LA BATALLA POPULAR POR EL LENGUAJE DE LA CRISIS

La realidad actual de la sociedad española sigue dominada por la cuestión de la crisis. Incluso en los barrios populares, en la vida sentimental y profesional, con los conflictos de siempre, la nueva inmigración, etc, la crisis es económica, social, cultural, de valores y con un auténtico colapso del reparto del poder y la riqueza. Los recortes, traducidos en carencias materiales, han generado una nueva violencia y malestar. Todos los españoles, en primera persona o a gente cercana, están sufriendo las consecuencias de la crisis.

Sin embargo, analizando el tratamiento del problema del hambre, por ejemplo, como una de las consecuencias dolorosas del fenómeno, podemos observar que una cosa es el hecho, y otra su interpretación. Por primera vez desde hace décadas en nuestra sociedad se dan casos de gente que pasa hambre. Este hecho es mas primordial que el paro, que los problemas que conlleva tener una vida digna o feliz. Se trata de compatriotas que están en el umbral de la supervivencia y, esto, no es para nada obvio. Nos hace falta hablar de ello pues la gente no reconoce que hay hambre. Son casos extremos de los que no se habla, no se ponen en común ni se comunican. No se trata de hablar del hambre demagógicamente ni agitadoramente. En todas las épocas, no siempre la sociedad ha querido reflejar sus aspectos mas desfavorables.

Pero, la cuestión es mas profunda. Las tensiones de la crisis en sus aspectos materiales llevan a una cierta violencia, pero lo mas determinante es que hacen apreciar un deterioro progresivo de la imagen de nosotros mismos. Todos creíamos que éramos de una forma pero los recortes materiales han desatado demonios nuevos dentro de nosotros mismos. Estamos descubriendo, por las malas, que no somos de esa forma ideal que creíamos que éramos. Que han venido malos tiempos que han conseguido hacernos peores. Que las situaciones extremas sacan lo peor de la gente. Es un deterioro progresivo que culmina en situaciones muy duras.

En realidad, ha habido una reactualización social. Se ha producido una ruptura con ciertos relatos promisorios como el del futuro o el progreso. Estos horizontes ya no cuadran con la realidad profesional, de relaciones personales, del barrio…

En un sentido mas profundo, el lenguaje esta pervertido. Nadie se habla de verdad. La realidad no es la verdad. Aprendemos el lenguaje para decir otra cosa. Cada vez hay mas psicópatas, gente que no empatiza con nada para no sufrir. Cada vez aumenta el nivel de enfermedad social. Hay nostalgia de la infancia en la que se crearon nuestros ideales. Nadie escucha sino lo que quiere o puede y conversar es inútil. Mucho de lo que pasa es un fallo de comunicación, pues cuando hablamos no comunicamos porque el proceso se ha roto (nada significa lo mismo que significaba; el proceso de comunicación interpersonal, social o político se ha roto; ya no hay un flujo real de información; estamos en medio de una cacofonía sin significado; todo el mundo habla en voz alta pero sin decir nada que realmente conecte; es un fallo de comunicación a gran escala).

Hay un problema de envejecimiento del lenguaje. La crisis tiene la capacidad de detonar los aspectos semánticos del lenguaje. La gente representa la realidad con palabras antiguas Y eso hace que no se entienda o no se logre ser expresivo. La realidad nueva no conlleva la verdad antigua. Las parejas, por ejemplo, viven un mundo que ha cambiado y ellos traen un discurso previo. Hay que desconfiar del lenguaje para liberarse de la angustia. Porque el lenguaje se ha desacoplado.

Pero, además, en las crisis hay quienes barren para casa modificando el lenguaje. Algunas cosas no las podemos expresar porque nos han robado las palabras. No estás en el paro, estás en expectativas de encontrar empleo; no estás en crisis, estás económicamente ralentizado… Y esto aumenta las tensiones. El lenguaje servía para relajar y evitar tensiones y, por el contrario, ahora las acumula.

Cada sociedad se cuenta su pasado para construir su futuro. Los amigos celebran su relación rememorando sus anécdotas juntos de antaño. Cuando nos roban palabras como humanidad, democracia, libertad y, su significado, está repleto de condicionantes y elementos que no nos llevan a un lugar mejor sino a otro cada vez mas perverso, esto es el escenario del conflicto cultural y de la batalla por el sentido. La cultura es el campo de batalla por el establecimiento de los significados. Y mediante ese relato podemos saber quienes somos  y seremos en el futuro.

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