Historia de la polarización en EEUU (III)

 

HISTORIA DE LA POLARIZACIÓN EN EEUU (III)

 

4. Miedo y grupos de odio.

 

El miedo está en todas partes. Es la palabra que define toda una época y, en cierto modo, la política interna estadounidense en diferentes momentos de su historia. La política del miedo tiene hondas raíces en la cultura estadounidense. Miedo a los comunistas y miedo a ser marcado como comunista.

 

Seguidores del Ku Klux Klan, nacionalistas blancos, neonazis y demás ultras racistas comenzaban a movilizarse bajo el gobierno del primer presidente negro de EEUU. Veían peligrar el privilegio blanco, mientras la diversidad étnica y racial se les presentaba imparable. EEUU dejaría de ser un país mayoritariamente blanco para la década de 2040, como pronosticaban los sociólogos, si no tomaban medidas. El número de “grupos de odio” activos en el país se dobló durante las dos décadas anteriores a la elección de Trump. Casi un millar de organizaciones, en su mayoría de ideología supremacista, operaban a lo largo y ancho de la geografía estadounidense al término de la presidencia de Obama. Con la llegada de Trump, ese movimiento silencioso se tradujo en una explosión de ataques contra las minorías y las primeras manifestaciones públicas de “orgullo racista”. Los grupos de odio crecen en respuesta a la percepción de que el status de un grupo social está en peligro. Ese grupo social, el de los blancos anglosajones cristianos y conservadores, se sentía alienado por las políticas de Obama. Eran percibidas como las políticas más divisorias en la historia del país. Desde sus políticas económicas intervencionistas hasta su famosa reforma sanitaria o su posición a favor de limitar la venta de armas de fuego, todo se percibe en este colectivo desde unja perspectiva racial. Por una u otra razón, el deterioro del clima social y la división durante ese período es una realidad. Obama resucitó la guerra racial. Las escenas de guerra no han cesado durante este último siglo y medio, con tropas militares desplegadas en pueblos y ciudades de EEUU periódicamente, enfrentamientos armados entre civiles y ataques racistas organizados. Repetían la película seminal del nacionalismo blanco, “El nacimiento de una nación”, toda una sucesión de matanzas y progroms organizados durante el “Verano Rojo” de 1919. “Violáis a nuestras mujeres y os estaís haciendo con nuestro país. Tenéis que desaparecer”.

 

David Duke, el racista y antisemita más conocido de EEUU es el ideólogo de la teoría de la conspiración según la cual los judíos planean un “genocidio blanco” desde el poder político y los medios de comunicación.

 

Redneck(“cuellos rojos”) es como algunos estadounidenses llaman de forma despectiva a los campesinos blancos.

 

Una legión de troles inundan las redes con memes racistas que anuncian un mundo ideal. Un submundo donde el villancico compuesto en 1945 “Let it Snow” -cantado por Frank Sinatra y después por Dean Martin- se convierte en la banda sonora de la deseada limpieza étnica. Trump quiere menos inmigrantes de “países de mierda”-como Haití o Nigeria- y más inmigrantes de “lugares como Noruega”. El nacionalpopulismo se dirige a blancos de familias pobres, presuntas víctimas del multiculturalismo y l a globalización. Donde rige una cultura de rudos montañeses, una cultura violenta y explosiva que el escritor “hillbilly” J.D. Vance, “mezcla de un robusto sentido del honor, devoción por la familia y un sexismo extraño”. Algunos los llaman con desprecio “basura blanca” o “basura de tráiler”. Ese fue el caldo de cultivo convenientemente manipulado de la victoria de Trump.

 

5. Supremacía blanca.

 

EEUU no es un país construído sobre inmigrantes porque muchos fueron forzados a llegar ahí. El país se construyó con sangre, sudor y lágrimas, sobre las espaldas de los oprimidos, sobre las gentes que vivían ahí antes de que llegaran los colonizadores europeos, sobre aquellos africanos que fueron esclavizados. Y en pleno siglo XXI se sigue en ese proceso, en esa lucha continua. La supremacía blanca funciona así: borra la memoria, cambia el pasado a fuerza de excavadora y hormigonera. Ordenanzas, planes urbanísticos y expropiaciones que tienen como único objetivo deshacer o debilitar a ciertas comunidades.

 

Antes de ser desplazados a la fuerza desde sus tierras originales en el Sudeste de EEUU, cheroquis, choctaws, creeks, semínolas y chikasaws recibíaaban así porque habían adoptado algunas costumbres de sus colonizadores,, como la posesión de esclavos. Cuando, a pesar de ser considerados los “indios buenos”, todos esos pueblos fueron masacrados o expulsados de sus tierras por el doloroso “Sendero de las Lágrimas” (el gran éxodo indígena ocurrido en 1838), también trajeron a sus esclavos negros hasta Oklahoma. Incluso debajo de los más oprimidos, siempre queda sitio para alguien más.

 

Obama falló a las víctimas del racismo y de la brutalidad policial. El presidente y sus acólitos renunciaron a hacer frente a los profundos problemas sistémicos que sufría EEUU; como ha venido ocurriendo históricamente, la supremacía blanca volvió a detener el desarrollo pleno de la democracia.

 

Los grupos a favor de la policía, incluidos los supremacistas, consiguieron recaudar cien mil dolares más que lo recibido por la familia de la víctima para hacer frente a los gastos del funeral. En el Sur no ven a los negros como vecinos o como compatriotas. No hay colaboración: las dos comunidades se dan la espalda. La segregación sigue siendo un hecho. Esa apatía entre comunidades convierte a los barrios blancos y negros también en compartimentos estancos emocionales, en dimensiones paralelas entre las que la comunicación y la empatía son una quimera.

 

La explotación de los negros sigue siendo la base de la riqueza que perpetúa el poder de la supremacía blanca.

 

Hay jóvenes que se pintan gruesas líneas azules bajo los ojos, al estilo de los futbolistas de rugby americanos. Reivindican las “líneas azules”, es decir, las vidas de los agentes de policía que cada día se arriesgan a morir tiroteados en las calles de los EEUU. Muestran carteles y camisetas con un nuevo lema: Blue Lives Matter. Argumentan que los “radicales” de Black LIves Matter alientan la violencia contra la policía. El candidato republicano Donald Trump hablará de una “guerra contra la policía” y propondrá cambiar el el código penal para introducir la “pena de muerte obligatoria” en los casos de asesinatos de agentes de la autoridad, aunque el presidente no tenga competencias para ello. La guerra de los “matters” moviliza a miles de conservadores. Los mas abiertamente racistas utilizan el lema White Lives Matter (Las vidas blancas importan), mientras los más bienintencionados abrazan el más inclusivo Al Lives Matter (Todas las Vidas Importan). Sin embargo, los activistas antirracistas ven la idea de reivindicar la importancia de “todas las vidas” como el tipico ejemplo de “daltonismo racial” presente en el discurso de muchos blancos, conservadores y liberales por igual. La fundadora de BLM Alicia Garza explica que el respeto a las vidas de los negros en EEUU es una condición previa a la importancia de “todas las vidas”. Se dirige así a quienes se niegan a anteponer las vidas de los negros: “Black Lives Matter no significa que tu vida sea menos importante;

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