Là alternativas ficticias de la oligarquía

LAS ALTERNATIVAS FICTICIAS DE LA OLIGARQUÍA (I)

 

En octubre de 2021, tras rebautizar a su emporio tecnológico con el nombre de Meta Platforms, Mark Zuckerberg manifestó su deseo de convertir en un futuro cercano a Facebook, Instagram y WhatApp en una plataforma de realidad virtual a la que llamó “metaverso”. Zuckerberg y su equipo habían robado el concepto de “Snow Crash”, una novela de ciencia ficción escrita por Neal Stephenson. La historia de este libro transcurre en un hipotético siglo XXI en el que Estados Unidos, tras un colapso económico mundial sin precedentes, privatiza hasta el mas elemental de sus servicios y cede la soberanía de Los Ángeles a un puñado de megacorporaciones. En un marco de anarcocapitalismo total, los individuos buscan una vida mejor en el metaverso, donde adquieren bienes de lujo con los que ni siquiera podían soñar en sus precarias existencias materiales. El conflicto se desata cuando Hiro, un hacker y repartidor de pizza, descubre por azar Snow Crash, un poderoso virus y nercótico que quiebra el funcionamiento de este universo digital. El argumento, en suma, busca agotar todos los clichés del cyberpunk: megacorporaciones que controlan ciudades precarizadas y apocalípticas, hackers insurrectos, extraños virus supercontagiosos, realidades virtuales que se apoderan de nuestra realidad, tópicos hasta tal punto exagerados y parodiados hasta tal punto que alguien consideró “Snow crash” una sátira del género o el primer libro postcyberpunk.

 

Esta novela, publicada en 1992, especulaba con un tiempo que solamente cargaba con la marca de la distopía por extender a un futuro no tan lejano (el siglo XXI) las lógicas neoliberales de precarización laboral, deslocalización industrial y aumento desmesurado del poder de las megacorporaciones frente a un Estado débil que ya existían en los Estados Unidos en que fue concebida.

 

En pocos años, “Snow crash· adquirió en Silicon Valley el estatuto legendario de oráculo, ya que inspiró tecnologías que luego serían iconos del capitalismo digital, como las criptomonedas, Google Earth, las aplicaciones de envío a domicilio, el videojuego “Quake”, la plataforma “Second Life”, la Wikipedia, el antedicho metaverso (que en rigor ya había sido inventado por William Gibson, en “Neuromante”, con el sugestivo nombre de “Matrix”), además de popularizar el término de origen sanscrito “avatar”. A tal nivel este libro presagió mercancías y preceptos digitales que las corporaciones de Sillicon Valley lo volvieron de lectura obligatoria entre sus equipos creativos y gurúes de ese ambiente.

 

En mayo de 2020, SpaceX, la compañía espacial de Elon Musk, también dueño de Twittrer/X, se convirtió en la primera organización privada en enviar un vuelo tripulado al espacio, la misión Crew Dragon Demo-2. Además del turismo espacial, la misión a largo plazo de SpaceX es “hacer de la humanidad una especie interplanetaria” cuyo primer paso es colonizar y terraformar Marte. SpaceX plantea su misión corporativa como una epopeya que salvará la vida humana del irreversible cambio climático o de otras eventuales catástrofes planetarias. Según opinó Elon Musk en una conferencia de 2016, su compañía persigue el desafío más urgente para la Humanidad, que se enfrenta a dos caminos posibles: “Quedarse en la Tierra y eventualmente extinguirse (…) o transformarse en una civilización espacial, una especie cósmica”. Musk afirmó que su compañía “lograría enviar el primer humano a Marte para 2029”, dando así el primer paso para una civilización interplanetaria. La proyección de la empresa es emplazar una ciudad de un millón de habitantes en el planeta rojo para 2050. Musk asegura con aires heroicos que su único motor para continuar acumulando dinero es invertirlo en esta epopeya espacial, ya que la panacea a los problemas terrestres no provendrá de reducir la brecha entre ricos y pobres o reducir la crisis socioambiental que vehiculiza el capitalismo, sino de trasplantar las lógicas de este sistema a otro planeta. Elon Musk declaró en 2022 que él participará de la colonización de Marte, y que morirá allí de ser necesario, a fin de lograr la conquista marciana que salvará a la humanidad.

 

Otro tema que ocupa los imaginarios y las inversiones de Silicon Valley es la inmortalidad. En 2007, el gerontólogo Aubrey de Grey alcanzó la fama por divulgar en su libro “Ending Aging” la teoría de la SENS ( acrónimo, en español, de “Estrategias para la Ingeniería del Envejecimiento Insignificante”), que consiste en que la vejez no es un fenómeno natural e irreversible, sino apenas el deterioro de estructuras celulares que, como el motor de un auto, se pueden reparar y optimizar hacia una esperanza de vida indefinida. Aubrey de Grey sostiene que, para el año 2050, las personas con el suficiente dinero para pagar estos tratamientos serán capazces de vivir mil años. Por eso, afirma que la generación de inmortales ya ha nacido y existe entre nosotros, o al menos entre las personas más ricas del mundo. Aubrey de Grey calcula que22 2aproximadamente 100.000 personas mueren al día de vejez”. Con que apenas el 1% de estos prospectivos cadáveres cuente con la capacidad adquisitiva suficiente, se trataría de mil clientes por día. Y si además se considera que el 89,5% de las personas más ricas del mundo tiene más de 50 años, y el 40,4% supera los setenta, el desarrollo de un droga o tratamiento que asegure la longevidad ilimitada, por más costosa que fuere, garantizaría un negocio perfecto. Así es que esta línea de investigación gerontológica no tardó en imantar las inversiones de Silicon Valley. En 2013, dos magnates del silicio, Craig Venter y Peter Diamandis, fundaron Human Longevity, un procesador con una inmensa base de datos de genotipos y fenotipos humanos que, a través de estadística aplicada, propone técnicas de longevidad indefinida, mientras que Google fundó Calico, dirigida por Ray Kurzxeil y Bill Maris, quienes afirmaron que con el desarrollo de esta empresa ya sería posible vivir 500 años. El dueño de Amazon, Jeff Bezos,

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