XABIER DÍEZ SOBRE LAS IZQUIERDAS Y LA LIBERTAD DE ORIENTACIÓN SEXUAL

 

Fragmento del libro “Una història crítica de les esquerres” (Edicions El Jonc, 2019), de Xavier Diez, traducido al castellano. El autor ha publicado otros libros como “El anarquismo individualista en España, 1923-1938”, “Venjança de classe. Causes profundes de la violència revolucionària a la Catalunya de 1936”, “Anarquisme, fet diferencial català. Influència i llegat de l’anarquisme en la història i la societat catalana contemporània”, “El pensament polític de Salvador Seguí”, “Utopia sexual a la premsa anarquista de Catalunya”…

El primero de estos puntos parte de una causa noble: la insoportable restricción a la que la moral tradicional somete aquellas personas que no siguen las pautas mayoritarias en materia sexual, los que escapan de la norma y que a menudo sufren, no solo el rechazo social, sino también una persecución legal y una discriminación personal intolerable. En un primer momento, las izquierdas hacen, a partir de la década de 1960, y sobre todo la posterior, una defensa que desafía las creencias asumidas de forma mayoritaria y que genera contradicciones entre la opinión pública. En este sentido, la izquierda resulta útil porque es inspiradora y obliga a transformar conciencias ancladas en concepciones ancestrales y los excesos de juicio derivados de sociedades de una uniformidad insoportable. Ahora bien, en los últimos años esta causa noble ha tendido a hilar demasiado fino, a profundizar en el lenguaje y establecer categorías de orientación sexual que acaban volviéndose incomprensibles para buena parte de la opinión pública, incluso para el segmento más concienciado. Lo que había sido enormemente positivo, sacudir la consciencia colectiva sobre la injusticia que se cometía contra aquellas personas que no seguían un comportamiento sexual tradicional, ha tomado un impulso que hace que la mayoría social, que a pesar de las ambigüedades siempre presentes en toda relación sexual, suele ser heterosexual, se vea cuestionada precisamente por ser tradicional, y que en determinados debates pueda sentirse incómoda. En la última campaña presidencial en los Estados Unidos, el lobby LGTBI hizo que una de las grandes polémicas que condujo al Partido Demócrata y Hillary Clinton a la derrota fuera la obsesión por obligar a que los establecimientos públicos dispusieran de servicios para quienes se sentían sexualmente neutros. En otros términos, parece como si la causa a favor de la libertad de orientación sexual hubiera perdido el control sobre si misma y esto tuviera como resultado una reacción defensiva de sectores amplios de la población, incapaz de entender qué pasaba, con la sensación de que las izquierdas parecían perder el rumbo por una cuestión que afectaba una minoría. La consecuencia es que alguien como Donald Trump, caracterizado por tener una actitud abiertamente machista y chabacana acabara derrotando a su rival, gracias en cierta medida a episodios, aparentemente anecdóticos, como este.

El caso es que la orientación sexual, más allá de su dimensión íntima y personal, en la práctica, no aportaba nada, o muy poca cosa, si atendemos a la función histórica de las izquierdas. Ha contribuido a un cierto narcicismo de la identidad, en el sentido de que el comportamiento sexual, que en la sociedad occidental pertenece a la esfera privada, parece convertirse en un espectáculo público que tiende a potenciar el mismo individualismo que encontramos en el ADN del capitalismo neoliberal. De hecho, y teniendo en cuenta que la tolerancia a la diversidad sexual es más grande a medida que vamos más arriba, subimos en la pirámide social (entre las capas altas de la sociedad es más habitual la desinhibición personal, mientras que entre las clases trabajadoras encontramos más incomprensión e intolerancia en materia de moral sexual); la paradoja es que el movimiento gay, al menos el más institucional, tiende a apoyar políticas económicas cercanas al capitalismo neoliberal, mientras que entre los estratos sociales más bajos, hay la sensación de que la obsesión en defensa del movimiento LGTBI resulta alejada de sus necesidades más inmediatas. En otras palabras, que la bandera de la libertad sexual aleja las izquierdas de sus bases sociales naturales. No quisiera que se malinterpretaran estas afirmaciones: la causa de la libertad sexual es una cuestión de moral pública absolutamente necesaria para cincelar en la sociedad un más que necesario respeto a la diferencia; en cambio, lo que tenemos es una batalla cultural donde se malgastan energías de manera poco razonable.

Xavier Diez
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