LOS NUEVOS TIRANOS MANIPULADORES DEL SIGLO XXI(PARTE 2)

LOS NUEVOS TIRANOS MANIPULADORES DEL SIGLO XXI(PARTE 2)

  1. Vigilar pero no castigar.

El inspirador Lee creía que la verdadera batalla era por ganarse los corazones y las mentes. Lee construyó  en Singapur creyó un nuevo modelo de estricto control político, basado en minimizar la represión visible. El politólogo Cherian  George  llamó a esta estrategia “coerción calibrada”.En lugar de aplastar las  protestas estudiantiles, se limitó a cerrar la única universidad  de lengua china, la de Nanyang, con el pretexto de que las matrículas habían disminuido, y la integró en la Universidad de Singapur. Sus funcionarios regulaban estrictamente  las organizaciones estudiantiles e investigaban al nuevo profesorado para comprobar su fiabilidad. Para inhibir a los críticos, Lee utilizó restricciones en vez de prohibiciones directas, lo que le permitía afirmar que la política era libre. Los periódicos ofensivos se podían publicar, pero con una tirada limitada. Muchos se enfrentaron a demandas por difamación. Las protestas estaban permitidas, pero sólo con autorización y pocos participantes. En el año 2000, los sucesores de Lee pusieron un “rincón del orador” en el parque Hong Lim  para demostrar el respeto del régimen por la libertad de expresión. Dentro de sus límites, los oradores podían disertar sin ser arrestados. Aún así, tenían que registrarse antes  en la policía local y esperar el permiso. Un cartel advertía de que su discurso será grabado y guardado  para su posible uso en juicios contra ellos. No se les permitía usar altavoces, ni suscitar “enemistad racial o religiosa”, ni insultar a las autoridades  o hacer “gesticulaciones excesivas”.  A los líderes de la oposición no se les prohibía acceder al Parlamento, pero las sentencias legales y las multas  podían mantenerlos fuera. Cuando los políticos le criticaban, Lee aprovechaba sus afirmaciones  sin documentar y los demandaba por difamación o libelo. Las sanciones, gravosas y repetidas, llevaban a los opositores a la quiebra, lo que los inhabilitaba para presentarse a las elecciones. La ley también exigía a los insolventes obtene3r permiso para viajar al extranjero, lo que permitía a l gobierno evitar situaciones incómodas en el exterior. Era el uso político de la bancarrota. El objetivo de Lee siempre fue conservar el apoyo público y marginar a la oposición. Un líder que mantuviera su popularidad no necesitaba la represión violenta; de hecho, la violencia sería contraproducente. Y la popularidad, a su vez, facilitaba hacerse con el monopolio del poder.

La mayor innovación del bloque comunista del siglo XX fue el perfeccionamiento del acoso de baja visibilidad. Los disidentes que tenían teléfono recibían llamadas anónimas amenazantes. El método del dirigente de la RDA Honecker se llamaba “zersetzung”-literalmente “corrosión”- y pretendía perturbar la vida personal y la carrera del objetivo, aislarlo de sus amigos y familiares , y que se cuestionara su propia cordura. Cuando la víctima se quejab a sus amigos, nadie le creía. Confundidas y desorientadas, las víctimas de este tipo de intervenciones se quedaban sin energía para continuar con sus actividades políticas.

Los nuevos métodos:

  1. Arrestar a los disidentes por delitos no políticos: Nicolae Ceaucescu en otoño de 1967: “Con inventiva y creatividad-dijo el líder rumano a su jefe de seguridad- podemos encontrar incontables maneras de deshacernos de los delincuentes políticos, sin dar a los medios de comunicación occidentales ninguna razón para criticrnos. Podemos detenerlos por malversación o especulación, acusarlos de negligencia profesional o lo que mejor se adapte a cada caso. Una vez que el tipo está en la cárcel, es tuyo”. En prisión, como en cualquier otro lugar, señaló Ceaucescu, “pueden ocurrir accidentes”. Desde entonces, otros dictadores han demostrado una gran “inventiva y creatividad”. Nazarbáyev, el presidente de Kazajistán, procesó a periodistas por blanqueo de dinero y violación de menores; y acusó a un rival político de  corrupción y posesión de armas. En Rusia, entre los supuestos delitos  que se le imputan al líder de la oposición,  Alekséi Navalni, están las estafas a una empresa maderera  y otra de cosméticos, así como la caza ilegal de alces. Otro opositor fue detenido por blasfemar en público. En Turquía, Erdogan  encarceló a un destacado político kurdo por “utilizar un informe de salud falso  para evitar el servicio militar”. Los gobernantes más “inventivos y creativos” encuentran delitos que, además de no ser políticos, son despreciables. Los delitos sexuales funcionan bien, sobre todo cuando antes se difunden rumores. Acusar a un oponente de querer librarse  del servicio militar, como hizo Erdogan, pinta a la víctima como un cobarde. A quienes tienen fama de honestos, las acusaciones de corrupción los hacen parecer hipócritas.
  2. Detenciones de puerta giratoria: En lugar de condenar a los disidentes a largas penas de prisión, los dictadores pueden neutralizarlos –con menos publicidad negativa- deteniéndolos repetidas veces durante poco tiempo. Al encarcelar a activists populares durante largas temporadas se corre el riesgo de crear mártires. Cuando las víctimas, hasta el momento desconocidas, han conseguido atraer la atención de los medios de comunicación y del público, sus condenas se han reducido.
  3. Arruinar a la oposición: Cuando Putin se enfrentó a una oleada de protestas en 2011-2012, las sanciones económicas aumentaron de forma drástica: la multa media por incumplir laq ley de protestas  se quintuplicó entre 2012 y 2018. Demandó por millones de dólares a los organizadores de las concentraciones de protesta (entre ellos Navalni y algunos colegas), supuestamente para pagar la reparación de los céspedes pisoteados, el transporte público bloqueado e incluso las bromas extra de la policía. Algunos tuvieron bloqueadas las cuentas bancarias personales. Lo bueno de estas técnicas es que, para un observador desinformado, el activista o periodista de la oposición puede parecer culpable.
  4. Regulaciones y restricciones: En lugar de prohibir por completo una actividad, los dictadores pueden permitir alternativas peores. A los grupos de la oposición que quieran concentrarse en el centro de la ciudad les pueden ofrecer un campo embarrado en las afueras, lejos del transporte público. Pueden dirigir a los que quieren hablar libremente a un lugar destinado a eso-como los “rincones del orador” de Singapur y Rusia-. Aunque las organizaciones de la oposición están permitidas, pueden exigirles que se registren, que se declaren “agentes extranjeros” y que compilen con frecuencia largos informes financieros. Pueden prohibir abiertamente la financiación extranjera y las contribuciones anónimas y desaconsejar a las empresas nacionales que contribuyan.
  5. Acusar de violencia a la oposición: co9mo reconocen que la violencia tiene costes , los dictadores de la manipulación limitan su uso. Pero ¿por qué dejarlo ahí? El siguiente paso es acusar a la oposición de violencia para desacreditarla. En Rusia, la policía acusó a decenas de personas de cometer “violencia contra los agentes del Estado” en varias concentraciones antigubernamentales. Una de ellas había lanzado un vaso de papel vacío  al aire; otra había arrojado dos botellas de plástico vacías. También se puede enviar a provocadores  para que tieren piedras y generen violencia real, de modo que la policía pueda arrestar  a los transeúntes inocentes que se encuentren cerca de ellos.
  6. Privatizar el trabajo sucio: cuando los líderes son incapaces de resistirse a usar la fuerza, pueden subcontratar su aplicación a agentes con quienes apenas tienen relación. Las autoridades pueden negar su implicación o incluso su conocimiento. A veces, los dictadores de la manipulación captan a bandas de entusiastas de las artes marciales o de hooligans de fútbol para intimidar a la oposición. En Venezuela, Ch´´avez y su sucesor, Nicolás Maduro, contrataron a bandas de matones privados, conocidos como “colectivos”, para aterrorizar a los activistas antigubernamentales. Para los dictadores de la manipulación, se trata de una práctica peligrosa que emplean con moderación. Sólo funciona si se consigue ocultan los vínculos con el Estado, algo que resulta cada vez más difícil, a medida que la sociedad y los medios de comunicación se vuelven más sofisticados. También es necesario evitar que la violencia alcance una magnitud tal que provoque una fuerte indignación internacional y la demanda de investigaciones policiales.
  7. Zersetzung 2.0:Internet ofrece una oportunidad sin precedentes para calumniar a los activistas y sembrar la desconfianza en sus redes. Las publicaciones anónimas pueden acusarlos de ser agentes del Estado. De hecho, la mayoría de las viejas técnicas del KGB y la Stasi pueden utilizarse online. En el pasado se acosaba a los disidentes con llamadas telefónicas anónimas. Ahora, troles no identificados los insultan y amenazan en las redes sociales, los bombardean con correos electrónicos agresivos  y los doxean, es decir, publican mensajes online para incitar a atacarlos, con detalles sobre su ubicación. Los agentes del dictador –o sus delegados en el sector privado- también pueden hackear los archivos privados de los activistas de la oposición y publicitar cualquier material embarazoso que encuentren. Una vez más, existe una práctica análoga anterior a internet: la filtración de grabaciones hechas  por los servicios de seguridad de llamadas telefónicas de los miembros de la oposición y la grabación secreta de los mismos en situaciones comprometidas. La vergüenza-y su explotación por los dictdores-es anterior a la World Wide Web.
  8. Propaganda posmoderna.

En la “era de la información, con la televisión, el satélite, el fax y el jumbo”, no se podía aislar a los ciudadanos del mundo exterior. No se podía coaccionar a la gente  como había hecho Stalin en la década de 1930. Y, aún así, seguía siendo  fundamental mantener  un fuerte control central. En todo el mundo, la gente quería un líder que hiciera prosperar la economía. Quería empleos, bienes de consumo, que los ingresos aumentaran. La mejor manera de conseguir su apoyo era mediante una gestión económica eficaz. Pero las crisis y las recesiones eran inevitables, de modo que los l`´ideres tenían que aprender a mantener la autoridad  tanto en los malos tiempos como en los buenos. Y la clave para eso era moldear  el discurso político, gestionar los mensajes que recibían los ciudadanos.

Los dictadores de la vieja escuela  controlaban el discurso y el pensamiento de sus súbditos de la siguiente manera. La mayoría intentaron monopolizar  los mensajes políticos. Algunos solo permitían los medios de comunicación estatales. Otros domesticaron la prensa privada. Así, las noticias y el debate sobre los asuntos públicos seguían el guión del dictador. Además de controles internos, muchos implantaron una cuarentena informativa. Prohibían o censuraban las publicaciones extranjeras, bloqueaban las emisiones exteriores  y a menudo restringían los viajes  para limitar el conocimiento del mundo exterior. Muchos de estos dictadores impusieron  una ideología oficial, es decir,  un conjunto de creencias y valores sociales  obligatorios. Todos los ciudadanos tenían que adoptar  públicamente esta forma de pensar. Si el control se concentraba en un líder supremo, la ideología solía evolucionar y convertirse en un culto a la personalidad.

Todas estas medidas contribuían a que la represión fuera más efectiva. La propaganda era, obviamente, el medio a través del cual los gobernantes comunicaban las amenazas dirigidas a disuadir a la oposición. Si el deseo de propagar el miedo explica la mezcla de violencia y propaganda. La doctrina ayudaba a organizar la represión. ¿Cómo se puede disciplinar a una población grande? El primer paso crucial es definir públicamente lo bueno y lo malo. Una ideología puede ser reinterpretada  por el gobernante a voluntad. Los viejos tiranos utilizaron la ideología  para definir cómo debía actuar la gente políticamente. Sus doctrinas identificaban a los enemigos  del régimen y justificaban  la violencia contra ellos. Además de distinguir lo bueno de lo malo  y justificar la violencia, las ideologías descentralizaron la represión, transfiriéndola a los ciudadanos corrientes. Inspiraron rituales de lealtad  que todos podían ayudar a imponer. Estos rituales conseguían que los ciudadanos  se controlaran unos a otros. La fidelidad a una ideología  podía proteger a un partido. Pero, para proteger  a un líder individual, era mejor el culto a la personalidad. Aunque los disidentes siguieran discrepando en secreto, la maquinaria de la lealtad  impediría que se reconocieran entre ellos y unieran sus fuerzas. Todos los ciudadanos se vieron obligados a “vivir dentro de la mentira”. Eso hacía mucho más difícil coordinar  a la oposición. Un líder “agradable, humano y con sentido del humor”, que tuviera mucho en común con los ciudadanos normales, no es la elección ideal para aterrorizarlos  y que obedezcan.  Uno propenso a las diatribas violentas lo hará mejor. Para aislar ala gente de la política, las noticias aburridas contadas de manera gris  pueden ser lo más adecuado. Cuanto más arcanas sean las doctrinas, más útiles resultarán para diferenciar a los leales de los oportunistas. Sólo los primeros se esforzarán por dominarlas. La propia absurdidad de la propaganda señala a los potenciales disidentes  la fuerza que tiene el régimen. Demuestra su capacidad para obligar a la gente  a repetir tonterías. La exigencia de una adulación servil y la aceptación imperturbable de afirmaciones ridículas descartan a los que tienen dudas, lo que ayuda al líder a seleccionar a los agentes sin escrúpulos. Recompensar las “muestras nauseabundas” de sumisión puede aumentar  la lealtad del adulador, al reducir su atractivo para otros posibles ostentadores del poder. Aunque la socialización en la infancia tal vez cambió algo los valores, parece que, en general, entre los adultos, la propaganda autoritaria sólo consiguió docilidad. Y, de hecho, ése era el objetivo. Lo que más preocupa a los dictadores del miedo es la obediencia; que ésta se base en un compromiso sincero o en mera prudencia no es tan relevante. Commo herramienta de represión para desmovilizar a los ciudadanos, y además silenciar y aislar a los disidentes, la vieja propaganda del miedo resultó bastante eficaz.

En lugar de arengar a los ciudadanos con diatribas o aburrirlos  con burocracia, los hombres fuertes actuales tratan de dar una impresión más moderna. Entre los elementos clave de su estrategia están los siguientes:

  1. En lugar de miedo, proyectan una imagen de competencia: El objetivo esencial es sustituir la retórica de la violencia por la del rendimiento. En lugar de aterrorizar a los ciudadanos, los dictadores compiten por su apoyo mostrando capacidad de liderazgo y dedicación. Por supuesto, eso funciona mejor cuando es así. Cuando no, la manipulación se hace cargo. En parte, el mensaje es visual. Los trajes de vestir bien planchados sugieren profesionalidad y modernidad. Lo mismo hacen las fotografías publicitarias de los gobernantes, que ahora suelen mostrarlos en una mesa de conferencias  o recorriendo una fábrica, en lugar de dirigiéndose  a un batallón o arengando a una multitud. Luego está lo que dicen. En lugar de invocar imágenes de traidores ocultos y dagas envenenadas, los dictadores de la manipulación aluden a la paz y la prosperidad. En lugar de exigir sangre y sacrificios, ofrecen comodidad y respeto. Con sus discursos llenos de promesas combinan visión y tecnocracia. Actuar de esta manera es más complicado cuando resulta evidente que los resultados son malos. Pero los dictadores pueden seguir proyectando una imagen de competencia si culpan-y despiden-a sus subordinados.  El fin no es sólo demostrar  que el gobernante está haciendo un gran trabajo, aunque eso sea lo principal: en parte, el objetivo es difundir la creencia de que los demás piensan que es así. Entonces, incluso los ciudadanos que no notan ninguna mejora en su vida pueden creer que otros si lo hacen. El conformismo empieza a hacer efecto. Del mismo modo que los dictadores del miedo trabajan para difundir el miedo, pero también la creencia de que los demás están asustados, los dictadores de la manipulación buscan la admiración, pero también la apariencia de que son admirados.
  2. En lugar de ideología, un caleidoscopio de mensajes: A medida que las sociedades se modernizan, cada vez se necesitan más recursos-incluso con la ayuda de la sociedad- para rastrear y castigar a los ciudadanos que se saltan los rituales de lealtad. Por eso los dictadores de la manipulación ni lo intentan. Renuncian a imponer una ideología ni la obediencia. Al no tiene una “verdad” que proteger, no demuestran ninguna debilidad cuando no la defienden. La mayoría no tienen una doctrina oficial. “Somos pragmáticos”, dijo Lee. En su lugar,  utilizan una mezcla caleidoscópica de  imágenes y temas para dirigirse  a múltiples audiencias a la vez.
  3. En lugar del culto a la personalidad, el desarrollo de la fama: Estos líderes desarrollaron un culto a la fama, y tan vulgar como el de los artistas occidentales y algunos presidentes de EEUU en la era de internet. La fama, al contrario que la personalidad, suele estar descentralizada; muchas veces se crea de forma espontánea, y son actores privados quienes la explotan en su beneficio. Las imágenes del héroe están en todas partes, pero circulan según la demanda  y losincentivos del mercado. No hay rituales obligatorios, aunque pueden surgir algunos voluntarios. El tono puede ser serio, pero con frecuencia es lúdico, irónico o incluso burlón.si Stalin era un dios, Putin se ha convertido en unamarca comercial.
  4. Tomar prestada la credibilidad: En lugar de monopolizar los medios de comunicación, los dictadores de la manipulación permiten  la existencia de una prensa supuestamente independiente y, a veces, incluso de una televisión. Toleran una crítica limitada, mientras, no obstante, acosan a los críticos. Esto les permite, cuando lo necesitan, aprovechar la reputación de los medios no estatales para sus fines. Al canalizar los mensajes a través de esos medios, toman prestada su credibilidad. Una segunda forma de aprovecharse  de la credibilidad es ocultar la fuente  de la propaganda. La propaganda más eficaz es la horizontal, la que se transmite en grupos pequeños y redes, muchas veces a través de conversaciones informales. Buscaron la forma de difundir sus mensajes en redes sociales, eliminando cualquier prueba de su origen. Internet hizo que esto fuera mucho más fácil. Los propagandistas podían contratar a “troles” para que se hicieran pasar por  ciudadanos normales y se infiltraran en las conversaciones online. El objetivo de la mayoría era ejercer de “animadores” del régimen,  distrayendo a los participantes de los temas delicados en lugar de intentar hacerles cambiar de opinión. Otra manera de ocultar el origen de la propaganda es colarla  en entornos aparentemente neutrales. Una técnica-la “encuesta dirigida” o “push poll”- intenta sembrar ideas falsas entre los encuestados por medio de incorporarlas en preguntas  del sondeo que parecen objetivas.
  5. El entretenimiento como arma.
  6. Encuadrar e interpretar: Muchos asocian la propaganda con la afirmación de hechos falsos. Y, por supuesto, las noticias falsas, o fake news, tienen su utilidad. Pero la interpretación de los hechos es, como mínimo, igual de importante. Ciertas realidades son difíciles de ocultar o negar, y una fuente de noticias que intente hacerlo puede perder su audiencia. Explicarlas para minimizarlas es otra cosa. Se informaba fielmente tanto de los datos económicos buenos como de los malos. Lo que cambiaba era la asignación de la culpa o del mérito. Las noticias buenas se atribuían a la experta gestión del Kremlin, las malas a fuerzas externas  como los mercados financieros mundiales o los gobiernos extranjeros. Además de redirigir la culpa por los malos resultados, los dictadores dela manipulación que no pueden ocultar las malas noticias tratan de convencer  a la sociedad de que cualquier otro líder lo haría peor. Una de las estrategia consiste en comparar al gobernante en el poder con una pseudoalternativa muy poco atractiva. Por ejemplo ¿por qué Putin mantiene en el Parlamento, una década tras otra, al controvertido ultranacionalista Vladimir Zhirinovski y al viejo comunista Guennadi Ziugánov? La razón es sencilla: la perspectiva de cualquiera de ellos en el Kremlin horroriza a los críticos liberales de Putin. Otra estrategia es ignorar las malas noticias, pero no negarlas. Al mismo tiempo, los dictadores deben impedir que las opciones atractivas  consigan seguidores. Así, la tolerancia a la crítica  y los medios de comunicación alternativos  se acaba cuando aparece un individuo carismático. Entonces se dedica un enorme  esfuerzo a desacreditar al aspirante, tergiversar su historial, bloquear sus comunicaciones y preparar a la gente con asociaciones  emocionales negativos, mientras se vita que aumente  su perfil público, por ejemplo, no diciendo su nombre. A veces, un dictador puede desacreditar las historias que no le convienen anticipándose a ellas. Por supuesto, a veces,  los gobernantes de las democracias utilizan técnicas similares, pero son mucho más eficaces cuando quien lo hace domina los medios de comunicación y controla por completo la agenda política.

 

 

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