lo demás las relaciones de poder están subordinadas a estas últimas y no se erigen en el aire. Por último, la propuesta constitucional hizo eco de una serie de demandas del progresismo izquierdista que no hicieron sentido en la población que vive en la inmediatez (o que habita el malestar como señala Mayol) y que resultan más bien en una suerte de imposición progre. Residiendo el voto del rechazo mayoritariamente en sectores populares, esto nos demuestra una vez más la brutal desconexión de la izquierda socialdemócrata y el liberalismo social respecto a dicha (1) población a la cual viene a rotear y descalificar toda vez que esta no adhiere a sus propuestas.

¿Qué queda después de esta debacle en la izquierda socialdemócrata/liberal chilena? Nosotros creemos que es un momento propicio para seguir articulando propuestas por fuera de la vía institucional. Ya hemos visto, una y otra vez, como la institucionalización de nuestras luchas termina solo por fortalecer a la ultraderecha y a sectores fascistoides. El triunfo de la socialdemocracia, y su imposibilidad para canalizar las demandas de transformación, se vuelven una y otra vez contra esta y contra los sectores en pie de lucha. Como señalara Saint Just en el siglo XVIII, “quien hace revoluciones a medias no hace sino cavar su propia tumba”. Como la derrota del noviembrismo es tan reciente, y como esta ya estaba signada de antemano, haciéndonos rememorar procesos como el de Syriza en Grecia, Podemos en España, o incluso el resultado del Brexit en Inglaterra, entonces el precedente es claro. Nos queda por canalizar la desilusión de sectores que vieron en la vía institucional una salida y que se dieron con la puerta en las narices. Y entonces, la pelota queda botando en nuestro campo, ahora nos queda a nosotr@s por seguir el juego.

La revuelta, originalmente concebida, está lejos de ser una praxis que se sustenta en el fetiche por la “democracia”. Es más bien el malestar que toma cuerpo y se canaliza hacia la destrucción de la propiedad. Es ahí donde el carácter realmente revolucionario de la revuelta es temido por el poder institucional, no en las urnas, donde yace calmo y dormido. Este carácter debe volver a su curso, pero ya no quedarse en el mero acto de negación de la actual sociedad, sino que debe reapropiarse de los medios materiales para su desarrollo y desenvolvimiento, so pena de decaer una vez más en el intento.

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