FERRAN PUIG VILLAR: “EN DEFENSA DE ANTONIO TURIEL”

Ferran Puig Vilar: “En defensa de Antonio Turiel”

 

Los “colapsólogos”, como Casandra, lo pasamos muy mal y sufrimos calladamente, silenciosamente – también en la intimidad – sin necesidad de ataques públicos. Pero cuerpo y mente no lo aguantan todo. No es difícil desestabilizarnos, pues por lo general somos personas especialmente sensibles. En esta ocasión es Antonio quien ha explotado. Nos puede ocurrir a todos. Pero, más allá de las formas, comprensibles por el hartazgo, atendamos a sus argumentos. Que no son ninguna tontería.


Quiero desde aquí intervenir, aunque algo tardíamente, en la polémica Turiel-Santiago Muiño. Deseo mostrar todo mi apoyo y solidaridad con Antonio Turiel. Y no solo porque sea alguien muy querido que me honra con su amistad.

Antonio ha recibido muchas críticas por haber equiparado el libro de Emilio Santiago Muiño (ESM) con el Mein Kampf, aun sin habérselo leído. De hecho no le hacía falta: sin duda se ha tragado todo lo anterior del autor y ha contemplado, estupefacto, su – para muchos – sorprendente evolución. Además el libro no aporta nada especialmente nuevo respecto a escritos anteriores en sus debates con él o con Jorge Riechmann. Antonio tenía suficiente para darse cuenta de las intenciones del personaje.

Se comprende que mucha gente se resista a contemplar la seriedad de nuestra condición actual y de nuestro destino futuro. Pero lo habitual es que un escéptico se caiga un día del burro y se dé cuenta repentinamente de lo que está ocurriendo y de lo que va a ocurrir. No al revés, buscando día y noche argumentos para combatir la verdad en modo razonamiento inverso.

Calificar a ESM de ecofascista me pareció al principio excesivo. Pero es posible que quien suscribe esté condicionado por el conocimiento personal de su buen talante y de su trayectoria vital anterior. Todavía no tengo una opinión bien formada al respecto, luego no me voy a pronunciar. Lo que sí tengo claro es que ESM no lo quiere ser.

Pero en política lo que cuenta son los hechos, y cuando Muiño insiste repetidamente en ocultar la verdad a la gente y generar una tipología de “ecologismo político” a la carta, eso es situarse en una pendiente muy resbaladiza, impropia de una persona de bien. Sugiere como mínimo el carácter estratégico de su voluntad de confrontación, como mostró oportunamente en su día Adrián Almazán. Voluntad de descalificación general que, en clave de la política mainstream, hay que particularizar en quien más visibilidad mediática exhiba: y ese es Antonio Turiel.

Y ello sin contar con su “crítica social” a las ciencias naturales, de las que muestra un desconocimiento demasiado profundo. Acude entonces a expresiones como “subtexto ontológico” erróneo – y por tanto los miles de físicos y biólogos y ecólogos y sociólogos que advierten sobre el colapso son unos idiotas que no se enteran de lo social – o incluso al risible “anarquismo termodinámico”. En efecto, el fascismo es negacionista de la ciencia que no le conviene. La crítica social a las ciencias naturales, si acaso, hay que hacerla observando y denunciando el comedimiento con que estas últimas se expresan en estos ámbitos. Aunque, ciertamente, cada vez menos.

Sostenía E.O. Wilson que la mentira ha tenido históricamente una justificación evolutiva. Aunque tengo serias objeciones al argumento, no voy a entrar ahora en esta discusión. Pero cuando sabemos que es la mentira institucionalizada lo que nos ha llevado hasta aquí, y lo que está en juego es nada menos que el colapso de las civilizaciones, cuando no la supervivencia de la especie, ese argumento deja de tener validez y podría ser calificado, probablemente a su pesar, de criminal. Y más cuando se es conocedor privilegiado como es el caso de ESM.

Desde que decidió salir a la palestra pública, Antonio ha sufrido toda clase de descalificaciones. Ha deglutido pacientemente los ataques hacia su persona, cuya digestión no es fácil. Podía esperarlo hasta cierto punto, pero quizás no tanto. Cuando alguien sale repetidamente en los medios está siempre expuesto a ello. Cuando el PR-spin – que todos los partidos políticos emplean – no puede objetar los fundamentos desde los que se habla, lo primero es acogerse a cualquier frase más o menos afortunada e incidir repetidamente en ella. Y si no se consigue poner al interfecto a la defensiva, entonces se pasa directamente al ad hominem. Es lo que ha hecho ESM.

Entretanto, los espectadores no somos del todo conscientes del calvario que eso, inevitablemente, supone. Aunque uno se sepa cargado de razón, los epítetos que le han sido proferidos impactan acumulativamente. Y es posible que desde nuestra posición de observadores no hayamos mostrado la solidaridad suficiente. Cosa que hoy, tardíamente,  intento corregir. Llevo muchos años clamando por que tenemos que cuidarnos más entre nosotros, pero seguimos sin hacerlo en la medida necesaria. Creemos que los demás tienen herramientas suficientes para gestionarse a sí mismos, y no es así de ninguna forma, o por lo menos no lo es en la mayor parte de los casos.

Los “colapsólogos”, como Casandra, lo pasamos muy mal y sufrimos calladamente, silenciosamente – también en la intimidad – sin necesidad de ataques públicos. Pero cuerpo y mente no lo aguantan todo. No es difícil desestabilizarnos, pues por lo general somos personas especialmente sensibles. En esta ocasión es Antonio quien ha explotado. Nos puede ocurrir a todos. Pero, más allá de las formas, comprensibles por el hartazgo, atendamos a sus argumentos. Que no son ninguna tontería.

Tengo para mí que ESM miente a sabiendas en muchos temas. Tengo serias dudas de que solo sucumba inocentemente a su sesgo de confirmación, como sugieren algunos de sus amigos: eso podría también decirse de todo negacionista de pro para salvar su reputación. Pero cuando se sale a la palestra pública y se pretende un beneficio con el argumento – económico o político – esos casos son muy raros, y sería (probablemente) el primero en un viaje inverso como el representado por el salto mortal de ESM. Porque ahora, su posición sobrevenida daña la credibilidad y la reputación pública de todo un cuerpo de conocimiento esencial, y de un movimiento que en él se basa. Una cosa es un debate público abierto – que puede resultar enriquecedor – y otra haber publicado un libro donde se sustancia una toma de posición negacionista bien clara y definida.

Una última observación. No voy a entrar en debate con ESM al respecto. No alcanzarían a lo esencial. Él sabe perfectamente lo que hay. Y él sabrá por qué ha decidido emplear sus capacidades en comprometer la verdad, la ciencia y, con ello, nuestra supervivencia.

Publicado en Usted no se lo cree

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