Tecnofeudalismo(III)

  • TECNOFEUDALISMO de YANIS VAROUFAKIS(III) 

    El poder neofeudal de los nubelistas lo crearon desde cero. El objetivo de las plataformas es captar y modificar nuestra atención. No son mercancías. Es este poder sobre nuestra atención el que les permite cobrar la renta de la nube a los capitalistas vasallos que se dedican al anticuado negocio de vender “sus “ mercancías. En última instancia, la inversión de los nubelistas en tecnología no se destina a competir dentro de mercados capitalistas, sino a conseguir que los abandonemos por completo .Las batallas y rivalidades entre nubelistas, que provocan el auge y la caída de feudos, forman parte de la esencia del feudalismo, pero no tiene nada que ver con la competencia basada en el mercado. 

    Brillante e imperfecto, Musk es el Thomas Edison de nuestra era- el hombre que electrocutó a un elefante para desacreditar a un rival-. Tras revolucionar sectores que son un cementerio de advenedizos, desde la fabricación de automóviles hasta los viajes espaciales e incluso las interfaces cerebro-ordenador, Musk se gastó decenas de millones de dòlares en comprar X, arriesgando con eso todo lo que había conseguido como fabricante e ingeniero. En esta compra había una lógica tecnofeudal.  Musk estaba insatisfecho pues, a pesar de sus logros y su riqueza, esto no le había permitido entrar en la nueva clase dirigente. Para su frustración, hasta ahora el “enfant terrible” del mundo empresarial no ha tenido acceso a las gigantescas rentas que puede proporcionar el capital en la nube. X podría ser ese acceso. Descartada la propaganda, admitió su ambición de convertir X en una “aplicación para todo”. Es decir, una puerta de acceso al tecnofeudalismo que le permitiría atraer la atención de los usuarios, modificar su comportamiento de consumo, extraer de ellos trabajo gratuito como siervos de la nube y, por último, pero no por ello menos importante, cobrar a los vendedores la renta de la nube por venderles sus mercancías. Como feudo privado, X nunca podrá ser la plaza pública del mundo. La pregunta pertinente es si Musk puede utilizarlo para construir un importante feudo en la nube y, así, acceder a la nueva clase dominante tecnofeudal: los nubelistas. Eso dependerá de si consigue mejorar el capital en la nube de X, tal vez conectándolo a la red de “big data” que ya posee, la cual enriquecen constantemente sus coches y satélites. 

    Cualquier gran transformación trae consigo un nuevo tipo de crisis. En la actualidad, el tecnofeudalismo está agravando las fuentes de inestabilidad preexistentes y convirtiéndolas en nuevas amenazas existenciales. En concreto, la gran inflación y la crisis del coste de la vida que se han producido tras la reciente pandemia no pueden entenderse sin el contexto de tecnofeudalismo. En 2020, las rentas de la nube devengadas por el capital en la nube constituyeron buena parte de los ingresos netos agregados del mundo desarrollado. Así es como se impuso la renta de la nube y cómo retrocedió el beneficio. El impresionante resurgir de la renta significaría un estancamiento más profundo y tóxico. Se inició un bucle o círculo vicioso: se produce un estancamiento más profundo, que hace que los bancos centrales impriman mas dinero, lo que permite una mayor extracción y menos inversión, y así sucesivamente. La mayor parte del dinero nuevo terminó inflando el precio de las acciones de las grandes corporaciones tecnologicas Eso explica que la riqueza de los milmillonarios había aumentado un 27,5 por ciento entre abril y junio de 2020, justo cuando millones de personas de todo el mundo perdían su empleo o luchaban por salir adelante por medio de los planes gubernamentales. Al desaparecer la oferta con el confinamiento se produjo una gran inflación. Pero, al producirse inflación generalizada, se pone en marcha un juego de poder social en el que todo el mundo intenta averiguar su capacidad de negociación. Los directivos de las empresas intentan descubrir hasta dónde pueden subir los precios-si no para obtener beneficios, al menos para recuperar unos coste4s cada vez mayores-. Los rentistas, tanto los tradicionales como los nubelistas, tantean el terreno con subidas de la renta. Los trabajadores evalúan hasta qué punto pueden presionar para conseguir un aumento de sueldo-que al menos compense las facturas más altas que tienen que pagar. Los gobiernos también participan en el juego con sus mayores ingresos  por impuestos y su destino. En este juego lo más importante es el poder. ¿Que ocurre en las sociedades en las que el capital en la nube domina el capital terrestre y la mano de obra ocupa el último lugar en la jerarquía? A primera vista, los supermercados, las empresas energéticas y cualquier otro conglomerado que sea capaz de inflar los precios por encima de sus costes obtendrá superbeneficios. Sin embargo, en un mundo que se encuentra en la primera fase tecnofeudalista, la repercusión menos evidente de la gran inflación, pero también la más interesante, es sutil y está entrelazada en el tejido productivo de la sociedad: el nuevo capital en la nube desplaza aún más al capital tradicional, acelerando y reforzando el alcance superuniversal del tecnofeudalismo. 

    El tecnofeudalismo tiene una tendencia intrínseca a moderar la inflación de los precios, porque suele contraer los salarios, los precios y los beneficios. Sin embargo, es imposible predecir con exactitud cómo se desarrollará la gran inflación a corto plazo porque la inflación siempre es un síntoma del recrudecimiento de la lucha de clases; su trayectoria estará determinada sobre todo por la política y por el poder. Lo que es seguro es que, como aumenta el alcance del capital en la nube, al final dañará el poder político de los trabajadores, porque seremos más los que nos convertiremos en proletarios de la nube. Aún así, un gran signo de interrogación se cierne sobre el futuro del tecnofeudalismo: ahora que la gran inflación ha obligado a los bancos centrales a detener la impresión de dinero, provocando que el precio de las acciones de los nubelistas se desplome y decenas de miles de empleados de las grandes tecnológicas pierdan su trabajo; y ahora que las empresas petroleras y los supermercados obtienen fabulosos beneficios, ¿estallará la burbuja tecnofeudal? ¿Todavía no lo ha hecho? 

    ¿Ha revitalizado la gran inflación el capitalismo? Los ríos de dinero de los bancos centrales ya han construido una masa crítica de capital en la nube. Está aquí para quedarse-y para dominar-, porque su inmenso poder estructural para extraer enormes rentas de la nube en todas las sociedades del mundo permanece intacto. No sería la primera vez que una burbuja crea un capital que perdura después de su estallido. El dinero de los bancos centrales, por su parte, no se ha agotado. Sigue fluyendo, aunque a un ritmo más lento que, sin embargo, es suficiente para que el tecnofeudalismo prospere. Los bancos centrales no pueden permitirse detener el flujo por completo, aunque es lo que deberían hacer para derrotar a la gran inflación. Recientes quiebras de bancos han recordado a los bancos centrales que si se atreven a retirar los billones que han inyectado en las economías del Atlántico Norte, un vórtice de volatibilidad golpearía enseguida el mercado de la deuda publica estadounidense, de 24 billones de dólares-los cimientos de la banca y las finanzas internacionales-. El Banco Central Europeo sabe que se arriesga a llevar a todos los bancos alemanes y al Estado italiano a una profunda quiebra y, con ello, ha hacer saltar el euro por los aires. En resumen, el dinero de los bancos centrales está aquí para quedarse y seguirá desempeñando el papel sistémico que antes tenían los beneficios capitalistas. Además, ahora el capital en la nube está tan afianzado que no sólo se ve reforzado aumentado por el dinero de los bancos centrales y su propia capacidad para amasar rentas de la nube, sino por cada nuevo desarrollo que surge: desde la necesidad de más energías renovables y coches autónomos hasta la demanda de programas baratos de licenciatura online para jóvenes que no pueden permitirse más deudas estudiantiles, el capital en la nube expande su dominio de forma exponencial. Paradójicamente, esto incluye también la gran inflación, que está haciendo buena parte del trabajo pesado en el gran reequilibrio de poder, que se desplaza del capital terrestre al capital en la nube; es decir, en el paso del capitalismo al tecnofeudalismo. 

    El impacto global del tecnofeudalismo: la nueva guerra fría 

    En un mundo en el que el capital en la nube es global, carece de fronteras y es capaz de extraer rentas de la nube en cualquier sitio, el mantenimiento de la hegemonía de Estados Unidos exige una confrontación directa con la única clase nubelista que supone una amenaza para la suya: la de China. 

    Los verdaderos hegemones no se imponen por la fuerza, ofrecen acuerdos faústicos difíciles de rechazar. Uno de ellos fue el “pacto oscuro” subyacente en las relaciones económicas entre Estados Unidos y China antes de la nueva guerra fría. En esencia se trataba de una oferta implícita de la clase dominante estadounidense a la clase dominante china: haremos que la demanda de vuestros productos se mantenga alta utilizando nuestro déficit comercial. También trasladaremos nuestra producción industrial a vuestras fábricas. A cambio, invertiréis de manera voluntaria vuestros beneficios en nuestros sectores financiero, de seguros e inmobiliario, lo que se conoce elocuentemente como sector o economía FIRE (financeinsurance y real state_). Es un “pacto oscuro” porque en su letra pequeña entre las clases dirigentes de Estados Unidos y Asia oriental estaba escrita la miseria de los trabajadores de ambos lados del Pacífico. Los trabajadores estadounidenses se enfrentaron a la explotación y al empobrecimiento derivados de la falta de inversión y al vaciamiento de las zonas industriales del país debido al traslado de la fabricación a Asia y al subdesarrollado sur global. Mientras, en las ciudades costeras chinas, que se industrializaron muy rápido, los trabajadores sufrían la frenética explotación asociada a la sobreinversión-era como si partes del norte global, engordadas por la sobreinversión, estuvieran emigrando a los centros de producción chinos, donde los trabajadores locales se esforzaban por sobrevivir con los salarios y las prestaciones sociales del sur global-. Diferentes miserias, el mismo proceso de reciclaje global. Luego estaba, por supuesto, el sur global- países deficitarios de Asia, África y América Latina con economías débiles en constante agonía por la escasez de dólares-, estos dólares los pedían prestados a Wall Street para importar medicinas y la energía y las materias primas necesarias para producir sus exportaciones, con las que ganaban dólares con los que poder devolver el dinero a Wall Street. Inevitablemente, de vez en cuando se quedaban sin ellos. Entonces, Occidente enviaba a los alguaciles-el Fondo Monetario Internacional-, que prestaban los dólares que faltaban a cambio de que el gobierno deudor entregara el agua, la tierra, los puertos, los aeropuertos, las redes eléctricas y de telefonía del país, e incluso sus escuelas y hospitales, a los oligarcas locales e internacionales que, una vez que controlaran estos activos y empresas, no tendrían otra opción que canalizar sus ganancias hacia Wall Street. Ésta es la faceta neocolonial que aseguraba la hegemonía estadounidense. Luego llegó el crack de 2008 que derivó en la nueva guerra fría actual. Por un lado, la crisis fortaleció la posición de China en el mecanismo global de reciclaje de excedentes y, por otro, aceleró la acumulación de capital en la nube tanto en EEUU como en China. 

    El reinado del dólar le ha venido bien a la mayoría de los países incluída China. Ha permitido que países con grandes superávits comerciales, como China y Alemania, convirtieran su exceso de producción-sus exportaciones netas- en propiedades y rentas en EEUU. Sin el papel global del dólar, los capitalistas chinos, japoneses, coreanos o alemanes nunca habrían podido extraer esa plusvalía colosal de sus trabajadores, ni guardarla luego en un lugar seguro. Para la grana mayoría de los ciudadanos estadounidenses la primacía del dólar la pagan con déficits comerciales con más desempleo, más deuda del hogar o mayores déficits fiscales. Los únicos gobiernos que han deseado la desaparición del dólar son los que se han visto amenazados por un intento de cambio de régimen organizado por Washington. En cuanto a la gente, quienes más ganarían con la abolición del papel global del dólar son los estadounidenses de clase media y trabajadora. China no era un peligro para EEUU hasta que el crecimiento del capital en la nube lo cambió todo. El quid de la importancia geoestratégica del capital en la nube reside en que sus actividades no requieren desplazamiento físico. Para que una tonelada de aluminio se envía desde China a algún puerto de la costa Oeste de EEUU, hacen falta dos cosas: el excesivo privilegio del dólar y los números rojos de la balanza comercial de EEUU con China. TikTok, en cambio, no necesita más dólares de los clientes estadounidenses para producir nuevos productos destinados a su mercado en EEUU. Dado que los servidores, los algoritmos y los cables de fibra óptica ya están instalados, y se han producido y se mantienen con dinero chino, lanzar otro video viral a los clientes estadounidenses no supone ningún coste adicional (ni marginal). Esto es crucial: tik tok puede por lo tanto, desviar las rentas de la nube del mercado estadounidense a China sin depender del déficit comercial de EEUU ni de la supremacía del dólar. Al no necesitar dólares para crear su capital en la nube, Tik Tok lo utiliza para sacar directamente sus rentas en la nube denominadas en dólares, sin dificultades y a la velocidad de la luz. Asi pues, el poder está cambiando de una manera que reduce el valor del pacto oscuro para la clase dominante y el Estado estadounidense. A medida que el capital en la nube chino crece en relacion con el capital te4rrestre, los ricos y los poderosos de China se encuentran cada vez menos sujetos al poder de las autoridades estadounidenses para regular las mercancías chinas que pasan por sus puertos. Así que era cuestión de tiempo que Washington intentara recuperar los menguantes beneficios que el pacto oscuro suponía para las empresas y el gobierno estadounidense. La amenaza para EEUU era el desplazamiento de las ventajas comparativas del pacto oscuro, que pasan de la clase dirigente estadounidense a la clase dirigente china. 

    EEUU atacó a China que, a pesar del importante coste que esto implicaba, esta último entendió que su futuro dependía de no entregar su capital en la nube, ni por supuesto sus finanzas en la nube, a EEUU. Y asi, hasta bien entrado el primer año de Biden en la casa blanca, el pacto oscuro entre los capitalistas chinos y los rentistas estadounidenses siguió renqueando. Entonces, Vladimir Putin invadió Ucrania y, en respuesta, la Reserva Federal de EEUU congeló cientos de miles de millones de dólares que pertenecían al banco central ruso, pero los mantuvo dentro del circuito de pagos en dólares que EEUU controla por completo. Fue la primera vez en la historia capitalista que el dinero de un banco central importante era confiscado por otro banco central. Esto era un peligro ara los capitalistas chinos pero para sus nubelistas que ya han desarrollado unas finanzas en la nube y las han convertido en un sistema de pagos alternativo global. El 14 de agosto de 2020 China emitió una moneda propia digital por su banco central, de modo que suprimía a los intermediarios, lso banqueros privados. Los bancos privados se quedaban pingues comisiones de las transferencias comerciales pero ahora China los eliminaba como intermediarios. El dinero ruso comenzó a usar la alternativa china y con el de otros capitalistas mundiales. Las finanzas en la nube china empezaron a establecerse como una alternativa viable al sistema de pagos internacionales basado en el dólar. LA amenaza para el dólar era total. Así el 7 de octubre de 2022 Biden declaró la prohibición total de exportar cualquier cosa que pudiera ayudar a China a desarrollar microchips de última generación, básicos en cualquier economía avanzada. Era la guerra económica total. China abandonó a sus capitalistas y apostó por sus nubelistas. El resto del mundo de capitalistas y rentistas acudió en masa a las finanzas en la nube chinas. Actualmente, las rentas de la nube china se incrementan, eclipsan aún más los beneficios capitalistas chinos, aceleran la transición de China hacia el tecnofeudalismo y, algo crucial, el pacto oscuro entre las dos superpotencias mundiales. El mundo se está dividiendo en dos superfeudos en la nube antagónicos: uno estadounidense y otro chino. 

     

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