Mundos otros y pueblos en movimiento (VII)

 

MUNDOS OTROS Y PUEBLOS EN MOVIMIENTO(VII)

 

Los varios mundos que coexisten en el mundo indígena

 

Las llamadas “formas económicas propias” que define el CRIC, incluyen desde empresas y tiendas comunitarias, hasta asociaciones grupales y núcleos familiares, en general de pequeño o mediano tamaño, descentralizadas en la extensa geografía del Cauca, a través de las más diversas actividades; agroindustrias lácteas, ganaderas y piscícolas, minería en pequeña escala, manejo de fuentes de agua y bosques, y ecoturismo. Todas ellas son propiedad de las comunidades y son administradas colectivamente. En las regiones que gobiernan los cabildos no existe la propiedad estatal, ni grandes empresas con alta concentración de capital fijo y trabajadores, sino la señalada combinación de unidades familiares, asociativas y comunitarias. La producción de truchas ha alcanzado niveles masivos que permiten no sólo abastecer a las familias del municipio sino “exportar” a supermercados de la región e incluso al exterior. Han conseguido que la gestión no escape de las manos de las comunidades. Algo similar sucede con otros emprendimientos, que se guían por los principios de respeto a la naturaleza y a la cosmovisión nasa. Aunque los excedentes suelen volcarse hacia las necesidades del resguardo definidas por las autoridades del cabildo, en acuerdo con las comunidades, eso no implica que no existan desigualdades ni relaciones sociales capitalistas en el interior de los emprendimientos, así como sucede en todos los espacios indígenas que se definen autónomos. “Se dio libertad y derechos para la gente, pero no se educó en los deberes, por ello tenemos una alta degradación social y familiar, jóvenes sin orientación de los padres y expuestos al modernismo y al consumismo; un afán por conseguir dinero sea cual fuera su origen, sea por ejemplo: de cultivos de uso ilícito, negocios medidos por rentabilidad (aumento d consumo de agrotóxicos), la promoción de un turismo que no ha tenido suficiente análisis sobre sus desafíos: la minería ilegal, pero legal en territorios indígenas. Una dependencia alta a programas del Estado como Familias en Acción; dependencia a los recursos del Estado para la operación del sistema de salud y educación, de los mismos cabildos indígenas, entre otros. En síntesis una falsa autonomía de las familias y personas que, por contar con el dinero suficiente para comprar su equivalente, piensan que han logrado superar la pobreza, las necesidades y ven la comunitariedad, la autoridad indígena y hasta la del Estado como obstáculos, como verdaderos enemigos”. Sin embargo, durante la pandemia esta “radical ambiguedad” del mundo indígena continuó moviendose, tal vez de forma más acelerada. La difusión de las “ferias de trueque”, forma de intercambio de productos y saberes entre diversas comunidades y regiones, es una de las manifestaciones más vigorosas durante los primeros meses de la pandemia. El trueque es una de las prácticas de lo que denominan como “economía propia”, en el marco de la economía comunitaria que definen como “autonomía para la vida”, que consiste en mantener la armonía con l anaturaleza con el objetivo de “vivir en alegría, disfrutar la armonía donde se conjuga lo material y lo espiritual, la energía y el cosmos, el “tul” (huerta) y los sitios sagrados, el ordenamiento natural y los mandatos comunitarios”. Durante la pandemia el CRIC decidió una “Minga Hacia Adentro”, con el objetivo de fortalecer las comunidades a través de la armonización entre personas y con la naturaleza, profundizar la autonomía alimentaria, diversificar los cultivos y revitalizar las autoridades propias. Cerraron el territorio movilizando 7.000 guardias indígenas que controlan 70 puntos de ingreso y salida de los resguardos. Consideran que el trueque es una alternativa económica y política antineoliberal. “Se hace trueque entre productos de los diferentes climas, se establecen puntos de intercambio y de encuentro, en los que prima la necesidad, no el valor porque no se trata de intercambiar equivalencias sino lo que se necesita”. El trueque es una práctica ancestral, pero además es un modo de solidaridad y reciprocidad que permite fortalecer la economía propia. Como puede apreciarse, el no uso de dinero, el intercambio de productos de tierras frías y calientes, no por equivalencias (un kilo por un kilo) sino primando las necesidades, implica que están potenciando relaciones sociales no capitalistas. Del mismo modo, las familias se organizan para enviar alimentos a los indígenas que viven en ciudades, quienes les retribuyen no con dinero, sino con productos de higiene y aseo que no producen las comunidades. Estamos hablando de procesos que encararon miles de familias que intercambian con las ciudades cientos de toneladas de alimentos, en una relación que apunta a potenciar la solidaridad y las prácticas no mercantiles, en la medida que “el trueque nos ayuda a romper la dinámica del individualismo y fortalece lo comunitario”. el trueque no debe reducirse a una práctica económica, ya que abundan los intercambios de saberes, encuentros donde se pone en juego “nuestro ejercicio de gobernabilidad territorial, espiritual, económico y social para la pervivencia como pueblos indígenas”. Las ferias de trueque incluyen música andina, obras de teatro, danzas y bailes, rituales de armonización y “trueques educativos», con el objetivo de fortalecer los usos y costumbres, entre ellos la economía propia, la justicia propia y la reflexión sobre las prácticas culturales de las comunidades. En esta situación, los pueblos del Cauca vuelven a considerar el trueque como una estrategia de resistencia al sistema capitalista como hicieron durante mucho tiempo, aunque tendía a debilitarse. Pretendo enfatizar que las prácticas van cambiando, que las relaciones sociales no son inmutables y se modifican al calor de situaciones nuevas y extremas, a las que las comunidades responden con base a una cultura, una historia y una identidad concretas. Algo similar está sucediendo respecto a las formas de elección de las autoridades en algunos resguardos. Desde hace varios años, por lo menos en el norte del Cauca, se viene abandonando la práctica electoral tradicional de elegir a gobernadores y demás autoridades por listas mediante una campaña de propaganda, similar a la que se utiliza para elegir representantes estatales. En su lugar, empiezan a elegirse personas con criterios “espirituales”. Cada vereda propone a la persona que considera más idónea, según los principios de cosmovisión nasa y en asamblea del cabildo los mayores eligen a los seis o siete más adecuados para ocupar cargos. En efecto, en el marco del paro y la minga nacional, por lo menos cuatro territorios del Cauca decidieron retomar los criterios del “gobierno propio”. La Asociación de Autoridades Ancestrales Nasa Cxhacxha, que impulsa estos gobiernos, sostiene que “el cabildo no es nuestro, es algo impuesto desde afuera”, por lo que en junio de 2021 realizó “un proceso de mingas de pensamiento de la mano con los mayores”, para fortalecer la autonomía a partir de la orientación espiritual de los comuneros con más experiencia.

 

La guardia Indígena como motor de la democracia comunitaria

 

La guardia “es hija legítima del tiempo y la historia (…) heredera de las seculares luchas nasa”. En todo caso, se trata de un organismo ancestral propio, “un instrumento de unidad, resistencia y autonomía étnica y territorial”. Las referencias históricas revelan la importancia de la memoria de resistencias y luchas en la construcción de la nueva Guardia Indígena que emerge a comienzos del siglo XSX, ante la permanente agresión que sufren las comunidades por parte del ejército, los paramilitares y también la guerrilla, en el marco del extenso conflicto armado colombiano. La Guardia Indígena actual surge hacia finales del siglo XX y se presentó “de manera visible en Jambaló en el año 2000, con la desinstalación de laboratorios para procesar cocaína”, haciendo controles nocturnos para evitar una masacre porque se trataba de confrontaciones no armadas con paramilitares, guerrillas y ejército. Está integrada por miles de jóvenes, niños, mujeres y adultos, elegidos por sus comunidades para servir en tareas de “vigilancia, control, alarma, protección y defensa de nuestra tierra en coordinación con las autoridades tradicionales y la comunidad”. Se la considera “un instrumento de resistencia, unidad y autonomía en defensa del territorio”, no como un mecanismo policial sino como “un mandato de las propias asambleas, por lo que depende directamente de las asambleas indígenas”, para defenderse de todos los actores que agreden a los pueblos. No utilizan armas y solo esgrimen su bastón de mando, lo cual le imprime un valor simbólico a la guardia. Los guardias no son remunerados, son voluntarios que se forman en talleres sobre resistencia pacífica, legislación indígena, derechos humanos, estrategia y emergencias. Ejercen el control territorial con retenes ubicados a la entrada y salida de los resguardos. La estructura de la guardia es muy sencilla y se ordena de abajo arriba: cada vereda o comunidad elige en asamblea diez guardias y un coordinador; luego se elige un coordinador por resguardo y otro para toda la región, siempre con el acuerdo de los gobernadores de los cabildos. Los guardias son elegidos por dos o tres años, según acuerden los cabildos. En el Norte del Cauca hacia 2010 había 3.500 guardias, pero su número oscila según los conflictos que existan, la fortaleza del cabildo y de las comunidades. “La formación es nuestro aspecto más importante y la hacemos a través de talleres en los que se discuten derechos humanos y la ley nuestra, la ley originaria. Priorizamos la formación política por sobre los ejercicios físicos”. Los talleres son obligatorios y duran varios días. En ellos participan líderes comunitarios que relatan la historia, usos y costumbres del pueblo nasa. Luego cada coordinador replica los mismos talleres en su vereda. “Somos formadores de organización, somos protección de la comunidad y defensa de la vida sin involucrarnos en la guerra”. La educación política que brindan “contribuye a evitar que los jóvenes se integren en los grupos armados”. Como la participación en la Guardia Indígena es voluntaria, los vecinos de la vereda y las autoridades del cabildo colaboran en el mantenimiento de la huerta familiar y en ocasiones hacen mingas para desbrozarla, sembrar o cosechar. En la formación de los guardias se trabaja intensamente la cosmovisión nasa que rechaza la violencia, practican formas de defe

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