BILL GATES(V)
Estamos hablando de cuestiones básicas en democracia. Una función esencial de los gobiernos electos es decidir cómo gastar el dinero de los contribuyentes, estableciendo prioridades presupuestarias mediante una toma de decisiones democrática. Aquí es donde los poderes económicos en ocasiones consiguen inclinar la balanza a su favor. Se sirven para ello de los grupos de presión, las contribuciones a las campañas y, sí, la caridad, con el fin de hacer prevalecer sus prioridades sobre los demás. Este tráfico de influencias políticas basadas en el dinero, gracias al cual los actores privados más ricos son también los más escuchados, resulta obviamente poco democrático, cuando no del todo antidemocrático. Y es un juego que Bill Gates sabe jugar de maravilla.
Con carácter general, las organizaciones filantrópicas no están autorizadas a ejercer presión política. Esto no significa que la fundación no pueda hacer oir su voz. Aunque la entidad no puede presionar directamente al congreso, si cuenta co n su ejército de personas interpuestas con el fin de orientar a los legisladores en el sentido de sus votos.
Hay un elenco interminable de figuras que han traspasado las puertas giratorias-en perpetuo movimiento- entre la Fundación Gates y el Capitolio.
Solo existe otro lugar en el planeta donde Gates ejerza una influencia económica similar a la de Washington D.C., y ese es Ginebra, la sede alternativa del poder que gobierna el extenso imperio de la fundación. Suiza alberga algunas de las alianzas público-privadas más importantes en el campo de la salud internacional con participación de Gates-Gavi, además de acoger la sede de la Organización Mundial de la Salud. Estas entidades han recibido casi13.000 millones de dólares de la Fundación, lo que convierte a Ginebra en el primer destino de las donaciones filantrópicas de Gates, solo un poco por delante de Washington D.C . Algunas de esas instituciones suizas tienen presencia en Washington. Una de ellas es Gavi, con sede en ginebra, dispone de una oficina en Washington D.C., que gasta millones de dólares en presionar al Congreso; sin ir más lejos, en la legislación que afecta directamente a su propio presupuesto.
Muchos de los socios solidarios más cercanos a Gates ejercen similar presión sobre el Congreso estadounidense, y gastan millones de dólares con la esperanza de traer miles de millones de dólares de los impuestos nacionales hacia sus programas. El resultado de todo ello se plasma en subvenciones masivas a los proyectos emblemáticos de Gates.
Las actividades políticas del magnate no se limitan a EEUU. En 2022 la Fundación Gates y sus socios más cercanos en la respuesta a la pandemia del COVID-19, Gavi y CEPI, presionaron a los gobiernos estadounidense y europeos para que comprometieran miles de millones de dólares en apoyo a sus iniciativas. La contradicción entre esas pruebas del cabildeo y la postur aoficial de la fundación: “Un portavoz de la Fundación declaró que la ley estadounidense prohíbe a las fundaciones privadas participar en grupos de presión”.
La fundación tiene sus propias directrices internas que afirman su derecho a “influir en reglamentos, acciones administrativas o políticas no legislativas” y asimismo en “debatir propuestas o iniciativas legislativas con legisladores y funcionarios del gobierno sobre asuntos relacionados con programas financiados conjuntamente”. Dado que gran parte del trabajo de la fundación se desarrolla a través de trabajos financiados en conjunto con diferentes gobiernos, esto tiene toda la pinta de una carta blanca a la entidad se Seattle para llevar a cabo actividades de presión relacionadas con gran parte de su programa. Y, por lo que parece, tanto en EEUU como en otros países. En EEUU la filantropía no está considerada una actividad política y por tanto no sujeta a regulaciones, como sí lo están los grupos de presión o las contribuciones a las campañas electorales.
Muchas de las donaciones de la fundación están dirigidas explícitamente a “educar”, “informar” y “comprometer” a los legisladores.
Hay numerosas organizaciones dedicada a este mismo tipo de activismo político: no ejercen influencia sobre una ley concreta, sino que presionan a los cargos electos para que respondan a una determinada iniciativa. Lo que hace diferente a la Fundación Gates es que por lo general no la reconocemos como un actor político, o no comprendemos cuánta influencia tiene, dando forma a miles de millones de dólares en gastos de ayuda, por un lado, y, por otro, posicionándose para gestionar cómo se gasta ese dinero .De manera que el dinero de los contribuyentes fluye hacia la extensa red de agentes interpuestos a instancias de Gates.
Los llamamientos a la caridad y a la ayuda impulsada por las celebridades perjudican a África, por cuanto generan una dependencia de los donantes extranjeros.
Ningún potentado paga viajes a los congresistas para mostrar la otra versión de los hechos. La fundación Gates puede permitirse mandar de viaje a los políticos hasta un nivel imposible para casi todas las demás organizaciones. Seguramente, sea de hecho, uno de los mayores mecenas privados de los viajes que hacen los miembros del Congreso.
Está permitido que grupos de interés tremendamente ricos patrocinen viajes educativos a miembros del congreso y su personal.
Si alguna entidad destina fondos a viajes del Congreso, desempeñe o no un papel en su planificación, debería… estar sujeta al formulario ético, y dejar que la sociedad decida existe o no un tráfico indebido de influencias.
Otro problema anclado en el corazón de la política estadounidense: el dinero opaco. No es solo que la voz de los intereses del dinero suene más alta que las demás, sino que su influencia económica queda oculta a menudo a los ojos de la opinión pública.
No solo hay que plantearse como mejorar la transparencia, sino también cómo es que el Congreso, sean cuales sean las circunstancias, acepta viajes pagados por agentes privados.
El tráfico de influencias de Gates va mucho más allá de los fines declarados que persiguen esos viajes. La fundación no solo está comprobando buena voluntad o asegurando el apoyo de los contribuyentes a su agenda benéfica. También está comprando cobertura política para la propia fundación, e incluso para la familia Gates.
Aunque el Congreso ha tratado de limitar las actividades políticas de las organizaciones filantrópicas, la Fundación Gates cuenta con muchas fórmulas para eludir tales prohibiciones, la más potente de las cuales tiene que ver con el patrimonio privado de la familia. Es decir, que en aquellas situaciones en las que la fundación no está autorizada a meterse libremente en gastos con fines políticos, como por ejemplo las contribuciones a campañas o el apoyo a iniciativas electorales, basta con que Bill y Melinda French Gates paguen esa iniciativa mediante contribuciones a título personal.
Las organizaciones filantrópicas no pueden donar directamente a iniciativas electorales. De manera que Bill Gates hizo las contribuciones como ciudadano privado, utilizando su enorme riqueza para socavar eficazmente la voluntad del pueblo.
Tanto Gates como otros reformadores de la educación están locos por el modelo de las escuelas concertadas, una innovación neoliberal: centros educativos financiados con fondos públicos pero gestionados de manera privada. Se les permite actuar sin atenerse a las normas habituales, ya sean las del sindicato o las del distrito. A pesar de toda la energía y el dinero invertidos en las escuelas concertadas, décadas de investigación demuestran que no superan a las escuelas públicas tradicionales. Las escuelas concertadas han sido criticadas también por fomentar la segregación, ya que proliferan en entornos urbanos pobres.
La fundación dona dinero a organismos de la administración pública, en concreto más de 1.300 millones de dólares bajo el marchamo de obras benéficas. Hay cientos de subvenciones.
Gates da dinero también a organismos públicos de otros países. La mayor parte de la financiación gubernamental de Gates que podamos ver ha ido a parar en realidada dos fundaciones privadas próximas al gobierno, la CDC Foundation y la Foundation for the National Institutes of Health (FNIH). Estas entidades recaudando fondos del sector privado destinados a apoyar a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades y los National Institutes of Health, y promueven asimismo colaboraciones público-privadas.
Al igual que un camaleón cambia de color para responder a diferentes ocasiones y situaciones, la fundación es capaz de proyectar con facilidad identidades organizativas cambiantes: aparece a veces como una ONG, a veces como una compañía multinacional y a veces incluso como un actor de la administración pública. La fundación Gates tiene la estrategia de comportarse como una autoridad híbrida, lo cual le permite expandir