Plutocracia (II)

 

PLUTOCRACIA (II)

 

La coerción cobra un valore de especial relevancia hablando de la plutocracia porque el cambio en el contexto del poder coercitivo –al pasar del individuo al Estado- es la mayor causa de cambio en la plutocracia a lo largo de toda la historia, y ello se debe a los vínculos entre la violencia, las reivindicaciones de propiedad y la defensa de la riqueza. Porque los plutócratas y la plutocracia dependen enormemente de cómo se hacen valer las reivindicaciones de propiedad y por quién. El poder coercitivo ha pasado de ser un recurso del poder que era un elemento crucial en el perfil de poder individual de los plutócratas a ser una forma de poder de la elite en el Estado-nación moderno, con actores que instauran la violencia tomando como b ase su cargo. Los Estados fallidos, por el contrario, se caracterizan por el auge de los señores de la guerra, que combinan elementos de la elite con el poder plutocrático.

 

El auténtico poder popular surgido desde abajo puede resultar impredecible y muy destructivo para los intereses plutocráticos y de las elites. Tales momentos son raros y pasajeros, y lo que suele ocurrir es que el poder minoritario (plutocrático y de las elites) predomine durante los largos períodos de lo que podría denominarse la política de lo ordinario, es decir, esos dilatados espacios de tiempo entre los diferentes episodios de crisis y movilización.

 

La riqueza es el recurso de poder que define a los plutócratas y pone en marcha las políticas y procesos oligárquicos. Es la simple versatilidad del poder económico lo que lo hace tan importante desde el punto de vista político, el poder de comprar la defensa de la riqueza, ya sea en forma de compra de capacidad coercitiva o contratando los servicios defensivos de profesionales cualificados. Además, la magnitud de ese poder al alcance de los plutócratas está limitada unicamente por el tamaño de la riqueza a su disposición. En consecuencia, su influencia política individual no depende de cuánto de su propio tiempo y esfuerzo consuman directamente. El podsser económico es único en el sentido de que permite a los plutócratas comprar la adhesión duradera de otras personas que no necesitan tener ningún compromiso personal con los objetivos de los plutócratas a los que sirven. El único requisito es una compensación material por sus servicios. Los plutócratas son los únicos ciudadanos de las democracias liberales que pueden perseguir sus objetivos políticos personales de manera indirecta, y sin embargo intensa, por el procedimiento de ejercer una determinada influencia a través de ejércitos de actores profesionales cualificados, los cuales trabajan permanentemente como defensores asalariados a tiempo completo de sus intereses básicos. Con un trabajo diario dedicado en cuerpo y alma a conseguir victorias constantes para los plutócratas, compiten vigorosaemnte entre si para atraerse los pagos que estos ofrecen con el objetivo de defender su riqueza y sus ingresos. Estas fuerzas profesionales y defensores a sueldo no necesitan ningún nestímulo ideológico para hacer su tarea y no son propensos a la fatiga de la movilización, la desorientación o los objetivos contrapuestos. Se les paga generosamente para que den su máximo esfuerzo año tras año, década tras década: ninguna fuerza social o política que persiga reformas con vista a amenazar los intereses oligárquicos puede igualar esta concentración y resistrtencia. En países o comunidades políticas donde el Estado de derecho y los derechos de propiedad son débiles, estos mismos recursos materiales pueden utilizarse para comprar fuerzas de seguridad (a veces incluso milicias o pequeños ejércitos); mantener redes de funcionarios a sueldo; sobornar a policias, fiscales y jueces, e incluso financiar a masas de personas para que se manifiesten en las calles como si fueran auténticas movilizaciones políticas de base. En especial durante la política de lo ordinario ,los plutócratas constituyen un conjunto de actores tremendamente poderoso porque dispone de recursos materiales ingentes inusualmente versátiles y que empequeñecen los recursos de poder de los ciudadanos comunes atomizados que conforman el resto de la sociedad. Cualquiera que sea el asunto importante que pueda dividir a los ricos, su unión estriba en estar económicamente centrados y económicamente empoderados. Para tener claros sus objeticos políticos y la capacidad de perseguirlos con la máxima eficacia dependen menos de la cohesión, las redes y la organización que cualquier otro actor de la sociedad. Un compromiso compartido con la defensa de la riqueza y el patrimonio es la fuente de su cohesión como conjunto de actores políticos. Ningún otro actor o grupo tiene el interés o la capacidad para igualar o contrarrestar ese poder plutocrático si no se encuentra previamente en un estado elevado y sostenido de movilización.

 

La propiedad es intrínsecamente relacional y, por tanto, mantenida frente a otros, y los derechos de propiedad son excluyentes en el sentido de que pueden ser ostentados por un individuo o institución frente a reivindicaciones competidoras. Sin embargo, la exclusión también hace que la propiedad sea propensa a la contestación crónica, lo que los economistas denominan costes de refuerzo. La amenaza que plantean las impugnaciones a la propiedad aumentan cuanto mayor es la escasez de bienes, si aumenta el número de personas que presentan reivindicaciones y reprobaciones o se hace cada vez más desigual la escala de bienes reclamados por unos pocos. La concentración de la riqueza es natural e inevitable y se alivia periódicamente mediante una redistribución parcial violenta o pacífica. Toda la historia económica es el lento latido del organismo social, con vasta sístole y diástole de concentración de riqueza y recirculación compulsiva. Las reivindicaciones, las reprobaciones, la exclusión y la desigualdad explican por que la propiedad no puede mantenerse sin un medio de refuerzo. La necesidad de fuerza coercitiva eficaz aumenta a medida que aumenta la desigualdad de la propiedad reclamada, y esto crea profundos desafíos políticos para los ricos como individuos y también como grupo. Por esto, la defensa de la riqueza es la dinámica política esencial y el objetivo de todos los plutócratas. La acumulación de poder económico siempre plantea la pregunto por su legitimidad. Durante casi toda la historia la violencia pura y dura fue la legitimidad. Aunque también la violencia puede ser contraproducente y se emplean otros métodos. La hegemonía ideológica desempeña un papel importante parfa los plutócratas en la defensa de su dominio material. No hay en toda la historia ningún grupo que no haya establecido alguna teoría sobre derecho al poder. Pero, todo esto se alza en ultima instancia sobre la violencia. Propiedad y violencia resultan inseparables. La propiedad privada precede al Estado.

 

Quien gobierna lo hace en su propio interés, y el problema político esencial de la política es cómo gestionar los inevitables enfrentamientos que esto producirá entre ricos y pobres. Las desigualdades materiales extremas producen una situación en la que los pobres y los ricos se pelean entre sí, y cualquiera de las partes que resulte ganadora, en lugar de establecer un gobierno justo o popular, considerará su supremacía política como el botín de su victoria, que es en el primer caso el establecimiento de una democracia y en el segundo de una plutocracia, según Aristóteles. La regulación de la propiedad es el punto principal de todos, la cuestión sobre la que giran todas las revoluciones. La solución al conflicto, para Aristóteles, reside en mezclar plutocracia y democracia con la esperanza de que los pocos ricos no sean demasiado opresivos y los muchos pobres no amenacen y provoquen a los ricos. Harrington observa que donde hay desigualdad de propiedades tiene que haber desigualdad de poder; y donde hay desigualdad de poder no puede haber mancomunidad. Era partidario de promulgar leyes que limitaran la cantidad de propiedades que podía poseer una persona, de modo que ningún hombre o grupo de hombres, dentro del ámbito de unos pocos o de la aristocracia, pudiera llegar a dominar a todo el pueblo debido a sus posesiones de tierras. John Adams observa que el equilibrio de poder en una sociedad acompaña al equilibrio de la propiedad de la tierra. Smith escribió que donde hay gran propiedad hay gran desigualdad. La opulencia del rico provoca la indignación del pobre, que a menudo se v e impulsado, tanto por la necesidad como por la envidia, a invadir sus posesiones. No había explicación mas convincente del surgimiento del Estado que la defensa de la riqueza: la necesidad plutocrática de un garante de la desigualdad extrema de la sociedad. El gobierno civil se instituye para la defensa de los ricos frente a los pobres. James Madison escribió: La fuente más común y duradera de facciones ha sido la diversa y desigual distribución de la propiedad. Los que poseen y los que carecen de propiedad han constituido siempre intereses distintos en la sociedad. Según Madison, la facción más problemática de todas es la mayoría de ciudadanos pobres que abusará de una democracia pura o directa aprobando políticas perjudiciales para la minoría rica. Permitir a la gente una participación demasiado directa en la democracia es una fórmula para el desastre, porque tales democracias siempre han sido espectáculos de turbulencia y disputa; siempre se han revelado como incompatibles con la seguridad personal o los derechos de propiedad. Jefferson yTocqueville estaban preocupados porque una nobleza terrateniente arraigara en América subvirtiendo la democracia. El reto, según Jefferson, es evitar el patrón transgeneracional concreto de acumulación de riqueza que prevalece en Europa. Cincuent años después, a fines del siglo XIX, ya habían entrado de lleno en una era de los barones ladrones marcada por una extrema desigualdad de condiciones para un pequeño número de estadounidenses ricos.

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