Tecnofeudalismo(I)

 

TECNOFEUDALISMO de YANIS VAROUFAKIS(I)

 

Introducción

 

El Capitalismo está muerto y sus dinámicas ya no rigen nuestras economías. Ese papel lo desempeña ahora algo fundamentalmente diferente, el “tecnofeudalismo”. Lo que ha matado al Capitalismo es una nueva forma de capital, una mutación surgida en las dos últimas décadas, mucho más poderosa que su predecesora y que ha acabado con su huésped. Las causas son dos hechos primordiales: 1) la privatización de internet llevada a cabo por las grandes tecnológicas estadounidenses y chinas; y 2) la manera en que los gobiernos occidentales y los bancos centrales respondieron a la gran crisis financiera de 2008.

 

La mutación del capital en “capital en la nube” ha demolido los dos pilares del Capitalismo: los mercados y los beneficios. Los mercados, el medio del Capitalismo, han sido sustituídos por plataformas de comercio digitales que parecen mercados pero no lo son, y que son feudos. Y el beneficio, el motor del capitalismo, ha sido sustituído por su predecesor feudal, la renta. En concreto, una forma de renta que debe pagarse para tener acceso a esas plataformas y, en general, a la nube: la “renta de la nube”.

 

En la actualidad el poder real no lo ostentan los propietarios del capital tradicional, que siguen extrayendo beneficios de los trabajadores, de la mano de obra asalariada, pero ya no mandan como antes. Se han convertido en vasallos de una nueva clase de señor feudal, los propietarios del capital en la nube. En cuanto al resto, hemos vuelto a nuestra antigua condición de siervos y contribuimos a la riqueza y el poder de la nueva clase dominante con nuestro trabajo no remunerado, además de, cuando tenemos la oportunidad, con el trabajo asalariado que realizamos.

 

Las metamorfosis del Capitalismo

 

Cuando desapareció el sistema de Bretton Woods, se permitió a los banqueros, liberados ahora de las cadenas del New Deal, apostar en la bolsa de valores, primero con el dinero de otras personas y, más tarde, con sumas astronómicas de dinero-salidas, en realidad, de la nada- que los bancos se prestaron a si mismos. El sistema de Breton Woods se concibió para impedir que semejante imprudencia motivada por la codicia volviera a llevar a la humanidad al borde de otra gran depresión como la de 1929, en realidad, a otra guerra mundial. Pero, cuando el sistema desapareció, en 1971, los banqueros pudieron, de nuevo, volver a perder el control. Al producir cada vez más deuda, descomponerla en trozos cada vez más y mas pequeños y dispersarla por todo el planeta, no estaban minimizando el riesgo de impago, lo estaban aumentando. Después de que el presidente norteamericano Nixon acabara con el sistema Breton Woods, sucedió algo que contribuyó a que la locura de los jugadores infectara Wall Street, magnificando la avaricia y creando cifras absurdas. Sus consecuencias fueron trascendentales: desplazó el poder de la esfera económica-es decir, de la industria y el comercio- a la esfera financiera, el mundo de los banqueros

 

En 1978, un expresidente de la Reserva Federal, el banco central de EEUU, Paul Volcker declaró:”(Una) desintegración controlada de la economía mundial es un objetivo legítimo para los años ochenta”. Se estableció el sistema internacional mas inestable posible, basado en déficits, deudas y apuestas que crecieron sin cesar. Se llamaría globalización o financiarización.

 

El neoliberalismo aportó la pátina ideológica necesaria para legitimar el ataque contra la mano de obra organizada en sindicatos y para promover la “desregulación” que permitió que Wall Street se descontrolara. Por su lado, los ordenadores permitieron que los financieros complicaran enormemente sus apuestas. La complejidad de los derivados hizo que todo el mundo negociara con ellos.

 

El capital en la nube

 

La Inteligencia Artificial es un minúsculo engranaje en una vasta red de poder basada en la nube, en la que tú eres un mero nodo, una mota de polvo digital, en el mejor de los casos, un juguete para unas fuerzas que escapan a tu comprensión o control. Con la publicidad podíamos contraatacar con nuestro ingenio. Con la IA no tenemos ninguna posibilidad: su poder de mando es sistémico, abrumador, galáctico. La IA escucha, observa y aprende y, a medida que nos va conociendo, desarrolla una asombrosa capacidad para sorprendernos con buenas recomendaciones e ideas interesantes. Antes de que nos demos cuenta, el sistema de IA ha adquirido un poder considerable para dirigir nuestra realidad y guiar nuestras elecciones, es decir, para mandar sobre nosotros. A difer3encia de la propaganda por televisión, con los dispositivos basados en la nube, la relación entre nuestra alma y el sistema basado en la nube es de doble sentido y siempre está activa. Esto significa que lo que empieza entrenando a la IA para que haga cosas en nuestro nombre enseguida escapa a nuestro control y se convierte en algo que no podemos entender ni regular. Una vez que hemos entrenado su algoritmo y le hemos proporcionado datos sobre nuestros hábitos y deseos, la IA empieza a entrenarnos a nosotros. Al principio nos incita discretamente a que le demos más información sobre nuestros caprichos que luego adapta para acceder a vídeos, textos y música que nos gusten. Cuando ya nos ha ganado con esto, nos volvemos más sugestionables ante sus indicaciones. La IA nos entrena para que la entrenemos mejor. Tras habernos impresionado con su capacidad para conocer nuestros gustos, procede a seleccionarlos. Lo hace exponiéndonos a imágenes, textos y vídeos que elige para condicionar con sutileza nuestros deseos. En poco tiempo nos entrena para que le entrenemos y así hasta el infinito. Esta regresión o bucle infinito permite a la gran red algorítmica en la nube, guiar nuestro comportamiento de una forma magníficamente lucrativa para su propietario: tras haber automatizado el poder para fabricar, o al menos seleccionar, nuestros deseos, la IA concede a sus propietarios una varita mágica con la que modificar nuestro comportamiento, un poder con el que han soñado todos los vendedores desde tiempos inmemoriales. Ésta es la esencia del capital de mando algorítmico y basado en la nube.

 

Se llama “singularidad” al momento en que una máquina, o una red de máquinas, se vuelve consciente. Entonces, nos examina a sus creadores y decide que no le servimos por lo que procede a erradicarnos, esclavizarnos o, simplemente, hacernos desgraciados. Los chats de IA están muy lejos de la singularidad. Aún así, su efecto puede ser devastador, y su poder sobre nosotros, exorbitante. A fin de cuentas, por una suma de dinero relativamente modesta, hoy se pueden comprar máquinas para matar programadas por reconocimiento facial y unas capacidades de “autoaprendizaje” que en la práctica las hacen autónomas… Lo importante, es que ejercen un poder inimaginable sobre lo que hacemos, y lo hacen en nombre de un pequeño grupo de humanos de carne y hueso. El capital en la nube se originó por el saqueo épico de los bienes comunales de internet, posibilitado por los políticos, y luego una serie de invenciones tecnológicas espectaculares-desde el motor de búsqueda de Sergey Brin hasta la impresionante variedad de aplicaciones de IA que hay en la actualidad

 

En sus inicios, internet era un espacio libre de capitalismo. Era una red con un diseño centralizado, de propiedad estatal y no comercial, sin jerarquías, que se basaba en la toma de decisiones horizontal y en el intercambio de regalos, no en intercambios comerciales. Nacida en la Guerra Fría, internet era una red informática no comercial, construída por el gobierno estadounidense y de su propiedad, que estaba al margen de los mercados y los imperativos capitalistas, pero cuyo objetivo era la defensa del mundo capitalista. Quienes crearon el internet original optaron por protocolos o lenguajes mediante los cuales los ordenadores pueden comunicar números y texto “comunes” o “abiertos”, lenguajes que cualquiera pudiera utilizar gratis.

 

En los ochenta los sirvientes de los financieros negaron el acceso a nuestra propia identidad para privatizar internet. Hasta hace poco la identidad personal dependía del Estado: pasaporte, carné de identidad, certificado de nacimiento… Hoy, han sido marginados por una identidad digital cuya influencia cotidiana es mayor que la de esos artefactos materiales. Nuestra identidad digital no es nuestra ni del Estado y está dispersada por innumerables mundos digitales de propiedad privada (bancos, Facebook, X, Apple, Google, Spotify…). Innumerables propietarios, que de manera invisible recopilan, monitorean y filtran tu actividad, o comercian con ella, para obtener información sobre tí. Salvo modernos ermitaños nadie puede resistirse a perder su identidad digital. Estos nuevos cercamientos permitieron el saqueo de los bienes comunales digitales, lo cual impulsó el increíble auge del capital en la nube.

 

El gran avance de los algoritmos es que se convirtieron en agentes, dejaron de ser pasivos. Los algoritmos no son nuestros siervos mecánicos, son una pieza del capital de mando basado en la nube que te está convirtiendo en un siervo, con tu ayuda y gracias a tu trabajo no remunerado, con el fin de enriquecer aún más a sus propietarios. Sus propietarios tienen un poder inmenso: predecir nuestro comportamiento, guiar nuestras preferencias, influir en nuestras decisiones, hacernos cambiar de opinión para así reducirnos a sus sirvientes no remunerados, cuyo trabajo es proporcionar nuestra información, nuestra atención, nuestra identidad y, sobre todo, los patrones de comportamiento que entrenan a sus algoritmos. Lo aterrador del capital en la nube es que puede reproducirse sin mano de obra asalariada imponiendo a casi toda la humanidad que contribuya a su reproducción ¡gratis! Mientras los trabajadores se han convertido en “proletarios de la n

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