LAS ALTERNATIVAS FICTICIAS DE LA OLIGARQUÍA (Y ii)
En la década de los treinta aparece la ciencia ficción “dura”, cuyo procedimiento central será especular sobre avances científico-técnicos con la mayor verosimilitud posible dentro de los conocimientos existentes. El género alcanza su apogeo alrededor de la década de los cincuenta entre los colaboradores de la revista “Astounding Science Fiction”, con plumas que provenían fundamentalmente del ámbito científico, como Isaac Asimov (de formación químico), Arthur C. Clarke (de formación físico-matemático)… P.Schuyler Miller llama por primera vez a este tipo de ciencia ficción “pura”. Gernsback llama a este subgénero “ficción profética”. El destinatario natural de la ciencia ficción no es la persona de letras, sino quien menos tiempo e interés en apariencia tiene para la literatura: el empresario.
El ideal de una ciencia ficción para empresarios queda claro en el tipo de personajes que protagonizaban estas historias: viriles, emprendedores, pragmáticos e individualistas, que gracias al esfuerzo y al trabajo propios, prosperaban y amasaban éxito, mujeres y fortuna.
En esa época la colaboración entre escritores y empresas de tecnología militar y aeroespacial proliferó de manera fructífera y acelerada. El colchón de agua, los brazos robóticos, el sistema CAD de diseño y las tecnologías de reconocimiento de voz y los exoesqueletos robóticos…
Arthur C. Clarke postuló la facticidad de poner en órbita satélites con fines telecomunicacionales. El satélite es el punto nodal entre ciencia ficción y capitalismo, ya que, debido a su potencial monetario en las industrias de comunicaciones y entretenimiento, fue la primera tecnología espacial que privatizó Estados Unidos y liberó al usufructo corporativo. Al albur de la “crisis del Sputnik” (la sensación de terror de que la tecnología comunista venciera de manera definitiva al American Way of Live) hizo que en 1958 el presidente Dwight D. Eisenhower creara con carácter de urgencia la NASA, especialmente proyectada para derrotar a los rusos en la conquista del espacio. Con la llegada a la Luna en 1969 adquirió la hegemonía máxima del desarrollo astronaútico, sería una victoria no solo norteamericana, sino del capitalismo como único sistema económico y político que regiría el Universo entero.
Mientras los primeros satélites privados se usaron exclusivamente para la televisión, aplicaciones militares y telecomunicación, la industria explota y se diversifica con Internet. Durante la década de los noventa, varias empresas anticipan que el único sistema de conexión existente, el dial-up, se volvería en el futuro inmediato en obsoleto para el gran volumen de datos. Los primeros que apuestan por el negocio del internet satelital fueron los creadores de Microsoft, bill Gates y Paul Allen, que en 1994 fundan una compañía llamada Teledesic. Pero, pese a la fortuna que invierten y a visionaria intención, fracasaron estrepitosamente debido a los altos costos y al aún prematuro desarrollo de la tecnología espacial, que les impidió competir con el mucho más rentable cable de fibra óptica. Tras la quiebra de Teledesic, Allen decide invertir en un proyecto propio que buscara la forma de abaratar los costes del viaje espacial, y en 2004 compra la empresa Scaled Composites. Paul allen desarrolla Mojave Aerospace Ventures, un proyecto experimental de cohetes en medio del desierto californiano.
Los multimillonarios del valle de silicio, en un contesto marcado por la amenaza urgente del cambio climático, camuflaron el verde dólar de su codicia especulativa con heroicos planes ambientalistas para salvar en otros planetas a la humanidad. Fue la edad de oro de la ciencia ficción capitalista, una nueva carrera espacial entre los multimjillonarios para colonizar Marte que fue bautizada “la carrera espacial multimiullonaria”.
Spacex y Blue Origin nacieron como compañías de telecomunicación e internet satelital, y rápidamente se tornaron tan competitivas que empezaron a disputar la concesión de cohetes tripulados para la NASA, monopolizada desde los primeros vuelos de la década de los sesenta por Boeing y a partir de 2004 por su consorcio United Launch Alliance. SpaceX desbancó a sus rivales y se convirtió en el principal proveedor de la NASA.
En esa misma época, el empresario Eric Anderson calculó que, con esta reducción de costos, había al menos cien mil individuos en el mundo con la capacidad monetaria de pagar un viaje al espacio. Así, fundó la primera empresa de turismo espacial: Space Adventures, que desde el 2001 (hasta la guerra ruso-ucraniana) enviaba con cohetes rusos a turistas millonarios a la Estación Espacial por la suma de veinte millones de dólares. A la incipiente industria espacial se sumaron rápidamente otras empresas que, subidas al furor del avance tecnológico vertiginoso y a la fiebre alcista en el mercado de valores, empezaron a ofrecer el más variopinto abanico de servicios extraterrestres. Estos, aunque aún impracticables, ingresaron en la bolsa para financiarse, vehiculizando (con mucho éxito) la especulación financiera al área espacial. Por otro lado, como la guerra ruso-ucraniana bloqueó el acceso occidental a los servicios privados que ofrecía Roscosmos (la Agencia Espacial Rusa),catapultó las acciones de estas corporaciones, multiplicando la inversión y el nacimiento de nuevos emprendimientos especulativos.
La segunda década del siglo XXI vio nacer proyectos de hotelería lunar, exominería de asteroides, fábricas orbitales de químicos y microchips, servicos de remolque de satélites obsoletos y de chatarra espacial, nanosatélites de telecomunicación de rápida obsolescencia que alimentarán al anterior negocio, bases militares lunares, servicios de exportación de basura radioactiva al espacio, enormes estaciones satelitales de minería de bitcoins, bases de procesamiento de datos de servidores como Google o Facebook, exoesqueletos para los colonizadores de otros planetas,, además de corporaciones dedicadas a abaratar costos para losa costos de suministros de todas las anteriores que aún no existen. Una especulación sin límite que posibilita el tesoro imaginativo de la ciencia ficción capitalista.
En la narrativa de Silicon Valley los magnates ya no son cerdos y avaros multimillonarios evasores de impuestos sino refinados lectores de ciencia ficción. Elon Musk se inspiró en “Fundación” de Asimov que en el contexto de la crisis cñlimá