FRANCIA, ¿Y AHORA QUÉ?

FRANCIA, ¿y ahora qué?

Tras la decisión del ejecutivo galo de ampliar en dos años la edad para jubilarse, las protestas no han cesado en toda Francia. No ha habido pueblo o ciudad donde no hubiera una gran concentración de repulsa a esa pérdida de derechos, por obra y gracia de un neoliberalismo siempre atento a servir al poder (sea este nacional, europeo o ambos).

Tras los millones de personas en las calles, se puso la esperanza institucional en que la Asamblea Nacional no votase a favor de la maldita ley, pero llegó el día y por 7 votos la decisión de Macron y sus huestes salió adelante. Se respondió nuevamente en las calles con una movilización histórica donde lo mejor de la sociedad francesa mostró su repulsa, y con ella mantuvo el hilo rojo de la lucha que los franceses practican desde hace décadas.

La siguiente etapa institucional fue confiar en el que el Consejo Constitucional no avalara lo hecho por la derecha y que se abrieran las puertas para un referéndum. Pero, desde hace unas horas, el magno órgano ha dado la razón al gobierno y da por finalizada la lucha legal contra la decisión del ejecutivo. La gran cuestión que nace desde las entrañas de las manifestaciones, asambleas y bloqueos es una pregunta con remembranza histórica: y ahora «qué hacer». Acabada la vía institucional y «democrática» (las comillas son obligatorias si hablamos de una sociedad dividida en clases) para revertir lo sucedido, no parece lógico que se plieguen las banderas, las protestas y, cual disciplinados consumidores, se espere a las elecciones generales para que la correlación de fuerzas cambie. Un argumento que con rapidez han esgrimido desde la derecha. Quieren a los manifestantes callados y en fila hacia las urnas porque desde el sistema saben que ese terreno de juego es imposible para la izquierda que no hace concesiones. Para la burguesía se trata de deslegitimar las protestas en las calles y cual embudo que acabe todo en el parlamento que dominan irreversiblemente. Pero sucede que es Francia y como se decía en las concentraciones, lo que le ocurrió a Luis XVI no fue una anécdota, sino una forma de lucha. La memoria histórica es la pesadilla de las derechas.

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