PLUTOCRACIA (V)
Las plutocracias civiles son indiferentes a la democracia: ni la necesitan para funcionar ni se ven seriamente amenazadas por su existencia. Estados Unidos es un ejemplo de cómo plutócratas desarmados que no ejercen un gobierno directo persiguen sus objetivos de defensa de los ingresos utilizando su enorme influencia y su dinero para condicionar los resultados políticos a su favor.
Las sociedades organizadas tienen dos formas de expropiar la riqueza: mediante la revocación de los derechos de propiedad o a través del sistema fiscal. En los mercados de capitales desarrollados, los gobiernos han aprendido la lección de la igualdad de condiciones, la seguridad normativa y la inviolabilidad de los derechos de propiedad. Los Estados son capaces de revocar los derechos de propiedad. Sin embargo, tales medidas son excepcionales y generalmente contraproducentes y muy poco probables en las condiciones actuales de los países capitalistas avanzados. El medio más probable de expropiación es el del sistema fiscal. Una plutonomía es una economía con un estamento de ciudadanos ultraricos en la cúspide que impulsan el gasto. En el corazón de la plutonomía está la desigualdad de ingresos, que es posible gracias a Gobiernos y regímenes fiscales favorables al capitalismo. Un peligro de este acuerdo es que los tipos impositivos sobre la renta personal puedan aumentar: las subidas de los impuestos sobre dividendos, plusvalías y sucesiones perjudicarían a la plutonomía. Los tipos y cargas fiscales son un reflejo directo del poder. Quien paga impuestos y cuánto paga es algo directamente relacionado con las nociones fundamentales de justicia, equidad, moralidad, legitimidad y ciudadanía. El poder económico de los plutócratas estadounidenses aplicado a la defensa de sus ingresos frente a los impuestos es lo que mejor los caracteriza como plutocracia civil. Tratan de minorar los tipos impositivos llamados nominales o marginales que se les aplican. Son los porcentajes que todo el mundo paga según su tramo de ingresos. Intentan que el umbral inferior del tramo más alto baje lo más posible en la escala de rentas. Con ello están desplazando la carga fiscal hacia abajo, hasta una clase mucho más numerosa de ciudadanos que gozan de una buena posición económica–la clase acomodada- pero que, sin embargo, carecen de los recursos económicos a disposición de los plutócratas a la hora de defender sus ingresos. Donde con mayor intensidad utilizan sus palancas de poder es en ampliar la diferencia entre el tipo impositivo nominal y el efectivo o real. La diferencia entre un tipo y el otro constituye una clara medida del éxito de la defensa de los ingresos por parte de los plutócratas. Estados Unidos es un patrón de estratificación económica extrema, típico, por otra parte, de todas las plutocracias. Los plutócratas defienden su riqueza de forma individual para obtener beneficios de su estrategia, si bien la gran mayoría de los plutócratas actúan de acuerdo con una lógica común de gestión de las amenazas. Dentro de una plutocracia civil la defensa de la renta consta de dos componentes: uno es la contratación de los servicios de ejércitos de profesionales-abogados, contables, grupos de presión, banca de gestión patrimonial- con conocimientos altamente especializados y capaces de navegar por un complejo sistema de impuestos y normativas. El resultado de su trabajo es una amplia gama de productos, instrumentos y consejos fiscales que permiten a los plutócratas horrarse anualmente decenas de miles de millones en ingresos que, de otro modo, tendrían que pagar a Hacienda. El segundo componente son las batallas políticas y todo el papeleo necesarios para conseguir que el sistema fiscal tenga, ahora y siempre, resquicios legales, los suficientes como para que mantenga su complejidad e imprecisión.
Los ejércitos de personas a su servicio trabajan por una paga, no por un compromiso ideológico. En consecuencia, no tienen que liderar ni inspirar ni convencer a nadie de los objetivos que hay que perseguir o de los intereses que hay que servir. Los plutócrratas dan instrucciones que son acatadas como órdenes, y las personas que reciben un dinero por cumplir esas órdenes lo hacen aunque no sirvan para nada a sus intereses políticos privados. Estos profesionales forman en su conjunto una lucrativa industria de la defensa de la renta cuyos participantes actúan por unos honorarios derivados de las amenazas que afrontan los oligarcas y que desean neutralizar. Sobre la industria de los paraísos fiscales respetadas firmas profesionales están gastando importantes recursos, formando alianzas y desarrollando la infraestructura tanto interna como externa que necesitan para organizar, comercializar y poner en práctica cientos de complejas tapaderas fiscales, algunas de las cuales son ilegales y privan indebidamente a la Hacienda estadounidense de miles de millones de dólares en ingresos por impuestos. El núcleo de esa industria está formado por organizaciones profesionales como auditoras, bancos, asesores de inversión y bufetes de abogados. Un paraíso fiscal de tipo ilegal se define somo una estructura utilizada para reducir o eliminar la responsabilidad fiscal del usuario de ese paraíso fiscal , que se logra a través de transacciones complejas que permiten al contribuyente obtener importantes beneficios fiscales de una manera nunca prevista por el código tributario. Casi todos los grandes bufetes de abogados estadounidenses cuentan con una división de especialistas dedicada en exclusiva a la conservación del patrtinomio, la gestión de patrimonios, las sucesiones y fideicomisos y la planificación fiscal. Al nivel más alto de operadores, de ambito planetario, se los conoce en el sector como los bufetes del “circulo mágico”. También defienden a los plutócratas frente a las autoridades fiscales cuando esas estrategias e instrumentos jurídicos son denunciados como ilegales.
Resultado de la minoración del diferencial de la defensa de la renta son importantes reducciones de los tipos marginales de los ricos, mientras que las cargas sobre los hogares medios han aumentado desde la Segunda Guerra Mundial. Han conseguido erosionar la progresividad en los tramos impositivos pero nunca eliminarla por completo, puesto que el intento de erradicar la progresividad se plasma en otro intento muy distinto de influencia ante la Administración tributaria, y también menos visible: el destinado a aumentar ese diferencial de la defensa de la renta. Actuando prácticamente sin oposición, estos esfuerzos no sólo han eliminado la progresividad, sino que han conseguido darle la vuelta a todo el sistema para que los tipos impositivos efectivos sean fuertemente regresivos: cuanto más se asciende en la escala plutocrática, menor es el tipo efectivo. Y casi todos los episodios de mano dura contra la evasión fiscal de los ricos se han dirigido contra quienes se encuentran por debajo de la cima plutocrática.
Se argumento que el impuesto de la renta “va a imponer un impuesto a un hombre solo porque es rico”, y añadió que esto “no es democracia; es comunismo”. La legislación fiscal era una acción depredadora de los muchos pobres contra los pocos ricos. “Los que exigen su promulgación”, argumentó, “son los que por sus condiciones están exentos de pagarla”. “Es una vergüenza”, concluyó, ”que las personas de éxito se conviertan en la presa legal de los fracasados”. Durante el resto del siglo XX, los tipos bajaron para los más ricos y subieron para los más pobres. Lo que comenzó en 1913 como la victoria material más progresista que los estadounidenses medios habían conseguido contra los más pudientes se había reducido en cuestión de décadas a un sistema mucho menos progresivo. Y lo más significativo: lo poco que quedaba de progresividad social se aplicaba exclusivamente a la clase acomodada, ahora agrupada en el mismo tramo impositivo que oligarcas mucho más prósperos que ellos, pero sin la capacidad de defensa de los ingresos que estos poseían con el fin de pagar menos. A mediados del siglo lograron una reducción de sus tipos impositivos efectivos por debajo de los que pagaban los ciudadanos medios.
La segunda mitad del siglo XX ha sido testigo de una explosión de nuevas herramientas y técnicas destinadas a mejorar la protección de los ingresos plutocráticos. Especialmente después de 1970 el uso de paraísos fiscales. Podría acusarse a los plutócratas de antipatriotas o de ser una amenaza para la integridad financiera nacional. Y, en cambio, el control de los activos evadidos al extranjero se presenta como una invasión de la privacidad empresarial o personal. Incluso se podría declarar la ocultación de fondos una amenaza para la seguridad nacional. La realidad es que EEUU no actúa con decisión contra los paraísos fiscales. Más bien ocurre lo contrario: las grandes potencias han procurado bloquear la cooperación necesaria para restringir las operaciones extraterritoriales. suiza, Reino Unido y EEUU maniobran para frenar los esfuerzos por lograr una cooperación internacional.
El sistema fiscal yanqui ha sido recalibrado para quitarle a los pobres, a la clase media e incluso a los acomodados y dárselo a las grandes corporaciones y a los más ricos entre los ricos. No es progresivo sino plano.
Los plutócratas de EEUU influyen en las elecciones con unas primarias de la riqueza al ser los mayores donantes de los candidatos que castigan a los que no les convienen. Eso hace a los políticos mucho mas receptivos a los ultrarricos.
Otra victoria ganada por los plutocratas fue la derogación del impuesto de sucesiones de lo que eran los máximos favorecidos.