Mundos otros y pueblos en movimiento (III)

MUNDOS OTROS Y PUEBLOS EN MOVIMIENTO(III)

La defensa de la vida y de la comunidad

Las multicolores movilizaciones del pueblo nasa, en las montañas del Cauca colombiano, se realizan con un cordón de guardias que se colocan delante y a los costados, formados en línea protegiendo a los comuneros y comuneras, disciplinados y “armados” con bastones de mando, palos de madera con los símbolos ancestrales. La protección y defensa de las comunidades es el objetivo de la Guardia Indígena, que se considera a sí misma como una instancia de educación y formación política. Todos los años se realiza un acto de graduación en el norte del Cauca (sur de Colombia), hombres, mujeres y jóvenes entre 12 y 50 años, que participaron en la Escuela de Formación Política y Organizativa donde se capacitan en derechos humanos y en la “ley originaria” para ejercer sus tareas. La graduación es un acto de hondo contenido místico que sucede en un centro de armonización, orientado por los ancianos sabios de las comunidades, junto a catedráticos universitarios y defensores de los derechos humanos. La estructura de la Guardia Indígena es sencilla y muestra de qué se trata esta organización: cada vereda (comunidad) elige en asamblea diez guardias y un coordinador. Luego se elige un coordinador por resguardo (territorio indígena) y otro para toda la región. En el norte del Cauca hay 3.500 guardias indígenas correspondientes a 18 cabildos (autoridades elegidas en los resguardos). “No tenemos nada que ver con una policía, somos formadores de organización, somos protección de la comunidad y defensa de la vida sin involucrarnos en la guerra”. La participación en ella es voluntaria y no remunerada, los vecinos de la vereda y las autoridades comunitarias colaboran en el mantenimiento de la huerta familiar de cada guardia elegido y en ocasiones hacen mingas (trabajo colectivo) para sembrar y cosechar. Los guardias son evaluados una vez al año y pueden ser mantenidos en la tarea o sustituidos por otros, porque la organización se asienta en la rotación de todos sus miembros. La justicia comunitaria –que es la tarea central de la Guardia Indígena- busca recuperar la armonía y los equilibrios internos, basada para ello en la cosmovisión y la cultura nasa, y se diferencia de la justicia estatal que separa y encarcela a los que delinquen. La guardia defiende el territorio de los militares, paramilitares y guerrilleros que han asesinado y secuestrado cientos de comuneros durante la guerra. En los últimos años también protegen el territorio de las multinacionales mineras que contaminan y desplazan poblaciones. Además de fomentar la formación y la organización de las comunidades, sus integrantes alientan la soberanía alimentaria, impulsan huertas comunitarias y asambleas de reflexión sobre el “derecho propio”, como denominan a la justicia comunitaria. Cada seis meses los guardias participan en rituales de armonización, orientados por los médicos tradicionales como forma de “limpieza” individual y colectiva. La resistencia pacífica es una de las señas de identidad de la Guardia Indígena. En varias ocasiones se han concentrado cientos de sus integrantes, convocados por los silbatos tradicionales , para rescatar a un prisionero secuestrado por los narcoparamilitares o la guerrilla. Hacen valer el peso de la cantidad de guardias disciplinados y su determinación, para conseguir liberar a los secuestrados sin violencia. En ocasiones también han hecho frente a las fuerzas armadas del Estado. En el año 2004 la Guardia Indígena recibió el Premio nacional de Paz que entrega anualmente un conjunto de instituciones, entre ellas Naciones Unidas y la Fundación Friedrich Ebert. La guardia se ha convertido en un referente para otros pueblos, como los afrodescendientes, y también para campesinos y sectores populares que sufren violencia estatal o privada.

Autodefensa y movimientos sociales

Buena parte de los movimientos latinoamericanos se han dotado de formas de autodefensa para la protección de las comunidades y sus territorios. El reciente avance del extractivismo, con sus emprendimientos mineros, de monocultivos y obras de infraestructura, está siendo respondido por los pueblos que en algunos casos establecen formas de control territorial con base en grupos que son controlados por las comunidades.

1-En la década de 1970 en Perú, en las áreas rurales remotas prácticamente no había Estado y los campesinos estaban desprotegidos ante los ladrones de ganado. Se trataba de comunidades muy pobres y frágiles, ganaderas y de altura, a las que cualquier robo puede desorganizar su economía de subsistencia. En tales circunstancias y buscando una solución práctica a tales sucesos, en asambleas decidieron hacer rondas de noche, para vigilar a los ladrones de ganado y encargarse de la seguridad de las comunidades. Las Rondas Campesinas se instalaron primero como rondas nocturnas rotativas entre todos los vecinos de las comunidades, pero luego empezaron a realizar obras en beneficio de la comunidad (caminos y escuelas, entre otras) y más tarde empezaron a impartir justicia, actuando como poderes locales. Las Rondas se reactivaron en Cajamarca, norte del Perú, contra el proyecto minero aurífero Conga, para evitar la contaminación de sus fuentes de agua de las que depende la agricultura familiar. Decidieron nombrarse Guardianes de las Lagunas porque acampan a 4.000 metros de altura, en zonas inhóspitas, donde vive muy poca gente, para vigilar, para ser testigos y resistir la presencia de las multinacionales.

2-El proceso de la Policía Comunitaria de Guerrero nace como la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC) en 1995 en contextos indígenas para defenderse de la criminalidad. La conforman inicialmente 28 comunidades que consiguen reducir los índices delictivos en un 90 al 95 por ciento. Al principio entregaban a los delincuentes al Ministerio Público pero al ver que eran liberados en horas, una asamblea regional decidió en 2998 crear las Casas de Justicia donde el acusado puede defenderse en su lengua, sin pagar abogados ni multas, ya que la justicia comunitaria busca la “reeducación” del condenado y en el juicio se busca llegar a acuerdos y conciliar las partes, involucrando familiares y autoridades de las comunidades. La “reeducación” del culpable consiste en trabajar sirviendo a la comunidad, porque esta justicia no tiene carácter punitivo, su propósito central es la transformación del individuo bajo supervisión y seguimiento de las comunidades. La máxima autoridad de la CRAC-PC es la asamblea abierta en las localidades pertenecientes a la Policía Comunitaria. Las asambleas “nombran los coordinadores y comandantes, así como pueden destituirlos si son acusados de no cumplir con su deber; además, se toman decisiones relacionadas con la impartición de justicia en casos difíciles y delicados, o con asuntos importantes que atañen a la organización”. La CRAC-PC nunca ha generado una estructura de mando vertical y centralizada, mostrando que funcionan como poderes diferentes de los estatales. A partir de 2011 la experiencia de la Policía Comunitaria se expandió notablemente en el estado de Guerrero y en el conjunto del país, al profundizarse la violencia estatal y del narcotráfico contra los pueblos y la deslegitimación de los aparatos estatales. En 2013 se produce un enorme salto que hizo que los grupos de autodefensa estuvieran presentes en 46 de los 81 municipios de Guerrero y que involucraran a unos20 mil ciudadanos armados. Deben señalarse las diferencias entre policias comunitarias y autodefensas. Éstas son grupos de ciudadanos que se arman para defenderse de la delincuencia, pero a diferencia de las primeras sus miembros no son nombrados por sus pueblos ni les rinden cuentas de sus acciones, carecen de reglamentos y principios de funcionamiento. Sin embargo, su notable expansión se debe al crecimiento de la las autodefensas indígenas impulsadas por el levantamiento zapatista de 1994 y reconocidas por el Manifiesto de Ostula de 2009, aprobado por pueblos y comunidades indígenas de nueve estados en la 25 asamblea del Congreso Nacional Indígena(CNI), que reivindicó el derecho de autodefensa.

3-Cherán es una pequeña ciudad de 15 mil habitantes en el Estado de Michoacán, cuya población son mayoritariamente indígenas purépechas. El 15 de abril de 2011 la población se levantó contra los talamontes por la defensa de sus bosques de uso común, la vida y la seguridad comunitaria, frente al crimen organizado protegido por el poder político. A partir de ese momento, la población se autogobierna a través de las 179 fogatas instaladas en los cuatro barrios que forman la ciudad, que son el núcleo del contrapoder indígena. La población elige por el sistema de “usos y costumbres” un consejo Mayor que es la principal autoridad municipal reconocida, incluso por las autoridades estatales. No se realizan más elecciones con partidos sino que son las asambleas las que eligen a los gobernantes. Las fogatas, extensión de la cocina en las barricadas comunitarias, se convirtieron en un espacio de convivencia entre vecinos, de intercambio y de discusión, en donde “se incluyen activamente los niños, jóvenes, mujeres, hombres y ancianos”, y donde se toman v todas las decisiones. La imagen del poder comunal en Cherán es un conjunto de círculos concéntricos. En la parte exterior figuran los cuatro barrios y en el centro la Asamblea Comunal respaldada por el Consejo Mayor del Gobierno Comunal, integrado por doce representantes, tres de cada barrio. Luego aparecen el Consejo Opèrativo y la Tesorería Comunal, conformando el primer círculo alrededor del centro/asamblea. Alrededor hay seis consejos más, de administración, bienes comunales, programas sociales, económicos y culturales, de justicia, de los asuntos civiles y el consejo coordinador de barrios. Como dicen en Cherán, se trata de una estructura de gobierno circular, horizontal y articulada.

4-La Comunidad Habitacional Acapatzingo está integrada por 600 familias y está ubicada en la zona sur de Ciudad de México (de 23 millones de habitantes) y pertenece a la Organización Popular Francisco Villa de la Izquierda Independiente. Es el barrio popular mas consolidado del México urbano, con criterios de autonomía y autoorganización. La base para la misma son las brigadas formadas cada una por 25 familias. Cada brigada nombra responsables para las comisiones, que en general cuatro son: prensa, cultura, vigilancia y mantenimiento. Sus integrantes son rotativos y nombran representantes para el consejo general de todo el asentamiento donde confluyen representantes de todas las brigadas. Cuando se presenta un conflicto interviene la brigada, aunque sea un problema intrafamiliar, y dependiendo de la gravedad puede pedirse la intervención de la comisión de vigilancia y hasta del consejo general. Cada brigada se encarga una vez por mes de la seguridad del predio, pero el concepto de vigilancia no es el tradicional (control), ya que gira en torno a la autoprotección de la comunidad y su trabajo principal consiste en la educación de los pobladores. La comisión de vigilancia tiene también el papel de marcar y delimitar el adentro y el afuera, quién puede entrar y quién no debe hacerlo. Este es un aspecto central de la autonomia, quizá el más importante. Cuando se produce una agresión en el hogar los niños salen a la calle haciendo sonar el silbato, mecanismo que la comunidad utiliza ante cualquier emergencia. El ambiente interior es apacible, a tal punto que es común ver a los niños jugando solos con total tranquilidad en un espacio seguro y protegido por la comunidad, algo impensable en la violenta Ciudad de México. Desde la crisis financiera de 2008 algunos movimientos del Norte global adoptaron iniciativas muy similares. La característica más notable es la territorialización de algunas resistencias y proyectos colectivos, en particular en Grecia, Italia y el Estado español. Este tipo de organización temporal alcanza resonancia entre los movimientos del Sur y del Norte, no porque sean idénticos sino porque enfrentan problemas similares y recorren caminos con notable sintonía. La Azienda Mondeggi, cerca de Florencia, ha sido recuperada por decenas de jóvenes, que producen vino, aceite de oliva y miel, entre otros productos, viven de forma colectiva y consiguieron recuperar docenas de hectáreas para conventirlas en “bienes comunes». Otra notable experiencia colectiva territorial es la resistencia al tren de alta velocidad en el norte de Italia, el movimiento NO-TAV en el valle de Susa. En vitoria, España, los jóvenes de movimientos populares han recuperado todo un barrio como Errekaleor en vitoria/Gazteiz que defienden de la especulación inmobiliaria. En los tres países europeos existen fábricas recuperadas así como cientos de centros sociales y culturales en funcionamiento y en algunas ciudades españolas, como Salamanca o Valencia, se siembran huertas semiurbanas en donde trabajan los desocupados para asegurarse alimentos e ingresos mínimos. Algunas de estas experiencias son de carácter colectivo, vinculadas a movimientos sociales. A medida que las ciudades del Norte están siendo remodeladas por la especulación inmobiliaria, jóvenes y mujeres que solo tienen acceso a puestos de trabajo de baja calidad tienden a abrir espacios de diversos tipos, desde huertas hasta colectivos culturales y de comunicación alternativa, como forma de mantener en pie relaciones sociales de camaradería y solidaridad.

Poder, contrapoder y poderes no-estatales

En un sentido muy general, podemos asegurar que los movimientos sociales son contrapoderes que buscan equilibrar o contrapesar a los grandes poderes globales (empresas multinacionales) y también a los estados nacionales que suelen trabajar juntos. A menudo esos contrapoderes actúan de modo simétrico al poder estatal, estableciendo jerarquías muy similares aunque estén ocupadas por personas de otros sectores sociales, de otras etnias y colores de piel, de otros géneros y generaciones. El concepto de contrapoder nos remite a un poder que busca desplazar al poder existente y que se constituye de modo muy similar al poder estatal, tal como lo conocemos y padecemos, por lo menos en las sociedades occidentales. Estas propuestas ignoran la realidad latinoamericana, donde los movimientos sociales no se cuentan por individuos sino por familias. Esto nos remite siempre a la comunidad, pero no una comunidad esencialista, comunidad-institución, sino a relaciones fuertes y directas, cara a cara, entre personas que tienen estrechas relaciones en la vida cotidiana. En las propuestas de las izquierdas que apuestan al “contrapoder”, late la tentación de convertirse en nuevo poder, construido a imagen y semejanza del Estado-nación. El ejemplo histórico serían los soviets en Rusia o los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en Cuba, que con el tiempo se convirtieron en parte del aparato estatal, se subordinaron al Estado y se convirtieron en parte de su institucionalidad. En la realidad de las comunidades que resisten los poderes construidos (ya sean formas de autodefensa o formas de ejercer el poder) tienen una base completamente diferente a la que predomina en las grandes revoluciones o en los movimientos sociales. En la cultura política hegemónica, la imagen de la pirámide que inspira el Estado y la iglesia católica, se repite constantemente en los partidos y en los sindicatos, con una regularidad asombrosa. El control del poder pasa por ocupar el punto más alto de esa pirámide y toda la acción política pone las energías colectivas en esa dirección. Existen, empero, otras tradiciones bien distintas, en las cuales toda la energía de la comunidad está puesta en evitar que los dirigentes tengan poder, o sea que se aproximen a un poder de tipo estata. La comunidad es un poder, incluye relaciones de poder, pero tienen otro carácter al poder estatal. Los consejos de ancianos, los cargos elegidos y rotativos, son poderes transparentes permanentemente controlados por el colectivo para que no se autonomicen, n o se separen y puedan ejercer un poder-sobre la comunidad, que es lo que caracteriza al Estado con sus burocracias no elegibles, separadas de la sociedad y colocadas por encima de ella. Al nombrar este tipo de poderes debemos diferenciarlos de las otras formas de ejercer el poder y por eso propongo denominarlos poderes-no-estatales. Quizás el caso más conocido sean las Juntas de Buen Gobierno existentes en las cinco regiones zapatistas, que funcionan en los cinco caracoles. Las juntas están integradas mitad por varones y mitad por mujeres. Son elegidas entre los cientos de miembros de los municipios autónomos. Todo el equipo de gobierno (24 personas en algunos caracoles) cambian una vez cada ocho días. Este sistema de rotación, permite que al cabo de cierto tiempo todos aprendan a gobernar. La rotación se registra en los tres niveles de autogobierno zapatista: en cada comunidad entre las personas que la integran, en cada municipio autónomo por los delegados electos, revocables y rotativos, y en cada región por la Junta de Buen Gobierno. Son más de mil comunidades, 29 municipios autónomos y unas 300 mil personas que se gobiernan de este modo. Es el único caso en toda América Latina en la cual la autonomía el autogobierno se expresan en tres niveles con la misma lógica asamblearia y rotativa que en la comunidad. De los 570 municipios con que cuenta el estado de Oaxaca, 417 se rigen por un sistema normativo interno, conocido como “usos y costumbres”, que les permite elegir sus autoridades de forma tradicional, en asamblea y sin partidos políticos. Pero ni siquiera en este caso tan extendido de autogobierno, se logró superar el nivel municipal. La autonomía zapatista no produce burocracias, porque la rotación las dispersa, evita que se congele un cuerpo especializado y separado. algo similar ocurre en Cherán, entre la Guardia Indígena de Colombia y los Guardianes de las Lagunas en Perú. Sin embargo, en el caso colombiano existen los cabildos que gobiernan un territorio o resguardo, que sería algo similar a las regiones zapatistas. Sin embargo, la injerencia del Estado a través de planes de educación y salud, y sobre todo a través de la financiarización estatal de los cabildos, los ha llevado a burocratizarse aunque existen contratendencias importantes como la Guardia Indígena, que es el corazón del poder de la etnia nasa. La importancia de los poderes no-estatales radica en que actualmente los movimientos sociales latinoamericanos tienen una doble y compleja dinámica. Por un lado, interactúan con el Estado y susinstituciones, como han hecho todos los movimientos en la historia. Se trata de un vínculo complejo y cambiante, según países y realidades políticas. Resisten al Estado y a las grandes corporaciones, les plantean demandas y exigencias, negocian y en muchas ocasiones obtienen recursos y demandas formuladas en las plataformas de reivindicaciones. Es la típica acción del movimiento sindical, y de la inmensa mayoría de los movimientos. La segunda forma de acción es más reciente y apareció con fuerza en las últimas décadas, sobre todo en América Latina. Junto al vínculo con el Estado, los movimientos crean espacios y territorios propios, ya sea recuperando tierras que les habían sido expropiadas, ocupando tierras ociosas de propietarios privados o de instituciones oficiales, en las más diversas áreas rurales y urbanas. Alrededor del 70% de la superficie de las ciudades latinoamericanas han sido “tomas” en que los migrantes rurales construyen sus viviendas, sus barrios y las infraestructuras sociales como escuelas, centros de salud y deportivos. Muchos de esos espacios ocupados ilegalmente, son legalizados por las instituciones que les ofrecen además servicios colectivos. Pero otros muchos son reprimidos o sus integrantes tienen una intencionalidad diferente consistente en crear otras formas de vida, o “mundos otros”, en e

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