LA “NEBULOSA” COMO FORMA ORGANIZATIVA ÁCRATA

La “Nebulosa” como fórmula organizativa ácrata

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DIFERENCIAS ENTRE GRUPOS DE DEFENSA, GRUPOS DE AFINIDAD Y GRUPOS DE ACCIÓN

 

Hay que diferenciar entre cuadros de defensa, grupos de afinidad y grupos de acción[1].

Los cuadros de defensa fueron, desde octubre de 1934, la milicia secreta y anónima del sindicato cenetista, que habían asumido anteriormente desde tareas de defensa sindical, o de piquetes de huelga, hasta intentonas insurreccionales. Podían definirse como el ejército clandestino de la revolución, sumido plena y seriamente en tareas de información, armamento, entrenamiento, estrategia y preparación de la insurrección obrera. Eran un organismo dependiente de la CNT, porque eran los sindicatos quienes los financiaban y quienes los nutrían con sus militantes. Esa estructura de los cuadros de defensa primarios, formados por seis miembros, estaba preparada para ampliarse con la incorporación masiva de miles de sindicalistas, y para dar cabida además a otros grupos secundarios, como los grupos de afinidad de la FAI, Juventudes Libertarias y ateneos. Pero los comités de defensa no fueron nunca una organización de la FAI, ni tuvieron nunca un carácter independiente y autónomo; fueron la organización armada de la CNT, sometida siempre a las decisiones e iniciativas del Comité Regional (o Nacional) de la CNT.

La CNT no era sólo el sindicato. En casi todos los barrios barceloneses existía el comité de barrio, que abarcaba toda la vida social, cultural y familiar del trabajador, creando un espacio de lucha y solidaridad[2] muy bien definido y conocido, que permitía una relación natural con vecinos, amigos y compañeros, facilitando la formación ideológica, la información y las plataformas reivindicativas.

Juan García Oliver definió de este modo su concepción del ejército revolucionario: “propugnamos [en la ponencia de García Oliver sobre Comunismo Libertario, presentada en el Congreso de Zaragoza de mayo de 1936] la creación de un ejército revolucionario, que yo entendía que debía ser considerado tal a partir de entonces. Convertir lo que nosotros habíamos hecho en Barcelona en materia de cuadros de Defensa Confederal en una táctica aplicable en toda España. Era eso, ni más ni menos”[3].

La posición de García Oliver sobre el ejército revolucionario halló una seria oposición en el seno de la FAI, que le acusaba de abandonar los principios anarquistas y de militarista: “Cipriano Mera (muy buen compañero de la Construcción de Madrid), mientras yo estaba haciendo [en el Congreso de Zaragoza], aparte de otras glosas, la del ejército, gritó: “¡Qué nos diga el compañero García Oliver de qué color quiere los entorchados!” Y se da la circunstancia paradójica que fue precisamente Cipriano Mera el primero que aceptó luego la militarización y los entorchados del Ejército”[4].

Los grupos de afinidad constituían la estructura organizativa de los anarquistas en la FAI. Eran fundamentalmente un grupo de amigos y/o militantes, unidos por una afinidad ideológica, que asumían labores, postulados y tácticas comunes al grupo, que podían oponerles a otros grupos de afinidad. Fue notable, por su importancia, la oposición entre el grupo Nosotros y el frente anti-Nosotros, constituido por varios grupos que secundaban al grupo Nervio. La Federación Anarquista Ibérica (FAI) no era más que una plataforma común, o coordinadora, de grupos de afinidad, que frecuentemente discrepaban del Comité Peninsular o Regional. La FAI se transformó, en julio de 1937, en un partido antifascista más, cuando la reestructuración orgánica sustituyó (o desplazó) a los grupos de afinidad como célula organizativa de la FAI, en favor de una nueva organización territorial, reducida en la ciudad de Barcelona a sólo 23 militantes. En la FAI no se votaba casi nunca; y se procuraba que las resoluciones de los plenos se adoptasen siempre por unanimidad, buscando el consenso de las distintas posiciones en un texto que pudiera ser asumido por todos, o bien quedaban pendientes de aprobación[5].

Los grupos de afinidad se caracterizaban por su transitoriedad, autofinanciación, descentralización, autonomía y federalismo. Las condiciones de clandestinidad, pero también por propia vocación, hacían que estos grupos nacieran para efectuar una acción concreta o una determinada tarea, pasada la cual se disolvían tras una breve existencia. Algunos individuos quizás volvían a encontrarse en otros grupos de afinidad para realizar otra tarea concreta. Esa volatilidad y clandestinidad permanente eran fruto de la necesaria adaptación a la constante represión policial, y también del prejuicio anarquista a toda estructura organizativa, lo cual hace muy difícil su estudio histórico. Aunque también existían, excepcionalmente, grupos de afinidad de larga duración, eran los menos. Solían estar formados por un mínimo de cuatro y un máximo de unos veinte compañeros, hasta el punto de que, cuando superaban esa cifra, se dividían en dos grupos distintos. Así sucedió, por ejemplo, con el grupo Faros en los años veinte. La autonomía extrema de los grupos de afinidad los hacía muy independientes de la FAI. Así, por ejemplo, el grupo Nosotros, que solía hablar en los mítines en nombre de la FAI, no ingresó oficialmente en esa organización hasta una fecha muy tardía, a finales de 1933, según algunos, o principios de 1934, según otras fuentes. Otro rasgo de los grupos de afinidad era su permanente carencia de financiación o medios materiales. Sus objetivos eran muy diversos y heterogéneos, abarcando un abanico muy amplio de carácter cultural, asociativo, lúdico o de apoyo mutuo, que iban desde la divulgación y difusión científica y literaria, teatro, corales, publicaciones, debates, conferencias, excursionismo, cooperativismo, etcétera, hasta el sostén de un ateneo o de una escuela racionalista. Otros grupos de afinidad tenían objetivos sindicales (de afirmación ácrata) o de acción solidaria con los presos, o de financiación de prensa y ateneos. Los grupos de afinidad podían nacer en los sindicatos, en las Juventudes Libertarias o en los ateneos, y su mayor afán era vivir, ya, la práctica de unos valores éticos y sociales, alternativos.

Durante la guerra civil, los grupos de afinidad conseguían su mayor presencia y efectividad en las reuniones de las Federaciones locales (sobre todo en Barcelona ciudad), donde manifestaban con fuerza sus críticas y desacuerdos con los comités superiores; pero éstos dominaban plenamente los niveles regional y nacional. La reestructuración organizativa de la FAI, en julio de 1937, supuso la marginación burocrática de los grupos de afinidad que, aunque subsistieron nominalmente, ya no pudieron sostener sus posiciones en los plenos locales. Esto suponía su aislamiento e inoperancia. La FAI era ya un partido antifascista más, organizado territorialmente por individuos. Lo importante de esa reestructuración orgánica de la FAI era potenciar el aparato de propaganda, la formación de personas capaces de detentar cargos administrativos y de gobierno y, por supuesto, aunque no se admitiese nunca, el control y ninguneo de los grupos de afinidad revolucionarios, díscolos y críticos con los comités superiores.

Los grupos de acción, en los años del pistolerismo (1917-1923), se constituyeron como grupos de autodefensa de los sindicalistas y de la organización, porque el único deber, ante el brutal terrorismo del Estado, la militarización del somatén y la financiación de los pistoleros del Sindicato Libre por la patronal catalana, era el de la propia supervivencia del militante cenetista, para  evitar la desaparición de la CNT a causa del asesinato de sus miembros y la consiguiente desafiliación masiva. El calificativo de terroristas, que los marxistas suelen dar a estos grupos de acción durante la etapa del pistolerismo barcelonés, no es sólo injusto, sino que muestra además una incomprensión de la durísima situación real en la que operaba el movimiento obrero.

A raíz del asesinato de Salvador Seguí y Peronas (10 de marzo 1923), una ejecutiva, formada por Juan Peiró, Ángel Pestaña, Camilo Piñón y Narciso Marcó[6], aprobó la constitución de grupos de acción, que respondieran al terrorismo estatal y patronal con atentados personales[7] contra Martínez Anido y el pretendiente carlista Don Jaime. No se consiguieron tales objetivos, pero se atentó contra el cardenal Soldevila (4 de junio de 1923) y el ex gobernador de Bilbao, Regueral, y se produjeron enfrentamientos con pistoleros del Libre y requetés.

El Pleno Nacional de regionales, de carácter secreto, celebrado en Valencia, en el verano de 1923, alertó del inminente golpe de Estado de los militares, y aprobó la preparación para enfrentarse a los golpistas, mediante atracos que facilitaran recursos para la compra de armas y la fundición de granadas de mano. Pero era ya demasiado tarde para enfrentarse al golpe de Estado de Primo de Rivera y la CNT entró en otro largo período de clandestinidad organizativa y de persecución, encarcelamiento y/o exilio de su militancia.

Esos grupos de acción fueron rechazados vehementemente, en los años treinta, por determinados sectores (los treintistas), porque desprestigiaban a la CNT y confundían la acción revolucionaria con la delincuencia armada; pero, sobre todo, porque el balance de los años del pistolerismo había terminado con la derrota obrera. El Estado y la patronal criminalizaron irracionalmente a estos grupos de acción, pero también a los sindicatos únicos, ateneos y grupos de afinidad. Cada Sindicato Único generaba sus grupos de acción propios, como órganos indispensables de la acción directa sindical, frente a los abusos laborales[8]  de capataces y patronos, incumplimiento de acuerdos, formación de piquetes, autodefensa, e incluso como factor para sustituir o abreviar unas huelgas que carecían frecuentemente de cajas de resistencia.

Los sindicalistas más radicales, o los obreros que habían destacado en alguna huelga, eran sometidos al pacto del hambre de la patronal, y una vez despedidos no volvían a ser contratados nunca, en ninguna empresa, engrosando de este modo a los grupos de acción dedicados a realizar atracos[9].

En los años treinta el Estado era mucho más débil que hoy; no existía la protección social, ni los subsidios por paro, enfermedad o vejez. También las medidas de seguridad de los bancos eran menores. Los medios y preparación de la policía eran muy inferiores respecto a los actuales. Amplios sectores populares vivían en la penuria más extrema, al margen de toda actividad económica. El sector de la venta ambulante era muy importante en esa economía de la miseria, no sólo porque permitía sobrevivir a un numeroso colectivo de vendedores, solidaridad popular mediante, sino también porque abarataba el coste de algunos productos de primera necesidad, en los barrios obreros. Y, sobre todo, debe subrayarse el carácter masivo y permanente del paro durante toda la etapa republicana, incluido el período de la guerra. Tanto las reivindicaciones de los huelguistas, como las protestas o expropiaciones alimenticias de los parados, en nombre del “derecho a la vida”, necesariamente radicales e ilegales, al igual que las acciones de los grupos de acción, siempre eran criminalizadas por la policía y la prensa burguesa; pero para la ética popular la diferencia entre legalidad o ilegalidad carecía de sentido en un mundo mísero y ruin, sometido a una desenfrenada explotación, en el que se luchaba para malvivir.

Eran el Estado y la patronal quienes confundían, mediante la ferocidad opresiva contra sindicalistas, parados, necesitados y pistoleros; eran la justicia y la policía quienes ilegalizaban y perseguían a unos y otros. La diferencia entre un grupo que realizaba expropiaciones para ayudar a los presos o financiar la prensa, y un grupo de acción, que se alimentaba (literalmente), o lucraba, con el botín, radicaba sólo en el destino final que se daba a lo expropiado. Por otra parte, la vida no suele adaptarse al blanco o negro de una definición teórica abstracta, y la escala de matices del gris real puede ser infinita. Algunos grupos de acción vivían al filo de la navaja, entre la lucha de clases contra el Estado, la patronal y la sociedad burguesa, por un filo de la hoja, y la rebelión milenarista o antisocial de los marginales, bohemios y miserables, por el otro.

No debe olvidarse nunca la prioritaria perspectiva cultural y la eficiente actividad pedagógica del movimiento libertario, que conformaba permanentemente una extensa red de ateneos, cooperativas[10], escuelas racionalistas y centros culturales de todos estos grupos, que además podían ser, excepcional y transitoriamente, grupos de acción. Por otra parte, durante la etapa del pistolerismo, el militante cenetista poseía (o sabía cómo y dónde obtener fácilmente) una pistola, por acuerdo tomado por la CNT, ya que era indispensable para la autodefensa y un medio eficaz para disminuir el número de sindicalistas asesinados. Posteriormente la pistola, en los años treinta, concedía a su portador un halo de autoridad, compromiso y prestigio, entre unas clases populares que vivían y construían una ética y una sociedad alternativa a la sociedad burguesa de la época.

La violencia política del movimiento obrero era fruto del terrorismo de Estado, arraigado en las instituciones y organizado paralelamente a la policía en el Sindicato Libre, organización de pistoleros a sueldo de la patronal, tolerada y protegida por los gobernadores civiles.

En tales condiciones sociales y políticas no podían arraigar en Cataluña organizaciones reformistas o socialdemócratas. El radicalismo cenetista era una consecuencia más del terrorismo del Estado y de la patronal. El asesinato de Evelio Boal en 1921 y de Salvador Seguí, en 1923, supuso cegar totalmente una evolución puramente sindicalista y pactista de la CNT. En los años treinta, el republicanismo naufragó, ante la troglodita oposición de las derechas, y la Iglesia, a desarrollar cualquier reforma significativa, y por su incapacidad para resolver, o paliar, el pavoroso problema de un paro masivo, que lanzó a la marginación, la ilegalidad y el insurreccionalismo a gente sin más aspiración que la de comer algo de pan, ni más armas que su desesperación.

Asumidas, entre finales de 1933 y enero de 1934, las competencias de Orden Público, traspasadas al gobierno de la Generalidad, el binomio Dencás-Badía, desplazó al nacionalismo más moderado de las áreas de gobernación. Dencás, desde la Consejería de Gobernación, y Badía, desde Comisaría, aplicaron una política represiva anticenetista, de cariz fascista y racista. Intervinieron sistemática y decisivamente en las huelgas para intentar romperlas y vencerlas, maltrataron y torturaron metódicamente a los detenidos cenetistas en comisaría, incrementaron la persecución contra los numerosos atracos de los grupos de acción y aplicaron abusivamente la vigente ley “de vagos y maleantes” contra la organización y acciones de los parados. Al mismo tiempo, revitalizaron el Somatén y fomentaron la organización y armamento de los “escamots”, la milicia catalanista, como organizaciones paramilitares anticenetistas. Los hechos del 6 de octubre, y la consiguiente disolución del gobierno de la Generalidad por el gobierno central, rompieron una dinámica que conducía, probablemente, a un enfrentamiento similar al de los años del pistolerismo.

En mayo de 1935, un Pleno de grupos anarquistas condenó los grupos de acción, fundamentados en atracos, ya fueran para financiar la organización, o para que sus autores, parados o no, pudieran sobrevivir. Durruti defendió que había pasado el tiempo de la expropiación individual, porque se aproximaba el de la expropiación colectiva: la revolución[11].

El periodismo burgués “de investigación”[12] se había cebado en la denuncia burguesa, nacionalista y racista de esos grupos de acción de “murcianos” y de “delincuentes”, que generalizaba interesada y despectivamente al conjunto del movimiento anarcosindicalista, sin señalar su carácter marginal y excepcional, con el objetivo de desprestigiar a la CNT. El peligro de interferencia de esa ola de atracos “particulares” en la preparación revolucionaria popular era muy real y preocupante.

La diferenciación y codificación teórica, realizada más arriba entre cuadros de defensa, grupos de afinidad y grupos de acción es adecuada como foto fija. Pero la realidad es siempre más compleja y variable, como un film; por lo que hemos de considerar que los esquemas de una foto fija no contemplan cómo se podía pasar de una a otra etiqueta, o clasificación, adaptándose a la evolución de las organizaciones y al cambio histórico, según se viviera una etapa de clandestinidad, se aprovechasen los períodos de reconocimiento legal de la CNT, o se abrieran nuevas perspectivas, gracias a las “conquistas revolucionarias” de Julio de 1936.

Esto es lo que sucedió, por ejemplo, con el comité revolucionario de San Martín, entre 1936 y 1937. Ya era, de por sí, un comité de barrio un tanto especial, en cuanto aparecía más radicalizado que el resto y sirvió de centro de detención e interrogatorio especial de los comités de defensa, en la Rambla Volart 7, sede del Comité. Tras el grave suceso provocado por Antonio Conesa en un hospital de comarcas, por el que fue detenido y juzgado, el núcleo que animaba el comité de defensa del Comité revolucionario de San Martín, decidió constituirse en el grupo de afinidad “El Nuevo Porvenir”, adherido a la FAI. Sería el ejemplo histórico excepcional de un grupo de acción que se convirtió, antes de julio de 1936, en el alma de un comité de defensa y tras el 19 de Julio en el motor de un comité revolucionario de barriada, para luego proseguir sus actividades como un grupo de afinidad[13].

 

2

LA NEBULOSA: Testimonio de Ángel Carballeira en respuesta a un cuestionario de Agustín Guillamón

En diciembre de 2019 me entrevisté en el café del Caixa-Fórum de Barcelona con Ángel Carballeira Mombrió y su hermana Gladis. Me hablaron, entre otras muchas cosas, de las vivencias y de la militancia de su padre: Ángel Carballeira Rego. En marzo de 2020, Ángel me envió escáner de la carta enviada por Amador González a la familia Carballeira con motivo del fallecimiento de Ángel Carballeira Rego. En esa carta, fechada el 13 de agosto de 1963, se narraba la constitución de un grupo de afinidad, formado por Amador González, Ángel Carballeira Rego, Daniel Sánchez García, José Rasal Castro y Alfonso Nieves Núñez para efectuar determinada misión: “En un buen día de noviembre de 1937, cinco amigos determinamos hacer algo que frenara la contrarrevolución que ya se perfilaba”

En el cuestionario que envié con posterioridad a Ángel Carballeira Mombrió, éste me contestó muy ampliamente, informándome que en un encuentro con Amador en París había tenido ocasión de que le ampliara y aclarase algunas cuestiones, explicándole que la misión del grupo de afinidad había sido la de asegurar la salida del periódico clandestino Alerta (publicado en octubre-diciembre de 1937).

He aquí la encuesta y las amplias respuestas de Ángel Carballeira Mombrió, en las que destaca la excelente descripción y análisis que realiza Ángel del mutismo de esos humildes, eficientes y anónimos militantes de los comités de defensa. Ese anonimato de la militancia cenetista es una de las mayores conquistas y grandezas del proletariado español de los años treinta. El militante anarcosindicalista era un revolucionario anónimo, sin el menor egoísmo ni afán personalista, sin cargos que ocupar ni carrera que labrar.

Sin embargo, desde un punto de vista histórico, ese mutismo ha desembocado finalmente en un desconocimiento casi absoluto del funcionamiento y de  los integrantes de esa nebulosa en la que militaban, se asociaban en un grupo de afinidad para hacer y tirar bombas, editar un periódico, crear un ateneo o una escuela racionalista, fundar una cooperativa o un sindicato, quemar un tranvía y hacerlo descender a toda velocidad desde la Travesera de Gracia hasta la Telefónica, convocar una huelga, levantar los cuadros de defensa o formar una centuria… sin más objetivo que luchar por sus reivindicaciones laborales inmediatas o por un mundo fututo mejor para todos.

De ahí, la excepcionalidad absoluta de la investigación de Ángel Carballeira Mombrió[14], que ha conseguido desvelar y señalar la importancia y originalidad organizativa e histórica de esa nebulosa asociativa de la militancia anarcosindicalista.

 

Respuestas de Ángel Carballeira Mombrió al cuestionario de Agustín Guillamón (Emails de marzo 2020):

Contestando a tus preguntas […][15]

¿Qué era el grupo Viñas? ¿Quién formaba parte de ese grupo? ¿Viñas era el secretario de ese grupo de afinidad?

El Grupo Viñas como se denomina ahora (porque resulta difícil nombrar a lo que deliberadamente no tenía nombre) puede considerarse como sumamente importante antes y después de la revolución tanto en la barriada de Gracia como en Barcelona. En efecto el compañero Viñas, militante de la CNT de aquella barriada, era conocido de todos los militantes por su empeño, su seriedad y su discreción. Había una unanimidad y una gran simpatía cuando los compañeros hablaban de él. No creo que en el grupo hubiese ningún secretario o cosas por el estilo… A ese respecto, recuerdo que hace cuatro o cinco años en una conferencia organizada por el grupo trotskista Smolny en Toulouse a todas cuestas querían hacer entrar los Comités de defensa confederal en el marco organizativo leninista, … ¡también es una forma de hacer historia!

Si bien es verdad que, en la barriada de Gracia, según Antonio Zapata militante activo del ramo de la construcción y del Ateneo libertario, había unos diez grupos, integrado cada uno por unos diez compañeros dispuestos a intervenir en acciones clandestinas y muchas veces arriesgadas, de ninguna manera estaban estructurados como la doxa trotskista lo preconiza.

Me parece que la sensibilidad libertaria de entonces no se hubiese acomodado a esta forma de militancia “conspirativa”.

Viñas era seguramente la figura más veterana, más capacitada y visible para coordinar, aunque fuera otro compañero el que se encargara de reunir a los que podían participar en tal o tal acción. Por ejemplo, durante la huelga (casi insurreccional) de los tranvías, a finales de 1933 y principios de 1934, Viñas se quedó seguramente entre bastidores. Según varios testimonios (Antonio Zapata, Antonio Alorda) mi padre, agenciándoselas con otros compañeros muy jóvenes: el propio Antonio Alorda, Luis Montblanc, Adell, Deu, etc. fueron los que ganaron la huelga en aquella ocasión.

“El grupo Viñas” tomó algunas iniciativas, por ejemplo, fabricar bombas de mano. Así es como instalaron un taller de fabricación en una planta baja. Casi seguro a iniciativa de Viñas, que era mecánico de oficio. Trabajaron en este taller, además de Viñas y Rasal, también durante una temporada, mi padre. Para darte una idea de lo discretos que eran los compañeros: cuando mi padre intervino en esta tarea, mi madre se dio cuenta enseguida que había cambiado de trabajo. En efecto la ropa de mi padre, que era planchador-tintorero, olía entonces a ferro [hierro] pero mi madre no preguntó nunca nada sobre el porqué de este cambio, así que mi padre no tuvo que contarle una mentira (lo que le hubiese costado mucho), ¡qué atención! La familia Subirats (Pepito, Pepita y su hija Anita) vivían en la misma casa (o muy cerca) conocían perfectamente los que venían al taller, pero nunca preguntaron nada y para ellos eran sólo vecinos. Cuando después de la huelga de los tranvías mi padre tuvo que marchar durante 10 meses a Francia (a Béziers), donde conoció a otros compañeros que estaban de “paso”- Riera, por ejemplo – o más asentados como Juan Llabrés – conocido como el Mallorca, del ramo del vidrio – que actuaba entonces como delegado de fronteras; este compañero había participado a la reunión donde se acordó crear la FAI en 1927). Mi padre se exiló a Francia porque un policía que estaba presente en el tranvía de la calle Muntaner era uno de los que lo habían interrogado en otra ocasión, ¡claro se conocían! Un compañero X (no sé su apellido) sustituyó a mi padre en el taller. Por causas desconocidas se produjo una explosión en la cual murió Viñas y seguramente X[16]. No sé la fecha del accidente (la prensa de la época quizás habló de ello[17]).

Mi padre nunca nos habló de eso y si lo sé ahora es, porque unos pocos compañeros me lo dijeron y también porque atando cabos he podido imaginar un esquema de cronología.

En torno a esas actividades había una nebulosa en la cual giraban varios compañeros más o menos implicados, reunidos para una tarea precisa y no para todas. Recordaré a algunos que a menudo pasaban por casa: Salvador Sarrau que estaba presente cuando se pegó fuego al tranvía del carrer [calle] Muntaner (pero nunca nos dijo quienes participaron, ni nos contó nada, teniendo en cuenta que como amigo íntimo de la familia mi hermana, Gladis, se ocupó de él hasta el final de su vida); el compañero llamado el feo (pienso encontrar su apellido más tarde y te lo comunicaré) que era, me parece, cerrajero – vivía en Castres – fue el que se encargó de hacer realizar las piezas de fundición que constituían el cuerpo de las bombas de mano.

También formaba parte del “grupo” el compañero Constancio Durban que trabajaba de albañil y que durante una temporada escondió a Durruti y Ascaso. Más adelante se marchó a Puigcerdà porque su hijo, enfermo, necesitaba el aire de la montaña. Allí, seguramente delegado de fronteras, desempeñó un papel importantísimo.

Otro compañero del grupo, Urbano Odena[18] (conocido como el Urbano), que no llegué a conocer porque se exiló a Nueva York, trabajaba de panadero en Barcelona. Seguramente estaba muy implicado porque se carteaba con mi padre. Durban y él fueron también a recuperar un cargamento de armas a Marsella.

Otros/as militantes que aparecen en esa nebulosa son por ejemplo Miguel Alba que realizó los trabajos de albañilería para crear un zulo de armas en una tintorería radicada en Gracia. La compañera Teresa Margalef (muy íntima de nuestra familia, así como su compañero Juan Ronchera) era una de las que hacía los vaivenes llevando y sacando “ropa”[19]. Otro compañero apodado el Cubano (creo que se llamaba González) formaba parte también de esa nebulosa. Claro: hubo muchísimos/as más.

Algunas observaciones (de Ángel)

De lo que indico tenemos que hacer, por lo menos, algunas observaciones:

  • El papel que jugaron estos/as compañeros/as no ha pasado a la historia. Querían y hacían todo cuanto les era posible para seguir en la clandestinidad… y en vista de lo que ha quedado en el tamiz de la historia, ¡lo han logrado! Se puede comprobar en la Enciclopedia del anarquismo ibérico: las referencias, cuando existen, son muy escuetas.
  • Aparte unos cuantos compañeros que estaban ligados a las actividades más clandestinas, había una nebulosa bastante importante que intervenía en tal o cual actividad. Al final era el militante del sindicato el que, pagando su cotización, alimentaba directamente el Comité de defensa (un % del sello le era dedicado, con lo cual el sindicato podía ejercer una forma de “control remoto”).
  • Cada militante tenía según sus gustos, sus posibilidades y también su empeño varias formas de participar a lo que pensaba necesario para la emancipación humana, eso era la meta que se proponían. El compañero intervenía primero en el marco laboral a través del sindicato, después en las relaciones serenas y fraternales entre individuos (los ateneos, las escuelas, las excursiones, las conferencias, la cultura popular, etc. son un buen ejemplo de ello), en fin, si era necesario participaba en grupos específicos: propaganda, editar periódicos, publicar libros y… también en grupos de acción cuya tarea era constituir una fuerza de autodefensa de los trabajadores. Pero me parece que sería erróneo pensar que estos grupos se organizaban como cualquier comando militar. Ello hubiese significado que los adversarios habían ganado la batalla ya que, entonces, de manera clara, los proletarios pensarían y actuarían como ellos.
  • Estaban perfectamente integrados en la vida de la barriada: allí vivían como peces en el agua. A veces perseguidos por la policía podían esconderse fácilmente en la barriada misma y muchas veces en familias que ni siquiera pertenecían a la CNT.
  • Supongo que para los órganos represivos de las instituciones estatales y patronales esta forma de actuar les era mucho más difícil de controlar e infiltrar. La prueba fehaciente es que existen muy pocos datos sobre el particular.
  • En la Enciclopedia anarquista ibérica se dice a propósito de Alerta: “Barcelona, 1937, cinco números. Periódico anarquista clandestino ligado a Los amigos de Durruti”. Si bien mi padre tuvo relaciones seguidas con algunos miembros de Los amigos….: como Ponciano Alonso (Mingo) radicado en Burdeos y ocasionalmente con Pablo Ruiz (radicado en Paris), pienso que no hubo ninguna relación orgánica entre el “grupo Alerta!” y Los amigos de Durruti[20]. Recuerdo que, en algunas conversaciones entre compañeros de solera, pude oír (Salvador Sarrau, Julio Patán, José Peirats, Manolín, etc.) coincidían en la opinión que el paso que dieron Los amigos de Durruti fue un error desafortunado. Pensaban que la batalla tenía que llevarse dentro del movimiento. Por lo menos así es como lo presenta Marcos Alcón en el artículo de Espoir (20/07/1975) titulado Recordando el 19 de julio de 1936 ¿Tenían razón o no? No tomo partido, pero creer que porque “estás en contra” de los organismos representativos de la CNT y de la FAI te encuentras enrolado ipso-facto bajo otra bandera, puede ser un atajo en el que caen fácilmente muchos historiadores.
  • El periodo de la guerra significó también una institucionalización de lo revolucionario (la FAI con carnet) y algunos Comités de defensa perdieron lo esencial de su carácter clandestino y “nebuloso”.

[Texto en cursivas de Ángel Carballeira Mombrió]

3

Conclusiones de Agustín Guillamón

Las respuestas de Ángel (hijo) son contundentes, precisas, clarificadoras, ejemplares e insustituibles. Hablan de su experiencia personal y familiar en ese ambiente de militantes anónimos habituados al mutismo, acostumbrados a no hacer preguntas que solo pueden responderse con lamentables mentiras, silencios o imprudencias.

El concepto de “nebulosa” como fórmula asociativa de esos grupos de afinidad es un hallazgo de Ángel Carballeira Mombrió, en respuesta a mi cuestionario[21], que merece ser asimilado y difundido, porque se trata de una forma organizativa ácrata, propia y muy original, a menudo mal comprendida, totalmente distinta a la sindicalista, y absolutamente opuesta a la de carácter leninista y/o militarista.

Hay que considerar que esa nebulosa, vista desde una perspectiva exterior, estaba envuelta en una espesa neblina que impedía ver qué sucedía en su interior y mucho menos quién estaba dentro y qué hacía. Esa misma nebulosa, desde una perspectiva interna, era un mundo cerrado de militantes seguros y probados, un océano de oportunidades y una red de relaciones sociales y personales que fomentaba el surgimiento de grupos de afinidad, reunidos para alcanzar determinados objetivos (desde fabricar bombas, planificar acciones o huelgas, fundar una cooperativa, sostener una escuela racionalista o un ateneo hasta la creación, redacción, impresión y distribución de un periódico o de una octavilla, y las más variadas actividades que, una vez conseguidas, suponían la disolución de ese grupo de afinidad. Quizás no debería ser necesario añadir que esa nebulosa facilitaba a los diversos grupos que surgían de su seno una complicidad y apoyo incondicionales, que multiplicaban la operatividad de esos pequeños grupos. Todo el mundo se conocía y era conocido desde el más estricto anonimato militante, impermeable a los confidentes y a la policía, pero absolutamente transparente y eficaz en su red de relaciones militantes internas.

Agustín Guillamón

Barcelona, mayo de 2023

 


 

[1] He leído un divertido artículo, redactado en inglés, algo disparatado y pretencioso, que diferencia entre grupo y agrupación como si no fuesen dos sinónimos, sino dos formas organizativas dispares.

[2] SANZ, Carles: La CNT en pie. Anomia, Barcelona-Sabadell, 2010, p. 91.

[3]GÓMEZ, Freddy: “Entrevista con Juan García Oliver, registrada el 29-6-1977 en París (Francia)”. Folleto. Fundación Salvador Seguí, Madrid, 1990, p. 20.

[4] Idem.

[5] PEIRATS, Josep: De mi paso por la vida. Memorias. Flor del Viento, Barcelona, 2009, p. 257.

[6] GARCÍA OLIVER, Juan: El eco de los pasos. Ruedo Ibérico, París, 1978, pp.  629-633.

GÓMEZ, Freddy: “Entrevista con Juan García Oliver, registrada el 29-6-1977 en París (Francia)”. Folleto. Fundación Salvador Seguí, Madrid, 1990, p. 9.

Los cuatro miembros de esa ejecutiva firmaron, en agosto de 1931, el Manifiesto de los Treinta.

[7] Los cenetistas siempre fueron contrarios al atentado personal, porque la experiencia histórica había demostrado su inutilidad; pero en 1923 decidieron recurrir a este ante la gravedad de la situación, y de una forma excepcional, controlada y transitoria.

[8] En ocasiones también sexuales, sobre todo en la industria textil, con mayoritaria mano de obra femenina.

[9] BENGOECHEA, Soledad: Reacció en temps de canvi, La patronal catalana davant la República (1931-1936). D´ahir per vui (3), Barcelona, 2005, pp. 114-116.

[10] Existe un hermoso y riguroso estudio sobre este cooperativismo obrero en DALMAU, Marc y MIRÓ, Iván: Les cooperatives obreres de Sants. Autogestió proletària en un barri de Barcelona (1870-1939). La Ciutat Invisible, Barcelona, 2010.

[11] PAZ, Abel: Durruti, el proletariado en armas. Bruguera, Barcelona, 1978, pp. 310-315.

[12] Destacaban los nombres de Carlos Sentís (fallecido en 2011 con 99 años), Josep Maria Planes y “Tisner”.

[13] Sumario de la Causa criminal contra Antonio Conesa Martínez, José Conesa Martínez y Antonio Ordaz Lázaro.

[14] Véase el libro de CARBALLEIRA MOMBRIÓ, Ángel: Apunte sobre “De mi paso por la vida. Memorias de José Peirats Valls” Comentarios acerca del prólogo de Enric Ucelay-Da Cal. Recherche et documentation d´Histoire Soc1ale., 2010.

[15] La totalidad del cuestionario de Guillamón y de las respuestas de Carballeira se encuentra en el artículo “El grupo de afinidad que editó el periódico clandestino anarquista Alerta “, publicado en la web de SER HISÓRICO del 22 -6-2022 , aquí: https://serhistorico.net/2022/08/20/el-grupo-de-afinidad-que-edito-el-periodico-anarquista-clandestino-alerta/

[16] Monfort del sindicato de la madera.

[17] Solidaridad Obrera del domingo 6-9-1936 relataba el accidente y entierro de Viñas, del sindicato metalúrgico, y de Monfort, del sindicato de la madera,

[18] En el acta fundacional del Ateneo Libertario de Gracia, domiciliado en Encarnación 11, figuraba Urbano Odena Folch, domiciliado en Tordera 39, 2 1º, como Presidente y Ángel Viñas Estellé, domiciliado en Plaza Joanic 3 entresuelo 1º, como secretario. Agradezco esta información a Javier Bou del Ateneu Llibertari de Gràcia.

[19] Alusión al traslado de armas o bombas entre la ropa de una cesta de lavandera.

[20] Es evidente que no existió apenas relación alguna entre el grupo de afinidad que editó Alerta, órgano clandestino de los comités de defensa, y Los Amigos de Durruti.

[21] A partir de ahora surgirán decenas de descubridores del Mediterráneo, apropiándose del concepto de nebulosa (o de alguno de sus sinónimos) como “evidente” fórmula organizativa ácrata, sin citar a Carballeira ni a Guillamón. Plagio, manipulación y deshonestidad ya hace mucho tiempo que son sistemáticos en demasiados historiadores, tanto académicos como “radicales”. Será necesario denunciarlos a todos, uno a uno. Mejor trapero y coleccionista de papeles viejos que historiador/manipulador/plagiario.

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