CAZARABET CONVERSA CON ALFREDO APILÁNEZ SOBRE “LOS “VICIOS” DEL ECOLOGISMO. EL ABISMO ENTRE EL DIAGNÓSTICO Y LAS SOLUCIONES”

Cazarabet conversa con Alfredo Apilánez sobre “Los ‘vicios’ del ecologismo. El abismo entre el diagnóstico y las soluciones”

Cazarabet conversa con Alfredo Apilánez:


Alfredo, qué te llevó a escribir este libro que, desde la lectura, me parece que es una reflexión crítica sobre la posición del ecologismo y de su peso a lo largo de la historia en el que comparto al 100% lo que nos explicas en las primeras páginas que es la hora del planeta, ahora o nunca, solo cabe el saber cuándo acabará lo que tenga que acabar y a ver si puede ser de la mejor manera posible para todos los habitantes—humanos o no—del planeta porque lo que está claro es que a la naturaleza le costará, más o menos, pero ella se reinventa regenerándose poco a poco, pero a su ritmo.

-En primer lugar quería agradeceros la entrevista y el interés que habéis mostrado en el libro, todo un honor para mí.

En cuanto a la pregunta sobre el origen del libro, os diría que se debió a una doble insatisfacción. Por un lado, por supuesto, ante el decurso catastrófico del ecocidio acelerado en él nos hallamos inmersos -la “carrera hacia el abismo” en la que estamos embarcados como especie-, proceso que desde hace muchos años me ha llevado a interesarme y a alarmarme por los certeros diagnósticos del movimiento ecologista y, por otro lado, debido también a la insatisfacción ante las propuestas y el análisis digamos sociopolítico desarrollado por la mayor parte del movimiento ecologista para corregir el rumbo suicida del Titanic en el que vamos embarcados. Diría en fin que el clic que dio pie al libro fue la pobreza y pusilanimidad de los planteamientos del “decrecentismo”, el slogan que agrupa a la crème de la crème del ecologismo llamémosle transformador.

-¿Crees que vale más la pena hacer la crítica del movimiento ecologista que “buscar soluciones” o ya no hay soluciones y a tu parecer el ecologismo se ha convertido en “parte del embudo en el que hemos puesto al planeta y a la supervivencia”…?

-No, no creo que el ecologismo sea “parte del problema”, al menos el ecologismo antagonista por supuesto, alejado del ambientalismo estilo Green Peace o del reformismo socialdemócrata de los adalides del Green New Deal. En mi opinión es indudable que el ecologismo ha tenido un papel extraordinariamente positivo en la integración de la destrucción ambiental en las problemáticas esenciales de la izquierda transformadora en el último medio siglo. De eso no hay duda. Y precisamente por este motivo, la crítica que yo emprendo es una crítica fraterna -de ahí las comillas del título del libro- que parte de la identificación absoluta con la extrema urgencia de la tesitura en la que nos encontramos, denunciada contra viento y marea por los ecologistas consecuentes. Sin embargo y como ya dije antes, la crítica siempre es legítima y necesaria, además de contribuir también a la elaboración de propuestas y estrategias, y por desgracia el ecologismo peca de endogamia y de falta de autocrítica debido a su necesidad de “nadar entre dos aguas”: la denuncia de la insostenibilidad de la situación en la que nos encontramos y la pertenencia a instituciones académicas, organizaciones sociales y grupos mediáticos que obligan a atenuar las aristas críticas en aras de preservar los proyectos, los cursos de posgrado y las subvenciones. En fin, que creo que, como digo en el prólogo del libro, mi condición de outsider me permite cierta libertad que los ecologistas con mando en plaza académico-mediática no tienen. Pero en cualquier caso como digo siempre he considerado que la crítica fraterna es enriquecedora y contribuye a mejorar las organizaciones sociales y las propuestas y estrategias que nos acerquen a esos cambios que no por menos radicales resultan más acuciantes.

-Habrá gente que pensará que sí hay que hacer análisis reflexivos por algunas o muchas críticas que tendrá el movimiento ecologista, como todo hijo de vecino, pero que en lo que hay que centrarse es en encontrar soluciones, ¿eres consciente?; pero a veces desde las críticas –en este caso al ecologismo–se pueden encontrar “soluciones”, ¿no?; lo malo es cuando ya no hay soluciones que valgan porque quien tiene la manija de la mayoría de ellas quieren “morir con las botas puestas” y con aquello de: “por lo que queda en el convento…rapiño con todo lo que pueda mientras pueda”. ¿Qué nos puedes decir?

-Pues sí, estoy muy de acuerdo como acabo de decir en que desde la crítica constructiva y fraterna se pueden encontrar sino soluciones -me parece que no existen a estas alturas varitas mágicas de ninguna clase, es uno de los “vicios” que critico en el libro en los que cae una parte del ecologismo- sí al menos pistas acerca de por dónde pueden ir los tiros para mejorar y radicalizar los movimientos y las organizaciones sociales. O también cuáles son los caminos o las estrategias que habría, en mi opinión, que evitar. Léase sin ir más lejos la confianza en las instituciones del estado o en varitas mágicas como la renta básica por ejemplo. Es decir, hay que partir, como bien dices, de que el sistema es irreformable y que por tanto las llamadas estrategias “duales” son un error garrafal aparte de un foco de desilusión y cinismo político. Ese también es un punto de partida en mi opinión irrenunciable que nos encamina hacia otro tipo de estrategias populares desde abajo que son las que yo defiendo. Insisto en que no es una solución ni mágica ni definitiva ni mucho menos, ni siquiera hay garantía alguna de que estemos a tiempo de corregir el rumbo pero al menos creo que es el camino correcto como demuestran muchas luchas y comunidades organizadas contra el “capital y el mal gobierno” que siembran nuestro mundo “grande y terrible”.

-Solo que ese ritmo se lo hemos roto nosotros los humanos, pero no por ser humanos y la peor especie que habita el planeta—que también–, aquí tiene mucho a ver el cómo nos comportamos y en cómo convivimos con la naturaleza—con todos sus habitantes y nos establecemos en él –que es lo que abordas en el primer capítulo “Antropoceno o capitaloceno”, ¿qué nos puedes decir?

-Sí, como bien dices, no se trata de ninguna “mutación tumoral” que nos convierta necesariamente en la especie de la hybris, la especie depredadora y suicida que actualmente está destruyendo su propio hábitat, sino de un modo de organización social aberrante basado en la acumulación de riqueza privada en base a la depredación social y natural. Ese es quizás el mayor absurdo de nuestra acerba realidad: la enorme cantidad de sufrimiento innecesario existente en un planeta de miseria y destrucción ambiental. Ese contraste entre las posibilidades enormes de la ciencia y la tecnología actuales de aliviar el sufrimiento masivo imperante y la realidad de miseria y devastación que presenciamos a nuestro alrededor sólo tiene un responsable: un modo de organización social aberrante que tiene como eje neurálgico lo que Marx denominaba “las heladas aguas del interés egoísta”. Ese es el nudo gordiano que habría que cortar para atisbar al menos un horizonte de cierta esperanza de alcanzar un mínimo de bienestar social no depredador de la naturaleza. Ni que decir tiene que por ahora la cosa no pinta nada bien.

Capitaloceno y un “antropos” que vive encima de la propiedad y narcotizado por el consumo más desaforado, más bestial, con una producción que no para ni lo pretende…porque dile a un chaval que no tenga coche, moto, tablet, smartphone y si puede ser de última generación, que renuncie a viajes o a gastar conforme va ganando desde su trabajo—si es que tiene suerte de tener un trabajo con el que puede vivir–….

-Sí, totalmente de acuerdo en que estamos en un momento histórico tremendamente paradójico en el que el abismo existente entre la gravedad del destrozo ambiental y de la agresión del capitalismo desquiciado contra las condiciones de vida de los pueblos del mundo por un lado y, por el otro, la ignorancia o inconsciencia de la mayor parte de la población acerca de tales tragedias no puede ser más profundo. En este punto, si me permites, me gustaría remitirme a una reflexión de Manuel Sacristán, que decía ante una pregunta similar que era necesaria una auténtica “conversión casi religiosa” para cambiar el chip del individuo-mónada, hedonista e individualista, actualmente hegemónico, y convertirlo en un sujeto concernido por la catástrofe circundante y dispuesto a intervenir en la realidad para tratar de detener la carrera hacia el abismo. Esa alienación masiva es, como bien dices, una fuente recurrente de desaliento ya caracterizada por ejemplo por Marcuse y por Pasolini -que la caracterizaba como una “mutación antropológica”- en los años 60 cuando hablaba del “hombre unidimensional” narcotizado por el consumo hedonista y la falsa disipación represiva. En fin, que no pinta nada bien la cosa -sobre todo en nuestras fortalezas del mundo “rico”- pero en cualquier caso, y siguiendo de nuevo al maestro Sacristán, hay que dar siempre la batalla, aunque la causa parezca perdida.

-Dices que el ecologismo está ante una encrucijada—bueno, no utilizas esta palabra, pero lo entiendo así—o la acción directa o el “meterse dentro de la gestión” por cambiar las cosas desde dentro…esto recuerda a alguna decisión política que se ha tenido que tomar en la historia contemporánea española desde el ideal libertario, ¿hay paralelismos?

-Bueno, si te refieres a la entrada de la CNT en el gobierno de Largo Caballero durante la primera fase de la guerra civil no sé si es demasiado aventurado establecer ese paralelismo con unos tiempos terribles en plena guerra contra el fascismo y además perdiéndola. En cualquier caso, el ecologismo crítico, como trato de explicar en el libro, está atravesado por las distintas líneas de demarcación que recorren como cesuras la historia del movimiento obrero contemporáneo. Y lo cierto es que también reproduce sus errores e interminables disputas internas. Volviendo a lo que mencionas de “meterse dentro de la gestión” esa estrategia entrista es la que caracteriza principalmente al ecosocialismo de estirpe marxista, el denominado ecosocialismo. Ellos la denominan “estrategias duales”. En el libro trato de explicar la futilidad de ese “querer estar a la vez en misa y repicando” y de cómo siempre acaba decantándose por poner todos los huevos en el cesto de la gestión y de las fatigas institucionales dejando totalmente desamparado el lado activista de los movimientos de base. En cuanto al ecologismo de cariz anarquista-libertario la desconfianza hacia las “poltronas” sigue siendo, como no podría ser de otra forma, muy acusada y la crítica, en mi opinión totalmente certera, a esa añeja ilusión de los herederos del barbudo de Tréveris de utilizar el estado burgués contra los intereses del capital para desarrollar una “transición verde” o atenuar el ecocidio, resulta unánime y demoledora. En definitiva y por lo que yo sé, los ecos de los cantos de sirena de la contemporización con el Estado del capital ante la urgencia por la supervivencia que llevaron a los dirigentes de la CNT al gobierno de la República no resuenan en el actual ecologismo de cariz anarquista-libertario.

-Amigo, eres economista y ya nos pones en antecedentes y nos adviertes que no has estado nunca dentro de grupos ecologistas…seguro, creo, que no habrá sido por no “ser consciente” y “tener tu propia e individual consciencia para con el planeta y sus habitantes”. Eso—lo de no haber estado dentro de ninguna organización ecologista–, también adviertes que te ha ayudado y que no …es verdad porque puedes hacer una reflexión crítica y más objetiva y ver al ecologismo desde la distancia y la perspectiva que ellos nunca podrán ,pero al mismo tiempo no sabrás las pequeñas miserias de grupos ecologistas, teniendo en cuenta que nada tienen a ver los grandes grupos ecologistas que se  erigen como “El Séptimo de Caballería en defensa del planeta” –y que sí merecen de muchas, muchas reflexiones–y los “grupos más locales”, entre medio están los regionales o algunos que abarcan algún Estado ….por no hablar de las plataformas ciudadanas que se forman en defensa del territorio en donde viven ante la amenaza o amenazas a la que les someten macro proyectos de todo tipo como: macroproyectos de renovables tanto de aerogeneradores y campos fotovoltaicos que luego infestan más los territorios para “sacar” esa energía con Líneas de Alta Tensión o de muy Alta Tensión;  macrogranjas de ganadería intensiva ;  minerías de extracción de arcillas y minerales que nos deshacen el territorio; macrovertederos gestionados con más interrogantes que un examen de oposición, los abusos de industrias que utilizan productos tóxicos o peligrosos que contaminan nuestros suelos, aguas y el aire que respiramos…y sumemos aquí que no toda la agricultura camina desde o hacia lo ecológico—o lo más ecológico que se pueda– mucha  usa todavía  y abusa de pesticidas por poner un ejemplo… pero coméntanoslo tú mismo: ¿por qué nunca te has visto dentro de un colectivo ecologista?

-Sé que puede parecer un poco extemporáneo o impúdico, pero creo que, en aras de la honestidad intelectual, era menester poner las cartas boca arriba. Es decir, al advertir desde el principio al lector de que no tengo ninguna cualificación académica ni profesional relacionada con las ciencias biológicas o ambientales, y tampoco ninguna vinculación de militante con el movimiento ecologista, sé que corro el riesgo de ser tildado de advenedizo y acusado de carecer del perfil adecuado para desarrollar la tarea que me propongo. Ni que decir tiene que me parece una opinión legítima, así que sólo me cabe confiar en que el trabajo hable por sí mismo. Por otro lado, y como digo en el prólogo, tal “desvalimiento curricular” tiene una ventaja y un inconveniente. La ventaja es sin duda la libertad e independencia que proporciona la condición de outsider a la hora de tratar temas polémicos sin servidumbres de ninguna clase, y el principal inconveniente es la ausencia de trabajo en equipo, de eso que ahora se llama revisión por pares, en el proceso de gestación del trabajo.

Sí que considero pertinente señalar en relación con lo anterior que, tras un exhaustivo trabajo de investigación, he llegado a la conclusión de que dentro del ecologismo, digamos con mando en plaza académico-mediática, las adscripciones grupales y las servidumbres ideológico-políticas son notorias como bien señalas, aunque en la mayoría de los casos, esas “pequeñas miserias” a las que te refieres sean también inconfesables. Así pues, si tuviera que añadir un “vicio” más del movimiento ecologista -si bien se trataría de un “vicio” ciertamente menor- este sería muy probablemente su acusada endogamia. Así que quizás la condición de outsider no sea una desventaja del todo.

De ahí quizás que nunca haya tenido la intención de militar en ninguna asociación ecologista con mando en plaza en el movimiento. Lo cual no quita para que me parezca por otro lado que hay movimientos populares de cariz ecologista muy interesantes y valiosos en este ámbito, por lo general los relacionados con luchas concretas como las que mencionas que podrían encuadrarse en el marco de lo que el gran pensador anarquista Miquel Amorós llama “antidesarrollismo” y que trata de evitar contra viento y marea que las zonas rurales se vean asaltadas por megaproyectos de infraestructuras -con las macroplantes eólicas y solares en lugar destacado- mediante la autoorganización y la resistencia popular. Muchas veces, por cierto, con la oposición, abierta o velada, de las grandes organizaciones ecologistas. Por tanto no puedo estar más de acuerdo contigo en que esos grupos populares de resistencia ante las múltiples agresiones que sufre el territorio son un embrión de un tipo de lucha que aúna la organización popular desde abajo contra las agresiones del capital y la defensa de las “zonas de sacrificio” abandonadas a su suerte frente a la destrucción sistemática practicada por los bulldozers del desarrollismo depredador del capitalismo extractivista. Me parece que ese es el camino de las organizaciones realmente antagonistas y no hipotecar los mejores esfuerzos en la estéril tarea de interponer recursos judiciales, conseguir financiación para profesionalizar el activismo o conquistar ministerios. En fin, que en mi opinión, las subvenciones y el antagonismo real son bastante incompatibles.

Obviamente, el juicio final acerca de si la “osadía” que he cometido en el libro ha merecido la pena no me corresponde a mí en ningún caso.

 


Volviendo con una pregunta anterior…te decía que las grandes organizaciones ecologistas siempre me han tenido más en la reflexión porque sí han hecho labores y lo siguen haciendo, siendo  encomiables en la difusión de problemas, en dar a conocer y por tanto, a su manera, en concienciarnos y educarnos..tan solo por enseñar lo que hay, pero en cuanto les llamas porque a tu alrededor se está produciendo un atropello lo primero que suelen hacen es excusarse con que están con la campaña en “pro” del Océano Ártico, por el plancton en torno a la Antártida…¿qué nos puedes decir….están desapegados de la realidad social y que realmente preocupa al ciudadan@?

-Bueno como te digo no soy un insider sino un outsider y quizás sería demasiado osado por mi parte dar una opinión más pormenorizada sobre el particular. Pero sin duda coincido contigo en el papel esencial del ecologismo en la denuncia y concienciación acerca del desastre en curso. Eso está fuera de toda duda. Sin embargo, como bien dices, se echa en falta, como trato de desmenuzar críticamente en el libro una correspondencia entre ese diagnóstico demoledor y esa labor divulgativa tan neurálgica y por otro lado las estrategias o propuestas concretas acerca de las formas de pararle los pies a la bestia. En cuanto a ese escapismo que mencionas respecto de la implicación en las luchas concretas -y sin meterme como digo en camisa de once varas- te remitiría a una carta publicada recientemente por un número muy significativo de colectivos y organizaciones en defensa del territorio contra los planes depredadores del extractivismo de los megaproyectos en la que se critica en un tono bastante amargo esa falta de implicación de las grandes organizaciones ecologistas en las luchas concretas de los de abajo. En fin, ahí lo dejo, pero creo que estas cuestiones tienen bastante que ver con los dos defectos -podrían ser dos “vicios” más- que antes comentábamos: la endogamia y la, en ocasiones bastante incestuosa, dependencia de las subvenciones y prebendas producto de la profesionalización de un activismo ecologista -también ocurre en otros ámbitos, como en el de la vivienda- a tiempo completo.

-Demasiados intereses por ganar, ganar y volver a ganar cuando están sepultados ya por el dólar, pero todavía los hay que quieren más como si con ello les fuese la vida… ¿el peor cáncer del mundo es el dinero y el poder que les da éste a muchos de los que más después directa o indirectamente se están cargando el planeta?

-Bueno, la pregunta tiene un cierto tono moral que no me agrada demasiado pero la verdad es que estoy bastante de acuerdo con el trasfondo. Mi primer libro, titulado “Las entrañas de la bestia. La fábrica de dinero en el capitalismo desquiciado” -y perdón por el autobombo- trataba precisamente sobre ese “cáncer” del “objeto por excelencia” de nuestra sociedad mercantilizada al que te refieres. Diría por tanto, matizando un poco tu enunciado, que el “peor cáncer” es un modo de organización de la vida social basado en la acumulación de riqueza monetaria a través de la explotación del trabajo humano. Y añadiría inmediatamente que esa plétora del casino financiero global y del capital ficticio que caracteriza a lo que yo denomino capitalismo desquiciado es el síntoma paradigmático del agotamiento de ese modo aberrante de organización social, del cual la destrucción ambiental desaforada es una prueba irrefutable. Vivimos por tanto en una sociedad profundamente irracional basada en la explotación de los trabajadores y en la destrucción del planeta que se halla en una fase agonística que hace al capital aún más peligroso y destructivo. Por tanto en el fondo no puedo estar por desgracia más de acuerdo con el sombrío diagnóstico que se desprende de tu pregunta. En nuestras manos está detener a tiempo la carrera hacia el abismo.

-Aunque la responsabilidad del planeta es también de cualquiera de nosotr@s porque deberíamos de renunciar a tanto consumismo o a saber consumir mejor, aunque tengamos con ello que “tener y poseer” menos…sería como “matar a dos pájaros de un tiro” al capitalismo y a la negra sombra que se cierne sobre nosotros…

-Sí claro, pero sin caer en la trampa favorita del ambientalismo del capital de atribuir a “los humanos” o a los consumidores individuales la responsabilidad de las inmensas transformaciones necesarias para corregir el rumbo suicida que llevamos. Esa demagogia es pura propaganda que por desgracia ha calado, gracias entre otras cosas a la labor de intoxicación de los planes de estudios actuales, en amplias capas de la población. Y no sólo, también en extensos sectores de la comunidad científica y del activismo ecologista. De ahí que sea tan importante, y esta es una de mis principales críticas al ecologismo consecuente, llamar a las cosas por su nombre y señalar a este modo aberrante de organización social llamado capitalismo como el culpable del desastre socioambiental que presenciamos en tiempo real.  De hecho el tema fundamental de la introducción del libro -cuyo título, “El término maldito”, ya es muy ilustrativo- es resaltar esa represión nada sutil que realizan, más o menos conscientemente, del término maldito los científicos e investigadores más reputados así como muchos prominentes ideólogos del ecologismo con mando en plaza en las tribunas académico-mediáticas.

Así pues, por supuesto que hay que cambiar radicalmente la vida cotidiana hacia hábitos compatibles con la preservación de cierta homeostasis socioambiental, pero lo importante es poner el freno de emergencia destruyendo un modo de organización social crecientemente ecocida que se halla además en un proceso de degradación que lo hace aún más ecocida.

-Los medios, a los que veo y leo también “les metes caña” se llenan mucho la boca hablando del “apocalipsis del planeta” cuando al mismo tiempo viven gracias a patrocinadores y publicidades que para nada contribuyen a la vida del planeta, suma y sigue… ¿qué nos puedes decir?

-Claro, el llamado cuarto poder -aunque es probable que se halle bastante más arriba en el escalafón- es una herramienta muy poderosa de alienación colectiva al servicio del capital. Su estrategia favorita, como bien dices, es dar una cierta visión más o menos real del desastre en ciernes, casi siempre eso sí en tono sensacionalista y poco riguroso, y por otro lado, vender la moto de que se están poniendo los medios -ahí está la propaganda que hacen a bombo y platillo de las mascaradas de las cumbres del clima como ejemplo paradigmático de ese greenwashing sistemático- para revertir y atajar la situación. Esa es la gran falacia que tratan de inocular en la población para conseguir su docilidad. Y por desgracia tienen bastante éxito en el intento. Paralelamente, como decíamos antes, y para completar la tarea intoxicadora, machacan continuamente a la población con la responsabilidad individual de introducir pequeños y cosméticos cambios -el dichoso tema de los plásticos en lugar destacado- en los hábitos cotidianos como si ello fuera la madre del cordero de la “sostenibilidad” en lugar de denunciar por ejemplo sin ir más lejos la responsabilidad del Pentágono, la institución más ecocida y criminal con diferencia de nuestro mundo grande y terrible. Eso nunca aparece en la agenda de los mass media como es natural. En fin, que sólo son la voz del amo que los mantiene como bien dices y no se puede esperar otra cosa de unas empresas cuyos dueños son nada menos que los más importantes fondos de inversión del capital financiero. Eso es meter a la zorra en el gallinero, como digo en el libro.

Lo triste, y perdón por seguir abonando un cierto desaliento, es que algunos -afortunadamente hay excepciones- medios sedicentemente alternativos también le hacen el juego al poder haciendo por ejemplo propaganda del Green New Deal, el último grito gatopardista del ecologismo integrado para vender la ilusión de que se puede domar a la bestia e introducir cambios en el engranaje que nos acerquen a un escenario menos sombrío.

Al mismo tiempo volvamos a poner a examen al ecologismo  , como lo podríamos hacer con otras causas que movilizan a grandes masas por causas—valga la redundancia– digamos “pérdidas” reuniendo  a grandes cantidades de gentes en eventos varios y variados: carreras, andadas, concentraciones de todo tipo tod@s con la misma camiseta y el mismo tipo de discurso casi monocorde…La mayoría de las veces, esto termina con “mucho ruido y pocas nueces” y con muchas energías perdidas…por no explicar que muchas de las camisetas, gorras, pancartas las pagan los que quizás estén fastidiando a otra causa o jodiendo de otra manera al planeta—he llegado a ver a marcas de alimentación y cosméticos, por poner un ejemplo, más que dudosas patrocinar andadas en contra del Cáncer de…—esto es del todo ridículo y hace que se añore  el verdadero asambleísmo, la discusión sobre temas y la búsqueda de la discusión, ¿cómo lo ves?

-Sí totalmente de acuerdo en que el cinismo y la desfachatez del poder son inauditos. Curiosamente -o quizás no sea tan extraño- se da una correspondencia entre la magnitud de la agresión y del deterioro de las condiciones de vida humanas y de la salud de la biosfera y, por otro lado, la intensificación del ecoblanqueo de todas las instancias responsables del ecocidio. Por abundar un poco más en los ejemplos que ponías, hace poco escribí un artículo que es una prolongación de un capítulo del libro, en el que describo someramente la fortísima implicación -lo denomino “la zorra en el gallinero”- de los bancos y los fondos de inversión en la creación de instrumentos financieros -el mercado de las cuotas de emisiones de CO2 por ejemplo- destinados a ser la panacea del ambientalismo del capital. Es decir, los mismos que financian masivamente a las grandes corporaciones fosilistas, armamentistas y demás criminales ambientales capitalistas son los que pretenden solucionar el destrozo mediante tales entelequias. Por otro lado, los principales patrocinadores de las cumbres del clima y de protección de la diversidad de la ONU son precisamente esos bancos y gigantes del casino global que se están forrando con la destrucción acelerada de nuestro crucificado planeta. Y como dices las campañas de greenwashing de las eléctricas, las aerolíneas e incluso Ana Botín, dándoselas de amante de la naturaleza virgen, bombardean continuamente al ciudadano de a pie con esta idea de que está todo bajo control que se puede seguir con el Business as Usual ad eternum. Se trata a fin de cuentas del negacionismo más peligroso del que hablábamos antes: el que sin negar el problema totalmente, pretende mostrar que hay solución sin cambiar un ápice de la estructura social que nos ha llevado al borde del precipicio.

-La neoliberalización de la que tú como economista sabrás mucho también ha afectado a la salud de Gaia, ¿verdad? -Eres economista y la economía está en todo en el funcionamiento del día a día como la política…todo es un todo porque todo afecta a todo…como un plano holístico e integral…no habrás estado dentro de una organización ecologista, pero como economista  habrás tenido una visión respecto a que el movimiento ecologista  se ha visto afectado por el devenir político económico, por un modelo en el que la sociedad ha viajado narcotizada encima de una ola neoliberal, en donde todo y digo todo, puede comprarse y venderse como en una subasta, ¿qué nos puedes decir?

-Bueno he de decir en primer lugar que soy un poco crítico con el uso, cada vez más extendido del concepto de Gaia por parte de amplios sectores del ecologismo. En el libro le dedico un capítulo de los “vicios” calificándolo de impostura intelectual. Por resumirlo rápidamente te diría que me parece ilegítimo trasladar lo que inicialmente fue una hipótesis científica -la Gaia homeostática de Lovelock y Margulis- a una concepción panteísta del planeta Tierra como una entidad supranatural. Ese misticismo es el que critico en el libro dada su creciente presencia como digo en todo tipo de ámbitos, desde los planes de estudio académicos hasta el discurso pseuocientífico de algunos de los más prestigiosos ecologistas patrios. Pido perdón por el inciso, espero que no haya resultado intemperante, ni que decir tiene que me parece muy bien que cada cual se exprese de la manera que considere conveniente, sólo faltaría.

Como dices soy economista aunque reniego de mi formación: creo que la economía que se estudia en la academia, se difunde machaconamente en los mass media y que se aplica en nuestras infortunadas sociedades no es más que una construcción pseudocientífica legitimadora del “orden” del capital. Y en cuanto a la apisonadora de la hegemonía neoliberal del último medio siglo estoy completamente de acuerdo con lo que dices, simplemente haría un matiz que me parece importante. El llamado neoliberalismo no es más que otra fase en la agudización de la degradación inexorable de la forma de organización social capitalista. En esto si me permites te he de confesar que me considero muy “marxiano” ya que me parece abrumadora la evidencia de que la trayectoria del modo de organización social capitalista es profundamente degenerativa. Remito simplemente para no extenderme a la teoría que explico en el libro del ecologista norteamericano James O’Connor acerca de la dialéctica de las dos contradicciones que van llevando progresivamente al reino del capital a su agotamiento al chocar con límites endógenos -la pérdida de dinamismo de su rentabilidad- y exógenos -la destrucción ambiental, el agotamiento de los recursos y los costes de producción crecientes-. Por tanto y ya para terminar te diría que el neoliberalismo no es más que el reconocimiento de un fracaso, a saber, el fracaso del capital en mantener tasas de ganancia adecuadas. Ese es en mi opinión todo el secreto de la ofensiva en toda la línea de las políticas neoliberales contra las condiciones de vida de las clases trabajadoras y la posibilidad, cada vez más remota, de preservar un planeta habitable para nuestra especie “exagerada”.

-Si tuvieses que enumerar “esos vicios de ecologismo”, ¿cómo y cuál sería la lista?

-Bueno si me permites, para no aburrir en exceso a los lectores, haré un pequeño excurso previo y luego pasaré a enumerarlos lo más someramente posible.

En primer lugar te diría que la mayor parte de los que yo denomino “vicios” -siempre con comillas, al tratarse como digo de una crítica constructiva y fraterna- del ecologismo se derivan de la falta de comprensión de la naturaleza del organismo capitalista, el causante primordial de la destrucción de la naturaleza. Ese desenfoque en la comprensión de los engranajes del sistema de la mercancía es lo que provoca el abismo que he comentado entre la contundencia del diagnóstico y la pusilanimidad de las soluciones propuestas.

Y creo que el orden en el que expongo los “vicios” en el libro explica bastante lo que quiero decir con esta afirmación:

En primer lugar analizo la llamada economía ecológica que es la base de las teorías decrecentistas y de muchas de las propuestas de reformas desarrolladas por los más conspicuos autores y activistas ecologistas. Pues bien, como trato de explicar en el libro, basándome sobre todo en autores marxistas como Bellamy Foster, el problema fundamental reside en que la economía ecológica al renegar del marxismo por el supuesto -y falso en mi opinión- productivismo de la teoría de Marx, tira por la borda la posibilidad de la comprensión profunda de la dinámica capitalista abonando el terreno de los remedios mágicos y las reformas salvíficas.

Partiendo de esta premisa, en mi opinión el “decrecentismo” -el segundo “vicio”- es decir, la ilusión de “poner a dieta” al capitalismo sin cambiar su esencia depredadora parte de ese sustrato teórico reformista para transmitir la impresión de que es posible “contener a la bestia” mediante reformas y correcciones, en general a través de la intervención institucional. Ese “estatismo” de las “estrategias duales”, es decir, la creencia en que el Estado neoliberal, totalmente desprovisto de herramientas capaces de revertir las políticas privatizadoras y la agresión antiobrera de las políticas neoliberales, puede ponerse al servicio de los intereses de las clases populares y de la implantación de medidas que corrijan significativamente el ecocidio sería el tercer “vicio” que ya hemos mencionado antes. Y, además del misticismo de la metafísica de la ecoespiritualidad -con el misticismo gaiano y la Ecología profunda en lugares destacados- que ya hemos mencionado, el último “vicio”, que yo denomino “curanderismo económico” es la conclusión lógica e idealista de todos los anteriores, es decir, la confianza quimérica en la posibilidad de usar “el dinero” para cosas buenas. El ejemplo de la Renta Básica, la medida estrella del “decrecentismo” es para mí paradigmático de ese idealismo que, por encima de cualquier análisis serio de la situación sociopolítica trata de transmitir la vana ilusión de que el papá Estado puede implantar una asignación monetaria universal. En fin, un dechado de realismo como puedes fácilmente comprobar observando las tendencias políticas de nuestros aciagos tiempos neoliberales.

Mil disculpas de nuevo por la extensión. Me pedías sólo una enumeración pero he querido explicar aunque fuera someramente la conexión entre los distintas cuestiones y el fundamento último de todas ellas.

-¿Qué papel juega o puede jugar la Renta Básica Universal en todo esto y en el ecologismo ,Renta Básica Universal a la que ,creo por lo que leo, ves como una utopía “encantatoria” ?; ¿es que desde ciertos sectores de la izquierda se tema que esa “posible utopía” rompa con la actividad de cierta clase obrera para con la lucha contra el neoliberalismo ? -Pero el ecologismo y muchas causas se podrían beneficiar, de la Renta Básica Universal para trabajar para con lo que ahora,simplemente por agotamiento, no pueden…la gente activista estaría como “más liberalizada” para poder volcarse en “estas causas”…..

-Lo cierto es que, como dije en otro lugar, sin duda sería maravilloso que una medida como una asignación monetaria -un subsidio público- universal fuera algo factible y realista. No creo que a nadie mínimamente concernido por las sangrantes desigualdades que contemplamos en nuestras sociedades “desarrolladas” le pudiera disgustar tal medida. Incluso sería mucho más sencillo: el mediático exministro griego Varoufakis propuso simplemente que el banco central ingresara una asignación mensual a cada ciudadano, lo cual evitaría el engorro de tener que recaudar impuestos para financiar la renta básica ya que el BCE es la fábrica de euros y los crea a golpe de tecla. Pero la cuestión no es esa, se trata de tener los pies en la tierra y no engañarse con cuentos de la lechera, por lo demás sumamente reformistas, es decir que creen que el dinero, el núcleo de este sistema alienante y opresor, se puede usar para cosas buenas. En fin, este es el motivo de que como dices califique, siguiendo al economista recientemente fallecido Michel Husson, este tipo de medidas de “utopías encantatorias”.

Pensar que en el actual contexto de agudización de la agresión del capital -causada como decíamos antes por su creciente incapacidad de mantener tasas de ganancia adecuadas- contra las condiciones de vida de las clases populares una institución totalmente cooptada por el gran capital y el poder corporativo como el actual estado burgués, descabezado de cualquier capacidad de creación monetaria tras el golpe neoliberal perpetrado en el Tratado de Maastricht, pueda siquiera soñar en implementar una medida de este cariz es estar totalmente fuera de la realidad, más allá de ignorar el ABC de la lucha de clases que se funda en la presión sobre los salarios y el empleo a través de la sobreexplotación provocada por el ejército de reserva de parados y precarios. En fin, reitero mi pesar y mis disculpas quizás por ser un poco duro en el tono pero no puedo por desgracia engañarme con este tipo de quimeras que en mi opinión suponen la esencia de los “vicios” que describo en el libro, y no sólo del ecologismo, sino también de otros movimientos sociales como el feminismo y de la izquierda reformista en general.

-¿Por qué si no hay comunismo habrá barbarie hablando como estamos hablando y reflexionando del ecologismo …yo soy más del comunismo libertario sin que el Estado mande por encima del o de los individuos, pero no creo en la tesitura de comunismo libertario o barbarie…creo que hay grises, mucho más que blancos y negros, ¿aquí qué nos dirías?

-Sí claro que hay grises entre los dos polos, pero la verdad es que son más bien oscuros. El intelectual marxista libertario -sí, no es un oxímoron, creo que es posible conjugar ambos rasgos- Anselm Jappe habla de “barbarie a fuego lento” que sería un descenso paulatino hacia una especie de ecofascismo, una lucha de todos contra todos como la que muestra la serie francesa -muy meritoria en mi opinión- sobre el Colapso. Pero por otro lado, como trato de explicar en el libro, también hay reductos, por desgracia muy minoritarios, de resistencia contra las agresiones del capital y de construcción de “grietas” en el muro de la mercantilización absoluta de las relaciones sociales. Siempre pongo el ejemplo de la lucha, ejemplar en mi opinión, de las comunidades zapatistas y del EZLN por construir desde abajo y contra viento y marea otro tipo de relaciones sociales. Esas luchas siempre son un motivo de esperanza que hace que los grises que mencionas no sean tan oscuros. En cualquier caso lo que se quiere mostrar con la dramática disyuntiva -parafraseando el eslogan clásico de Rosa Luxemburgo- es la tremenda urgencia del momento histórico que vivimos y la imposibilidad de realizar una transición tranquila como pretende el reformismo pequeñoburgués, actualmente hegemónico en la izquierda institucional y por desgracia también muy presente en muchos movimientos sociales como el ecologismo y el feminismo. Que actualmente esa transformación radical de las relaciones sociales hacia una organización racional de la vida, que haya extirpado de raíz la hegemonía del reino del dinero y de la mercancía en pos de una sociedad sin explotación ni opresión, parezca una quimera inalcanzable no justifica dejar de luchar por ella ni tampoco como trato de explicar contentarse por un falso pragmatismo con medias tintas y falsas soluciones que en última instancia sólo producen desaliento y mala conciencia. Esa convicción de digamos la necesidad de “extirpar el mal de raíz” es la que fundamenta la acuciante disyuntiva “Comunismo o barbarie”.

-¿Qué has aprendido del ecologismo como positivo—que lo tiene y mucho—y qué le afeas más que nada…?

-Sí sin duda que lo tiene y mucho como bien dices. Para resumir, destacaría dos rasgos muy relevantes del movimiento ecologista que lo convierten en un ingrediente imprescindible de cualquier proyecto emancipador: En primer lugar, como ya se ha mencionado, la constatación, con abrumador fundamento científico de la incompatibilidad absoluta entre el actual modo de organización social y la preservación de una mínima posibilidad de una vida digna en un planeta habitable. Eso creo que hay que ponerlo en el frontispicio de cualquier movimiento antagonista: la tentación industrialista-productivista de la izquierda clásica -la dichosa frase pseudomarxiana del desarrollo de las fuerzas productivas como partero del socialismo hay que extirparla del imaginario y de la praxis emancipadora-. Y en segundo lugar -aunque habría indudablemente muchos más aspectos positivos- destacaría la profunda implicación del movimiento ecologistas más genuino con la urgente necesidad de transformación de la vida cotidiana. Es decir, el ecologismo no sólo denuncia la aberración de la destrucción procurada por el capitalismo sino que porta en embrión otro modo de vida alternativo, en las antípodas de la depredación capitalista y del consumismo desaforado actualmente imperantes. Esa digamos vocación austera y a la vez hedonista es en mi opinión una contribución muy valiosa sobre todo frente al obrerismo más bien retrógrado del movimiento comunista tradicional basado en la familia, en el sacrificio y en el culto al trabajo duro y sacrificado. Esa visión de la “lucha de clases” como algo redistributivo sin cuestionar el modo de vida y la crítica de la propia actividad laboral como centro de la vida social ha sido eficazmente cuestionada por movimientos como el ecologista.  Y en cuanto a lo negativo aquí si me permites, como ya me he extendido creo que demasiado, seré telegráfico: mi crítica fundamental es que el ecologismo consecuente tiene que reconocer que sólo tras una transformación radical del reino del dinero y la mercancía podrá alcanzarse una relación no depredadora ni destructiva con nuestra actualmente “crucificada” casa común. Es decir, que como movimiento tiene que subordinarse e integrarse en todos los colectivos que pugnen porque, como decía el antiguo eslogan antiglobalización, “otro mundo es posible”. Ese es en mi opinión el punto de partida para un ecologismo verdaderamente radical.

-Que la economía se toca como en un abrazo con el ecologismo y lo social es tan cierto como que hace falta que llueva urgentemente… así que supongo que desde este Los “vicios” del ecologismo. El abismo entre el diagnóstico y las soluciones te surgirán muchas más batallas que librar, muchas más ideas que poner en reflexiones negro sobre blanco, ¿nos puedes avanzar algo?

-Claro, lo cierto es que uno no puede cejar en dar la batalla aunque se vea casi perdida pero al menos en mi caso tengo la intención, más allá de su “eficacia”, de dejar testimonio de la devastación y de la urgencia de transformaciones profundas que nos alejen de los terribles escenarios hacia los que ahora nos dirigimos a toda máquina. Actualmente tengo entre manos un proyecto aún en ciernes cuyos ejes fundamentales serían en primer lugar una crítica de la sociedad del trabajo, es decir, de la organización social basada en la producción mercantil y en el trabajo asalariado como ejes de la vida social. Es decir, del trabajo como elemento neurálgico que da cohesión y sentido a la vida en sociedad.

Tal configuración resulta, a la luz de la evolución del desarrollo tecnológico y científico de las últimas décadas, completamente aberrante. Es decir, el hecho de que el trabajo “de sol a sol” siga siendo el eje fundamental de la vida social y de la subsistencia de las clases populares en un contexto de extraordinarios avances tecnológicos que permitirían, organizados racionalmente y con criterios ecológicos, reducir enormemente el trabajo necesario para tener unas condiciones de vida adecuadas para todos los seres humanos, es quizás la principal aberración “antropológica” de nuestra vida social. Sé que todo esto parece muy utópico pero en mi opinión -siguiendo precisamente a los grandes utopistas clásicos como Thoreau o William Morris- sólo una sociedad en la que el trabajo -y por tanto también lo económico, el dinero, etc.- no sea el elemento cohesionador de la vida social será una sociedad racional.

Y también, y ya para terminar, y en base a lo anterior, estoy desarrollando una crítica de la izquierda tradicional, de cariz principalmente marxista, que siempre se ha caracterizado por un culto al trabajo proletario, a la lucha de clases y al aspecto más político y redistributivo de la transformación social -la toma del poder político por parte del proletariado a través de la revolución social- sin poner en absoluto el acento -como sí por cierto hizo el viejo Marx- en la necesidad de acabar con la esencia del capital que reside en la mercancía y el dinero y en la supeditacion del valor al tiempo de trabajo. Es decir, esa izquierda tradicional y también la mayor parte de los movimientos sociales, feminismo y ecologismo en lugar destacado, hacen una crítica “desde el trabajo” -sirva como ejemplo la reivindicación del trabajo doméstico o de cuidados por parte de ciertos sectores feministas, en lugar de cuestionar en primer lugar de raíz la institución familiar que lo ampara- para reclamar mejoras redistributivas o tomar el control de los medios de producción pero lo realmente transformador sería una crítica “del trabajo” en sí mismo, es decir de lo económico como eje de la vida social, que es lo que en el fondo caracteriza al reino de la mercancía.

Bueno mil disculpas de nuevo por la extensión y veremos qué sale de ahí pero esto es a grandes rasgos lo que ahora tengo entre manos.

No querría terminar sin agradeceros de nuevo efusivamente vuestro interés en mi trabajo y la enorme fertilidad de las preguntas. Me han parecido todas muy interesante y he disfrutado mucho tratando de responderlas lo mejor posible. Espero haber conseguido explicarme mínimamente y mil disculpas de nuevo por la extensión, espero que no aburra demasiado a los lectores.

 

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