LOS NUEVOS TIRANOS MANIPULADORES DEL SIGLO XXI(PARTE 1)

LOS NUEVOS TIRANOS MANIPULADORES DEL SIGLO XXI(PARTE 1)

Putin fue uno de los primeros dictadores en adoptar el modelo manipulador de apariencia democrática con éxito. Las elecciones manipuladas, la captación de los  medios de comunicación y la discreta marginación de los opositores establecieron el patrón para otros. En un primer momento,  lo que lleva a estos líderes a pasar de la violencia a la manipulación es el efecto conjunto de la modernización y la globalización. Este “cóctel de la modernización” favorece la distorsión frente al miedo, pero, con el tiempo, también dificulta la existencia de la dictadura de la manipulación. En los últimos 15 años Rusia ha experimentado un aumento dela matriculación en estudios superiores, una rápida difusión de internet de banda ancha y de las redes sociales y una disminución de la confianza en las noticias de la televisión estatal. Pero, recurrir de nuevo al miedo es siempre una medida desesperada, que sugiere debilidad más que fortaleza. Supone un enorme costo económico, porque la inversión internacional disminuye, Occidente impone sanciones, los trabajadores muy cualificados emigran  y los agentes de seguridad canibalizan el sector empresarial.

La dictadura de la manipulación se basa en una ficción: la de que el dictador es un demócrata competente y benévolo. La gente acepta ese mensaje genuinamente, o al menos finge hacerlo. Si la ficción queda expuesta, es casi imposible restablecerla. Es más probable que se caiga en una represión más profunda.

Introducción

A principios del siglo XXI 98 países con gobiernos  democráticos se sumaban a 80 que seguían siendo controlados por dictadores. En pocos años, el avance democratizador  se fue apagando cediendo el paso a una “recesión democrática”. La grave crisis financiera hizo que en 2019 el número de democracias descendiera a 87 y, el de dictaduras volvía a ser de 92. En Occidente, el sistema demostraba no ser capaz de enfrentarse al populismo, mientras que, en Oriente, todas las miradas se dirigían al ascenso meteórico de China.

La clave de las tiranías actuales es el engaño: en la actualidad, la mayoría de los dictadores  ocultan su verdadera naturaleza.

  1. Miedo y manipulación.

Los tiranos clásicos del siglo XX tenían en el terror su herramienta para todo. Pero, hacia finales de siglo, algo cambió. En todo el mundo, los hombres fuertes empezaron a aparecer en las reuniones  con traje formal en lugar del uniforme militar. Las mayoría dejaron de ejecutar a sus oponentes. Muchos volaban a Davos para encontrarse con la élite mundial. Estos nuevos dictadores  contrataban encuestadores y asesores políticos, hacían programas de radio o televisión a los que los ciudadanos podían llamar  y enviaban a sus hijos a estudiar  a universidades occidentales. No aflojaron en absoluto el control sobre la población. Al contrario, trabajaron para diseñar instrumentos más eficaces para ejercerlo. Pero lo hicieron mientras actuaban como si fueran demócratas. Entre los líderes no democráticos actuales,  la figura representativa es un manipulador hábil, como Viktor Orbán en Hungría o Lee Hsien Loong de Singapur, gobernantes que fingen ser humildes servidores del pueblo. El objetivo principal sigue siendo el mismo: monopolizar el poder político. Pero los hombres fuertes de ahora son conscientes de  que, en la situación actual, la violencia no siempre es necesaria, o ni siquiera conveniente. En lugar de aterrorizar a los ciudadanos, un gobernante hábil puede controlarlos si reconfigura las creencias de su pueblo sobre el mundo. Puede engañarlos para que se conformen o incluso lo aprueben con entusiasmo, en lugar de reprimir con dureza , los nuevos dictadores manipulan la información. Al igual que hacen los asesores de comunicación política  en una democracia, retuercen las noticias para conseguir apoyo. Son dictadores de la manipulación.

El régimen de Putin permite publicar periódicos o libros que llamen dictador al hombre del Kremlin. El truco está en que la mayoría de la gente no quiere leerlos. Se producen actos esporádicos  de violencia política, normalmente en circunstancias turbias, pero el Kremlin siempre niega cualquier responsabilidad. La mayoría de los rusos no parecen asustados.  Muchos han aceptado sin problema la visión sesgada de la realidad que los medios de comunicación de Putin  han contribuido a formar. La cifra de presos políticos sigue siendo de decenas. Los asesinatos políticos siguen siendo infrecuentes. El Kremlin sigue fingiendo  que las elecciones que convoca son libres  e imparciales y que se permiten las manifestaciones pacíficas. Youtube sigue sin estar en gran medida censurado. Aunque cada vez están más asediados, los medios de comunicación independientes  siguen publicando. Los castigados por delitos políticos son acusados de extremismo, terrorismo o delitos no políticos.

En el siglo XXI los líderes no democráticos están utilizando un conjunto de técnicas  comunes. Bastantes de ellos se inspiraban en el pionero de este nuevo estilo, Lee Kuan Yew. A partir de la década de 1960, el que durante muchos años fue líder  de Singapur convirtió su país  en un formidable modelo de control político. Y una innovación clave de los nuevos autócratas  es precisamente afirmar que son democráticos. Ganar siempre, sin esfuerzo alguno,  era la señal que identifica a un dictador moderno.

En 2015, más de la mitad de los países, que albergaban al 53 por ciento de la población mundial, eran democracias electorales, y alrededor de uno de cada cuatro era una democracia liberal.

Los dictadores del siglo XX fueron diversos. Una amplia mayoría utilizó la represión violenta. La usaron para remodelar la sociedad, para extraer recursos de la población y para derrotar y desalentar a la oposición. Y la mayoría mostraron la violencia de manera deliberada. Casi todos adoptaron una retórica amenazante para sembrar inquietud y desalentar cualquier desafío. También la mayoría  ejercieron un control exhaustivo sobre las comunicaciones públicas. No ocultaron la censura. Muchos aislaron sus países. Y se burlaban de la democracia parlamentaria tal y como se practicaba en Occidente.

Pero los dictadores del miedo no sabían cómo evitar revoluciones que los derrocaran. Lo intentaron  intimidando a los ciudadanos con  propaganda que transmitía el poder  y la firmeza del dictador. Otra manera era evitar  que los posibles rebeldes se coordinaran para planear ataques. Por eso, los dictadores deben mantenerlos  divididos y aterrorizados. Los nuevos dictadores encontraron la solución: ser genuinamente populares. Para sobrevivir, los dictadores de la manipulación no entorpecen la rebelión, sino que eliminan el deseo de rebelarse.

Casi todas las autocracias actuales celebran elecciones, vivimos una época de autoritarismo electoral. Muchas de las elecciones  convocadas por los dictadores son,  aunque injustas, libres en cierta medida. Los partidos de la oposición pueden presentarse e incluso tienen alguna d posibilidad de ganar. Los dictadores  usan estratagemas, abusos y trampas burocráticas para asegurarse la victoria. Los dictadores controlan los medios de comunicación. Y utilizan las nuevas tecnologías  de la información y de vigilancia para aumentar la represión.

Los dictadores de la manipulación no son tiranos violentos de la vieja escuela que han aprendido algunos trucos nuevos. Lo que han creado es una estrategia distinta  e internamente coherente. Los elementos clave-la manipulación de los medios de comunicación, la gestión de la popularidad, la simulación de la democracia, la limitación de la violencia pública y la apertura al mundo- se complementan para producir un modelo de gobernanza n libre que se está propagando.

Franz Neumann y Hannah Arendt, consideraron el terror, junto con la ideología, la esencia de la dictadura moderna. Maquiavelo aconsejó a los príncipes  que utilizaran la “simulación y el disimulo”. Dado que la mayoría de las personas se dejan influir por las apariencias  más que por la realidad, un gobernante ambicioso debe crear ilusiones. “No es necesario que tenga todas las buenas cualidades(…) pero debe parecer que las tiene”. Cómo engañar a la gente depende del contexto; “El príncipe puede ganarse el favor popular de muchas maneras”. Pero conseguir el apoyo público es crucial. “Sólo diré, en conclusión, que un príncipe debe de tener al pueblo a su lado”.

En lugar de intimidar a los ciudadanos para someterlos, utilizan el engaño para ganarse al pueblo. Gobernar de esta forma implica seguir algunas reglas.

  1. Ser popular: a diferencia de los déspotas clásicos, los dictadores de la manipulación deben preocuparse por los índices de aprobación. En cualquier régimen, la prosperidad tiende a aumentar el atractivo del gobernante. Su primera línea de defensa, cuando acaba la prosperidad, es distorsionar la verdad manipulando la información. Para hacer esto con eficacia , los dictadores de la manipulación necesitan ser previsores,; en los buenos tiempos, se preparan para los malos. Se atribuyen el mérito de los éxitos, incluso los debidos a la suerte, y se construyen una reputación de “profesionalidad” y fingen gobernar en beneficio de todos. Al mismo tiempo, consolidan el control sobre los medios de comunicación. Suelen hacerlo con discreción, para mantener la credibilidad, comprando a los propietarios y fomentándola autocensura. Eso les permite, en momentos más difíciles, desviar la atención de los resultados decepcionantes y reorientar la culpa hacia otros. Lo que es diferente es cómo distorsionan las noticias. Los dictadores el miedo clásicos imponían ideologías elaboradas y rituales de lealtad. Su control era exhaustivo; su propaganda intimidante. Algunos fueron acusados de lavarle los cerebros a sus ciudadanos. Los dictadores e la manipulación utilizan métodos más sutiles: menos agitprop maoísta , más Madison Avenue (la calle de Nueva York en la que tradicionalmente se encontraban las agencias de publicidad), si a los hombres fuertes del siglo XX les gustaba la imaginería violenta  los dictadores de la manipulación adoptan una retórica de la competencia y la experiencia más agradable, a veces con un ligero barniz socialista o nacionalista. Cuando la realidad es buena, se atribuyen el mérito; cuando es mala, hacen que los medios la oculten cuando es posible y que pongan excusas cuando no. Un resultado mediocre es culpa de las condiciones externas o de los enemigos. Y los desenlaces decepcionantes  se presentan como mejores  de lo que podrían conseguir los demás. Los dictadores comparan su liderazgo con una seudoalternativa muy poco atractiva, elegida para hacerlos parecer mejores.  Los periodistas leales calumnian a cualquier rival genuino. En todo momento, el dictador plantea los temas y establece la agenda pública en su beneficio. Cuando esto funciona, los dictadores de la manipulación son queridos en vez de temidos. Pero en toda sociedad moderna hay dos grupos.  Están los informados, el estrato de ciudadanos con estudios universitarios, que conocen los medios de comunicación y tienen conexiones internacionales. Sus miembros son capaces de obtener y comunicar información política. Pueden ser captados por quienes están en el poder, pero en general son difíciles de engañar. En las dictaduras, los informados se dan cuenta de las mentiras del líder, reconoce que busca su propio beneficio y que es mucho menos competente  de lo que pretenden las emisiones estatales. Les gustaría sustituirlo por una alternativa mejor. Pero no son suficientes y, por tanto, son demasiado débiles para hacerlo solos.  Necesitan la ayuda del resto de la sociedad, el público en general.  El reto clave del dictador  de la manipulación es impedir  que los informados debiliten su popularidad y movilicen  a la gente en su contra. Cunado las arcas del Estado están llenas, puede captar a sus críticos. Puede comprar su silencio e incluso contratarlos para que produzcan su propaganda. Cuando tienen poco dinero, los dictadores censuran a los informados y sus medios. De hecho, la mayoría de los dictadores hacen un poco de todo: a veces resulta más barato censurar a los críticos, y otras , sobornarlos. Una idea clave es que no es necesario censurarlo todo. De hecho, en una dictadura dela manipulación, si las restricciones a la prensa son demasiado evidentes pueden resultar contraproducentes. Los gobernantes quieren que los ciudadanos  piensen que los medios de comunicación  son relativamente libres. Así que, cuando censuran  también censuran el hecho de que están censurando. Los dictadores de la manipulación suelen limitarse a marginar las críticas y quedarse con la televisión nacional. No les importa lo que las clases intelectuales digan de ellos en privado,, o incluso en público y ante una audiencia pequeña. A los intelectuales disidentes se les permite tener pequeñas revistas provocadoras,  programas de televisión por cable y periódicos extranjeros, siempre que la demanda sea baja. Lo que importa es el apoyo de las masas. Para separar a la gente en general de los informados, los gobernantes insultan  a estos últimos, cuestionan sus motivos, los tachan de poco patriotas o elitistas y avisan  los resentimientos culturales.
  2. Una vez que el líder ha conseguido una gran aceptación, utiliza su popularidad para consolidar su poder. La popularidad es un activo que puede bajar o subir. Por lo tanto, tiene sentido invertir parte de ella en otras palancas de control. Para sacar partido a los altos índices de aprobación,  un dictador de la manipulación convoca elecciones y referéndums y, al obtener grandes victorias, reivindica un mandato para adaptar las instituciones políticas y legales: promulga cambios constitucionales,; llena los tribunales y los organismos reguladores  de personas leales , y manipula los distritos electorales para crear un colchón de apoyo institucional.
  3. Fingir ser democrático: Hoy en día , en casi todos los países, con independencia de su historia y sistema político, existe una gran mayoría que está a favor de la democracia. Los dictadores de la manipulación fingen que aceptan la moda de la libertad. Por supuesto, en el extranjero, muchos ven su hipocresía. Pero en casa-e incluso en el extranjero- hay muchos otros que no la ven.
  4. Se abren al mundo: En ocasiones, restringen los medios de comunicación extranjeros.  Pero en general reciben de buen grado los flujos de personas, capital y datos, y encuentran la manera de beneficiarse de ellos. Se unen a las instituciones internacionales  y entorpecen cualquier misión que puede volverse  en su contra. Se dirigen a grupos potencialmente favorables  que se encuentran en Occidente mediante propaganda en internet y hackean o acosan a las voces críticas. Además, emplean la infraestructura subterránea de empresas y bancos ubicados  en paraísos fiscales  para proteger su dinero y atraer a las élites occidentales.
  5. Evitan la represión violenta: O al menos la ocultan o camuflan cuando se recurre a ella. En las sociedades modernas , los actos brutales tienden a desacreditar al líder. A veces también reprimen a los periodistas para censurar su trabajo. Con todo, cuando lo hacen, intentan ocultar su participacióno disfrazan su propósito. En lugar de arrestar a los críticos por sus escritos, inventan acusaciones de evasión de impuestos, fraude o, aún mejor, delitos vergonzosos que alejen a los seguidores del escritor.

Por otro lado, a medida  que aumenta la capacidad de control, los gobernantes pueden sustituir la represión de “alta intensidad” por una de “baja intensidad”. Mejor aún, pueden detener a los alborotadores  de antemano en lugar de castigarlos a posteriori. El nuevo modelo también se ha beneficiado de las nuevas herramientas de la información. De hecho, los avances tecnológicos mejoran la eficacia tanto del miedo como de la manipulación. Internet permite una censura barata y selectiva que filtra los flujos de información a distintos grupos. Las redes sociales pueden secuestrarse para que difundan propaganda sofisticada, con discursos a medida para audiencias específicas y fuentes ocultas para aumentar la credibilidad. Los dictadores de la manipulación pueden movilizar a troles y  a hackers para influir en las elecciones o manipularlas. Así que, aunque las nuevas tecnologías de la información faciliten la dictadura del miedo, podrían facilitar aún más  la dictadura de la manipulación.

También las sociedades son menos rebeldes. Cuando la gente se enriquece, es más reacia al riesgo. Al tener más que perder, los ciudadanos son menos propensos a la revolución. Un dictador quizá necesite menos  brutalidad y amenazas explícitas  para mantener a raya a esa población.

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