Bill Gates(I)

 

BILL GATES(I)

 

Como cualquier institución poderosa, la Fundación Gates, valorada en 54.000 millones de dólares, se relaciona con los medios de comunicación solo si es ella la que marca las reglas del juego. La Fundación Gates es muy sensible a los temas de imagen. Pero el verdadero “yo” de Gates es impelido en todo momento a demostrar su superioridad, que no solo quería la victoria sino aplastar al vencido. Parte de su estrategia es machacar a la gente. O conseguía ponerlos firmes o los machacaba.

 

Su planteamiento ideológico es muy claro: idear soluciones a los problemas sociales a través de la innovación y de la tecnología, elevar la primacía del sector privado, promover la importancia de la propiedad intelectual y reorganizar el mundo de manera que el mismo tuviera un asiento en la mesa en que se tomaban las decisiones, por lo normal en la cabecera. Gates dona dinero de su patrimonio privado a su fundación privada. A continuación, reúne a un pequeño grupo de consultores y expertos para decidir qué problemas merecen su tiempo, su atención y su dinero, y qué soluciones deben aplicarse. Luego, la Fundación Gates inyecta dinero en universidades, think tanks, medios de comunicación y grupos en defensa de los derechos humanos, y les proporciona por un lado un cheque, y por otro una lista de tareas. Y así utiliza su enorme riqueza para adquirir influencia política, para reconstruir el planeta según su estrecha visión del mundo. Nos han hecho entender que Bill Gates es un filántropo cuando, en realidad, es un motor de poder. Ejerce su poder a través de la filantropía, sin someterse al escrutinio público ni ser cuestionado.

 

Del mismo modo que las elites mundiales se sirven de las contribuciones económicas a las campañas y a los grupos de presión para tener peso en la política, la filantropía se ha convertido en una herramienta más de influencia dentro de la caja de herramientas a disposición de los multimillonarios. La facilidad que tienen estos para convertir, sin cortapisa alguna, sus fortunas personales en poder político es una clara señal del fracaso de la democracia y del auge de una nueva oligarquía. E, igualmente, es un toque de atención para que nos preguntemos si es este el mundo en el que queremos vivir, uno en el que los hipermillonarios tienen más voz que los demás. Un mundo en el que aplaudimos y glorificamos el acaparamiento de riqueza por parte de magnates cuestionables solo porque la reparten a bombo y platillo en proyectos benéficos que promueven antidemocráticamente sus visiones políticas del mundo.

 

La fundación benéfica de Gates cuyas actividades resultan del todo irreconocibles según la habitual definición de beneficiencia, y totalmente irreconocibles desde el punto de vista de la retórica y la misión declarada de la fundación.

 

Gates ha conseguido hacerse más rico-no más pobre- durante su mandato como la persona más generosa de la historia de la humanidad. Veremos lo insignificantes, incluso mezquinas, que son las donaciones de Bill Gates en comparación con su enorme riqueza: regala dinero que no necesita y que jamás podrá gastar. Veremos cómo la familia Gates obtiene beneficios personales incalculables de su filantropía, incluidos miles de millones de dólares en deducciones fiscales, aplausos públicos, poder político e incluso capacidad para enriquecer o promover organizaciones que le son cercanas.

 

Revisaremos las decenas de miles de millones de dólares del contribuyente subvencionando los proyectos solidarios del magnate, frente a la escasa supervisión por parte de esos contribuyentes de cómo gasta nuestro dinero. Descubriremos que en muchos de esos lugares ni siquiera podemos seguir el rastro del dinero, puesto que la fundación maneja millones de dólares a espuertas en dinero opaco

 

Nos encontraremos con una entidad benéfica que parece estar tanto en el negocio de ganar dinero como en el de regalarlo; que se dedica libre y ampliamente a actividades, recaudando retornos de inversión multimillonarios e incluso lanzando y dirigiendo empresas privadas. Y conoceremos a denunciantes del sector privado que alegan que la fundación, como Microsoft antes que ella, abusa de su poder de mercado y actúa de forma anticompetitiva.

 

Nos acercaremos a la impresionante red de influencias que ha tejido la Fundación Gates a través de la financiación de una vasta constelación de testaferros y grupos fachada destinados a ejecutar la agenda de proyectos. Veremos cómo estas organizaciones-creadas, financiadas y dirigidas por la fundación-se presentan como organismos independientes y exhiben la apariencia de un sólido apoyo a su programa. Exploraremos cómo estos poderes alternativos se convierten en poder político, tanto dentro como fuera del país, y comprenderemos que Gates,a sus 68 años, solo puede aspirar a la ampliación de su poder en las próximas décadas.

 

Hallaremos una entidad que, según admite ella misma, está “impulsada por los intereses y pasiones de la familia Gates”, no por las necesidades o deseos de sus beneficiarios; una entidad enamorada de si misma-de sus expertos, sus soluciones, sus estrategias, su fundador- y dispuesta a arrasar con cualquiera que se interponga en su camino; una fundación con un enfoque colonial caduco apoyado en bien pagados tecnocrátas de Ginebra y Washington DC para resolver los problemas de los pobres de Kampala o de Uttrar Padesh. Y nos encontraremos con un hombre que padece el síndrome del personaje protagonista, afirmando de forma constante su liderazgo y pericia en asuntos en los que no tiene formación, prestigio ni mandato.

 

Una organización que de forma vehemente se presenta a sí misma como defensora de la ciencia, la razón y los hechos, pero que comercia abiertamente con la ideología. Nos acercaremos a una filantropía que gasta grandes sumas de dinero en la evaluación y medición de otras organizaciones mientras hace todo lo posible por limitar la medición y evaluación independientes de su propio trabajo. Seguiremos el rastro a los miles de millones de dólares que fluyen desde la corporación de Seattle hasta universidades y cabeceras de periódicos que, en consecuencia, evitan cuidadosamente el más mínimo atisbo de censura. Descubriremos un cártel del éxito formado por personas y grupos que temen criticar a Bill Gates por miedo a perder su patrocinio, pero que, en cambio, se muestran ansiosos por destacar sus buenas acciones. Y conoceremos los esfuerzos de la fundación-sistemáticos y decididos- por silenciar a los críticos y reprimir el debate. Pero también veremos los límites de estos esfuerzos por controlar y monopolizar el discurso, como ponen de manifiesto las extraordinarias críticas que han surgido en torno de la fundación, pero que nunca han recibido la atención merecida.

 

Bill gates es al mismo tiempo un lobo con piel de cordero y un emperador desnudo. Encontraremos a un hombre que se resiste a la rendición de cuentas con todas sus fuerzas y a una institución cuyas actividades nunca parecen estar a la altura de sus altisonantes pretensiones, ya se trate de las vidas que supuestamente salva o del progreso humano que consigue. Encontraremos a un hombre enfrentado a décadas de acusaciones por mala praxis laboral, tanto en Microsoft como en la fundación Gates, y que tomó la inconcebible decisión de asociar su entidad benéfica con el delincuente sexual convicto Jeffrey Epstein. Descubriremos que, por muy graves que sean los errores de Gates y por mucho que se vaya extendiendo en nuestra sociedad la llamada cultura de la cancelación, el sigue siendo en gran medida inmune a todo control o examen, incluso por parte del Congreso y la Hacienda estadounidenses.

 

Una fundación profundamente ahistórica y poco imaginativa que ha optado por resucitar proyectos humanitarios fracasados desde hace décadas, como, por ejemplo, la Revolución Verde en la agricultura africana, o bien las diferentes iniciativas de planificación familiar que rozan peligrosamente el control poblacional. Una institución que durante años nos ha pedido mirar al horizonte, a las tecnologías revolucionarias que iba a introducir, a las acciones innovadoras que iba a liderar. Y veremos, en lo específico y en lo general, cómo la fundación no ha logrado lo que se había propuesto, ya sea erradicar la polio, introducir vacunas revolucionarias, cambiar por completo la agricultura y la educación en Estados Unidos o liderar la respuesta mundial al COVID 19. Ante nuestros ojos se mostrará una organización que fracasa continuamente, pero que sigue adelante gracias a la enorme riqueza que atesora.

 

Nos fijaremos en una entidad que se nutre de las indecentes desigualdades económicas existentes en el planeta, y que cuenta con que el resto de nosotros seamos demasiado pobres o demasiado estúpidos para rechazar su generosidad. Pondremos el foco en el hecho de que los más de 150.000 millones de dólares controlados por Bill Gates, ya sea a través de su patrimonio personal o de la dotación asignad

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