CONVERSACIÓN SOBRE LOS AMIGOS DE DURRUTI

Conversación sobre Los Amigos de Durruti

Conversación con Miguel Amorós en la radio libre La Nevera el 19 de octubre de 2022 a propósito de la publicación de «Los Amigos de Durruti en la revolución española»

-¿Por qué has decidido escribir el libro ya habiendo escrito el de Balius, «La Revolución Traicionada»?

La historia escrita nunca es definitiva. Se amplían las lecturas, la perspectiva se profundiza, un mayor documentación se vuelve accesible, surgen nuevas publicaciones a tener en cuenta y aparecen manifiestos olvidados. De todas formas, el libro es distinto: he soslayado bastante la figura de Jaime Balius y me he centrado exclusivamente en la Agrupación «Los Amigos de Durruti», en su visión de los acontecimientos y en su papel revolucionario. A la vez, intento ilustrar mejor las pendientes resbaladizas del circunstancialismo por las que fue deslizada la obra revolucionaria, señalando un escenario donde convergían los comités responsables libertarios, el estalinismo, la socialdemocracia y el republicanismo burgués. ¿Cómo explicar si no el sostén de la CNT a los gobiernos de Largo Caballero y Negrín y su falta de respuesta a la aniquilación de las conquistas proletarias?

-¿Crees que hay una mayor aceptación de la “història negra” de la CNT en el ámbito libertario?

El conocimiento verídico de las luchas pretéritas del proletariado libertario es necesario para que los protagonistas de las actuales comprendan la posición real que ocupan en la sociedad presente. Pero estos viven de espaldas al pasado. Actualmente, las distintas organizaciones anarcosindicalistas que reivindican la herencia de la CNT están absortas en problemas materiales corrientes relativos a la baja afiliación, la problemática laboral, la precariedad, los desahucios, los derechos de la mujer, etc. No es que eso sea malo, al contrario, pero en ausencia de una situación revolucionaria, con el pueblo trabajador fuera de la escena de la historia y la sociedad de individuos desarraigados sin querer salir de la anomia, el pasado importa poco. No aporta soluciones prácticas inmediatas, solamente conciencia histórica, algo que desdeñan por igual los pragmáticos y los activistas. Por eso tiende a ser mitificado, es decir, a ser proyectado fuera de la realidad cotidiana, y, en consecuencia, a ser idealizado. Y, a todos los efectos, olvidado. La revisión crítica que hacemos contribuye a desmitificarlo y traerlo a la memoria, pero al no afectar para nada el día a día, no ahonda las contradicciones, no causa verdadero debate, por lo que dicha revisión resulta tan aceptable como los trabajos apologéticos y santificadores. Mientras se mantenga el dualismo entre las buenas intenciones y los hechos reales, la razón y la acción, la teoría y la praxis, el mundo material y las sociedad ideal, tan típico de la ideología anarquista (y de cualquier otra ideología), la glorificación cosificadora seguirá trabando en buena medida la labor subversiva de la verdad.

-¿Qué clase de revolución se produjo en el 36 ?

Para responder me remitiré a los análisis de Los Amigos de Durruti. De acuerdo con estos la revolución proletaria desencadenada en el verano del 36 no fue originada simplemente por el golpe de Estado militar-fascista. El gobierno del Frente Popular y sus bases socialistas y burguesas pintaban cada vez menos y que, como mínimo desde febrero, la iniciativa social e histórica correspondía enteramente al proletariado. El 19 de julio el protagonismo obrero se hizo visible desde todos los ángulos, planteando en actos la disyuntiva «fascismo o revolución social». La mayoría de los dirigentes significativos de la CNT y la FAI no se sintieron capaces de afrontar ese dilema y prefirieron compartir la victoria de los trabajadores con los demás sectores, respetando las instituciones republicanas y permitiendo que los enemigos de la revolución se hicieran fuertes en ellas. De este modo, por más que venciese la clase obrera, otros eran quienes en último término administraron su triunfo. Las consecuencias no se hicieron esperar: a los seis meses la guerra se separaba de la revolución y esta retrocedía, los comités revolucionarios eran reemplazados por consistorios municipales, la retaguardia era desarmada y el orden público pasaba a la guardia de asalto; la justicia burguesa renacía, las milicias se integraban en un Ejército Popular, el proceso colectivizador se detenía, y en fin, el Estado se reconstruía. La contrarrevolución avanzaba, el estalinismo se expandía y la encabezaba, volvían a celebrarse misas, las conquistas obreras eran atacadas y las provocaciones se sucedían.

-Se creó una élite libertaria con intereses propios contrarios a los de sus bases proletarias. ¿No es así?

La dinámica de la organización de masas trajo como consecuencia una burocratización muy rápida que fue concentrando la toma de decisiones en los comités orgánicos. Paralelamente, la democracia directa fue siendo reducida y sus mecanismos -las asambleas, los congresos, los plenos comarcales- progresivamente abandonados. La entrada en las instituciones y la militarización de las columnas aceleraron el proceso, que terminó en un claro divorcio entre la cúspide estatalista, cada vez más capituladora («renunciamos a todo»), y la base revolucionaria, cada vez más desmoralizada. La burocracia dirigente viraba hacia el estatalismo y el nacionalismo. Así pues, la guerra dejaba de ser una guerra de clases para convertirse en una guerra de la independencia. La carne de cañón del ejército regular era principalmente libertaria; ya no luchaba contra la burguesía, sino contra el enemigo invasor, alemán, italiano o moro.

-¿Por qué surgen Los Amigos de Durruti?

La Agrupación nace en febrero del 37 fruto de un encuentro entre algunos militantes de la retaguardia preocupados por la contrarrevolución que se fraguaba a plena luz del día y un contingente de milicianos de la Columna Durruti reacios a la militarización. Se proponía detener la carrera de las concesiones y enderezar la situación. Reivindicaba una justicia auténticamente proletaria y el control sindical de la administración local, el orden público, la economía y la distribución: era el «Todo el poder a los sindicatos» propugnado antes por el grupo «Nosotros». Asimismo pedía la formación de un ejército revolucionario y la constitución de una Junta Revolucionaria compuesta por obreros, campesinos y milicianos.

-¿Cuál es el significado de las Jornadas de Mayo?

Los sucesos de Mayo del 37 no fueron una simple protesta obrera ante los atropellos sufridos, sino una verdadera batalla librada contra los enemigos de clase que estaban desmantelando la revolución con el objeto de restaurar la república burguesa de antes. Como pasó en julio, la victoria proletaria fue anulada por los dirigentes: la traición fue formidable. Asombrosamente, los vencedores se rindieron a los vencidos. El colaboracionismo confederal alcanzó las más cotas de ignominia. Aquello significó el fin de la revolución y la aceleración del proceso contrarrevolucionario en el bando republicano, que rápidamente adquirió visos dictatoriales. Las cárceles se poblaron de antifascistas, la desmoralización fue completa y como resultado la guerra se perdió.

-¿Qué papel desempeñaron Los Amigos de Durruti después de Mayo?

La Agrupación fue la expresión más avanzada del anarquismo revolucionario y a través del periódico «El Amigo del Pueblo» desempeñó una labor de oposición respaldada por muchos sindicatos, grupos de afinidad, soldados del Frente de Aragón y presos antifascistas. En todo momento combatió la deriva autoritaria del Gobierno y ofreció alternativas a la parálisis estratégica del movimiento libertario. Insistió en buscar el apoyo del proletariado internacional y no el de las potencias. Se apartó de la crítica «puritana» limitada a lamentar el abandono de los principios, y planteó abiertamente cuestiones espinosas como la necesidad de «un programa concreto», la «toma del poder» y la «dirección revolucionaria». En los primeros meses de exilio la Agrupación se mantuvo activa en los campos de refugiados, proporcionando los primeros análisis de las causas de la derrota, que solamente unas pocas publicaciones radicales independientes como «L’Adunata dei Refrattari» osaron publicar.

-¿Crees que el libro va a tener mayor eco ahora que cuando escribísteis el de Balius?

No lo creo. Primero, porque casi no quedan patriarcas guardianes del templo que se rasguen las vestiduras ante el menor cuestionamiento del gubernamentalismo durante la guerra civil; segundo, porque las nuevas generaciones que se denominan libertarias no tienen interés en formarse y, por lo tanto, no leen. Si lo hacen, sus lecturas preferentes giran en torno a la fabricación social del género, la interseccionalidad, el bienestar animal o la deconstrucción de las identidades sexuales. En su imaginario, el sujeto de la revolución, la clase oprimida, ha sido sustituida por un conjunto de minorías marginadas. La historia se arrodilla ante la moda universitaria americana.

-Habiendo escrito el de la Columna de Hierro y el de Los Amigos ¿escribirás uno ahora sobre la Columna Maroto?

En cuanto se presente la ocasión, que es como decir cuando se agote la primera edición. Tengo un montón de material inédito sobre Maroto y sus compañeros con el que completar su biografía.

L’Adunata dei Refrattari y Los Amigos de Durruti

L’Adunata (La Llamada) fue un semanario de Nueva York redactado en italiano de cuya dirección se hizo cargo en 1928 Raffaele Schiavina, un anarquista convencido de que al fascismo solo se le podía derrocar con las armas mediante una insurrección popular que destrozara su Estado. Totalmente contrario al derrotismo y al pacifismo de muchos libertarios, era igualmente crítico con lo que suponía desviaciones ideológicas tales como el posibilismo democrático (lo que hoy se llamaría municipalismo), la plataforma Archinov o el mismísimo anarcosindicalismo. La publicación, consciente del carácter revolucionario del momento ibérico, sostuvo la política ambigua de la CNT en la República, pese a saber que esta solo representaba los intereses de una burguesía que en gran parte la había abandonado. Admiraba el impulso creativo del pueblo trabajador español y este se cubría con las siglas CNT-FAI. L’Adunata denunció la falacia de que en la península el combate se realizaba en defensa de la democracia: se luchaba para acabar con el capitalismo, para destruir la propiedad privada y para expropiar la riqueza en poder de una minoría. En suma, se luchaba por la revolución social, algo que parecía contradecir la entrada en el gobierno de la CNT, consecuencia según Schiavina de un oportunismo táctico que venía de lejos. El anarquismo atemperado por las concesiones y renuncias que desvirtuaban su naturaleza, sus métodos y sus fines, conducía directamente al fracaso. Durante las jornadas de Mayo, L’Adunata se pronunció a favor de la resistencia a ultranza proclamada por Los Amigos de Durruti, las Juventudes Libertarias y otros anarquistas revolucionarios, contra la reacción encabezada por los estalinistas que, entre tantas, se había cobrado la vida de Camilo Berneri. En el ejemplar del 19 de junio de 1937 anunciaba la aparición de «El Amigo del Pueblo» y siete días más tarde publicaba el demoledor manifiesto que la Agrupación distribuyó el 8 de mayo. En el número del 22 de julio el semanario lamentó las adhesiones al ministerialismo de los medios libertarios de fuera de España, en contraste con la persecución orgánica de las protestas como la de Los Amigos de Durruti, absolutamente silenciada. Así, el 28 de agosto publicó el artículo titulado «Una Situación Intolerable», que había salido en el nº 5 de «El Amigo del Pueblo». Al acabar la guerra, L’Adunata publicó el análisis durrutista de las causas de la derrota que más abajo reproducimos. Finalmente, el ejemplar correspondiente al 11 de mayo de 1940 recogió el testimonio de un participante en las jornadas de Mayo, que firmaba «Saida». Su valoración fue la siguiente:

«La Semana Sangrienta de Barcelona fue una puñalada en el corazón del mayor incendio emancipador de todos los tiempos ¡Conviene recordarlo!

Ocurrió que la España libertaria amenazada por todas las traiciones, todas las abjuraciones y todas las renuncias, tuvo que hincar las rodillas como los toros en la ardiente arena, por más que de un titán de ese calibre se esperara la gloria de sucumbir de pie.

De una cosa estamos convencidos. Aunque quienes justifican el sectarismo o la inconsciencia de los responsables del movimiento libertario español no lo crean, si se hubiese tomado el toro por los cuernos y se hubiera ocupado Cataluña, Aragón y Levante, como era posible indiscutiblemente en Mayo del 37, aceptando el desafío que ello implicaba en sus consecuencias extremas, el movimiento ibérico hubiera salido dignificado y su futuro se habría salvado.»

Las causas de la derrota del proletariado español

El movimiento proletario debe sacar provecho de la experiencia española. A nosotros, militantes de España, nos incumbe, en el momento actual, lamentar que las ayudas recibidas del proletariado internacional han sido inadecuadas. A nosotros incumbe la misión de exponer a los trabajadores del resto del mundo las causas de nuestra derrota.

La Agrupación Los Amigos de Durruti compuesta por militantes anarquistas indicó a su debido tiempo cuál sería la suerte del proletariado español si se continuaba con la política del Frente Popular.

Habíamos sostenido desde el comienzo que la guerra ibérica era una guerra de clase, enfrentándonos a la posición de los que sostenían que nuestra guerra poseía el carácter de una guerra de la independencia.

El celo desplegado por el sector burgués, el socialista o el estalinista en clasificar nuestra epopeya como una guerra de la independencia no tenía nada de sorprendente, ya que eran conocidas las tendencias contrarrevolucionarias de quienes sostenían esta tesis. Lo que en cambio si sorprendía, lo que nunca nos habríamos atrevido a suponer, era el hecho de que determinados militantes de la CNT-FAI asumiesen la misma posición que aquellos que se habían emboscado para apuñalar a la revolución.

Tergiversado de tal guisa el sentido de la lucha empeñada por los trabajadores españoles, se llegaba a hacerlo coincidir con las pretensiones del mismísimo Franco, que a su vez proclamaba combatir por la independencia de España. ¿Qué pensarían los trabajadores de otros países de una confusión semejante?

Pero las tergiversacciones no terminaban aquí. En un comicio tenido en Barcelona, una militante anarquista llegó a decir que los antifascistas eran los defensores de la Nación Española. En todos los actos públicos en los que participaban los dirigentes de la CNT-FAI, nos encontrábamos, no sin dolor, tales desviaciones de los conceptos de clase y de anarquía que en el pasado hicieron de nuestras organizaciones los baluartes más sólidos del proletariado español.

La prevalencia de la psicosis contrarrevolucionaria volvía imposible esperar un epílogo satisfactorio. Todos los grandes acontecimientos humanos necesitan apoyo moral. El espíritu de sacrificio de los descamisados franceses, dispuestos a todo con tal de vencer, y el heroismo de los proletarios rusos, se alimentaba de la convicción profunda de que ambos defendían sus propios intereses. En cambio, al proletariado español le faltaba ese convencimiento que transforma a los hombres en gigantes.

La contrarrevolución había ido perfilándose desde antes de Mayo de 1937. Pero la derrota sufrida por el proletariado en aquellas jornadas acarreó las manifestaciones de injusticia más brutales. Tras la entronización del Gobierno Negrín -que fue el gobierno de la derrota, del delito legalizado y de la vergüenza- se aceleró el ritmo de la contrarrevolución. El gobierno Negrín se distinguió por la persecución de los trabajadores revolucionarios, por el servilismo abyecto a la política de la URSS, por la especulación de víveres más escandalosa, por la infame actividad de la Cheka, por la delincuencia en todos los campos, por los desmesurados privilegios de la burocracia…

Dadas estas circunstancias ultrarreaccionarias no hacía falta averiguar cúal podía ser la moral de las clases trabajadoras. El pueblo antifascista se había desmoralizado. No sabía por qué luchaba. El agotamiento causado por la guerra y los sacrificios que solamente él realizaba le inducían a razonar así: En el momento en que, bajo Negrín, a los trabajadores nos persiguen y nos condenan al hambre, que venga lo que fuere, porque la guerra acabará pronto.

Pero si los trabajadores españoles hubieran tenido la seguridad de que los pelotones de ejecución, los campos de concentración y las prisiones estaban destinados exclusivamente a los fascistas, esa convicción hubiera llegado igualmente a todos los ciudadanos; y si estaban seguros de que ellos mismos sostenían los destinos del país, el prodigio colectivo se hubiera producido y el fascismo hubiera encontrado en cada palmo de terreno una muralla de pechos imposible de abatir, por más grande que fuese la cantidad de plomo disparado.

Nuestra Agrupación -que en la emigración se propone recoger las enseñanzas que deja la revolución española- reafirma que los militantes de la CNT-FAI no han estado, en su gran mayoría, a la altura de la situación. En las jornadas de Julio y en las de Mayo disponíamos de enormes posibilidades, por más que muchos vengan repitiendo que si, nosotros los anarquistas, hubiéramos intentado imponer nuestras aspiraciones en sentido totalitario hubiéramos precipitado el mismo epílogo que hoy deploramos.

Nosotros -«Los Amigos de Durruti»- creemos que las convulsiones sociales no pueden mantenerse en un plano intermedio. En el caso de España, no se podía sostener que nos encontráramos en una revolución capitalista. Esta etapa había sido superada el 14 de abril de 1931. La Revolución Social había hecho su aparición en febrero de 1936, cuando el poder del Estado se encontraba en las manos de Portela Valladares. Azaña intentó que la clase trabajadora se pusiera a dormir con el espejuelo de la democracia, pero la incertidubre de la situación no ofrecía suficientes garantías a la España Negra, que hizo su clásica puesta en escena. El trabajo militante plantó cara al movimiento reaccionario con un ánimo desconocido para el régimen de Negrín y el provocador del PSUC Comorera. Aquel fue un momento revolucionario en el sentido más completo de la palabra, y no ya uno de tipo híbrido y represivo como lo que más tarde falseó la epopeya española.

La causa principal de la derrota hay que buscarla en la duda que se apoderó de los militantes responsables de la CNT-FAI en las jornadas de Julio y en las de Mayo. Si en aquellas circunstancias de la historia de España, hubiésemos asumido la dirección completa del país, no se hubiera podido verificar el contrasentido de que, habiendo ganado los trabajadores en aquellas dos ocasiones, después fueran derrotados por los sectores contrarrevolucionarios que crearon las condiciones de la victoria de Franco.

La experiencia ha sido dura. Por culpa de la derrota del proletariado español, la revolución mundial padece un retraso enorme. Pero cuando, en los vaivenes de los acontecimientos que constituyen la historia del pueblo, se presente una nueva convulsión social, que los trabajadores no olviden que solo ellos pueden defender sus propios intereses y que, en ese terreno, la mínima concesión puede resultar fatal.

Si los trabajadores del mundo entero aprovecharan las enseñanzas de nuestra revolución, nuestro dolor y nuestra suerte nos causarían menos aflicción…

Secretariado de la Agrupación Los Amigos de Durruti

L’Adunata dei refrattari, New York, 30-IX-1939

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