BILL GATES(IV)
Fallar rápido
Cuando hacemos apuestas arriesgadas resulta inevitable que algunas de ellas fracasen. Pero en lugar de volverse más conservadores, Bill y Melinda han optado por fracasar rápido, apren fundación puede intervenir y conceder licencias sobre la propiedad intelectual y la tecnología de la empresa-sean cuales sean la vacuna, el fármaco u otro producto que haya contribuido a financiar- si la empresa no quiere o no puede destinar estos productos a fines humanitarios. En el caso de que una firma quiebre, o si la fundación considera que opera fuera de los límites de su acuerdo de subvención, la fundación puede hacer uso de su licencia. El contraintuitivo modelo de caridad de Gates, que dona dinero a empresas con ánimo de lucro: los acuerdos de acceso global, afirma la institución, garantizan que esos fondos benéficos se destinen a fines huiiimanitarios.
El problema es que hay demasiados ejemplos de que los acuerdos de acceso no se están aplicando de una manera que de verdad ayude a los beneficiarios previstos.
Los acuerdos de acceso global promovidos por la Fundación Gates, no están funcionando como ella pretende. No garantizan poder llegar a los pobres de todo el mundo y no están proporcionando de manera fehaciente ni beneficios públicos ni bienes accesibles públicamente. Ello hace que se planteen dudas sobre la naturaleza caritativa de los miles de millones de dólares que Gates destina a empresas con ánimo de lucro y, también, sobre si nosotros, los contribuyentes, debemos subvencionar este funcionamiento.
Gates y su fundación privada pueden haberse convertido discretamente en uno de los “propietarios más importantes de propiedad intelectual relativas a terapias, diagnósticos y vacunas en el mundo actual”.
Esto refleja directamente lo que eran las estrategias de Microsoft. Todos los cimientos de la empresa se basaban en la acumulación de propiedad intelectual. Así que no resulta sorprendente que Gates haya adoptado este mismo enfoque-en teoría, con fines filantrópicos-, pero, en última instancia, se trata de tener cierto nivel de control e influencia. Es un reconocimiento, antes que muchos otros, de que la propiedad intelectual iba a tener un papel muy destacado en cómo se gestiona la salud del planeta.
La fundación no para de hacerse con tecnología procedente de las empresas colaboradoras y después la redistribuye.
La industria del software cree de forma muy generalizada que nuestro sistema de patentes está destruyendo la innovación. Los expertos en salud pública llevan mucho tiempo planteando criticas similares, argumentando que la propiedad intelectual impide que medicamentos mas baratos y accesibles lleguen a los pacientes.
Los derechos de propiedad intelectual que conceden una capacidad monopolística no son adecuados para las innovaciones médicas porque conducen a una enorme desigualdad, son ineficaces, moralmente repulsivos y ni siquiera funcionan bien en términos de asignación de recursos. El mayor obstáculo para avanzar en las reformas ni siquiera son las compañías farmaceúticas. Es Bill Gates, que se autoproclama “amigo de los pobres”.
Varios millones de personas han muerto de enfermedades tratables o incluso curables porque los medicamentos que necesitan son demasiado caros. Y eso se debe en gran medida a que tales fármacos se venden bajo patentes monopolísticas que permiten a las empresas farmaceúticas cobrar precios altísimos.
Transparencia
Los acuerdos de no divulgación, de no descrédito y de confidencialidad parecen formar parte de algo muy arraigado de la vida personal y profesional de Bill y Melinda Gates.
El resultado de esta cultura de secretismo institucionalizada, claro está, es que hace muy difícil para nadie investigar la entidad o saber de ella en otros términos que no sean los distribuidos a través de su enorme maquinaria de relaciones públicas.
En las entrevistas concedidas por Bill y Melinda French Gates-que son legión-, casi siempre acuden a foros y medios en los que saben que no tendrán auténticos problemas. A veces son medios de comunicación que reciben dinero de la fundación. El resultado es que Bill y Melinda pueden presentarse como abiertos y comprometidos con quienes estamos fuera-conceden entrevistas todo el tiempo- cuando es justo lo contrario.
Gastan miles de millones de dólares en comprar influencia en los medios-por procedimientos opacos- para dar prestigio a su programa político e impulsar políticas públicas que le sean favorables
La falta de transparencia, sin embargo, beneficia mucho a la Fundación Gates, ya que hace más difícil seguir la pista del dinero del multimillonario o rastrear su influencia. No podemos pedir cuentas a la Fundación si no sabemos lo que está haciendo.
Otra complicación a la hora de seguir la pista del dinero es el uso de subdonaciones. La fundación informa públicamente del destinatario principal de sus entregas, pero esos destinatarios, a su vez, reparten el dinero entre otros grupos.
La Fundación Gates parece capaz de financiar, crear y dirigir nuevas organizaciones de apariencia independiente a través de cámaras de compensación opacas y limitando al mínimo el rastro público de su participación. Esto le permite construir poder político mediante la creación de una red de aliados y la apariencia de un apoyo diverso y sólido a su agenda, una cámara de eco de las organizaciones financiadas por Gates.
El millonario dona dinero a determinados organismos y luego se sienta en sus consejos de administración, lo que le otorga influencia sobre el destino de los fondos.
Grupos de presión
Gates ofreció una visión de África como mercado cautivo para el imperio económico estadounidense: si el congreso mete dinero en la lucha filantrópica de Gates por la sanidad, la economía estadounidense crecerá. Eso no es caridad o ayuda en el sentido tradicional. Es un buen negocio. Con la formación adecuada y determinadas inversiones estratégicas, la agricultura se convertirá en un motor de la economía del Congo.
El magnate, a lo largo de los años, parece haber tenido acceso ilimitado a la elite más granada de la política y la economía en la capital estadounidense. “Así que nos vamos a comprometer, incluyéndome a mi personalmente, con todas esas personas clave como hemos hecho en todos los demás gobiernos”.
Por ejemplo, con su campaña, de varios años, para impulsar la legislación federal sobre el clima. El interés de Gates por la legislación sobre esos temas va más allá de salvar el planeta: ha invertido 2.000 millones de dólares de su patrimonio personal en tecnologías climáticas y energéticas que podrían beneficiarse de los programas nacionales de gasto.
La influencia política de Gates viene de lo de siempre: el dinero. Bill y Melinda French Gates han invertido más de diez millones de dólares de su patrimonio personal en contribuciones a campañas y contiendas políticas, como por ejemplo el apoyo dado a muy diferentes candidatos. La influencia económica de Gates resulta visible también en sus donaciones a organizaciones con conexiones políticas, como los casi 10.000 millones de dólares que la entidad de Seattle ha concedido a organizaciones con sede en la capital de la nación: tres mil donaciones, incluidas aquellas otorgadas aq una miríada de abanderados de su agenda, bien ante el Congreso o ante otros responsables políticos. Es más del doble de lo que la fundación destina a toda África, una clara señal de por dónde van sus auténticas prioridades.
La razón por la que Washington está tan en el punto de mira de la fundación es que su imperio filantrópico se financia en gran medida con dinero procedente de los impuestos, y este lo controla el Congreso. Los proyectos de gran tamaño promovidos por Gates se estructuran como asociaciones público-privadas en las que filántropos privados, empresas privadas y gobiernos ponen dinero en conjunto (Y, supuestamente, comparten liderazgo) para trabajar en cuestiones como la distribución de vacunas y el desarrollo de la agricultura. El magnate ha donado 3.000 millones de dólares al Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, por ejemplo, una de las iniciativas mejor dotadas de la fundación. Sin embargo, los gobiernos han aportado más de 60.000 millones de dólares. Del mismo modo, la fundación Gates ha concedido unos 6.000 millones de dólares a Gavi, mientras que los gobiernos donantes han comprometido 35.0