Fracaso de la ONU y desorden mundial
En estas fechas aciagas, estamos lejos de poder celebrar los pocos derechos humanos conseguidos, porque se están derrumbando todos ante nuestra mirada atónita. Hechos dramáticos y criminales sin parangón en este siglo como el imparable genocidio en Gaza nos conmueve hasta los cimientos del alma. Y el éxito del veto de los EEUU para detenerlo, pese a tener al resto del mundo en contra, excepto su cómplice protegido Israel, nos llena de asco, de indignación y de impotencia, porque muestra también el fracaso de las Naciones Unidas, su descrédito y el fin del orden internacional “reglado”, que ha dado paso a que los destinos del mundo dependan de estrategias de juego entre el poder neoliberal y del poder militar, que son la causa del ascenso del autoritarismo internacional del que se quejaba estos días el secretario general de la ONU, impotente ante este genocidio que ha producido más asesinatos a civiles ( cerca ya de dieciocho mil, dos de cada tres son niños y mujeres) en dos meses, que Rusia en Ucrania en dos años, que anda por diez mil. Y estos dos fracasos de la ONU por conseguir la paz han sido tan seguidos y clamorosos que si sobrevive arrastrará con ella la sensación de inutilidad, descredito y debilidad, caldo de cultivo para su definitivo colapso.
En su Carta fundacional en 1945, esta Organización se creó con un doble propósito: mantener la paz y la seguridad internacional y la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, desde esa fecha cada país hizo de su capa un sayo, y han ocurrido tantas guerras y violaciones de derechos humanos que parece un chiste macabro el simple recuerdo de aquellas buenas intenciones. O sea que el proceso del deterioro comenzó el día 1 de su puesta en escena. Y faltaba el veto yanqui a una simple pausa en el exterminio de Palestina, justo del que más guerras y desprecios a los derechos humanos – el primero, el derecho a la vida- viene perpetrando desde entonces en todo el mundo y con la misma impunidad que los sionistas de Israel. Y nadie puede impedirlo. La ONU muestra así su impotencia para detener no solo un genocidio más, sino un genocidio que amenaza gravemente la paz mundial.
Y como los males acostumbran a tener compañía, el fracaso de la ONU es el fracaso del orden legal internacional acordado por todos, lo que pone al mundo ante un peligroso sálvese quien pueda, ante un nuevo orden feudal donde cada país poderoso busca aliados para formar bloques de su misma cuerda y ganar el juego por el predominio militar y económico mundial.
Al irreversible deterioro climático, como telón de fondo amenazante para nuestra especie y cualquier otra, se añade entonces la amenaza nuclear, porque entre los bloques opuestos existen potencias nucleares que pueden apretar su botón rojo si ven amenazada su existencia, y mejor no pensar en lo que ocurriría.
En este nuevo feudalismo cada gobierno compite por controlar más y más fuentes de energía, nuevas tecnologías, agua, territorio, alimentos, red comercial, información y más cosas, mientras hablan de crecimiento y más crecimiento compitiendo por los recursos que se agotan a pasos de gigante por el cambio climático y por su sobreexplotación. Con tal determinación, todos los grandes buscan aliados entre los países más débiles a los que consiguen influenciar de muy diversas maneras, como concederles ventajas comerciales, apoyo militar contra enemigos comunes o simplemente enviando ejércitos de ocupación y colocando allí gobiernos títeres y bases militares.
Invariablemente, los países influenciados o simplemente colonizados por los grandes, en especial por los EEUU, disponen de importantes riquezas naturales que beneficiarán al “amigo protector”, o son enclaves estratégicos a su favor. También en esto, los EEUU destacan con mucha diferencia, por lo que resultan los señores feudales más poderosos. Si faltaba una prueba para demostrarlo, solo hay que ver ese veto en el Consejo de Seguridad.
Tiempo ha que venimos asistiendo, según los datos del PRI, a una escalada armamentista a gran escala, lo que aumenta el temor a una nueva guerra mundial, en cuyos prolegómenos parecemos encontrarnos y con el fracaso de la ONU como garante de paz. Y uno se pregunta: dónde está la capacidad de respuesta de las poblaciones ante esta barbarie?
Viendo la Plaza de Mayo en Buenos Aires repleta gentes atontadas que aclaman a un fascista, y cómo en la “civilizada “Europa como en los fascistoides EEUU, aumenta el poder de las mismas gentes de la “familia Milei”, las luces de Navidad tendrían mejor utilidad si sirvieran para alumbrar mentes y conciencias en lugar de calles y belenes de juguete.