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Conclusiones
El poder de las minorías adopta varias formas, y su base de poder es importante para comprender la exagerada influencia que un pequeño número de personas ejerce sobre grupos o comunidades mucho más amplias. Los que gobiernan sociedades o dominan organizaciones complejas son siempre pocos en número. Es la extrema acumulación de riqueza, un recurso de poder, lo que les define y los hace dignos de estudio como un tipo especial de actores sociales. Una participación ampliada y generalizada no ejerce siempre un impacto obligatorio o profundo en la plutocracia, lo cual pone de manifiesto, más que ninguna otra cosa, la diferencia radical entre plutocracia y elite. Los plutócratas temían por lo que pudiera presagiar la aparición de la democracia y después del sufragio universal, pero la historia demostró que sus temores eran infundados. La razón es que la ‘participación por si misma golpea el corazón del elitismo, pero solo supone una amenaza potencial para los plutócratas y la base distintiva de su poder. Solo cuando la participación cuestiona específicamente la estratificación económica-cuando la riqueza extrema en manos de los plutócratas se dispersa como resultado del juego democrático-, plutocracia y democracia participativa chocan por fin. La estratificación de la riqueza es intrínsecamente conflictiva, la coacción subyace a todas las reivindicaciones y derechos de propiedad (especialmente cuando unos pocos poseen enormes fortunas mientras todos los demás sobreviven con mucho menos) la acumulación de riqueza tiene la característica única de ser un recurso de poder autosostenible. A medida que se asciende en la escala de la riqueza, esta desempeña un papel cada vez más determinante como instrumento de su propia defensa. Estos elementos conforman la política de la defensa de la riqueza, el motivo y objetivo político esencial de todos los plutócratas. El rasgo común de todos los plutócratas a lo largo de la historia es la riqueza que les define, les da poder y les expone intrínsecamente a diferentes amenazas. Lo que varía a lo largo de la historia es la naturaleza de las amenazas y cómo responden los plutócratas para defender su riqueza. Estas variaciones dan lugar a los diferentes tipos de plutocracia. Los peligros pueden provenir de los pobres de las capas más humildes, de otros plutócratas al mismo nivel o de un Estado gobernante situado más arriba. Los plutócratas pueden responder ante tal amenaza directa o indirectamente, pueden estar armados o desarmados y pueden actuar individual o colectivamente,. Además, pueden gobernar directamente para defender su propiedad. O bien que este papel sea proporcionado externamente por un gobernante sultanista o un Estado impersonal armado. Las distintas combinaciones de estos factores dan lugar a plutocracias guerreras, gobeernantes, sultanistas o civiles, cada una de las cuales constituye un modo distinto de gestionar las amenazas y perseguir la defensa de la riqueza. Son, claro está, tipologías ideales, pero rara vez existen en estado puro. La historia del gobierno y del poder plutocráticos no es estática ni lineal. La naturaleza de la plutocracia cambia a medida que evolucionan las amenazas y, en ocasiones, cuando se rompen las relaciones entre diferentes miembros previamente aliados o cuando u n único plutócrata poderoso se hace con el control o es depuesto. Las estrategias cambiantes de defensa de la riqueza tienen su importancia en todos los casos, y el lugar y el papel de la coerción para defender la propiedad desempeñan un papel esencial en esa dinámica. Cuando los Estados no defienden el derecho de propiedad, la vuelta atrás hacia una plutocracia armada y un gobierno directo no solo son posibles, sino que se han producido en numerosas ocasiones.
En el caso de la Unión Soviética, la Revolución rusa ofrece un importante ejemplo contemporáneo de cómo los plutócratas sufrieron un ataque abrumador contra la base material de su poder. Los esfuerzos desesperados y violentos en defensa de la riqueza fracasaron y los plutócratas rusos fueron eliminados; la plutocracia dejó de existir durante décadas. Con los plutócratas fuera de juego, y careciendo de propiedad privada y grandes fortunas personales, el país estuvo dominado durante las décadas de la era soviética exclusivamente por las elites. El colapso de la Unión soviética creó de repente nuevas oportunidades para el resurgimiento de los plutócratas. El ascenso de multimillonarios y milmillonarios fue escandalosamente rápido y se desarrolló en un contexto de instituciones de derecho muy débiles y nada estables. Los nuevos plutócratas rusos se enfrentaron a problemas inmediatos y crónicos de defensa de su riqueza, y en paralelo el Estado ruso se debatía sobre como lidiar con estos poderosos actores. Los nuevos plutócratas no gobernaron, pero tampoco fueron controlados eficazmente hasta que Putin empezó a imponer una solución decididamente sultanista. Las instituciones que protegen los derechos de propiedad resultan fundamentales para el crecimiento económico y, en particular, para la inversión, pero la cuestión era cómo crearlas. Había que construir un nuevo ordenamiento jurídico, pero esa fue posiblemente la tarea mas complicada del poscomunismo. Aquí entraron en juego las redes mafiosas buscando llenar ese vacío, pero eran tanto una amenaza para la seguridad de la propiedad como una solución. Al estilo clásico, los plutócratas rusos persiguieron la defensa de la riqueza desplegando parte de sus recursos para adquirir capacidad coercitiva, de modo que pudieran asegurar sus reivindicaciones de propiedad directamente en ausencia de unos derechos de propiedad reforzados. Cuando estos señores poderosos empezaron a mostrar con mayor ostentación su poder económico y a hacer los mismos alardes en la política nacional al más alto nivel, Putin recurrió al reconstituido aparato de seguridad del Estado para limitar su comportamiento. Por su parte, en la nueva China capitalista también están surgiendo rápidamente plutócratas fabulosamente ricos, pero en condiciones de instituciones estatales y de partido mucho más fuertes que las que existían en Rusia tras la caída de la URSS. Otro conjunto de comparaciones se centra en los casos europeos en los que los Estados de bienestar son amplios y los tipos impositivos sobre los ricos relativamente altos. Incluso en Escandinavia donde la política democrática ha intervenido más profundamente en la esfera material y económica de la sociedad las estrategias de defensa de la riqueza por parte de los plutócratas han garantizado que permanezcan intactos y en gran medida libres de la carga de los elevados costes del Estado de bienestar. Como el caso de EEUU, los plutócratas europeos se han servido profusamente de sus recursos de poder para desviar las cargas de los impuestos y las cargas públicas hacia los estamentos inferiores. Los países escandinavos tienen menos desigualdad de ingresos que EEUU o Reino Unido. Los países con impuestos elevados como los escandinavos dependen en gran medida de los impuestos sobre el consumo, cuya carga se reparte ampliamente entre la ciudadanía en lugar de concentrarse en las empresas y los individuos acaudalados.
Tratando de las plutocracias la tensión social y política asociada a la estatificación extrema es la única cuestión en juego. Por tanto, no hay un conflicto inherente entre democracia y plutocracia. Lograr un Estado de Derecho es una lucha de poder contra los plutócratas para dominarlos. La violencia y la coacción no son omnipresentes en la historia de la plutocracia, pero tampoco están nunca ausentes. Esto se debe a que el fundamento de la plutocracia es la estratificación extrema de la riqueza, que es imposible sin coerción. Durante los períodos de paz, marcadas por instituciones económicas y políticas que estructuran las transacciones y encarnan claramente elementos de cooperación y confianza, la amenaza creíble de la violencia es lo que limita e informa los comportamientos: se sabe que el Estado tiene la capacidad y la voluntad de actuar coercitivamente para defender los derechos de propiedad. Los sistemas de riqueza muy desiguales no pueden funcionar como plutocracias civiles si este elemento vital se rompe o está ausente. Acabar con la plutocracia es imposible a menos que se disperse el recurso de poder que define a los plutócratas: la acumulación de riqueza. Esto ha ocurrido muchas veces en la historia como consecuencia de guerras, conquistas o revoluciones. Sin embargo, nunca se ha intentado con éxito como decisión democrática.

Plutocracia (y VI)
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