ANARCOSINDICALISMO Y MOVIMIENTOS SOCIALES

Anarcosindicalismo y movimientos sociales

Fuera de los sindicatos libertarios, estos únicamente se están dedicando a la lucha laboral y poco más. Los movimientos sociales, entre los que está el movimiento vecinal, han tomado la tarea que antes se hacía desde los grandes sindicatos.
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Aunque a veces se tiene la sensación de que el anarcosindicalismo no es más que un sindicato gestionado por anarquistas, en realidad es mucho más que eso.

El anarcosindicalismo lleva implícito tanto el ser una estrategia como ser un modelo de sociedad en sí mismo. Es una estrategia porque es un método de acumulación de fuerzas y de organización de la clase trabajadora a partir de la lucha laboral. Y es un modelo de sociedad, porque el anarcosindicalismo podría sustituir al Estado. Y es que el Estado no es más que una forma de administrar la sociedad, una organización social al servicio de la clase dominante. Además, su propia existencia y desarrollo crea unas relaciones sociales concretas. Como sabemos que son posible otras relaciones sociales, también nos es posible imaginar otro tipo de formas de administrar la sociedad que no estén al servicio de esa clase.

Teniendo esto claro, por tanto, la táctica no es otra que hacer que los sindicatos anarcosindicalistas sean lo más grandes posibles. En ellos debe tener cabida todo el proletariado, ya que los sindicatos son sus organizaciones naturales. Por eso el anarcosindicalismo clásico fue capaz de crear sindicatos de todo tipo, incluso de personas supuestamente no productivas para el capitalismo: pensionistas, amas de casa, estudiantes, parados, etc. Se trataba de tener organizada a toda la clase obrera; encuadrada en los sindicatos.

Los sindicatos llegaban a utilizar el palo y la zanahoria. Es decir que a veces podían ofrecer algún beneficio y otras podían coaccionar a la gente para que se les afiliase. En este sentido, incluso se hicieron huelgas para que los empresarios despidiesen cierta gente enemiga del sindicato (por ejemplo, ciertos esquiroles o capataces indeseables).

Quizás hay que empezar a desembarazarse del complejo de inferioridad según el cual como no tenemos ninguna posibilidad revolucionaria no hay que relacionarse en absoluto con las administraciones públicas

Ciertamente, lo normal era lo contrario, que la gente se afiliase por desear un progreso social y personal. Es decir, querían una herramienta para ganarse mejor la vida, tener mayor protección y acceso a la cultura. No olvidemos que el sindicalismo revolucionario había nacido de las bolsas de trabajo francesas o que en muchos sitios tenían mutualidades, a modo de seguro de accidentes, de maternidad o de pensiones, ya que no existía la Seguridad Social.

Este tipo de conciencia obrera no era exclusivo del anarcosindicalismo, puesto que se producía allí donde hubiese grandes concentraciones proletarias organizadas. Siguiendo con este punto de vista clasista, por ejemplo, cuando se realizaba una huelga a su alrededor toda esta sociedad paralela podía controlar el territorio de forma casi inmediata. La comunidad obrera estaba implicada en la lucha. Se favorecía la consolidación de la identidad de clase, necesaria para encarar nuevas luchas. Tengamos presente que tiempos no muy lejanos CC OO tenía un buen entramado de proyectos sociales a su alrededor.

Hoy en día, estamos en la situación opuesta. Fuera de los sindicatos libertarios hay de todo. Estos únicamente se están dedicando a la lucha laboral y poco más. Los movimientos sociales, entre los que está el movimiento vecinal, han tomado la tarea que antes se hacía desde los grandes sindicatos. En este aspecto desde el traspiés de los años 80 se perdió la posibilidad de convertir el anarcosindicalismo en un referente para la sociedad, más allá del ámbito del trabajo. Se puede ver en los carteles que apoyan este 1 de Mayo, un poco de la galaxia de colectivos de lo más diverso.

Esto no quiere decir que el anarcosindicalismo no haya estado o esté presente en las luchas sociales. En no pocos lugares son un foco de organización del movimiento de pensionistas. En otros están en la lucha de la sanidad o de la educación. En otros ayudan a promover el feminismo. En otros la lucha medioambiental y participan de las plataformas de defensa de la tierra. Suelen contar con grupos excursionistas y hasta deportivos. Y, ¿qué decir de la cultura o la memoria histórica?

Pero no se trata de eso. A lo que me refiero es que el anarcosindicalismo tiene que ser un motor de la sociedad en todos los sentidos, no un simple colectivo más de entre los 15 que haya en un barrio. Debe existir un sentimiento de unidad y una ambición, aunque sea a largo plazo, de que acabemos en la misma organización.

Para que esto se dé, quedará recorrer durante años la acción social propia, desde el sindicato, sin esperar liderarla de ninguna manera. Por ejemplo, no sería una locura que el movimiento de la vivienda se diese dentro de la estructura anarcosindicalista. Las secretarías de acción social deben tener una función estratégica de proyectar el sindicato en la sociedad. ¿Nos podríamos imaginar un sindicato con su economato/cooperativa, con una escuela de repaso, con unas comisiones de vivienda, de pensiones, de estudiantes, de sanidad y de barrios? Y en este último aspecto también se debe desarrollar la idea de los sindicatos de barrio, entendidos no solo como simples asesorías laborales sino como medio de socialización con el vecindario participando de sus luchas.

A nivel un poco más institucional, el sindicato puede participar en las Mesas del Transporte, de la Gente Mayor, de la Vivienda, de Migraciones, etc. En todo lo que pueda. Y no para hacerle la pelota al Ayuntamiento de turno, sino todo lo contrario, para convertirse en un contrapoder necesario, legítimo y visible. Y de paso para que cierta parte de la militancia se vaya acostumbrando a entender cómo funcionan los aspectos técnicos de nuestra sociedad (con vistas a la revolución, claro está).

Quizás hay que empezar a desembarazarse del complejo de inferioridad según el cual como no tenemos ninguna posibilidad revolucionaria no hay que relacionarse en absoluto con las administraciones públicas. Aún recuerdo leer en un periódico cenetista de los años 70 cómo alguien proponía que los sindicatos (y entre ellos la CNT) deberían gestionar la Seguridad Social.

Otros aspectos que podrían rodear al sindicato, serían las bolsas de trabajo y las cooperativas de trabajo. Respecto al primer caso, dada la situación de crisis estructural que vivimos, entraría dentro de lo posible que algunas personas se dedicasen a tener información e hiciesen orientación laboral para la afiliación que no dispone de empleo o que se plantea marcharse a otra parte. En especial esto sería importante para mantener a cierta militancia clave que no quieres que abandone el sindicato porque haya encontrado trabajo en otra ciudad. Incluso, tal como hace el sindicalismo estadounidense, serviría para dar entrada a militantes en un sector o empresa que le interesase al sindicato. Otra labor interesante sería ofrecer una asesoría de extranjería, para combatir la terrible discriminación que sufre la quinta o sexta parte de nuestra sociedad.

Respecto a las cooperativas, aunque son actividades económicas independientes, está claro que pueden rodear un sindicato. En otros tiempos era muy habitual que acogiesen a sindicalistas que habían sufrido accidentes laborales, que estaban incapacitados para trabajar en otros empleos en la empresa privada capitalista o que acogiesen a los sindicalistas que estaban en las listas negras de la patronal.

Estamos en un momento en el que ciertos movimientos sociales en algunos territorios están construyendo una ideología basada en las llamadas estructuras populares. Según el lugar, se hace desde una perspectiva autónoma o comunista. Podemos ver que están creando un movimiento en condiciones, y lleno de cosas que ofrecer, a partir de unir cosas que ya existían por separado y ahora, debido al volumen de gente que mueven, se pueden permitir proyectos nuevos. Y ahora pensemos en lo que nos cuesta atraer militantes que no están insertos en la lucha laboral. Por tanto, se debe socializar nuestro proyecto, atrayendo gentes de otros movimientos y abriendo nuevos frentes en los sindicatos sin restarle fuerzas a la actividad prioritaria, que es hacer del sindicalismo una herramienta de liberación social.

Recordemos los tres elementos clave del anarcosindicalismo: sindicato, municipio y cooperativa

Como vemos la acción social de los anarcosindicatos tiene mucho recorrido. Por último, recordemos los tres elementos clave del anarcosindicalismo: sindicato, municipio y cooperativa. Es decir, que la acción social sirve para enfocarse en los dos últimos aspectos, la construcción del municipio libre y del cooperativismo social, que también se debe hacer desde nuestros sindicatos. A fin de cuentas, el anarcosindicalismo es la construcción del socialismo desde abajo, que puede llevar a cabo cualquiera en su barrio, sin depender de grandes teorías de intelectuales.

Existen acuerdos en los congresos de la CNT (desconozco el resto de sindicatos) para poner todo esto en marcha y si no se ha hecho hasta ahora, se ha hecho con muy poca fuerza, o sin continuidad, ha sido precisamente por la falta de volumen de militancia. Ahora mismo la prioridad es construir el Sindicato. Esto no quiere decir que la gente no quiera “hacer nada”. Precisamente ahora hacen “de todo” fuera de los sindicatos porque quizás no se ha resuelto el cómo integrarla, y porque hay otros movimientos que ya cumplen esa función.

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